LYDIA DOUCE:
(abriendo la boca)
Ñamñam. ¡Oh, él la lleva dando vueltas por el cuarto mientras se lo hace! Al trote, al trote, al galope. Se les oiría en París y en Nueva York. Como bocados de fresas con nata.
KITTY:
(riendo)
Ji ji ji.
LA VOZ DE BOYLAN:
(dulcemente, roncamente, por la boca del estómago)
¡Aj! ¡Bueblazcracbrucarchkracht!
LA VOZ DE MARION:
(roncamente, dulcemente subiéndole a la garganta)
¡Oh! ¿Uiichuachtbesisimpuisznapuuhuc?
BLOOM:
(los ojos locamente dilatados, se agarra a sí mismo)
¡Enseña! ¡Esconde! ¡Enseña! ¡Árala! ¡Más! ¡Dispara!
BELLA, ZOE, FLORRY, KITTY: ¡Jo jo! ¡Ja ja! ¡Ji ji!
LYNCH:
(señala)
El espejo presentado a la naturaleza.
(Ríe.)
Ju ju ju ju ju ju.
(Stephen y Bloom observan en el espejo. Aparece en él la cara de William Shakespeare, sin barba, rígido en parálisis facial, coronado por el reflejo del perchero con cuernos de ciervo que hay en el vestíbulo.)
SHAKESPEARE:
(en ventrilocuismo con dignidad)
En la risa ruidosa echase de ver la mente vacía.
(A Bloom.)
Creíaste tú cual si invisible fueras. Observa.
(Canta con risotada de capón negro.)
¡Yagogo! ¡Cómo estrangurriló mi Olbello a su Desdeñomomia! ¡Yagogogo!
BLOOM:
(sonríe en amarillo a las putas)
¿Cuándo voy a oír el chiste?
ZOE: Antes que seas dos veces casado y una vez viudo.
BLOOM: Los deslices se perdonan. Incluso el gran Napoleón, cuando le tomaron las medidas desnudo después de su muerte…
(La señora Dignam, esposa y viuda, la nariz remangada y las mejillas sofocadas de tanto hablar de muerte, de las lágrimas y el jerez tostado de Tunny, llega apresuradamente en sus lutos, el sombrero ladeado, empolvándose y dándose colorete en mejillas, labios y nariz, cisne madre llevando por delante su carnada de patitos. Por debajo de la falda le asoman los pantalones de estar en casa de su difunto marido y sus botas de puntera para arriba, número cuarenta y cinco. Lleva en la mano una póliza de seguros de la Viuda Escocesa y una amplia sombrilla–marquesina bajo la cual sus pequeños corren con ella; Patsy cojeando con un pie más corto, el cuello de la camisa abierto, una ristra de chuletas de cerdo colgando; Freddy gimoteando; Susy con morros de merluza llorona; Alice luchando con el nene. Ella les echa adelante a golpes, con sus velos flotando al viento.)
FREDDY: ¡Ay, mamá, me llevas a rastras!
SUSY: ¡Mamá, que se sale el caldo!
SHAKESPEARE:
(con cólera paralítica)
Case cosegu quienmato prime.
(La cara de Martin Cunningham, con barba, se modela sobre la cara sin barba de Shakespeare. La sombrilla-marquesina se balancea ebriamente, los chicos se apartan corriendo. Bajo la sombrilla aparece la señora Cunningham con sombrero de Viuda Alegre y un kimono. Se desliza a los lados y hace reverencias, retorciéndose japonesitamente.)
SEÑORA CUNNINGHAM:
(canta)
¡Y me llaman la joya de Asia!
MARTIN CUNNINGHAM:
(la observa impasible)
¡Enorme! ¡Jodidísima horrible mediospelos!
STEPHEN:
Et exaltabuntur cornua iusti
. Reinas yacieron con toros premiados. Recordad a Pasífae para cuya lujuria mi tataratatarabuelo construyó el primer confesonario. No olvidéis a Madame Grissel Steevens ni a los retoños porcinos de la familia de Lambert. Y Noé se embriagó de vino. Y su arca estaba abierta.
BELLA: Nada de eso aquí. Te equivocas de tienda.
LYNCH: Déjale en paz. Ha vuelto de París.
ZOE:
(corre a Stephen y le da el brazo)
¡Anda, vamos! Danos un poco de parlevú.
(Stephen se encaja el sombrero en la cabeza y salta hacia la chimenea, donde queda parado, con los hombros encogidos, las manos extendidas como aletas, una sonrisa pintada en la cara.)
LYNCH:
(tamborileando en el sofá)
Trrrm Trrrm Trrrm Trrrrrmmmmm.
STEPHEN:
(charlotea, con sacudidas de marioneta)
Mil lugares diversión para pasar noches con deliciosas damas que venden guantes y otras cosas quizá su corazón cervecería establecimiento perfecto a la moda muy excéntrico donde montones de cocottes bellamente vestidas casi princesas como bailando cancán y paseando allí payasadas parisinas extra locas para solteros extranjeros lo mismo si hablan mal inglés qué listas son en cosas amor y voluptuosas sensaciones. Míster muy selecto para su placer debe visitar cielo e infierno espectáculo con velas fúnebres y ellos lágrimas plata que ocurre cada noche. Perfectamente chocante tremenda de cosas de religión burla vista en todo el universo. Todas mujeres chic lo cual llegan llenas de modestia luego desnudan y chillan fuerte de ver hombre vampiro violar monja muy fresca joven con
dessous troublants
.
(Chasca fuerte la lengua.) Ho, là là! Ce pif qu’il a!
LYNCH:
Vive le vampire!
Las putas: ¡Bravo! ¡Parlevú!
STEPHEN:
(con la cara para atrás, ríe fuerte, aplaudiéndose a sí mismo haciendo muecas)
Gran éxito de risa. Ángeles mucho gustar prostitutas y santos apóstoles grandes condenados de chulos. Demimondaines muy guapas resplandeciendo de diamantes muy amablemente vestidas. ¿O usted ser más gustoso de lo que toca placeres esos modernos vicios de viejos?
(Señala a su alrededor con gestos grotescos, a que replican Lynch y las putas.)
Estatua de mujer de caucho reversible o tamaño natural mirones vírgenes desnudeces muy lesbianas el beso cinco diez veces. Pasen caballeros a ver en espejos todas posiciones trapecios toda esa maquinaria además también si desear acto terriblemente bestial mozo de carnicero fornica en hígado de buey caliente o tortilla en la tripa
pièce de Shakespeare
.
BELLA:
(golpeándose en el vientre, se deja caer en el sofá con un grito de risa)
Una tortilla en el… ¡Jo, jo, jo, jo!… Tortilla en el…
STEPHEN:
(cursi)
Te amo, querido Sir. Hablar usted lengua inglés para
double entente cordiale
. Ah sí,
mon loup
. ¿Cuánto costar? Waterloo. Watercloset.
(Se interrumpe de pronto y levanta un índice.)
BELLA:
(riendo)
Tortilla…
STEPHEN: Háganme caso. He soñado con una sandía.
ZOE: Vete al extranjero y ama a una señora extranjera.
LYNCH: A través del mundo en busca de mujer.
FLORRY: Los sueños van por contrarios.
STEPHEN:
(extendiendo los brazos)
Fue aquí. Calle de putas. En Serpentine Avenue, me la enseño Belcebú, una viuda regordeta. ¿Dónde está extendida la alfombra roja?
BLOOM:
(acercándose a Stephen)
Mira…
STEPHEN: No, yo volé. Mis enemigos a mis pies. Por los siglos de los siglos. Mundo sin fin.
(Grita.) Pater!
¡Libre!
BLOOM: Vamos, escucha…
STEPHEN: ¿Quiere domeñar mi espíritu?
O merde alors! (Grita, con sus garras de buitre aguzadas.)
¡Olá! ¡Hi-ho!
(La voz de Simon Dedalus responde en hi-hó, algo soñolienta pero dispuesta.)
SIMON: Está bien.
(se cierne, incierto, por el aire, dando Vueltas, lanzando gritos de estímulo, sobre fuertes y pesadas alas de águila ratonera)
¡Eh, muchacho! ¿Vas a ganar? ¡Huup! ¡Pschatt! ¡En la cuadra con esos bastardos! Yo no les dejaría acercarse ni a rebuzno de asno. ¡La cabeza alta! ¡En alto ondeando la bandera! Águila en gules volando desplegada en campo de plata. ¡Rey de armas del Ulster! ¡Hey huup!
(Imita la llamada del sabueso dando a la lengua.)
¡Bulbul! ¡Burblblbrurblbl! ¡Eh, muchacho!
(Las frondas y los claros del papel de la pared corren rápidamente a través del campo. Un grueso zorro, sacado de su escondite, cola tiesa, habiendo enterrado a su abuela, corre velozmente hacia lo abierto, con ojos brillantes, buscando una madriguera de tejón, bajo las hojas. Le sigue la jauría de sabuesos, nariz en el suelo, olfateando la presa, ladrabuesando, ladrbuesrdrando para agrarbrdrar la presa. Cazadores y cazadoras de la Ward Union se unen a ellos, acalorados por matar. Desde Six Mile Point, Flathouse, Nine Mile Stone, les siguen los de a pie con garrotes nudosos, arpones de salmones, lazos; mayorales de ganado con látigos, cazadores de osos con tantanes, toreros con estoques, negros agrisados blandiendo antorchas. Aulla la turba de fulleros, de jugadores de brisca, de rufianes, de tahúres. Apostadores, soplones, agentes de apuestas, roncos, con gorros altos de mago, clamorean ensordecedoramente.)
LA MULTITUD:
Programa de las carreras. ¡Programa oficial!
¡Diez a uno el colocado!
¡El fijo de la tarde! ¡El que se pasea!
¡Diez a uno todos menos uno! ¡Diez a uno todos menos uno!
¡Prueben suerte en los caballitos!
¡Diez a uno todos menos uno!
¡Vender el mono, muchachos! ¡Vender el mono!
¡Doy diez a uno!
¡Diez a uno todos menos uno!
(Un caballo desconocido, sin jockey, se dispara como un fantasma más allá del poste de llegada, la melena espumosa de luna, las esferas de los ojos como estrellas. Le sigue el pelotón, un montón de monturas remontadas: caballos en esqueleto,
Cetro, Máximo Segundo, Zinfandel, Disparado del Duque de Westminster, Repulsa, Ceylán del Duque de Beaufort, Prix de París
. Los cabalgan enanos, con enmohecidas armaduras, brincando y brincando en las sillas. En último lugar, entre una llovizna, en un rocín amarillento sin aliento,
Gallo del Norte
, el favorito, gorra color miel, chaquetilla verde, mangas naranjas, el jockey Garren Deasy, agarrando las riendas, un palo de hockey preparado. Su rocín, tropezando con sus patas con defensas blancas, va al trote corto por el camino pedregoso.)
LAS LOGIAS ORANGISTAS:
(con ironía)
Bájese a empujar, caballero. ¡Última vuelta! ¡Va a llegar a casa de noche!
GARRETT DEASY:
(muy derecho, con la cara arañada emplastada de sellos de correo, blande su palo de hockey, con ojos azules que chispean en el prisma de la lámpara mientras su montura pasa a un galope de escuela) Per vias rectas!
(Una pértiga con dos cubos cae, como un leopardo, toda por encima de él y de su encabritado rocín; un torrente de caldo de cordero con monedas danzantes de zanahorias, cebada, cebollas, nabos, patatas.)
LAS LOGIAS VERDES: ¡Hermoso día, Sir John! ¡Hermoso día, Su Honor!
(El Soldado Carr, el Soldado Compton y Cissy Caffrey pasan al pie de las ventanas, cantando desacordes.)
STEPHEN: ¡Oíd! Amigo nuestro, ¡ruido en la calle!
ZOE:
(levanta la mano)
¡Alto!
SOLDADO CARR, SOLDADO COMPTON y CISSY CAFFREY:
Siento un gran querer por mi rosa de Yorkshire… |
ZOE: Esa soy yo.
(da una palmada)
¡Bailad! ¡Bailad!
(Corre a la pianola.)
¿Quién tiene dos peniques?
BLOOM: ¿Quién va a…?
LYNCH: (Entregándole monedas) Aquí están.
STEPHEN:
(chascando los dedos con impaciencia)
¡Deprisa! ¡Deprisa! ¿Dónde está mi vara de augur?
(Corre al piano y toma el bastón de fresno, golpeando con el pie en danza sacerdotal.)
ZOE:
(da vueltas a la manivela)
Ya está.
(Deja caer dos peniques en la ranura. Se encienden luces doradas rosas y violetas. Gira el cilindro ronroneando un vals con sorda vacilación. El Profesor Goodwin, en peluca con coleta, traje de ceremonia, llevando una manchada capa con cuello vuelto, doblado en dos por su increíble ancianidad, avanza vacilante por el cuarto, con las manos temblando. Se sienta, diminuto, en la banqueta del piano y golpea palillos de brazos sin manos contra el teclado, inclinando la cabeza con gracia de damisela, la coleta subiendo y bajando.)
ZOE:
(gira sobre sí misma, golpeando con el tacón)
Bailad. ¿Nadie me saca? ¿Quién quiere bailar?
(La pianola, con luces cambiantes, toca en compás de vals el preludio de
Mi chiquilla es de Yorkshire
. Stephen tira en la mesa su bastón y agarra a Zoe por la cintura. Florry y Bella empujan la mesa hacia la chimenea. Stephen, moviendo entre los brazos a Zoe con gracia exagerada, empieza a valsar con ella dando vueltas por el cuarto. La manga de Zoe, caída de su brazo agraciado, revela una blanca flor carnosa de vacuna. Bloom está de pie a un lado. Entre las cortinas, el Profesor Maginni inserta una pierna en cuya punta del dedo del pie da vueltas una chistera. Con un diestro puntapié, lo envía dando vueltas hasta su coronilla y entra en escena patinando chisterochistoso. Lleva una levita pizarra con solapas de seda color clarete, alzacuello de tul crema, chaleco verde muy abierto, cuello duro con plastrón blanco, pantalones ajustados color lavanda, escarpines de charol y guantes canario. En el ojal lleva una dalia. Da vueltas en direcciones opuestas a un bastón ondulado, y luego se lo encaja apretado en el sobaco. Se pone una mano flojamente en el esternón, hace una reverencia y se acaricia la flor y los botones.)
MAGINNI: La poesía del movimiento, el arte de la calisténica. Ninguna relación con la escuela de la señora Legget Byrne o la de Levinstone. Se organizan bailes de máscaras. Lecciones de buen porte. Los pasos de Katty Lanner. Así. ¡Mírenme! Mis habilidades terpsicóreas.
(Avanza tres pasos en minuet sobre menudas patitas de abeja.) Tout le monde en avant! Révérence! Tout le mond en place!
(Acaba el preludio. El Profesor Goodwin, agitando vagamente los brazos, se empequeñece, se encoge, con su capa viva cayendo alrededor de la banqueta. Tamborilea la melodía, en tiempo de vals más firme. Stephen y Zoe dan vueltas libremente. Las luces cambian, fulgen, se desvanecen, doradas, rosas, violetas.)
LA PIANOLA:
Dos muchachos hablaban de sus chicas, las novias que quedaron allá lejos… |
(Desde un rincón, salen corriendo las Horas de la Mañana, con pelo de oro, esbeltas, en azul juvenil, cintura de avispa, manos inocentes. Ágilmente bailan, haciendo girar sus combas de saltar. Les siguen las Horas del Mediodía en ámbar dorado. Riendo enlazadas, con altas peinetas relucientes, captan el sol en espejos burlones, levantando los brazos.)
MAGINNI:
(palmipalmotea manos silencienguantadas) Carré! Avant deux!
¡Respiren por igual!
Balance!
(Las Horas de la Mañana y del Mediodía valsan en sus lugares, volviéndose, avanzando unas hacia otras, modelando su$ curvas, haciéndose reverencias mutuamente. Detrás de ellas, sus caballeros enarcan y suspenden los brazos, con las manos bajando, tocando, levantándose de sus hombros.)