Read Una monarquía protegida por la censura Online
Authors: Iñaki Anasagasti
Toda esta denuncia no apareció en ningún medio audiovisual, ni en las tertulias al uso. No es extraño pues que se nos siga diciendo que la Monarquía es la institución más valorada. Así cualquiera.
Pero como todo el asunto cantó mucho y llegó a instancias de control político en Baleares se le pidió al duque que trabajara de forma más discreta. De aquella crisis surgió la iniciativa de César Alierta, presidente de Telefónica, de incorporarle como consejero de la división internacional en el 2006, a la que ya se había sumado la presencia de Fernando Almansa, el jefe de la Casa del Rey, en el Consejo de Telefónica desde el 2003. Como en los tiempos de Franco.
Si la Monarquía está basada en una ficción y en su correspondiente tradición, todos estos enjuagues y opacidades la hacen muy vulnerable, porque la ficción consiste en considerar que una determinada familia (llamada dinastía) tiene un especial carisma que les permite presidir los destinos de un Estado, siendo sólo el nacimiento el hecho determinante que hace a una dinastía. El segundo es la tradición. Para mantener la ficción hay que respetar la tradición que la envuelve y la preserva. Si se descuida esto, se acaba el encanto. Pero si el heredero se casa con una periodista divorciada y nieta de un honrado taxista y el yerno hace negocios como cualquier conseguidor, ¿adónde va la intangible Monarquía española? De ahí viene la obligación del cabezazo, la genuflexión, el tratamiento y la opacidad.
Está todo inventado.
ELENA, EMPRESARIA POR DIEZ DIAS
A pesar de que se nos critique acerbamente por opinar, preguntar y escribir sobre la Casa Real, algo de esto sirve para que ciertas conductas, intocables solo hace unos años, sean hoy difíciles de mantener.
Lo vimos tras el cumpleaños del rey cuando el diario económico
Cinco Días
informaba de que la infanta Elena había comprado una empresa de inversiones. Había adquirido el 10 de diciembre de 2007, el año de la bronca, Global Cinoscéfalos, una sociedad limitada con un capital de 3.600 euros. Lo llamativo era que por primera vez se hiciera público algo así. Y, lo llamativo también, demostrando que todo quedaba en casa, era que el secretario personal y empleado de la Casa del Rey, Carlos García Revenga figurara como administrador de la sociedad y el hermano de éste como apoderado. Y que todo esto se produjera un mes después del «cese temporal de la convivencia».
Pero lo más curioso era que la infanta Elena que tiene el título profesional de maestra y que trabaja como profesora de inglés en una guardería montara una empresa para el asesoramiento en materia económica, contable y financiera.
Todo un poco raro, ¿no?
Y es que doña Elena recibe una parte de la asignación económica que los Presupuestos Generales del Estado otorgan a la Casa del Rey y que éste administra y distribuye opacamente.
Ante la noticia, saltaron las alarmas. Se le recordó a la infanta que en Noruega estaba el ejemplo de Marta Luisa, la hija de los reyes Harald y Sonia que en el año 2002 renunció a su título y a la dotación estatal para dedicarse a la vida empresarial. Sin embargo, viendo las orejas al lobo, a los diez días la infanta cerró su empresa y fue la Casa Real la que dio la noticia, pero, sinceramente, lo que a mí me extrañó, y mucho, no es que esta señora hiciera lo que hiciera, sino que empleados de la Casa Real fueran los autores del montaje de la empresa de asesoramiento económico y financiero. Todo muy raro y muy oscuro. Pero si no hubiera ocurrido lo que sucedió en el 2007, aquella empresa estaría facturando hoy no sabemos qué. De algo sirve, por tanto, levantar la voz y pedir ejemplaridad.
En el año 2000 se cumplieron los 25 años de la coronación de D. Juan Carlos ante aquellas fantasmagóricas Cortes franquistas designadas a dedo por el dictador. Sólo tenían como misión aplaudir y ratificar lo que los ministerios de la dictadura les enviaran. Estaban compuestas por procuradores, no por diputados electos, y allí se podía encontrar desde un obispo hasta un representante de Guinea o del Sáhara con chilaba antes de los procesos de descolonización tan garrafalmente llevados a cabo. Pero nadie representaba nada elegido democráticamente.
Jurar, por tanto, los Principios Fundamentales del Movimiento como nuevo rey, ser leal a un dictador acabado de fallecer y recibir la estruendosa ovación de aquella nomenclatura podrida y abyecta no creo fuera nada para ser celebrado.
Eso fue lo que dije en la Junta de Portavoces presidida por la zaragozana del P.P. Luisa Fernanda Rudí, siendo apoyado por IU, cuando doña Luisa Fernanda nos habló de la sesión conjunta Congreso-Senado que había organizado a mayor gloria del monarca para celebrar aquel fasto de la dictadura. «¿Y qué propone usted?», me preguntó. «Pues si quiere usted celebrar algo democrático, hágalo cuando se cumpla la aprobación de la Constitución, pero no celebremos una entronización ante unos procuradores del régimen franquista.» El PP protestó por lo que dije y el PSOE miró una vez más al techo.
Cuando estábamos dispuestos a declararnos en huelga de asistencia, ocurrió el terrible atentado de Barcelona en el que ETA asesinó, en un estacionamiento, al ex ministro y ex portavoz parlamentario Ernest Lluch. Lógicamente, el acto se centró en Lluch y su memoria, que taparon todo lo demás. Por eso estuvimos presentes, ya que la conmoción fue general y nadie hubiera entendido otra cosa ante la magnitud del hecho.
Pero hubo que recordar que aquella coronación del rey tras los funerales del dictador había sido toda una chapuza.
Recuerdo que en una de aquellas recepciones nos contó el propio D. Juan Carlos cómo llevó en su coche a Augusto Pinochet a la capilla ardiente de Franco y cómo lo empaquetó para que se fuera a Chile cuanto antes y no estuviera, con sus gafas negras y su capa, en la misa de los Jerónimos. Lamento no haber tomado nota de lo que nos dijo, ya que nos habló bastante de ello y además de forma muy suelta, porque debió de ser todo muy chusco.
Pasados cinco años y con los socialistas en el poder, vino de nuevo el intento de celebrar semejante desatino en un acto conjunto de Cortes Generales. Y, en esta oportunidad no solo hablé de ello en la Mesa del Senado sino que hice una pregunta oral en pleno, un miércoles, a la vicepresidenta primera María Teresa Fernández de la Vega.
Este fue el trámite.
QUE POR PREGUNTAR NO QUEDE
Como el Senado tiene la misma capacidad de control político que el Congreso, exactamente la misma, y en esta institución pueden formularse preguntas en el Pleno y por escrito, voy a transcribir algunas de ellas comenzado con una pregunta en la sesión de control pública en el hemiciclo a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, para sorpresa del PP y de un PSOE que no terminaban de creer lo que estaban oyendo.
Fue así:
El señor Anasagasti Olabeaga:
Señora vicepresidenta, ¿contempla el Gobierno la celebración, en el mes de noviembre del próximo año, del treinta aniversario de la proclamación de don Juan Carlos de Borbón como Rey de España, tal y como se viene repitiendo en distintos actos y discursos oficiales?
Nada más y muchas gracias.
La señora vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de la Presidencia:
Muchas gracias, señor presidente.
Señoría, sí, naturalmente, el Gobierno va a celebrar el aniversario de la coronación de Su Majestad don Juan Carlos, como todo país celebra los hitos de su sistema constitucional.
El señor Anasagasti Olabeaga:
Efectivamente, todo gobierno democrático celebra los hitos democráticos y constitucionales, pero estamos hablando de un hito importante pero no democrático ni constitucional, porque hay que recordar que el año que viene se conmemoran treinta años del fallecimiento del dictador y de la coronación de don Juan Carlos ante unas Cortes Generales franquistas, no elegidas democráticamente. Por tanto, consideramos que no es correcto que un gobierno democrático celebre una coronación ante semejante auditorio, donde ninguno de los presentes, absolutamente ninguno estaba elegido democráticamente. De celebrar algo, se debería celebrar la fecha de aprobación de la Constitución Española, y no cuando murió el dictador, sobre todo cuando el planteamiento que se hizo para asumir la jefatura del Estado era que don Francisco Franco le había designado sucesor, a título de rey.
Le recuerdo, señora vicepresidenta, que hace cuatro años, en la junta de portavoces, usted misma, el Partido Socialista y este grupo parlamentario, al igual que otros, protestamos ante este hecho, porque consideramos que los hitos hay que celebrarlos basándolos en planteamientos democráticos, y no en hechos tan abominables y luctuosos como es recordar una dictadura de cuarenta años. Además tengo que recordarle, señora vicepresidenta, el discurso de la Corona. Don Juan Carlos dijo lo siguiente: «Una figura excepcional entra en la historia; el nombre de Francisco Franco será ya un jalón en el acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado; su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad para las funciones que asumo en servicio de la patria».
Nosotros consideramos que aquel discurso no fue democrático sino la apología de una dictadura, algo de no recibo, y por tanto no hay que conmemorar absolutamente nada, sino, en todo caso hacerlo en el año 1978, cuando se aprobó la Constitución.
La señora vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de la Presidencia:
Señoría, al margen de sus palabras y de sus consideraciones, que yo respeto, lo cierto es que en este país tenemos una forma de Estado, que es una Monarquía constitucional y parlamentaria, y un rey, que cumple el trigésimo aniversario de su coronación. Desde luego es un hito histórico, al margen de que hubiera habido otros, que desde luego no vamos a celebrar.
No hay todavía una agenda que fije el tipo de actos que se llevarán a cabo para conmemorar el trigésimo aniversario de su majestad don Juan Carlos como rey de España, pero me cabe poca duda de que será motivo de celebración compartida por el conjunto de la sociedad española, y ello por dos razones, algunas de las cuales usted ha citado.
Una, porque la Monarquía parlamentaria es la forma constitucional que nos dimos todos los españoles en 1978. En segundo lugar, porque desde entonces hemos tenido una jefatura del Estado reconocida y respetada dentro y fuera de nuestras fronteras gracias al buen hacer, al buen trabajo y a la personalidad de don Juan Carlos, que ha sabido hacerse el rey de todos los españoles, que es nuestro mejor embajador en todo el mundo, particularmente en Iberoamérica, y que desde entonces, ejerce sus funciones con dignidad y responsabilidad.
Tan sólo me queda añadir, señoría, para darle un poco más de información, que en torno al otoño, en el mes de noviembre del año próximo, coincidirán distintos acontecimientos de gran importancia por su relevancia y trascendencia: tendrá lugar la Cumbre Iberoamericana en Salamanca, celebraremos el aniversario de la Conferencia Euromediterránea de Barcelona y, por supuesto, el trigésimo aniversario de la proclamación de Su Majestad el Rey.
Muchas gracias.
A pesar de lo dicho por la vicepresidenta, la celebración pasó casi desapercibida para cabreo del Rey. Algo habíamos logrado.
Tras ésta intervención, algún editorial y alguna que otra declaración, el Gobierno se dio cuenta que no había nada que celebrar y le dio un perfil político bajísimo a la fecha que pasó sin pena ni gloria. Es la única vez que logré, con otros, condicionar un poco la agenda del monarca; cosa que me "agradecerá" mientras viva.
NO LE CONCIERNEN LOS ACTOS EUROPEOS DEMOCRÁTICOS
Lo primero que hizo don Juan de Borbón, cuando nació su hijo en 1938, fue registrarle en el consulado español franquista de Roma en el II año triunfal, de la victoria de Franco, estando abierto el consulado republicano que era el legal. Todavía no había acabado la guerra pero el apoyo político del ex rey Alfonso XIII y de toda su familia estaba puesto en los militares sublevados. De hecho don Juan, con un grupo de seguidores que había conspirado activamente contra la República, consideraron que debían hacerse presentes en zona franquista; y el 1 de agosto de 1936, en un Bentley, pasó la frontera y llegó a Burgos a ponerse a las órdenes de Franco para luchar en zona sublevada. Emilio Mola, el general de los sublevados de la zona norte, se encargó de llamar a la Guardia Civil y pedirles que se lo llevaran de allí de inmediato; y así, de forma brusca, salió Juan de Borbón hacia Cannes a seguir de lejos una guerra a la que su padre Alfonso XIII había ayudado desde el exilio con un millón de pesetas y mucha solidaridad. Sólo comenzó a cambiar cuando empezó a ver que el III Reich perdía la Segunda Guerra Mundial.
Entiendo, por tanto, que lo oído en casa por el actual rey habrá sido todo menos bonito en relación con los aliados y la derrota del nazi-fascismo. Por eso mismo, y porque al rey jamás le he visto un reconocimiento claro y concreto, emotivo y humano en relación con los vencidos republicanos, es por lo que formulé una pregunta a raíz de su ausencia en los actos organizados con motivo del fin de aquella guerra que Franco y su familia habían perdido. La respuesta del Gobierno socialista, además de falsa, fue antológica. ¡Cómo me gustaría que, algún día, algún historiador inglés analice de verdad este periodo de oscurantismo en el control parlamentario español!
Éste fue el trámite:
La ausencia del rey a los actos del aniversario de la finalización de la II Guerra Mundial
El pasado domingo 9 de mayo todas las televisiones europeas abrieron sus informativos con los actos conmemorativos del sesenta aniversario de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, contienda que había llevado a la destrucción de Europa y a la muerte de más de cincuenta millones de seres humanos, víctimas de una ideología totalitaria apoyada por el régimen franquista.
Cuando hablamos de las televisiones europeas hemos de hacer la salvedad de que no todas destacaron dicha efemérides con semejante relevancia ya que, en el caso de TVE, los quince primeros minutos de su información dominical del mediodía, los siete minutos finales, el programa especial de la tarde del domingo y las interrupciones informativas se centraron en la noticia del embarazo de la Sra. Letizia Ortiz, esposa de D. Felipe de Borbón. Al parecer, para la televisión pública española, un hecho privado y respetable como éste tiene muchísima mayor importancia que transmitir a las nuevas generaciones el recuerdo de lo que fue una guerra de exterminio con objeto de que una situación parecida no pueda volver a repetirse jamás.
Este tratamiento informativo desmesurado, azucarado, acrítico y absolutamente propio de un falso reino de cuento de hadas no era el mismo que se le dispensaba al presidente del Gobierno, D. José Luis Rodríguez Zapatero, en su visita al campo de concentración de Mauthausen, donde pudo escuchar de los supervivientes españoles las terribles vejaciones que tuvieron que sufrir por haber perdido una guerra y ser republicanos.
Es preciso recordar que más de cinco mil de ellos perdieron su vida en dicho campo (veinticinco veces las víctimas del 11-M) y que hasta ahora, nadie se había acordado de ellos. Mucho menos, personalmente, el rey de España.
Hizo bien el presidente del gobierno español en acudir a Mauthausen tras haber estado ausente de los actos conmemorativos, el pasado año, del desembarco aliado en Normandía; y, aunque en los aniversarios de la liberación de París y del campo de Auschwitz acudió el presidente del Senado, llama muchísimo la atención que a estos simbólicos actos europeos no acuda nunca el Jefe del Estado español, a quien por otra parte vimos no sólo en el funeral del papa Juan Pablo II sino en la proclamación de Benedicto XVI, así como en cualquier inauguración insustancial; o, como fue el caso del domingo nueve de mayo, en que mientras Europa recordaba aquella tragedia, D. Juan Carlos disfrutaba ostensiblemente en la prueba deportiva de Fórmula Uno en el circuito de Montmeló, y hablaba, como siempre, de sus nietos, pero no de lo que fue aquella tragedia.
Por todo esto y habida cuenta que se trata del Jefe de Estado, cuyos actos han de estar refrendados por el Gobierno, ¿no le parece a éste más serio, más acorde con la europeidad y con la pedagogía democrática que el Jefe del Estado español hubiera estado el domingo ocho de mayo en alguno de los actos organizados con motivo del sesenta aniversario de la finalización de la guerra mundial, así como en los actos celebrados en Moscú el lunes nueve, al que acudió el presidente del gobierno pero no el Jefe del Estado, como si su vinculación con el general Franco hiciera poco adecuada su presencia en dicha conmemoración democrática?
Palacio del Senado, 9 de mayo de 2005.
Iñaki Mirena Anasagasti Olabeaga