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Authors: Libertad Morán

Tags: #Romantico, Drama

A por todas (7 page)

BOOK: A por todas
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—Debería haberla. Y deberían detenerla antes de que traiga un niño a este mundo —dice mordaz—. Ya tenemos suficiente con una Olga. No hay necesidad de que exista una réplica en miniatura.

—¡Dios! —exclamo.

—Te doy toda la razón —apostilla Juan riendo.

—¡Joder! En fin… —sacudo la cabeza incrédula y me vuelvo hacia el grupo. Pilar y Dani salen en ese momento trayendo las copas.

—Ni que hubierais visto un fantasma. ¿Qué ha pasado? —pregunta Pilar dándome mi copa y el cambio.

—Pues la verdad es que sí que lo hemos visto. Una fantasma y de las buenas —le dice Juan. Pilar me mira con una expresión interrogante.

—Hemos visto a Olga —le explico yo.

—¡Coño! ¡Y yo me lo he perdido! —le da un sorbo a su copa—. ¿Y qué se cuenta esa mala pécora?

—Pues esa mala pécora se cuenta que se va a convertir en madre amantísima de aquí a unos meses. Está embarazada.

—¡No me jodas! ¿Y cómo es que la justicia permite semejante delito?

—Ya ves —me encojo de hombros—. Teniendo pasta para pagarte una inseminación es muy fácil tener un crío. Oye, a lo mejor con el tiempo Olga se ha convertido en una excelente persona y nosotras estamos aquí poniéndola verde sin motivo… —digo riéndome.

—¿Todavía crees en los milagros, cielo? —me espeta Juan con sorna.

Rebecca viene hacia nosotras, me rodea por la cintura con ambos brazos y me planta un beso.

—¿Qué pasa?

—Nada, cielo —le digo volviéndola a besar—. Nada importante.

INTERLUDIO

—¿Y cómo es que a la zumbada de tu ex le ha dado por ser madre?

—Pues eso me llevo yo preguntando desde el viernes, Pedrito. Si es que ni siquiera le gustan los niños.

—A lo mejor es que la otra la ha presionado…

—Pero si la otra es la que quiere tener hijos, habría sido ella quien se hubiera quedado embarazada.

—A lo mejor es que no puede y Olga, en un rapto de amor conyugal, se ha ofrecido voluntaria para engendrar un alien.

—Ya, lo que pasa es que el alien es ella, no la pobre criatura que lleva dentro… Pero, tío, que me quedé de piedra. Todavía me acuerdo de la cara que me ponía cuando yo mencionaba de pasada la posibilidad de tener hijos en el futuro… Como si la estuviera hablando del genocidio de Ruanda, la mismita cara se le ponía…

—Bueno, dicen que la gente cambia…

—Sí, eso dicen aunque en el caso de Olga me parece más una utopía que un hecho consumado.

—Hablando de brujas… ¿A que no sabes a quién le tomé declaración el otro día en la comisaría?

—Pues si no me lo dices no lo sabré, eso seguro.

—A tu amiguita Elena, alias la castigadora.

—¡No jodas! ¿Y qué había hecho para prestar declaración?

—Pues no creo que te sorprenda… Los padres de una alumna suya la han denunciado porque agredió a la susodicha alumna en mitad de una clase… Por lo que se ve no sólo tiene la mano larga con sus ligues…

—Pues no, cielo, la verdad es que no me sorprende. Alguien que le levanta la mano a una persona a la que ha conocido dos semanas antes está claro que tiene un problema… ¿Y cuál era su versión de los hechos?

—Pues los hechos son que aquí tu ex novia, tu ex rollo o tu ex amante, como prefieras, debe ser la Hitler del profesorado de su instituto. Por lo visto tiene la costumbre de proferir insultos tales como perros, vagos, inútiles y lindezas de ese estilo cuando sus alumnos no hacen los deberes o no se saben la lección. El caso es que la niña en cuestión estaba hablando con sus compañeras y armando algo de jaleo. Y tu amiguita decidió que ese día le tocaba martirizar a la pobre sacándola a la pizarra. Y, como te podrás imaginar, su conocimiento de la lengua de Shakespeare no andaba en su mejor momento esa mañana. La chavala se quedó en blanco y la Elenita montó en cólera y se puso a zarandearla mientras le recitaba una lista completa de sus insultos preferidos. Acto seguido, arrastrándola del brazo, la metió en la clase de al lado, que estaba vacía, y la castigó a «no aprender», según palabras textuales.

—Coño, ese método de castigo habría triunfado en mi instituto… A mí me castigaban con escribir quinientas veces la lista de verbos irregulares para que me la aprendiera.

—¡Toma y a mí! Pero ya sabes que los métodos de la Logse no hay por donde pillarlos.

—¿Y la versión de Elena?

—Pues la verdad es que no tenía ni cómo negarlo habiendo treinta y seis testigos presenciales de los hechos. Intentó atenuar la historia, diciendo que esa niña era muy exagerada, que la cosa no había sido para tanto. Ya sabes, excusas con las que quitarle hierro al asunto. Pero, por lo visto, no es la primera vez que pasa. Hace unos años, cuando cubría una vacante en un pueblo de Cáceres, la denunciaron por algo muy parecido y le abrieron expediente en el Ministerio de Educación.

—¡Joder! Para que luego digan que gays y lesbianas no somos ni víctimas ni verdugos del maltrato. Si es que en todas partes cuecen habas… Por cierto, ¿te reconoció?

—Eso fue lo más divertido porque yo la reconocí en seguida. Fue verla y buscar su nombre en la denuncia y encendérseme la bombilla. Ella al principio no debió caer, demasiado ocupada estaba intentando aparentar que la sangre no había llegado al río y claro, yo no tengo la misma pinta con el uniforme que vestido de paisano…

—Es que das muchísimo más morbo con el uniforme y la porra en la mano, si ya lo dice Juan…

—Que cachonda eres… Pues la tía al principio ni se coscaba de quién era yo hasta que le leí su declaración por si tenía algo más que añadir. Cuando le tendí el bolígrafo para que la firmara casi se le salían los ojos de las órbitas.

—Pero no le dijiste nada, seguro.

—No, claro. Me limité a darle la información de rigor. Aunque mentiría si te dijera que no lo hice con bastante ironía en la voz. Si casi estuve a punto de echarme a reír.

—No, si al final resulta que el odio se ha convertido en mutuo.

—¡Hombre, claro! Si una tía abofetea a una amiga mía, y luego me entero de que además se dedica a poner en práctica lo de la letra con sangre entra, no me va a caer muy simpática precisamente.

—Pues nada, chico, a partir de ahora te pasaré el nombre de las tías con las que salga para que investigues si tienen antecedentes…

—Con la cantidad de gente zumbada que anda suelta por el mundo, no te diría yo que no…

—Bueno, bueno, no te me pongas paternalista que ya tengo bastante con Juanito… ¡Ah! Antes de que se me olvide, dentro de dos semanas celebro mi cumpleaños. Lo digo para que compruebes tus horarios y no me des plantón como la última vez.

—¿Dentro de dos semanas? El sábado, ¿no? ¿En qué cae?

—En quince. Haré una de mis famosas macrofiestas en casa. Así que por si acaso, tráete el uniforme para que cuando los vecinos empiecen a dar por culo crean que los cuerpos de seguridad ya están en el edificio para preservar la ley y el orden.

—O a lo mejor se creen que es una despedida de soltera… Con tanta mujer y un tío vestido de poli, seguro que se piensan que soy el
stiipper…

—¡Ya quisieras tú tener a todas mis amigas viéndote bailar!

—De ilusión también se vive, cielo.

—Bueno, intentaré invitar a alguna amiga hetero para que intentes comerte algún colín, que ya va siendo hora.

—Que generosidad la tuya, Ruth.

—Ya me conoces, corazón. Siempre pensando en mis amigos… Bueno, que te dejo, que estoy viendo llegar a mi sueca y nos vamos a tomar unas copichuelas.

—¿Hoy, lunes?

—El mejor día para salir, chaval. Que te dejo, hablamos para lo de la fiesta.
Ciao
.

—Hasta luego.

Endogamia lésbica

A
nte la marabunta de coches haciendo cola frente al parking de Santo Domingo le digo al taxista que me bajo aquí mismo. Pago la corta carrera con un desgastado billete de cinco euros y salgo del auto aliviada. Me encamino hacia Cool sabiendo que Pilar ya se estará mordiendo las uñas y acordándose de toda mi familia a causa de mi recalcitrante impuntualidad. La encuentro en la puerta de la discoteca embutida en su abrigo, su bufanda y sus guantes, dejando entrever tan sólo una parte de su rostro por la que expele nubecillas de vapor. Junta una mano enguantada con la otra mientras gira sobre sí misma sosteniendo el peso de su cuerpo en una y otra pierna alternativamente. En una de sus medias vueltas se percata de mi figura corriendo presurosa hacia ella y da un visible respingo. Su famosa incontinencia verbal no se hace esperar ni un segundo más, ni siquiera el tiempo necesario para llegar a su lado y que los transeúntes no tengan que escuchar la bronca que habrá estado rumiando en todo el tiempo que me lleva esperando al raso.

—¡Joder, tía! ¡Me
cagüenlaputa,
tronca! ¿No podrías ser puntual por una vez en tu vida para variar? ¡Que llevo media hora congelándome en la puta calle por esperarte!

—Yo también te quiero, cielo —le digo con una de mis mejores sonrisas cuando llego hasta ella.

—Déjate de sonrisitas, coño, que para una vez que te invito a una de esas fiestecitas a las que tanto te gusta ir no puedes ni siquiera llegar a tiempo —protesta mientras me planta dos besos en las mejillas.

No, me digo para mis adentros, no es el mejor momento de contarle que a mí también me habían mandado invitaciones para la fiesta de inauguración del dichoso festival de cine gay del GYLA.

—Tranquila, mujer, si lo mejor de estas fiestas no empieza hasta la medianoche —le digo indicándole con la cabeza que entremos.

—¿Y tu sueca? ¿Te la has dejado olvidada en el taxi? —inquiere con una mirada incisiva a la par que irónica tras darle las invitaciones a uno de los machacas de la puerta.

—No. Estará en su residencia… Supongo…

—O sea que ya es historia, ¿no?

—Mmmm… Tanto como historia no, sólo un periódico atrasado… —río mientras bajamos por las rampas hasta el guardarropa.

—Joder, Ruth, a este paso cualquier día te vas a encontrar con que tus ex han montado una asociación de damnificadas…

—Ya será menos, en todo caso de encantadas de haberme conocido…

—Pues no vienes tú con la moral alta ni nada… Oye, si has venido de caza espérate un rato antes de sacar las armas, al menos hasta que yo haya encontrado a alguien conocido con quien poder estar de palique… ¿Nos vamos arriba y me invitas a una copa para compensarme? —me pregunta tras haber dejado nuestros abrigos a buen recaudo.

—Por mí vale —respondo encogiéndome de hombros.

Nos subimos a una de las salas de arriba, desde las que se puede divisar toda la pista de baile. Pedimos unas copas y nos apalancamos en una de las mesitas que hay junto a la barandilla.

—¿Y te piensas pasar este año a ver alguna de las pelis? —me pregunta Pilar cogiendo uno de los programas de mano que reposan sobre la mesita. Yo la imito y lo desdoblo con desgana.

—No creo, cada vez traen peores películas. Además, después de ver el mosqueo que tiene Diego con la organización ni me apetece.

—¿Por qué está mosqueado?

—Porque es amigo de Mateo Fuentes, el antiguo director del festival y está demasiado al corriente de las tonterías que se traen. Hace un par de años despidieron al equipo que se encargaba de organizarlo todo diciendo que las subvenciones eran insuficientes para mantener tantos puestos de trabajo. Un niñato aspirante a picapleitos de tercera se quedó al cargo hasta que reunieran a un nuevo equipo. Y mientras, se dedicó a perder las películas que había que devolver a su origen y en consecuencia el GYLA perdió un montón de pasta, se rumoreó incluso que el festival iba a desaparecer. Pero,
et voilà,
se formó un nuevo equipo y siguieron adelante. Y este tal Fuentes le contó a Diego el otro día que había entrado en la web del festival por curiosidad y que se puso a mil cuando vio que al pinchar en el enlace de anteriores ediciones sólo aparecía la del año pasado, ni rastro de las seis primeras, como si nunca hubieran existido. Luego se puso a bucear más a fondo en la página y después de pasar por tres o cuatro enlaces, consiguió llegar a un pequeño resumen de lo que habían sido las anteriores ediciones… Pero, claro, él lo encontró porque sabía lo que estaba buscando, que quien llegue a la página por casualidad ni se entera de lo que hubo antes… Es como si todo el trabajo que él y su equipo hicieron, que es sobre lo que se sigue sustentando el festival, no sirviera de nada. Porque a efectos oficiales, ese trabajo se lo ha llevado el viento mientras que los que están ahora, aunque curren, se están llevando los frutos de lo que hicieron otros.

—Pues está buena la cosa…

—Por eso te digo que tengo mejores cosas que hacer que perder mi tiempo viendo cuatro películas chorras sobre bolleras eternamente enamoradas de sus ex y de maricas preocupados por cómo se les marca el paquete —concluyo dejando el programa de mano de nuevo sobre la mesa, Pilar tiene la mirada perdida en la pista—. ¿A quién miras?

—A esos dos que se están acercando al presidente del GYLA… Yo lo flipo, tía. Si no se pueden ni ver…

Miro en la misma dirección que ella y veo cómo un tipo cercano a los cuarenta acompañado de un chaval de no más de veinte se ponen a hablar con Armando Salcedo, presidente del GYLA.

—Me suenan, ¿quiénes son? —pregunto.

—El más mayor es Sancho Miguélez, presidente del GYLIS —bufa con indignación—. Va de
anarca
por la vida y se las da de radical y subversivo. El matrimonio gay está a la vuelta de la esquina y él sigue en sus trece de que tienen que existir otras alternativas. Llegará el día en que todo esté aceptado y él seguirá repartiendo pegatas que pongan
¡Ley de Parejas Ya!
mientras cuenta batallitas alzando su bastón de diseño.

Sonrío con media boca. Pilar continúa hablando.

—El niñato es Ismael Montcada, su fiel compinche. A los dieciocho se afilió a las Nuevas Generaciones peperas, a los diecinueve coqueteó con la Nueva Izquierda de Cristina Almeida, a los veinte intentaba conseguir un cargo en el Consejo de la Juventud a golpe de cadera y a los veintiuno militaba en las Juventudes Socialistas como si el mismísimo Pablo Iglesias le hubiera iluminado. Ahora supongo que estará pensando en a quién chupársela para que acabe de encumbrarlo en lo que él llama «su carrera política». Méritos no le faltan: no sabe hacer la o con un canuto, se le da muy bien delegar responsabilidades en otros y es incapaz de escribir una palabra de tres sílabas con menos de cuatro faltas de ortografía.

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