Ulises (91 page)

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Authors: James Joyce

Tags: #Narrativa, #Clásico

BOOK: Ulises
2.7Mb size Format: txt, pdf, ePub

BLOOM:
(encantadora vicetiple con mejillas pintadas, pelo de mostaza, grandes manos y nariz de hombre y boca en mueca burlona)
Me probé las cosas de ella sólo una vez, por hacer una bromita, en la calle Holles. Cuando andábamos en estrecheces las lavaba yo para ahorrar de lavandera. Les daba vuelta a mis camisas. Era el más puro y simple ahorro.

BELLO:
(sarcásticamente)
Trabajitos para contentar a mamá, ¿eh? Y te exhibías en tu dominó ante el espejo con las cortinas echadas enseñando tus muslos sin faldas y ubres de macho cabrío en diversas posturas de entrega, ¿eh? ¡Jo, jo! ¡Es para reírse! Aquella enagua negra de ocasión, tan fenomenal, un camisa de baile con braguitas a medio muslo que se habían abierto por las costuras en la última violación de la señora Miriam Dandrade que te las vendió en el Hotel Shelbourne, ¿eh?

BLOOM: Miriam. De negro.
Demimondaine
.

BELLO:
(con una risotada)
Dios todopoderoso, ¡eso sí que es gracioso! Eras una bella Miriam cuando te cortabas los pelos de la puerta falsa y te echabas en la cama en desmayo como la señora Dandrade a punto de ser violada por el Teniente Smythe-Smythe; por el señor Philip Augustus Blockwell, diputado del Parlamento; por el Signore Laci Daremo, robusto tenor; por Bert de los ojos azules, chico del ascensor; por Henry Fleury, famoso por la Gordon Bennet; por Sheridan, el Creso mulato, remero número ocho del equipo de la vieja Trinity; por
Ponto
, su espléndido terranova; y por Bobs, duquesa viuda de Manorhamilton.
(Otra risotada.)
Caray, ¿no haría reír esto a un gato siamés?

BLOOM:
(agitando manos y facciones)
Fue Gerald quien me convirtió en amante de veras de los corsés cuando yo hacía un papel femenino en la escuela en la comedia
Vice Versa
. Fue mi querido Gerald. A él le había dado por ahí fascinado por el corsé de su hermana. Ahora el queridísimo Gerald usa pomada color rosa y se dora los párpados. El culto a la belleza.

BELLO:
(con maligno júbilo)
¡La belleza! ¡Déjanos respirar un poco! Cuando te sentabas con cuidado mujeril, levantando los volantes ondulados, sobre el trono reluciente por el uso…

BLOOM: Ciencia. Comparar los diversos goces que experimentamos cada cual.
(En serio.)
Y realmente es mejor la posición… porque muchas veces yo mojaba…

BELLO:
(severamente)
Nada de insubordinación. Ahí tienes el serrín en el rincón. Te he dado instrucciones rigurosas, ¿no? ¡Hazlo de pie, señor mío! ¡Ya te enseñaré yo a portarte como un cagallero! Como te pille una huella en los pañales… ¡Aja! Por todos los demonios, vas a ver quién soy yo. Los pecados de tu vida pasada se levantan contra ti. Muchos. Centenares.

LOS PECADOS DE LA VIDA PASADA:
(en una algarabía de voces)
Ha contraído cierta forma de matrimonio clandestino por lo menos con una mujer a la sombra de la Iglesia Negra. Ha telefoneado mentalmente mensajes impronunciables a la señorita Dunn en cierta dirección de la calle D’Olier mientras se exhibía indecentemente ante el aparato de la cabina. Con palabras y acciones estimuló a una bribona nocturna a que depositara materia fecal y de otro tipo en una caseta nada higiénica unida a unos locales vacíos. En cinco urinarios públicos escribió mensajes a lápiz ofreciendo su compañera nupcial a todos los machos de fuerte miembro. Y ¿no pasaba noche tras noche junto a la fábrica de molesto olor a vitriolo cerca de las parejas en amoroso cortejo a ver si y qué y cuánto podía ver? ¿No yacía en la cama, grosero jabalí, deleitándose en un nauseabundo fragmento de papel higiénico muy usado con que le había obsequiado una sucia ramera, estimulada por pan de jengibre y un giro postal?

BELLO:
(silba ruidosamente)
¡A ver! ¿Cuál ha sido la obscenidad más repugnante de toda tu carrera delictiva? Llega al fondo. ¡Desembucha! Sé sincero de una vez para todas.

(Mudas caras inhumanas se agolpan avanzando, haciendo muecas, desvaneciéndose, armando guirigay; Booloohoom, Poldy Kock, Cordones de zapato a penique, el muchacho ciego, Larry Rinoceronte, la muchacha, la mujer, la puta, la otra, la…)

BLOOM: No me preguntes a mí: nuestro juramento recíproco. Calle Pleasants. Yo no pensaba más que la mitad de… Juro por lo más sagrado…

BELLO:
(perentoriamente)
Contesta. ¡Granuja repugnante! Insisto en saber. ¡Cuéntame algo que me divierta, algo sucio o una jodida historia de fantasmas o unos versos, deprisa, deprisa, deprisa! ¿Dónde? ¿Cómo? ¿En qué momento? ¿Con cuántas personas? Te doy tres segundos nada más. ¡Uno! ¡Dos! Tr…!

BLOOM:
(dócil, gorgotea)
Yo rererepugnaricé en rerererepugnante…

BELLO:
(imperiosamente)
¡Ea márchate, bestia maloliente! ¡Alto la lengua! Habla sólo cuando te hablen.

BLOOM:
(se inclina)
¡Amo! ¡Ama! ¡Domadora de hombres!

(Levanta los brazos. Se le caen los brazaletes.)

BELLO:
(en tono satírico)
Por el día, pondrás a remojar y restregarás nuestra olorosa ropa interior, también cuando nosotras las señoras no nos encontramos bien, y fregarás nuestros retretes con el traje recogido y una bayeta atada a la cola. Qué bonito será, ¿no es verdad?
(Le pone un anillo con rubí en el dedo.)
¡Ya está! Con este anillo tomo posesión de ti. Di, gracias, ama.

BLOOM: Gracias, ama.

BELLO: Harás las camas, me prepararás la bañera, vaciarás los orinales de todos los cuartos, incluido el de la vieja señora Keogh, la cocinera, uno de color naranja. Sí, y los enjuagarás bien los siete, fíjate, o si no te los vas a sorber como champán. Te me los vas a beber calientes de abrasar. ¡Aupa! A servir como un clavo, o si no, te voy a sermonear sobre tus malas acciones, Miss Ruby, y te voy a dar buenos azotes a culito descubierto, señorita, con el cepillo del pelo. Se te enseñará lo errado de tus caminos. Por la noche, tus manos bien locionadas y con brazaletes se pondrán guantes de cuarenta y tres botones recién empolvados con talco y con las puntas de los dedos delicadamente perfumadas. Por prendas así, los caballeros de antaño ponían en juego sus vidas.
(Risotada.)
Mis muchachos estarán encantadísimos de verte tan hecha una señora, sobre todo el coronel; cuando vengan aquí la noche antes de casarse a hacer cariñitos a mi nueva atracción en tacones dorados. Primero, yo mismo te voy a hacer una prueba. Uno del hipódromo que conozco, que se llama Charles Alberta Marsh (acabo de estar en la cama con él y con otro caballero del Despacho de Bolsas y Canastos) anda buscando una muchacha para todo que tomar en seguida. Hincha el pecho. Sonríe. Baja los hombros. ¿Qué ofrecen?
(Señala.)
Por este artículo, amaestrado por el propietario para ir a buscar y traer, con la cesta en la boca.
(Se desnuda un brazo y lo sumerge hasta el codo en la vulva de Bloom.)
¡Aquí sí que tienen una buena profundidad! ¿Qué, muchachos? ¿Os la pone dura?
(Le mete el brazo en la cara a un postor.)
¡Ea, a baldear la cubierta y a dejarla bien limpia!

UN POSTOR: ¡Un florín!

(El portero de Dillon toca su campanilla.)

UNA VOZ: Un chelín y ocho peniques de más.

EL PORTERO: ¡Talán!

CHARLES ALBERTA MARSH: Debe ser virgen. Buen aliento. Limpia.

BELLO:
(da un golpe con el martillo)
Dos chelines. Es una cifra mínima, barata a ese precio. Catorce manos de altura. Tocadle y examinadle sus cualidades. Manejadle. Esta piel de plumón, estos músculos blandos, esta carne tierna. ¡Lástima no tener aquí mi punzón de oro! Y muy fácil de ordeñar. Tres galones al día, bien frescos. Un animal de reproducción de primera, que pondrá su huevo dentro de una hora. El record de leche de su padre fue mil galones de leche entera en cuarenta semanas. ¡A ver, tesoro mío! ¡Lúcete! ¡A ver!
(Hierra la grupa de Bloom con su inicial C.)
¡Ea! ¡Un Cohen garantizado! ¿Quién da más de dos chelines, caballeros?

UN HOMBRE DE ROSTRO OSCURO:
(con acento disfrazado)
Sien librras esterrlinas.

VOCES:
(por lo bajo)
Para el Califa Harún Al Raschid.

BELLO:
(alegremente)
Muy bien. Adelante todos. La breve falda, atrevidamente corta, subiendo por encima de la rodilla para mostrar un atisbo de braguita blanca, es un arma poderosa, y las medias transparentes, con ligas esmeralda, con esas largas costuras derechas que se prolongan más allá de la rodilla, apelan a los mejores instintos del hombre de mundo blasé. Aprende el fluido paso menudo sobre tacones Luis XV de cuatro pulgadas, el ladeo griego con provocadora grupa, los muslos fluyentes, las rodillas besándose modestamente. Lanza sobre ellos todo tu poder de fascinación. Alcahuetea a todos sus vicios gomorreos.

BLOOM:
(se mete la cara ruborosa bajo el sobaco y sonríe bobamente con el índice en la boca)
¡Ah, ya sé a qué quiere aludir ahora!

BELLO: ¿Para qué otra cosa sirves, criatura impotente que eres?
(Se agacha y, observando, da una brutal metida con su abanico por debajo de los gruesos pliegues de sebo de las ancas de Bloom.)
¡Arriba! ¡Arriba! ¡Gato sin cola! ¿Qué tenemos ahí? ¿A dónde ha ido a parar tu mango retorcido, o quién te lo ha cortado, mamoncillo? Canta, pajarito, canta. Está tan flojo como el de un niño de seis años haciendo pipí detrás del cochecito. Cómprate un cubo o vende la bomba.
(En alta voz.)
¿Eres capaz de hacer lo de un hombre?

BLOOM: En la calle Eccles…

BELLO:
(sarcásticamente)
No querría herir tus sentimientos por nada del mundo pero allí hay un hombre bien macho en posesión del terreno. ¡La cosa se ha vuelto del revés, mi alegre amiguito! Ese es algo así como un hombre de tamaño natural, criado al aire libre. No te iría mal, desgraciado, si tuvieras esa arma toda con nudos y bultos y verrugas por encima. Ha echado el cerrojo, te lo digo yo. Pies con pies, rodillas con rodillas, tripa con tripa, tetas con pecho. No es ningún eunuco. Le sale por detrás un mechón de pelo rojizo como una mata de tojo. ¡Espera nueve meses, muchacho! ¡Válgame Dios, ya está dando patadas y tosiendo de arriba para abajo en las tripas de ella! Eso te da rabia, ¿no? ¿Te toca el punto sensible?
(Escupe con desprecio.)
¡Escupidera!

BLOOM: Se me ha tratado de un modo indecente, yo… informaré a la policía. Cien libras. Incalificable. Yo…

BELLO: Querrías si pudieras, patito cojo. Un aguacero es lo que nos hace falta, no tus cuatro gotas.

BLOOM: ¡Para volverme loco! ¡Moll! ¡Se me olvidó! ¡Perdona! ¡Moll! Nosotros… Todavía…

BELLO:
(inexorable)
No, Leopold Bloom, todo está cambiado por voluntad de mujer desde que dormiste horizontal en el Valle del Sueño tu noche de veinte años. Vuelve y verás.

(El Viejo Valle del Sueño llama por encima de la llanura.)

VALLE DEL SUEÑO: ¡Rip van Winkle! ¡Rip van Winkle!

BLOOM:
(con mocasines desgarrados y una escopeta enmohecida, de puntillas, a tientas, su descolorida cara, huesuda y barbuda, atisba a través de los cristales emplomados, y grita fuerte)
¡La veo! ¡Es ella! ¡La primera noche en casa de Mat Dillon! ¡Pero ese vestido, el verde! Y tiene el pelo teñido de oro y él…

BELLO:
(ríe burlón)
Esa es tu hija, lechuzo, con un estudiante de Mullingar.

(Milly Bloom, pelo rubio, falda verde, sandalias ligeras, con su chal azul al viento marino dando vueltas, se desprende de los brazos de su amante y llama, con sus ojos jóvenes muy abiertos de asombro.)

MILLY: ¡Cómo! ¡Es Papi! Pero… Oh Papi, ¡qué viejo te has puesto!

BELLO: Cambiado, ¿eh? Nuestra rinconera, nuestra escribanía donde nunca escribimos, la butaca de la tía Hegarty, nuestras reproducciones clásicas de maestros antiguos. Un hombre y sus amigos están viviendo ahí muy a gusto.
¡El nidito del Cocú!
¿Por qué no? ¿Cuántas mujeres has tenido tú, di? Siguiéndolas por calles oscuras, pies planos, excitándolas con tus gruñidos sofocados. ¿Qué, so prostituto? Virtuosas damas con paquetes de comestibles. Ahora te toca a ti. A cada cerdo le llega su San Martín.

BLOOM: Ellos… yo…

BELLO:
(tajante)
Las huellas de sus tacones se marcarán en la alfombra de falso Bruselas que compraste en la subasta de Wren. En sus trotes con la jaca Moll, buscándole la pulga en las bragas, mutilarán la estatuilla que llevaste a casa bajo la lluvia por amor al arte por el arte. Violarán los secretos de tu cajoncito. Se arrancarán hojas de tu manual de astronomía para limpiar las pipas. Y escupirán en tu guardafuego de bronce de diez chelines de Hampton Leedom.

BLOOM: Diez con seis. Una acción de viles bribones. Déjame marchar: Volveré. Demostraré.

UNA VOZ: ¡Jura!

(Bloom aprieta el puño y avanza reptando, con un cuchillo de monte entre los dientes.)

BELLO: ¿Como huésped de pago o como hombre mantenido? Demasiado tarde. Has hecho tu segunda cama y otros deben acostarse en ella. Tu epitafio está escrito. Estás liquidado, no lo olvides, viejito.

BLOOM: ¡Justicia! ¡Toda Irlanda contra uno solo! ¿Nadie tiene…?
(Se muerde el pulgar.)

BELLO: Muérete y condénate si tienes el menor sentido de decencia o de gracia. Te puedo dar un raro vino viejo que te mandará disparado al infierno y de vuelta. ¡Haz testamento y déjanos el dinero suelto que tengas! Si no lo tienes ¡más vale que te lo busques, que lo robes, que lo mangues! Te enterraremos en nuestro retrete del jardín, donde estarás muerto y podrido con el viejo Cuck Cohen, mi sobrinastro con quien me casé, el puñetero del viejo procurador, gotoso y sodomita, con el cuello torcido, y mis otros diez u once maridos, no me acuerdo cómo se llamaban esos maricones, ahogados en el mismo pozo negro.
(Explota en una ruidosa risa con flemas.)
¡Te vamos a estercolar, señor Flower!
(Pía burlonamente.)
¡Adiós, Poldy! ¡Adiós, Papi!

BLOOM:
(se agarra la cabeza)
¡Mi fuerza de voluntad! ¡La memoria! ¡He pecado! He suf…
(Llora sin lágrimas.)

BELLO:
(burlón)
¡Llorón! ¡Lágrimas de cocodrilo!

(Bloom, abatido, espesamente velado para el sacrificio, solloza, con la cara en tierra. Se oye la campana de difuntos. Las figuras, en velos negros, de los circuncidados, están de pie ante el Muro de las Lamentaciones: M. Shulomowitz, Joseph Goldwater, Moses Herzog, Harris Rosenberg, M. Moisel, J. Citron, Minnie Watchman, O. Mastiansky, el Reverendo Leopold Abramowitz, Chazen. Con brazos balanceantes, se lamentan en pneuma por el renegado Bloom.)

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