Buenos Aires es leyenda 3 (22 page)

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Authors: Víctor Coviello Guillermo Barrantes

Tags: #Cuento, Fantástico

BOOK: Buenos Aires es leyenda 3
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Muchacho de pocas luces, cuenta la historia que su padre lo quería mantener ocupado conociendo el mundo, aventurándose en «tierras exóticas» para cultivar su espíritu y fortalecer su carácter timorato.

Teníamos una versión que explicitaba una de las actividades del noble: en el transcurso de esos días habría participado de la
Worm to Top Competition
o
Worm to High Competition
, algo así como la carrera del gusano a la cima y que consistía en que el participante, desnudo y atado fieramente con tientos de cuero para inmovilizar el cuerpo, debía ascender hasta la parte más alta de la barranca. Recordemos que en esos años la barranca terminaba prácticamente en el Río de la Plata con el consiguiente riesgo de caer al agua. Esta actividad era desarrollada en forma anónima por la colectividad inglesa.

Levemente parecido a una foto de Borges en los años 60, Efigenio nos recibió en una planta baja en la que parecía que el sol se había cansado de pasar. Plantas secas, las rejas de la ventana despintadas y un penetrante olor a humedad. Pero Efigenio mantenía las formas con su saco cruzado, un poco pasado de moda, pero impecable. Nos saludó con la mano izquierda, mientras que la derecha permanecía oculta dentro del bolsillo. Cerró rápido la puerta y observó por la mirilla, después nos sonrió. Ese lugar oscuro, a pesar de que eran las cinco de la tarde, era jalonado por algunas lámparas boyas que descubrían algunos detalles del lugar. Una impresionante biblioteca y fotos de viajes. Arriba de una luz llena de polvo, alcanzamos a ver en una foto enmarcada, en la que se leía
Whitechapel Road
, a un Efigenio con el mismo traje pero nuevo, señalando algo con la punta de un paraguas.

Para iniciar la conversación, le preguntamos por la casa de ir de Septiembre y Echeverría.

—¿Saben las veces que quise comprar esa casa? Ahora sabrán por qué ellos nunca me dejaron. Después se me fueron las ganas de insistir, y ya estoy un poco pasadito de años. Soy un convencido de que en los dobles fondos o detrás de las paredes se oculta la verdad. Pero bueno, qué le vamos a hacer. Igualmente, lo que he averiguado no está mal. Lo que les voy a decir pueden tomarlo como quieran. Como la verdad más absoluta o la mentira de un moribundo. Sí, porque tengo cáncer de próstata y no sé cuánto me queda. No tengo hijos y tanta obsesión por investigar tiene que quedar en alguna parte, ¿o no?

Asentimos.

—Seguramente, el nombre que les mencionaré ahora no les dirá nada pero puedo asegurarles que a ciertos niveles, niveles ocultos, es conocido. Me refiero a William Puffy, un soldado que vino con la Segunda Invasión Inglesa. Pero no era un soldado cualquiera. Sus camaradas le habían dado el apodo de
Butcher
, el carnicero, por su inescrupulosa sed de sangre. Se decía que era muy bueno con la bayoneta y que se pintaba la cara con las tripas de sus enemigos. De ser un soldado raso, cuando desembarcaron las fuerzas de Whitelocke, pasó a ser nombrado sargento. Lo cierto es que Puffy cae herido y es tomado prisionero. Cuando se produce el intercambio de rehenes, luego de la rendición inglesa, decide quedarse un tiempo más en Buenos Aires. Al poco tiempo, funda una logia masónica llamada «Logia Esplendor Purificación y Destino» LEPD o LSPD.

La historia del inglesito sádico parecía interesante, pero no veíamos la conexión.

Como adivinando nuestros pensamientos, Efigenio levantó su mano izquierda enérgicamente.

—Espérense, la paciencia es una buena virtud. Como decía, este muchacho utilizó el escudo, en apariencia noble, de la logia para montar un espantoso negocio. Por un lado, organizaba con esta logia «ajusticiamientos purificadores» y por otro, ofrecía a algunos clientes ser observadores de este evento a cambio de una considerable suma de dinero. Casi todas las purificaciones recaían sobre mujeres. Si bien no quedaron muchos registros, antes de la abolición de la esclavitud en 1813, hubo varias desapariciones de mujeres negras muy jóvenes, principalmente adolescentes. Puffy se volvió a Inglaterra con una considerable fortuna y allí habría seguido con esta idea… pero acá dejó sus herederos.

Como si fuera el cuadro principal de una obra, Efigenio estiró su brazo izquierdo como dirigiendo un pincel imaginario, después se pasó la mano por la cara y mirándonos fijo nos dio su gran noticia, tan lógica, tan sencilla que aterraba.

—Como dije, tanto en Londres como en Buenos Aires, «la logia» siguió adelante, inclusive después de la muerte de Puffy. Y llegamos a 1888, y los asesinatos en Whitechapel; Scotland Yard quedando en ridículo una y otra vez y… ¿por qué? Porque no hubo un solo Jack… ¡fueron varios!

Lo dicho: la teoría era tan lógica que asustaba. Todo parecía encajar. Efigenio se entusiasmó y por un momento, su rostro, pálido como su casa, adquirió algo similar al color.

—Víctor, el duque de Clarence; Aarón Kosminski, el judío polaco; Sickert, el pintor, hasta Alfonzo Maduro también podrían haber tenido algo que ver. Es más, el nombre de Jack hace alusión directa a la
Union Jack
, la bandera inglesa y lo buscaron como un genérico, una especie de Fuenteovejuna. Pero vamos por partes, como decía, bueno ya conocen el chiste me imagino. Por lo que sé, Puffy hablaba de
Executers
(ejecutores) y
Witness
(testigos) cuando se producían las purificaciones. En el primero de los asesinatos (aunque después quisieron descartarlo) se vieron a dos personas vestidas de soldados, hablando con Martha Tabran, la primera de las víctimas.

Tratamos de derribar la versión de Efigenio citando la teoría de la escritora e investigadora norteamericana Patricia Cornwell, que afirma rotundamente que el pintor Sickert era El Destripador y no solo por su supuesto perfil psicótico sino también por su refinamiento y creatividad para mandar infinidad de misivas a Scotland Yard desafiando a las autoridades.

Efigenio se rio de costado pero llenó sus pulmones de aire para darnos una extensa explicación.

—Estos gringos se creen que con plata arreglan todo. Esta señora o señorita gastó mucho dinero para empecinarse en demostrar la culpabilidad exclusiva y definitiva de Sickert. Pero en su tozudez no entra una variante diferente. Ella misma afirma que el pintor gastaba mucho dinero, sobre todo de su mujer. Bien, yo puedo afirmar que este señor fue uno de los más refinados
Witness
de esta historia. Tiene un cuadro que llamó
Dormitorio de Jack el Destripador
. Era muy afecto a los disfraces y fantaseaba con un asesinato, pero para mí no los llevó a cabo. Sí un tipo como Kosminski. Ese polaco que estaba probablemente desequilibrado fue uno de los ejecutores pero no el único, no.

Preguntamos por el Duque de Clarence.

—Sin duda un
Witness
, era estúpido pero no asesino, pero quería verlas sufrir, había sido extorsionado por una mujer de mala vida, digamos, y quería desatar su furia. En cambio, a su hermano George nadie lo tiene en cuenta. Era muy diferente a su hermano, una persona oscura, muy oscura.

Teníamos muchísimos interrogantes pero inesperadamente y contradiciendo su predisposición inicial, Efigenio dio por terminada la entrevista.

—Suficiente, suficiente.

Para nuestro asombro nos mostró la mano que había escondido sistemáticamente durante toda la entrevista. Un par de dedos estaban horriblemente torcidos o con cicatrices severas.

—Una noche se me acercaron dos personas y me metieron en un auto, uno agarró una tenaza y me arrancó así nomás dos dedos. Me desmayé. Aparecí con una venda en la mano en la puerta de mi casa. Al lado mío había una cajita. A pesar del dolor la abrí. Ahí, en una bolsa de hielo, estaban mis dedos, fracturados pero conservados, y una nota en inglés escrita con mi propia sangre: la próxima tu cabeza no va a ser
on the rocks
.

Nos acompañó a la puerta, pero nos dijo que él no era el único que sabía la verdad.

—Delgado, hablen con Fabio Delgado.

Y nos dio un número de teléfono.

El horror ya se había instalado y debíamos seguir.

Como si las Barrancas de Belgrano fueran un círculo mágico, el tal Delgado arregló una cita en un lugar curioso, muy poco conocido para la mayoría de los porteños: teníamos que verlo frente a la reproducción de la Estatua de la Libertad, que da ala calle Pampa. La réplica, prácticamente idéntica a la original ubicada en Nueva York, fue creada por Frederic Bartholdi, el mismo artista, y está fabricada en hierro rojo.

La imagen de la famosísima estatua contrastaba dramáticamente con la de nuestro entrevistado. Un hombre con aspecto de ardilla y anteojos de montura gruesa se paseaba enérgicamente sin dejar de mirar el reloj. En la otra mano sostenía un pesado maletín que en algún momento había sido negro.

—Me estaba por ir —nos dijo dándonos una mano muy pequeña y sudorosa—. Pero bueno, ahí están.

—El tránsito —nos excusamos—, la lluvia de ayer, las calles inundadas, no esperábamos ese contratiempo. Ahora salió el sol pero parece que va a seguir lloviendo. ¿No sería conveniente buscar un lugar cerrado?

—No —afirmó casi violentamente Delgado—. Tiene que ser acá, en lugares abiertos es más difícil para ellos, en lugares cerrados se complica la cosa.

—¿Ellos?

—Saben a qué me refiero, a la logia, créanme que está más activa que nunca y también créanme que es una pesada carga todo esto para mí.

—¿Qué quiere decir?

Como si el cielo fuera un telón magnánimo, otra vez se fue el sol, empezaron a caer las primeras gotas. Delgado titubeó pero finalmente abrió su maletín y de ahí salieron unos expedientes muy deteriorados.

—Esto es una maldición familiar que yo también heredé. No saben lo que es vivir con miedo, no, no se lo imaginan. Vivo con tranquilizantes. Esto arruina a cualquiera. Los expedientes que ven aquí son de mi bisabuelo, Pristino Delgado, Principal de la Federal. Él, muy valientemente investigó a la logia, y se hizo pasar por uno de ellos. Hasta estudió inglés para poder acceder. Todos los informes los presentó prolijamente y en vez de darle apoyo lo trasladaron a Corrientes, y lo que es peor, murió «ahogado» en el Paraná, cuando era un nadador excelente. Con mi abuelo pasó algo similar: se le cayó una pared encima cuando ampliaba su casa y a mi padre lo atropelló un camión. Todo por esto.

La lluvia se hacía más intensa, pero no podíamos movernos. Delgado se limpió los lentes con dificultad, sus manos temblaban. Guardó el enorme mamotreto y siguió.

—Lo del Destripador fue, podemos decir, un forma insolente de actuar de esta logia, organización o como quieran llamarla. El líder de esa época, un tal señor Green, Chester Green quería un perfil alto, ni antes o después fue así, y créanme que son muy fuertes. Ahora ampliaron el negocio. Son muy poderosos. ¿Oyeron hablar de las películas
snuff
?

Por supuesto que conocíamos el término, y la sola posibilidad hiela la sangre. El concepto sería el de filmar a una o varias personas reales, no actores, mientras se le infligen todo tipo de vejámenes, inclusive la muerte. Los rumores sobre la existencia de estas filmaciones nunca fue confirmada hasta ahora, a pesar de la cantidad de versiones de este mito moderno. Como particularidad, estas películas casi siempre son efectuadas en lugares remotos o en la mansión de un pervertido hombre rico.

Por un segundo la lluvia paró, pero Delgado era una catarata de palabras.

—Como dije, mi bisabuelo se infiltró en la logia y presenció ceremonias. En ese momento no eran películas, pero se sacaban fotos. Siempre hubo dos grupos: los
Ejecutores
y los
Testigos
, siempre. El gobierno sabía. Después del Destripador, acá se tomaron algunas medidas para disimular y por eso los traje a este lugar. Afrancesaron todo lo que pudieron. En 1892, Thays se encargó de estas barrancas. Después, por si quedaba alguna duda, encajaron esta réplica de la Estatua de la Libertad.

»Como la sangre no se hace agua, yo también hice algunas averiguaciones. No pude evitarlo. El primer caso con el que me topé fue el de Oriel Briant, la profesora de inglés que fue encontrada muerta a los días de haber desaparecido. Una mujer muy bella. Se dijo que fue un allegado, después que había sido una secta satánica y, tímidamente, se comentó que la habían hecho participar forzosamente en una película pornográfica. Fue decididamente una
snuff
. Pobre chica. Sin entrar en detalles fue un procedimiento parecido a los de los Destripadores. El caso quedó incluso pero yo sé positivamente que fueron
ellos
. ¿Quieren ir más para acá? Martín Ríos, el apodado
francotirador de Belgrano
, que tiró a mansalva en la Avenida Cabildo, mató a una persona e hirió a otras. Está desequilibrado y justamente la logia lo utilizó para esto, aunque lo más macabro es que todo estaría filmado por los testigos, ¡inclusive con varias cámaras!

Delgado se detuvo. Miró su reloj y sacando dos copias del voluminoso expediente, sentenció:

—Lo que investigó mi bisabuelo está todo aquí. No les doy el original porque mientras lo tenga voy a estar seguro. Hagan lo que quieran con ellas.

Y se fue sin saludar.

Antes de analizar el documento fuimos a los archivos policiales y no hallamos datos de Pristino Delgado, tampoco de ninguna institución, logia u otra agrupación mencionada por su bisnieto. Cuando intentamos volver a comunicamos con Fabio Delgado, nos encontramos con la sorpresa de que el número ya no correspondía a ningún cliente. Entonces, fuimos a la casa de Efigenio B. No había nadie. Indagamos con los vecinos, hasta que finalmente uno nos dijo que estaba casi seguro de que Efigenio estaba internado. ¿Dónde? No sabía.

Retomamos el «documento» en forma de fotocopia entregada por Fabio Delgado.

Básicamente, el expediente redactado en los años veinte estaba escrito a máquina. Solo unas cuantas anotaciones en apariencia jalonaban el material. La mayor parte carece de verdadero valor, porque tiene referencias de la época, inclusive de la política, algo atípico en este tipo de documentos. Sin embargo, rescatamos un pasaje, en el que Prístino se infiltra en la logia y presencia un acto de purificación a una «insana mental».

«… el lugar estaba en penumbras casi en su totalidad. Ya nos habíamos puesto las túnicas rituales. Previamente habíamos tenido que desnudarnos en una pequeña sala. Las túnicas eran de un color violáceo intenso y al contacto con la piel era algo similar a la pana, pero un poco más ligero. A cada uno le fue dada una vela mientras alguien entonaba un canto que, pude indagar, sería en un dialecto celta. La víctima ya estaba allí cuando ingresamos a un salón amplio, desnuda y atada a una mesa redonda mirando hacia el reducido auditorio. Mí instinto me decía que debía intervenir pero cualquier cosa que hiciera sería rápidamente reducida con las consecuencias del caso. La víctima había sido drogada, eso era seguro. Los ojos en blanco. Era más que evidente su retraso mental, como así también que no tendría más de quince años. Intervendría, debía impedir cualquier mal. Me adelanté un par de pasos en ese piso alfombrado. En eso entraron dos figuras más oscuras. Con túnicas negras y alguien con un aparato negro. Alguien mencionó algo (siempre en inglés) y de las túnicas negras salieron dos enormes cuchillos de matarife, brillantes. Las palabras urdían órdenes y los cuchillos se movían con las palabras. El horror no duró mucho. Varios tajos y la niña se desangró rápidamente. Pero lo más perturbador fue ver que esa máquina era un cámara de fotos. Varios fogonazos se dispararon para cronicar ese acto aberrante. La víctima fue cubierta con una túnica roja y las velas fueron apagadas una a una. A pesar de mi profesionalismo debí mantenerme estoico para no perder los estribos y reaccionar con naturalidad».

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