Ulises (90 page)

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Authors: James Joyce

Tags: #Narrativa, #Clásico

BOOK: Ulises
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(Se oye pasar a través de la niebla de fuera una tos y unos pasos de hombre. Las facciones de Bloom se relajan. Se pone una mano en el chaleco, tomando una actitud tranquila. Zoe le ofrece chocolate.)

BLOOM:
(solemnemente)
Gracias.

ZOE: Haz como te mandan. Aquí.

(Se oye un firme taconazo en las escaleras.)

BLOOM:
(tomando el chocolate)
¿Afrodisíaco? Pero me lo suponía. ¿La vainilla calma o no? Mnemo. La luz confusa confunde la memoria. El rojo influye sobre el lupus. Los colores afectan al carácter de las mujeres, suponiendo que lo tengan. Este negro me pone triste. Come y alégrate porque mañana.
(Come.)
Influye también en el sabor, el violeta. Pero hace tanto tiempo que yo no. Parece nuevo. Afro. Ese cura. Tiene que venir. Más vale tarde que nunca. Probar las trufas en Andrews.

(Se abre la puerta. Entra Bella Cohen, una maciza patrona de putas. Va vestida con un traje tres cuartos marfil, con el borde adornado de borlas: se refresca agitando un abanico negro de cuerno como Minnie Hauck en
Carmen
. Lleva en la mano izquierda un anillo de matrimonio y una sortija de seguridad. Los ojos abundantemente sombreados de carbón. Tiene un principio de bigotillo. Su cara aceitunada es pesada, ligeramente sudada y con gran nariz, las aletas teñidas de naranja. Lleva grandes pendientes con colgantes de berilo.)

BELLA: ¡Palabra! Estoy deshecha en sudor.

(Lanza una ojeada alrededor a las parejas. Luego posa los ojos con dura insistencia en Bloom. Su gran abanico cierne viento hacia su cara acalorada, su cuello y su gordura. Relampaguean sus ojos de halcón.)

EL ABANICO:
(revoloteando deprisa, luego despacio)
Casado, ya veo.

BLOOM: Sí… En parte, he extraviado…

EL ABANICO:
(medio abriéndose, luego cerrándose)
Y la señora es la dueña. Gobiernan las faldas.

BLOOM:
(baja los ojos con sonrisa de oveja)
Así es.

EL ABANICO:
(cerrándose del todo, se apoya contra el pendiente)
¿Me has olvidado?

BLOOM: Ní. So.

EL ABANICO:
(plegado en jarras contra su cintura)
¿Soy yo la que soñaste un día? ¿Era entonces ella él tú nosotros después conocidos? ¿Soy todos ellos y lo mismo ahora nosotros?

(Bella se acerca, dando suaves golpecitos con el abanico.)

BLOOM:
(estremeciéndose)
Poderoso ser. En mis ojos lee ese sopor que encanta a las mujeres.

EL ABANICO:
(golpeando)
Nos hemos encontrado. Eres mío. Es el destino.

BLOOM:
(acobardado)
Hembra exuberante. Enormemente deseo yo tu dominación. Estoy agotado, abandonado, ya nada joven. Me he quedado, por decirlo así, con una carta sin echar llevando el sello de la recogida especial delante del buzón de alcance de la oficina central de correos de la vida humana. La puerta y la ventana abiertas en ángulo recto producen una corriente de treinta y dos pies por segundo conforme a la ley de la caída de los cuerpos. He sentido en este momento una punzada de ciática en mi músculo glúteo izquierdo. Viene de familia. El pobrecillo papá, viudo, era como un verdadero barómetro en esto. Creía en el calor animal. Tenía el chaleco de invierno forrado de piel de gato. Hacia el final, recordando al rey David y la Sunamita, compartía la cama con Athos, fiel más allá de la muerte. La baba del perro, como probablemente habrás…
(Se estremece.)
¡Ah!

RICHIE GOULDING:
(cargado con una bolsa, pasa el umbral)
El cazador cazado. Lo más arreglado de Dublín por ese pre. Digno de un príncipe hígado y riñón.

EL ABANICO:
(golpeando)
Todas las cosas terminan. Sé mío. Ahora.

BLOOM:
(sin decidirse)
¿Ahora mismo? No debería haberme separado de mi talismán. La lluvia, quedar al relente en las rocas de la playa, un pecadillo a mi edad. Todo fenómeno tiene una causa natural.

EL ABANICO:
(señalando hacia abajo lentamente)
Puedes.

BLOOM:
(baja los ojos y se da cuenta de que ella lleva el botín desatado)
Nos observan.

EL ABANICO:
(señalando abajo rápidamente)
Debes.

BLOOM:
(con deseo, con reluctancia)
Sé hacer un verdadero nudo de marinero. Lo aprendí cuando hacía mi aprendizaje trabajando en el servicio de envíos por correo en Kellet. Mano experta. Un nudo ahorra mucho. Permíteme. Es cortesía. Ya me he arrodillado otra vez hoy. ¡Ah!

(Bella se levanta ligeramente la falda y, tomando una actitud fija, sube hasta el borde de una silla una gruesa pata con botín y una pantorrilla bien llena, con media de seda. Bloom, rígido de piernas, envejeciendo, se inclina sobre esa pata y con dedos suaves le saca y mete el cordón.)

BLOOM:
(murmura amorosamente)
Ser dependiente de zapatería en Mansfield era mi sueño de amor de juventud, los deliciosos goces del abotonar, de atar cordones entrecruzados hasta la rodilla en los elegantes botines de cabritilla con forro de raso, tan increíblemente pequeños, de las señoras de Clyde Road. Incluso el maniquí de cera, Raymonde, que visitaba yo todos los días para admirar las medias de telaraña y el dedo gordo del pie como un tallo de ruibarbo a la moda de París.

LA PATA: Huele mi piel de cabra caliente. Nota mi regio peso.

BLOOM:
(cruzando los cordones)
¿Demasiado apretado?

LA PATA: Como te armes un lío, guapo mío, te doy una patada en alguna pelota.

BLOOM: Cuidado con equivocarme de agujero para el cordón, como hice la noche del baile de la tómbola. Mala suerte. El agujero que no era en otro sitio de su… la persona que mencionabas. Esa noche ella se encontró… ¡Ya!

(Anuda el cordón. Bella pone el pie en el suelo. Bloom levanta la cabeza. La cara pesada y los ojos de ella le golpean en plena frente. Los ojos de Bloom se velan, más oscuros y con bolsas, su nariz se hace más gruesa.)

BLOOM:
(masculla)
En espera de sus gratas órdenes, caballeros, quedamos…

BELLO:
(con dura mirada de basilisco y voz de barítono)
¡Perro deshonroso!

BLOOM:
(enfatuado)
¡Emperatriz!

BELLO:
(con masculinas mejillas-chuletas colgándole pesadamente)
¡Adorador del trasero adulterino!

BLOOM:
(quejosamente)
¡Grandeza!

BELLO: ¡Devorador de estiércol!

BLOOM:
(con los tendones semiflexionados)
¡Magnificencia!

BELLO: ¡Abajo!
(La golpea en el hombro con su abanico.)
¡Inclínate con los pies por delante! Desliza el pie izquierdo un paso atrás. Te caerás. Te estás cayendo. ¡Abajo, sobre las manos!

BLOOM:
(sus ojos femeniles, elevados en admiración, se entrecierran)
¡Trufas!

(Con penetrante grito de epiléptica, se desploma a cuatro patas, gruñendo, olfateando, escarbando a los pies de él, luego se tiende, haciéndose la muerta con los ojos bien cerrados, párpados temblorosos, inclinada hacia el suelo como ante su Excelentísimo Dueño y Señor.)

BELLO:
(con el pelo a lo hombruno, agallas violáceas, gruesos anillos de bigote en torno a la boca bien afeitada, con polainas de montañero, chaqueta verde con botones de plata, camisa deportiva y sombrero alpino con pluma de urogallo, las manos bien metidas en los bolsillos de los calzones, le pone a ella el tacón en el cuello y se lo incrusta)
¡Escabel! Nota todo mi peso. Inclínate, esclava y sierva, ante el trono de los gloriosos tacones de tu déspota, tan resplandecientes en su orgullosa erección.

BLOOM:
(fascinada, balando)
Prometo no desobedecer nunca.

BELLO:
(se ríe ruidosamente)
¡Por San Apapucio! Bien poco sabes lo que te espera. Yo soy el bárbaro que te va a arreglar las cuentas y te va a leer la cartilla. Convido a beber a todos si no te saco del cuerpo la malicia, criatura. Levanta la cresta, si te atreves. Si lo haces, tiembla esperando la disciplina de tacón que se te va a propinar en traje de gimnasia.

(Bloom se desliza bajo el sofá y atisba afuera a través de los flecos.)

ZOE:
(desplegando la combinación para taparla)
Aquí no está ésa.

BLOOM:
(cerrando los ojos)
Aquí no está ésa.

FLORRY:
(escondiéndola con la falda)
Ella no lo hizo en serio, señor Bello. Va a ser buena, señor.

KITTY: No sea muy dura con ella, señor Bello. ¿Verdad que no, señor-señora?

BELLO:
(con dulzura)
Ven, patita mía. Quiero decirte unas palabritas, guapa, sólo para corregirte un poco. Nada más que una pequeña conversación íntima, monina.
(Bloom saca la cabeza, tímida.)
Así me gustan las niñas buenas.
(Bello la agarra violentamente por el pelo y la saca a rastras.)
Sólo quiero castigarte por tu bien en un sitio blando y sin peligro. ¿Qué tal ese tierno trasero? Ah, iré suavecito, guapa. Empieza a prepararte.

BLOOM:
(desmayándose)
No me rompas las…

BELLO:
(ferozmente)
El anillo en la nariz, las pinzas, los estacazos, el gancho de colgar, el knut, todo eso te voy a hacer besar mientras tocan las flautas, como a la esclava nubia de antaño. ¡Esta vez te toca a ti! Te vas a acordar de mí para el resto de tu vida natural.
(Con las venas de la frente hinchadas, y la cara congestionada.)
Me voy a sentar todas las mañanas en tu grupa ensillada a la otomana después de engullir mi buen desayuno de tajadas de jamón con tocino Matterson y una botella de cerveza Guinness.
(Eructa.)
Y chupando mi buen cigarro de bolsista mientras leo la
Gaceta de los Establecimientos de Alimentación
. Muy posiblemente te haré sacrificar en mi cuadra poniéndote en brochetas para disfrutar una tajada tuya con chicharrones crujientes recién salidos del horno, y asada con mantequilla como un cochinillo con arroz y limón o salsa de grosellas. Te hará daño.

(Le retuerce el brazo. Bloom lanza chillidos, revolviéndose boca arriba como tortuga.)

BLOOM: ¡No seas cruel, tata! ¡No!

BELLO:
(retorciendo)
¡Otra!

BLOOM:
(grita)
¡Ah, esto es el mismo infierno! ¡Me duelen todos los nervios del cuerpo como locos!

BELLO:
(grita)
¡Muy bien, por cien mil de a caballo! Esa es la mejor noticia que he recibido desde hace seis semanas. Ea, no me tengas esperando, maldita seas.
(La abofetea.)

BLOOM:
(lloriquea)
Me quieres pegar. Se lo diré a…

BELLO: Sujetadle, chicas, que le patee a éste.

ZOE: Sí. ¡Písale bien! Yo también.

FLORRY: Yo también. No seas avariciosa.

KITTY: No, yo. Prestádmele a mí.

(La cocinera del burdel, señora Keogh, arrugada, barbuda y cana, con delantal grasiento, calcetines grises y verdes y zapatones de hombre, espolvoreada de harina, con un rodillo de amasar con masa cruda incrustado en su mano y brazo desnudo y rojo, aparece en la puerta.)

SEÑORA KEOGH:
(ferozmente)
¿Puedo ayudar?

(Sujetan y dejan inmóvil a Bloom.)

BELLO:
(se pone en cuclillas, con un gruñido, sobre la cara de Bloom boca arriba, lanzando humo de cigarrillo, acariciándose una gruesa pierna)
Ya veo que Keating Clay ha sido elegido director del Asilo de Richmond y a propósito las acciones preferentes de Guinness están a dieciséis y tres cuartos. Qué imbécil he sido de no comprar ese paquete que me dijeron Craig y Gardner. Mi suerte infernal, maldita sea. Y ese condenado intruso de
Por Ahí
a veinte por una.
(Con ira, apaga el cigarro en la oreja de Bloom.)
¿Dónde está ese jodido cenicero maldito?

BLOOM:
(punzado, ahogado de nalgas)
¡Oh, oh! ¡Monstruos! ¡Cruel!

BELLO: Pídelo cada diez minutos. Implora, reza por ello como no has rezado nunca.
(Le mete un puño haciendo la higa y el inmundo cigarro.)
Ea, besa esto. Las dos cosas. Besa.
(Se pone a horcajadas sobre Bloom, y, apretando con rodillas de jinete, grita con voz dura.)
¡Arre! Arre, caballito, vamos a Belén. Le voy a montar en el gran premio Eclipse.
(Se inclina a un lado y le aprieta ásperamente los testículos a su montura, gritando.)
¡Eh, allá vamos! Te voy a mimar como es debido.
(Cabalga como en un caballito de balancín, brincando en la silla.)
La señora al paso al paso el cochero al trote al trote el señor al galope al galope al galope.

FLORRY:
(tira de la manga a Bello)
Déjame ahora sobre él. Ya has tenido bastante. Lo había pedido yo antes.

ZOE:
(tira de la manga a Florry)
A mí. A mí. ¿No has terminado todavía con él, mamona?

BLOOM:
(ahogándose)
No puedo más.

BELLO: Todavía no. Esperad.
(Retiene el aliento.)
Maldita sea. Ahí va. El tapón está a punto de saltar.
(Se descorcha por atrás y, retorciendo las facciones, lanza un ruidoso pedo.)
¡Ahí os va eso!
(Se retapona.)
Sí, qué caray, dieciséis y tres cuartos.

BLOOM:
(cubriéndose de sudor)
No hombre.
(Olfatea.)
Mujer.

BELLO:
(se pone de pie)
Basta de soplar frío y caliente. Lo que deseabas se ha cumplido. De ahora en adelante quedas desvirilizado y eres mío en serio, criatura bajo el yugo. Ahora, tu vestidura de castigo. Te despojarás de tus ropas masculinas ¿entendido, Ruby Cohen? Y te encajarás por la cabeza y los hombros la seda de lujoso frufrú. ¡Y además deprisa!

BLOOM:
(se encoge)
¡Seda, dijo la señora! ¡Ah crujiente, cresposa! ¿Debo tocarla con la punta de las uñas?

BELLO:
(señala a sus putas)
Tal como son ahora éstas, así serás tú, empelucada, permanentada, rociada de perfume, empolvada de arroz, con sobacos afeitados. Se te tomarán las medidas con cinta sobre la piel desnuda. Se te encajará con cruel fuerza en corsés como pinzas con tornillo, de suave cutí de paloma, con varillas de ballena, hasta la pelvis tallada en diamante, el absoluto borde exterior, mientras tu figura, más metida en carnes que cuando andabas suelta, será encerrada en vestidos apretados como redes, lindas enaguas de dos onzas, y orlas y cositas, por supuesto estampadas con la bandera de mi casa, creaciones de linda lencería para Alice y un buen perfume para Alice. Alice sentirá también sus mases y sus menos. Martha y Mary al principio tendrán un poco de frío en tan delicada envoltura de muslos pero la suave ligereza de encaje en torno a tus rodillas desnudas te recordará…

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