Una monarquía protegida por la censura (28 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
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DIEGO MARTINEZ BARRIO

Las distancias en México son infinitas. Y el tráfico, aterrador. Salimos de la Universidad y llegamos justo al Colegio de México, una institución muy acreditada del exilio republicano. Allí escuchamos una magnífica conferencia sobre Diego Martínez Barrio. A fin de cuentas, habíamos ido a México a recordar el hecho de su elección como presidente.

Tengo que decir que hacía tiempo no escuchaba una conferencia tan interesante. La inició José Antonio Matasanz, profesor de la Facultad de Filosofía de la UNAM, quien nos relató la consecuencia del Gobierno mexicano con la República. La mantuvo hasta la muerte del general y no claudicó. Fue una de sus señas de identidad. Todo lo que duró el franquismo duró el reconocimiento a la República. México y Yugoslavia fueron consecuentes hasta el final del franquismo.

Desde Sevilla había venido con nosotros el profesor de su universidad Leandro Álvarez Rey, quien se conoce la figura de Diego Martínez Barrio al dedillo. Nos dijo que en el Archivo de Alcalá de Henares están todos sus diarios desde que fue elegido presidente y que es un material invalorable. Finalizó el turno el decano de la Facultad de Derecho de la UNAM, Femando Serrano, que me pareció un tipo de primera. Hijo de republicano se emocionó al hablar de toda aquella época con sus miserias y virtudes, sus comités de no intervención, los niños de Morelia, el abandono de todos y la importancia que, para México y su intelectualidad, tuvo aquel exilio. Me pareció una conferencia magnifica.

Por la noche, en la cena en la embajada, me tocó a su lado. Le pregunté por el edificio que había albergado a la embajada republicana. Me comentó que cuando se normalizaron las relaciones con España, tras las elecciones de junio de 1977, España no había querido saber nada de aquella casa que era preciosa y que ahora está abandonada y en mal estado. Se quejaba de cómo el Gobierno español de la UCD había troceado el valioso archivo republicano pero que ellos habían tenido buen cuidado de fotocopiarlo casi todo, y se quejaba de lo poco que se había hecho por dar a conocer toda esta historia. Me preguntó por Galíndez y si el Gobierno Vasco estaba haciendo algo por dar a conocer quién fue aquel alavés tan insigne asesinado por Trujillo.

Fernando Serrano me hizo llegar sus libros. Uno de ellos es muy notable:
Duras las tierras ajenas. Misión de Luis I. Rodríguez en Francia
. Es la historia de la protección de los refugiados republicanos en Francia.
Los Maestros del Exilio español en la Facultad de derecho. Isidro Fabela y la Diplomacia Mexicana
. Libros pesados pero que metí en el equipaje con verdadero gusto. Pesados de peso, no de contenido. Creo que no tenemos en ningún país latinoamericano a nadie como Fernando Serrano. Y si tuviéramos, un tipo como Galíndez, no le haríamos ni caso. Es así. Al día siguiente nos fuimos a Morelia.

Tras una breve estancia en Morelia para visitar al nieto del presidente de México Lázaro Cárdenas, que dio entrada al republicanismo exiliado y que era el gobernador del Estado, volvimos a Madrid. En el aeropuerto mexicano y en todo México hay una amabilidad ambiental, que por aquí se ha esfumado. Al salir de desayunar, nos vino el camarero, que nos pidió con cantarina y respetuosa voz: «¿Me regalan por favor una firmita?». Nada que ver con la bronca que había ese día entre el PSOE y el PP en el Congreso, entre Zapatero y Rajoy, diciendo éste, enfático, que su partido ni miraba para atrás ni revisaba la historia ni los acuerdos de la Transición; porque, dijo, «ésta y la Constitución fueron un esfuerzo entre todos los españoles para mirar al futuro y no para dividir».

Seguramente, Rajoy no tendrá ni idea sobre quién fue el presidente Martínez Barrio. No digamos las Nuevas Generaciones del PP. Y no digamos nada de las del PSOE.

Pero ésa fue nuestra única aventura republicana oficial en la legislatura de la Memoria Histórica, y si no la cuento en este capítulo, quedará borrada para siempre.

Esos días, en los cines podía verse
Buenas noches y buena suerte
, de George Clooney. La película narraba la habilidad y el coraje de un grupo de periodistas capitaneado por Murrow contra uno de aquellos políticos que sabían manejar la demagogia, el simplismo y el miedo para atenazar a los ciudadanos: el senador Joseph McCarthy. Clooney, que es un tocapelotas inteligente, recuperaba con aquella película la memoria de uno de los momentos estelares de la televisión: cuando Ed Murrow advirtió, hace más de cincuenta años del riesgo de que las televisiones abdicaran de la información para arrojarse en brazos del puro entretenimiento o de los tópicos al uso para, así, convertirse en un simple electrodoméstico. Los responsables de la actual RTVE deberían saber que su información política deja muchísimo que desear y que la gente sólo sabe lo más superficial de lo que le pasa y le ha pasado al país. Una pena. Aquel viaje nos permitió constatar dos realidades; una, de carne y hueso, y otra virtual; y nos enseñó por qué vivimos en el tópico y el que la Monarquía sea en España «la institución más valorada».

Capítulo XIII: Sin libertad de expresión y de información no hay democracia

Al rey Carlos Gustavo de Suecia no le hacen ni pizca de gracia las parodias que sobre él y su familia se emiten en un programa satírico del canal TV4+. Se trata de la serie
Hey Baberiba
, donde un grupo de actores aparecen caracterizados como los miembros de la Familia Real, representando inusitadas situaciones en clave de humor de la vida de la Familia Real sueca.

El programa, que lleva cuatro años en antena, presenta al rey Carlos Gustavo de Suecia como un personaje tímido, patoso y un tanto cobarde, que evita conflictos y sólo se preocupa de pequeñeces. A la reina Silvia la representan como una estirada institutriz que vigila todo lo que hace el resto de la familia. La princesa Victoria no se salva de las ironías y está representada como una «marisabidilla» que se cree la única que sabe hacer de todo. Carlos Felipe tampoco se libra, ya que lo presentan como un niñato pijo y caprichoso que no sabe hacer nada.

Pero donde los guionistas de
Hey Baberiba
más se ensañan es con el personaje que representa a la princesa Magdalena, la hija pequeña del monarca, «Madde» para los amigos. La fama de juerguista de la princesa es motivo suficiente para aparecer como una alocada que sólo piensa en ropa de moda, amplios escotes, y, sobre todo, en juergas nocturnas. En uno de los programas emitido se podía ver a la actriz que hace de princesa tumbada en la mesa de una imaginaria sala de partos, como si estuviera a punto de dar a luz. El supuesto ginecólogo le saca un vaso alto de cerveza en vez de un bebé. Como explicación, ella, con una voz de resaca, dice que no se acuerda donde se sentó en la última fiesta.

Pero, para el rey Carlos Gustavo, todo esto ya pasa de castaño oscuro y dice estar molesto con el pitorreo que semana tras semana se traen con su persona y los miembros de su familia. «Las bromas son una cosa, pero esto es una persecución personal que, en mi opinión, resulta desagradable», dijo el monarca en una entrevista concedida al periódico Chef. Según el rey sueco, lo peor de todo es tener que mostrarse en público después de la emisión de uno de los programas. «Siempre hay un montón de niños que se parten de risa en el momento que me ven. Y esto no tiene ninguna gracia.» Para los suecos, no se trata sólo de un programa divertido, sino que es uno de los más populares de las televisiones. Las quejas del rey nadie las tiene en consideración porque, según dicen los críticos, «para eso le pagamos».

Frente a esto, ¿qué tenemos por aquí?

Censura, manipulación, sólo noticias positivas y mucha presión de la Casa Real. Todo lo que se permitió en un momento fue pedido por la Casa Real para que fuera retirado. ¿Tan débil es la Monarquía española que no aguanta un programa como éste? Pues parece que sí.

¿Ocurre esto sólo en Suecia? Pues no. Un cuadro que ha ganado en Australia el primer premio de un concurso sobre retratos reales ha causado estupor en Copenhague, ya que presenta a los futuros reyes daneses en una postura muy poco académica. El óleo representa a la princesa consorte Mary con una bata roja abierta enseñando unas piernas feas y musculosas mientras amamanta a su hija, Isabella, y a su izquierda tiene a su augusto esposo, Federico, en calzoncillos mientras bebe cerveza Carlsberg directamente de la botella y se toca sus partes íntimas; a su lado, delante, el principito Christian aparece sentado en un orinal metiéndose el dedo en la nariz.

Lógicamente el cuadro no ha gustado nada en la corte danesa, ya que lo consideran de pésimo gusto y el último ataque contra la Casa de la Reina Margarita II de Dinamarca, pero saben que no pueden hacer absolutamente nada contra la reproducción de esta imagen que, además, ha conseguido el primer premio en Australia sobre retratos reales.

Por menos de algo así, por estos lares, interviene un juez y lo considera un ataque al Estado y a la esencia nuclear de nuestra democracia.

UNA RTVE QUE NO RESPETA LA PLURALIDAD

Sinceramente, ¿alguien piensa que existe una veraz y continua libertad de expresión en relación con el rey y la Familia Real? Yo no.

Entonces, ¿por qué gente seria y sensata que sabe que esto no es así ponen el juancarlismo como el máximo compendio de virtudes democráticas convivenciales? ¿No será porque estamos hablando de algo muy frágil que sólo puede funcionar si se le rodea de un importante cerco de censura y autocensura informativa?

De hecho, RTVE lo ejercía continuamente incumpliendo la letra y el espíritu de la Constitución, que en éste apartado es taxativa. En su artículo 20, la Constitución reconoce y protege los derechos de expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción, así como a recibir o comunicar libremente información veraz por cualquier medio de difusión; teniendo en cuenta que éste derecho no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.

Pero hay más. La Constitución dice que la ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado y que garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad...

¿Se cumple este artículo de la Constitución en relación al rey y a la Familia Real? Hoy menos que nunca.

Hace unos meses, Telecinco dio por finalizado su programa
Aquí hay tomate
de forma fulminante. Paolo Vasile, máximo responsable de la cadena, en una entrevista hecha por María Eugenia Yagüe, reconoció a la periodista que el rey Juan Carlos había llamado a Berlusconi para quejarse del programa; llegando a decir Vasile que el rey no tenía motivo alguno para quejarse, aunque, para no dramatizar demasiado sobre el hecho, el italiano comentó que el rey no había sido quien había acabado con el famoso «Tomate».

Pero leído lo anterior, el mero hecho de reconocer que el rey había hablado con Berlusconi dice mucho de la hipersensibilidad del monarca en relación con las informaciones sobre «la suspensión temporal de convivencia» de su hija Elena y de otros sabrosos comentarios que, dichos
urbi et orbi
en un programa de tan gran y universal audiencia, dejaban a la real familia a la altura de un patio de vecindad. Es normal, pues, que en La Zarzuela se alarmaran de la divulgación de los hechos vulgares de una familia que vive del erario público gracias a la magia, la falsa ejemplaridad y del hecho de que para su supervivencia se han de desconocer los hechos reales de una familia irreal. Este es el meollo de la cuestión.

PRENSA Y DEMOCRACIA EN ESTEPONA

Sin embargo, y como siempre hay que mantener el hipócrita discurso de lo políticamente correcto, en abierto homenaje del vicio a la virtud, el rey, en plena crisis de quema de su efigie y de cuestionamiento de su figura, se fue a Estepona (Málaga) a la inauguración del II Congreso Mundial de Agencias de Noticias para hacer hincapié «en la buena relación existente entre la libertad de prensa y la democracia que nunca ha sido tan estrecha como en la era en que vivimos». Con unos dibujantes de El Jueves encausados, con presiones de La Zarzuela a todas horas para que en los programas del llamado corazón no se traten hechos de la real familia, con la supresión de todos los sketches sobre el rey en los programas de humor, con un silencio total en relación con la vida privada del monarca, no dejaba de ser un extraño ejercicio de realidad virtual plantarse en Estepona para elogiar a los medios españoles en las últimas décadas. Lo de siempre. Pero ya lo de sonrojo ajeno fue el discurso del presidente de la Junta de Andalucía y presidente del PSOE, Manuel Chaves, quien en el más puro estilo de aquella rancia derecha clientelar de la época de Romanones, dijo que «era el rey el gran artífice, junto al pueblo español, del extraordinario cambio democrático experimentado en España, y que hace sólo treinta años la celebración de un congreso mundial de noticias hubiera sido inimaginable en España, ya que en ese momento el poder pretendía uniformizar la información y hasta la conciencia de los ciudadanos».

Sólo le faltó decir que a quien tanto alababa, era la parte beneficiada de aquella podrida dictadura y que había sido, además, quien se aprovechó de la ausencia de falta de información para ser nombrado sucesor de Franco «a título de rey» en un acto fascista en agosto de 1969.

¿Y quién era el anfitrión de este sarao de aplausos? Pues el alcalde del PSOE, Barrientos, encarcelado por irregularidades urbanísticas.

Lógicamente el acriticismo, la mentira consagrada, la falta de pudor y de verdadero sentido democrático que hay en estos estamentos, hizo que los presentes aplaudieran este pasaje que no deja de ser una muestra más de la democracia de baja intensidad en la que vivimos.

Sobre todo porque la sociedad ha cambiado y en La Zarzuela se piensa que con las viejas recetas de ayer se puede encarar al mundo de un hoy globalizado y cuestionador de todo. La falsa imagen de una familia real de vida austera y discreta se ha evaporado. La llegada de nuevos miembros que están creciendo siendo sus imágenes tan conocidas, no así las de los hijos de los políticos a los que se preserva su intimidad, va a dar mucho juego mediático en una sociedad que demanda más transparencia en todo lo que afecta a lo público. La gestión de la querella interpuesta contra la revista
El Jueves
y el silencio real y principesco, la separación de los Marichalar, la tardanza en llegar el rey a la clínica Ruber a conocer a su última nieta, Sofía, forman parte del capítulo de mala gestión de una información que solo pueden preservar aplicando la censura. Pero eso se está agotando. Pero, ¿por qué vamos a extrañarnos de lo que diga el presidente del PSOE si, entrevistado por Karmentxu Marín en
El País
, Sergio Gutiérrez, secretario general de las Juventudes Socialistas , contestó a la periodista sobre lo que hacer con Felipe y Letizia diciendo que era y se sentía republicano y que no renunciaba a la República, pero que era más republicano en los valores que en las formas del Estado, que, según él, no preocupaban a nadie?

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