BLOOM:
(sonríe, asiente lentamente)
Más, hurí, más.
ZOE: ¿Y algo más que más?
(Le da golpecitos, desenvuelta, con zarpas de terciopelo.)
¿Vienes al salón de música a ver nuestra pianola nueva? Ven y me pongo en cueros.
BLOOM:
(tocándose el occipucio, dudoso, con el horrible aburrimiento de un vagabundo absorto en la visión de un bello ejemplo de simetría)
Alguien tendría muchos celos si lo supiera. El monstruo de ojos verdes.
(En serio.)
Ya sabes qué difícil es. No necesito decírtelo.
ZOE:
(halagada)
Ojos que no ven corazón que no siente.
(Le da golpecitos.)
¡Ven!
BLOOM: ¡Risueña brujita! La mano que mece la cuna.
ZOE: ¡Nenito!
BLOOM:
(en pelele de niño y toquilla, cabezudo, con un casquete de pelo oscuro, fija unos grandes ojos en la fluida combinación de ella y le cuenta sus hebillas de bronce con un dedito regordete, babeando y balbuceando con su lengua húmeda)
Uno dos tles: tles dlos luno.
LAS HEBILLAS: Me quiere. No me quiere. Me quiere.
ZOE: El que calla otorga.
(Con pequeñas garras abiertas le captura la mano: su índice le da en la palma la contraseña de paso del enviado secreto, seduciéndole para su condenación.)
Manos calientes molleja fría.
(El vacila, entre aromas, música, tentaciones. Ella le lleva hacia los escalones, atrayéndole con el olor de sus sobacos, el vicio de sus ojos pintados, el crujir de su combinación en cuyos pliegues sinuosos acecha el hedor leonino de todos los brutales machos que la han poseído.)
LOS BRUTALES MACHOS:
(exhalando sulfuro de celo y de excremento y rampando por su leonera con leves rugidos, las cabezas drogadas balanceándose a un lado y a otro)
¡Buena!
(Zoe y Bloom llegan al umbral, donde están sentadas dos compañeras putas. Ellas le examinan curiosamente por debajo de sus cejas de lápiz y sonríen a su apresurada inclinación. Él tropieza torpemente.)
ZOE:
(su mano afortunada le salva al instante)
¡Aupa! No te caigas escaleras arriba.
BLOOM: El justo cae siete veces.
(Se echa a un lado en el umbral.)
Usted primero: eso es la buena educación.
ZOE: Las señoras primero, los caballeros después.
(Cruza el umbral. Él vacila. Ella se vuelve y, extendiendo las manos, le atrae adentro. Él da un brinco. En el perchero de cuernos de ciervo del vestíbulo, cuelgan un sombrero de hombre y un impermeable. Bloom se descubre pero, al verlos, frunce el ceño, luego sonríe, preocupado. Se abre de golpe una puerta en el descansillo del entresuelo. Un hombre de camisa violeta, pantalones grises y calcetines pardos, pasa, con andares de mono, levantando la cabeza calva y la barbita de chivo y agarrando un cántaro lleno de agua, con las dos colas de los tirantes negros colgándole hasta los talones. Volviendo la cara rápidamente, Bloom se inclina para examinar en la mesita de la entrada los ojos perrunos de un zorro a la carrera: luego, resoplando con la cabeza alta, sigue a Zoe al salón de música. Una pantalla de papel de seda malva atenúa la luz de la lámpara. Dando vueltas alrededor de ella, vuela una polilla, chocando, escapando. El suelo está cubierto de linóleum en mosaico de romboides, jade, azul celeste y cinabrio. Hay huellas marcadas en él, en todas direcciones, talón con talón, talón con arco, dedos con dedos, pies juntos, una danza morisca de pies chancleteantes sin fantasmas de cuerpos, todos en un enredo de ir y venir. Las paredes están revestidas de un papel con matas de tejo y claros abiertos. En la rejilla de la chimenea se extiende una pantalla de plumas de faisán. Está Lynch, acurrucado, con las piernas cruzadas, sobre el pelo enredado de la alfombra de delante de la chimenea, con la gorra lo de atrás delante. Con una varilla lleva el compás lentamente. Kitty Ricketts, una pálida puta huesuda en traje azul marino, guantes de cabritilla doblados para dejar ver un brazalete de coral, un bolso con cadena en la mano, está sentada, encaramada en el borde de la mesa, balanceando la pierna y echándose ojeadas en el espejo de marco dorado sobre la chimenea. Una punta del cordón del corsé le cuelga ligeramente por debajo de la chaqueta. Lynch señala burlonamente a la pareja al piano.)
KITTY:
(tose detrás de una mano)
Ésa es un poco imbécil.
(Señala agitando el índice.)
Blemblem.
(Lynch le levanta la falda y la enagua blanca con su varilla. Ella se las vuelve a bajar rápidamente.)
Respétese a sí mismo.
(Hipa, luego se inclina deprisa el sombrero de marinero bajo el cual brilla su pelo, rojo de alheña.)
¡Ah, perdón!
ZOE: Más luz de candilejas, Charley.
(Va a la lámpara y abre el gas a tope.)
KITTY:
(observando el chorro de gas)
¿Qué le ocurre esta noche?
LYNCH:
(con voz profunda)
Entran en escena un duende y gnomos.
ZOE: Una palmada en la espalda a Zoe.
(La vara en la mano de Lynch lanza chispas: un atizador de latón. Stephen está junto a la pianola, sobre la cual se extienden su sombrero y su bastón de fresno. Con dos dedos, repite una vez más la serie de quintas vacías. Florry Talbot, una puta rubia, débil y de carnes de ganso, con una bata deshilachada de color fresa enmohecida, está repantigada en la esquina del sofá, con su flojo antebrazo colgando sobre el cabezal, escuchando. Un pesado orzuelo le desborda sobre el párpado soñoliento.)
KITTY:
(hipa otra vez, con una patada de su pie caballuno)
¡Ah, perdón!
ZOE:
(prontamente)
Tu muchacho piensa en ti. Hazte un nudo en la camisa.
(Kitty Ricketts inclina la cabeza. Su boa se desenrolla, se desliza, se le resbala por el hombro, espalda, brazo, silla hasta el suelo. Lynch levanta en su varilla la rizada oruga. Ella serpentea el cuello, acomodándose como en un nido. Stephen lanza atrás ojeadas hacia la figura acurrucada con la gorra lo de atrás delante.)
STEPHEN: En realidad no tiene importancia si Benedetto Marcello lo encontró o lo hizo. El rito es el reposo del poeta. Puede ser un viejo himno a Deméter o también ilustrar
Caela enarrant gloriam Domini
. Es susceptible de nodos o modos tan diversos entre sí como el hiperfrigio y el mixolidio y de textos tan divergentes como sacerdotes armando gresca alrededor del altar de David o sea de Circe o qué estoy diciendo de Ceres y la información de primerísima mano dada por David a su primer fagotista sobre su omnipotencia.
Mais nom de nom
, eso es harina de otro costal.
Jetez la gourme. Faut que jeunesse se passe
.
(Se detiene, señala a la gorra de Lynch, sonríe, ríe.)
¿En qué lado tienes el chichón del conocimiento?
LA GORRA:
(con esplín saturnino)
¡Bah! Es así porque es así. Razonamiento de mujer. Judigriego es grieguijudío. Los extremos se tocan. La muerte es la forma más alta de la vida. ¡Bah!
STEPHEN: Tú recuerdas con bastante precisión todos mis errores, jactancias, equivocaciones. ¿Hasta cuándo seguiré cerrando mis ojos a la deslealtad? ¡Piedra de afilar!
LA GORRA: ¡Bah!
STEPHEN: Ahí te va otra.
(Frunce el ceño.)
La razón es porque la tónica y la dominante están separadas por el mayor intervalo posible que…
LA GORRA: ¿Qué? Termina. No puedes.
STEPHEN:
(con un esfuerzo)
Intervalo que. Es la mayo posible. Correspondiente a. El retorno definitivo, va. Que.
LA GORRA: ¿Qué?
(Fuera, el gramófono empieza a trompetear
La Ciudad Santa
.)
STEPHEN:
(bruscamente)
Lo que se fue hasta los confines del mundo para no atravesarse a sí mismo. Dios, el sol, Shakespeare, un viajante de comercio, habiéndose en realidad atravesado a sí mismo, llega a ser ese sí mismo. Espera un momento. Espera un segundo. Maldito ruido de ése tío en la calle. Ese sí mismo que ello mismo estaba ineluctablemente precondicionado para llegar a ser.
Ecco!
LYNCH:
(con un relincho burlón de risa, hace una mueca a Bloom y Zoe Higgins)
Vaya un discurso sabio, ¿eh?
ZOE:
(vivamente)
Dios te ampare, éste sabe más de lo que tú has olvidado.
(Florry Talbot observa a Stephen con obesa estupidez.)
FLORRY: Dicen que el fin del mundo vendrá este verano.
KITTY: ¡No!
ZOE:
(estalla en risa)
¡Gran Dios injusto!
FLORRY:
(ofendida)
Bueno, lo decían los periódicos, lo del Anticristo. Ay, me pica el pie.
(Muchachos andrajosos vendiendo periódicos, tiran de una cometa de cola agitada, y pasan pataleando y chillando.)
LOS VENDEDORES DE PERIÓDICOS: Edición extraordinaria. Resultado de las carreras de caballos de tío vivo. Serpiente marina en el canal real. Llegada del Anticristo sin novedad.
(Stephen se vuelve y ve a Bloom.)
STEPHEN: Un tiempo, unos tiempos y medio tiempo.
(Reuben J. Anticristo, judío errante, una mano rapaz abierta sobre el espinazo, avanza cojeando. A través de los riñones le cuelga una alforja de peregrino de que sobresalen pagarés y letras protestadas. En lo alto, sobre el hombro, lleva un largo bichero de barca de cuyo gancho pende la masa informe y empapada de su único hijo, salvado de las aguas del Liffey, colgando por el fondillo de los pantalones. Un gnomo a imagen de Punch Costello, coxálgico, jorobado, hidrocefálico, prognático, con frente huidiza y nariz a lo Ally Sloper, se revuelca en volteretas a través de la oscuridad creciente.)
TODOS: ¿Qué?
EL GNOMO:
(castañeteando las mandíbulas, brinca de un lado para otro, con los ojos saltones, chillando, dando saltos de canguro, extendiendo sus brazos aferrantes, y luego, de repente, se mete la cara sin labios por la ingle entre los muslos) Il vient! C’est moi! L’homme qui rit! L’homme primigène! (Da vueltas en remolino con aullidos de derviche.) Sieurs et dames, faites vos jeux! (Se acurruca haciendo juegos de manos. Diminutos planetas-ruletas vuelan de sus manos.) Les jeux sont faits! (Los planetas se precipitan a la vez, lanzando chasquidos crepitantes.) Rien n’va plus.
(Los planetas, globos en suspenso, se hinchan y el viento se los lleva. Él da un salto al vacío.)
FLORRY:
(hundiéndose en sopor, se santigua a escondidas)
¡El fin del mundo!
(Se desprende de ella un tibio efluvio femenino. Una oscuridad nebulosa ocupa el espacio. Fuera, a través de la niebla a la deriva, el gramófono sigue estrepitando por encima de toses y roces de pies.)
EL GRAMÓFONO:
¡Jerusalén! Abre tus puertas y canta Hosanna… |
(Un cohete sube rápidamente al cielo y estalla. De él cae una estrella blanca, proclamando la consumación de todas las cosas y la segunda venida de Elías. A lo largo de una infinita cuerda invisible, tendida desde el cenit al nadir, el Fin del Mundo, un pulpo de dos cabezas con falda escocesa de gastador, gorro de pelo y filibeg de tartán, da vueltas a través de la bruma, patas arriba, en forma de las Tres Piernas del Hombre.)
EL FIN DEL MUNDO:
(con acento escocés)
¿Quién va a bailar la ronda, la ronda, la ronda?
(Por encima de la corriente a la deriva y de los sofocantes golpes de tos, estalla en lo alto la voz de Elías, áspera como graznido de cuervo. Se le ve, sudando en una amplia sobrepelliz de lino con mangas de embudo, con cara de sacristán, en lo alto de una tribuna drapeada con la bandera de las viejas glorias. Golpea con el puño el parapeto.)
ELÍAS: Nada de rebuznos, por favor, en este local. Jake Crane, Creole Sue, Dave Campbell, Abe Kirschner, arreglároslas para toser con la boca cerrada. A ver, soy yo el que controlo todos los teléfonos de esta línea. Venga ya, muchachos. La hora de Dios es las 12 y 25. Decidle a mamá que estaréis allí. Haced vuestro pedido con urgencia y seguro que os sale el as. ¡Apuntarse aquí ahora mismo! Tomad billete para el enlace de la Eternidad, el viaje sin parada. Una palabra más. ¿Sois un dios o una mierda de perro? Si llega la Segunda Venida a Coney Island, ¿estamos preparados? Florry Cristo, Stephen Cristo, Zoe Cristo, Bloom Cristo, Kitty Cristo, Lynch Cristo, es asunto vuestro daros cuenta de esa fuerza cósmica. ¿Os da canguelo el cosmos? No. Estad del lado de los ángeles. Sed un prisma. Tenéis algo dentro, el yo superior. Podéis codearos con un Jesús, con un Gautama, con un Ingersoll. ¿Estáis todos en esta vibración? Seguro que sí. Una vez que lo diqueláis, hermanos míos, una excursión de domingo al paraíso es cosa de nada. A ver si me entendéis. Es un tónico para la vida, eso. La cosa más fenomenal. Es el pastel entero y bien relleno. Es lo más sensacional que se ha lanzado al mercado. Restaura. Hace vibrar. Lo sé yo, que soy un buen vibrador. Sin bromas y yendo al grano, A. J. Cristo Dowie y su filosofía armonial, ¿lo habéis calado? Okey. Sesenta y siete West, calle sesenta y nueve. ¿Entendido? Eso es. Un solofonazo a la hora que os venga bien. Ahorraros los sellos, granujas.
(Grita.)
Y ahora, nuestro cántico de gloria. Uniros todos de corazón al canto. ¡Bis!
(Canta.)
Jeru…
EL GRAMÓFONO:
(ahogando su voz)
Jodusalenabretusssrrsrrss…
(El disco raspa y araña contra la aguja.)
LAS TRES PUTAS:
(tapándose los oídos, chillan)
¡Ahhjk!
ELÍAS:
(en mangas de camisa remangadas, negro de cara, grita a todo pulmón, con los brazos levantados)
Gran Hermano de allá arriba, Señor Presidente, ya has escuchao lo que acabo de decirte. Claro que creo la mar en ti, Señor Presidente. Claro que estoy convencido de que la señorita Higgins y la señorita Ricketts tienen ahora religión muy en lo hondo de ellas. Claro que creo que nunca he visto mujer más asustada de lo que estaba usté, señorita Florry, como la he visto hace un momentito ná más. Señor Presidente, ven acá y ayúdame a salvar a nuestras queridas hermanas.
(Guiña el ojo a su público.)
Este nuestro Señor Presidente, lo cala tó y no dice ni mú.
KITTY-KATE: Me he olvidado de mí misma. Erré en un momento de debilidad y entonces hice lo que hice en Constitution Hill. Me confirmó el obispo. La hermana de mi madre se casó con un Montmorency. Fue un fontanero quien me echó a perder cuando yo era pura.
ZOE-FANNY: Yo le dejé que me la metiera dentro por puro gusto.
FLORRY-TERESA: Fue a consecuencia del vino de oporto que bebí después de un Hennessy tres estrellas que me hice culpable cuando se me metió en la cama.