Buenos Aires es leyenda 3 (29 page)

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Authors: Víctor Coviello Guillermo Barrantes

Tags: #Cuento, Fantástico

BOOK: Buenos Aires es leyenda 3
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¿A qué libro se refería?

Gaby nos dejó un segundo y al cabo de unos minutos volvió con un pequeño volumen:
Los mensajes ocultos del agua
de un tal Masaru Emoto.

En ese particular libro, un doctor en medicina alternativa efectuó un curioso experimento. Encontró en las gotas congeladas a 20 grados centígrados durante tres horas e iluminándolas, que se formaban diferentes cristales. Y como buen oriental, muy paciente, hizo interminables experimentos, con diferentes tipos de agua. Notó, por ejemplo, que el agua de un manantial creaba cristales más formados que el agua corriente de red. Y fue más lejos. Puso música clásica y después realizó el experimento. Increíblemente, los cristales se agrupaban en forma más armónica que con una melodía en teoría más disonante, como una de
heavy metal
. Pero esto no le alcanzó y probó cubriendo los recipientes de experimentación con palabras. Los cristales expuestos a la palabra
gracias
diferían en estética de los que lo habían sido a la palabra
tonto
. El libro es complementado con cuantiosas ilustraciones, inclusive una que muestra un cristal formado por agua de Buenos Aires. Más allá del mensaje
new age
, sería más que evidente que existe una cierta relación entre el agua y el entorno. Y si nosotros influenciamos a ese vital fluido, ¿no podría ser al revés?

«Por ejemplo —continuó Gaby—, si tomo este jugo de naranja me vienen imágenes a la cabeza. Siento lo que esta naranja experimentaba cuando estaba en el árbol. Una especie de sentimiento de comunidad, de "está todo bien"».

Buscamos la manera de no ser ofensivos y le preguntamos si había visto a un facultativo. Ocasionalmente, algunos tumores cerebrales producen cierto tipo de alucinaciones. Nos contestó que sí.

Cuando preguntamos cuál sería el origen, no titubeó en señalarnos, como Bombitas, la torre de Parque de la Ciudad.

«Para mí hay lluvia mala y buena, y a mí me tocó la buena. El día de la nieve estaba eufórica, para dar un ejemplo. Eso me hace comprender, quien sea que haga lo que está haciendo o de donde venga, que hay una batalla. Pero para mí viene de ahí. Soñé muchas veces con la torre».

A partir de este momento y una vez conocido el testimonio de Gaby, nos convencimos de que el mito se deslizaba por caminos movedizos cada vez más grandes. Tranquilamente, podíamos considerar a nuestros entrevistados como adictos y nada más pero la ansiedad de llegar al fondo nos hizo continuar y sabíamos hacia dónde debíamos dirigirnos.

A medida que nos acercábamos al citado Parque de la Ciudad, su torre se hacía más visible y por momentos adquiría el carácter siniestro de un «Ojo de Sauron», el mal personificado por Tolkien en
El Señor de los Anillos
. Pero si nos dejábamos llevar por lo que decía Gaby, la Meca en donde estarían todas las respuestas, respuestas tan blancas y puras como el color de la torre.

Inicialmente planificada a principios de los 80 como la gran propuesta municipal para competir con el otro parque de diversiones de la época, el Italpark, se apostó fuerte. Al inaugurarse, se lo conoció como Interama y además de poseer los consabidos juegos típicos como la montaña rusa, tenia la famosa «Torre Espacial». Construida en Austria y concebida como una inmensa espada —el rumor popular la asemeja a la mítica espada Excalibur—, y hasta hace poco la construcción más alta de Buenos Aires, mide 120 metros hasta el restaurante y treinta metros más hasta el mirador que corona la estructura. Pero todo arrancó mal. Malos manejos financieros, juicios y una ubicación alejada, decretaron su agonía. El parque cerró. El restaurante nunca abrió. El silencio se apoderó del parque.

Por suerte, hace algún tiempo, el lugar volvió a abrir parcialmente en un emprendimiento entre el Gobierno de la Ciudad y una empresa privada.

Elegimos un domingo para empezar nuestra tarea. Emplazado en Parque Almirante Brown, es una extensión de varias hectáreas, un pulmón para la ciudad y un lugar increíble para cantidad de historias, algunas muy surrealistas. Un final para esta leyenda que superó nuestra propia imaginación.

Apenas llegamos hasta las puertas, la campana de advertencia del premetro —el brazo terrestre del subte que pasa por allí— nos advirtió que estuviéramos atentos, que no desperdiciáramos ningún detalle. Pagamos la módica entrada de 1 peso y accedimos ala zona central pasando una fuente. Para nuestra sorpresa no solo había mucho movimiento sino también muchas actividades, pero nada podía ser más imponente que la llamada Torre Espacial. Fuimos directamente hacia allí. Pasamos unas vallas, nada nos podría detener hasta llegar al mirador, nada. ¿O tal vez sí? A pesar del viento escuchamos alguien que gritaba, y movía las manos, alguien vestido de amarillo: era una persona de seguridad. Antes de volvernos, alcanzamos a ver los ascensores con una gran faja de
CLAUSURADO
.

—No está habilitado al público, señores —nos dijo el hombre.

Preguntamos el porqué.

—Desde lo de Cromagnon que los controles son más estrictos y no se permite el acceso.

Pacientemente explicamos nuestras razones para subir.

—Escúchenme, son más de 60 pisos y sólo hay una pequeña escalera, no se los recomiendo.

Fiel a nuestra costumbre, insistimos, una y otra vez.

—Vamos a hacer una cosa: para llegar al mirador, se tarda una hora. Si en dos horas, no están acá abajo, cierro el acceso y chau, picho. Lo digo en serio. ¿Estamos?

Asentimos.

Nuestro pequeño portal fue abierto y para ubicar la escalera entramos a un depósito. Ahí estaba aquella escalera al cielo. Si bien todavía nuestro estado físico no es ruinoso, fue una pequeña proeza llegar hasta el primer objetivo: el restaurante giratorio. Por un momento creímos que no llegaríamos nunca, moriríamos de hambre y de sed subiendo escalones infinitos que por un siniestro designio se extendían indefinidamente. Además, y para empeorar la situación, había tramos de total oscuridad que nos daban la sensación de no avanzar.

Al fin llegamos al frustrado restaurante giratorio que jamás funcionó. Ventanas rotas, los techos algo vencidos y el viento, único habitante real, exclusivo. Y la vista, una impresionante vista de toda la ciudad. Una sensación, a esa altura, de estar en el restaurante abandonado de la torre Eiffel. Pero debíamos seguir porque nuestro tiempo era mínimo.

Superando el restaurante fallido había un poco más de luz. Apuramos los pies porque sentíamos que estábamos cerca. También sentíamos cerca una humedad cada vez más molesta, una segunda piel forzosa. A cada rato debíamos secarnos la transpiración de la frente. Con poco aire y respirando mal llegamos al mirador. El mismo anfitrión nos recibió pero extrañamente moderado. No era el viento lo que inquietaba, la humedad en el aire parecía tener una cierta entidad. Hasta que lo vimos. Nos miramos y reímos nerviosamente, pero no sabíamos si avanzar o quedarnos quietos.

Entonces el cielo se nubló repentinamente y hubo algunos relámpagos. Por unos segundos no respiramos. No cabía duda de lo que veíamos, podía ser una cuestión física. Racionalmente pensamos en la oscilación lógica de tremenda edificación, sumado al viento, pero
eso
se movía. La visión era tan sencilla como intrigante, lo cierto era que entre algunos vidrios dobles del mirador había agua atrapada, con el pequeño detalle de que se movía. Esa «agua viva» parecía palpitar. Más relámpagos, truenos. Y el agua moviéndose como un pulpo transparente. ¿Podría ser que este fenómeno hubiera trascendido e hiciera de base para la leyenda de esta agua corporizada, terrestre, extraterrestre? Nos empezaba a doler la cabeza, tal vez por la presión o simplemente nervios. Debíamos volver. No queríamos quedarnos encerrados.

La bajada fue más rápida pero aun así con ese ritmo pasaríamos las dos horas. Empezamos a bajar de a varios escalones. Uno de nosotros por poco se rompe una pierna por no ver un descanso. Y si bien la humedad era menos violenta, estábamos empapados de sudor.

Reconocimos el depósito y buscamos la salida como si fuera un laberinto de espejos, había sonido a llaves. Luz, luz natural.

—Casi los dejo adentro, miren que les dije. Salgan rápido y por favor, nunca hablaron conmigo. ¿Estamos?

Jadeábamos de tal manera que solo atinamos a hacerle señas.

Al salir, curiosamente, el cielo se había despejado y la actividad continuaba.

Fuimos dos veces más pero no pudimos volver a la torre. Nos limitamos a recoger otras historias.

Hablamos con prácticamente todos los empleados, incluidos muñecos vestidos de pantera Rosa, el oso Yogui y otras representaciones ochentosas, inclusive con un payaso llamado Corchito que tiene un número propio.

—Hermanos —nos dijo una voz muy gruesa, totalmente diferente a la de sus personajes—, yo no subo ni loco. Ahí hacen cosas turbias. Pregúntenle al flaco del traje de Mandibulín. En realidad no te va a decir nada. Resulta que una día se le trabó el traje, el cierre, pero como es un orgulloso de mierda prefirió bancárselo solo. Ya era de noche y el flaco metido en un traje de tiburón. A eso de las diez de la noche cayeron varios autos y gente muy rara. Unas minas como modelos y unos tipos con túnicas. El pibe se escondió y lo vio todo. Entraron a la Torre como si nada. En un momento dice que hubo un par de truenos y la Torre, la parte de arriba, tenía otro color. Todo muy pirado. Del
julepe
que se pegó salió corriendo con el traje puesto y todo.

¿La broma de un payaso?

La información no oficial consigna que, algunas veces, la Torre fue alquilada para eventos o fiestas privadas. Pero ¿qué tipo de fiestas? ¿Y si no eran fiestas sino experimentos?

Tal vez la lluvia sea una advertencia de algo que está por venir o tan solo y cuando miremos el cielo y sintamos las gotas de agua en nuestro rostro sea lluvia, solo lluvia.

San Nicolás

Casting peligroso

Esta leyenda podría empezar con un simple aviso en cualquiera de los diarios de Buenos Aires:

IMPORTANTE PRODUCTORA PUBLICITARIA

BUSCA SEÑORITAS DE ENTRE 15 Y 20 AÑOS

PARA COMERCIAL DE COSMÉTICOS

DE PRESTIGIO INTERNACIONAL

Mamá lo lee. O alguien ve el aviso y se lo comenta. Mamá piensa: mi hija es hermosa, lo que pasa es que no la han descubierto. Quién te dice que esto puede ser el inicio de una brillante carrera. Y sí, el que no arriesga no gana.

Mientras Carolina (aunque en realidad debería anotarse como Carola, suena mejor) no está, revisa sus fotos y busca la que pueda ser la más adecuada. Están las de fiesta de egresadas. La del último verano también, sobre todo la de la malla turquesa. No, no, se le tiene que ver esa carita. Mamá se pasa un largo rato hasta que finalmente la encuentra: es en la que hace una sonrisa cómplice con la cámara, un primer plano. Sin duda es la mejor porque se le ven los ojitos. No tiene ojos celestes, son «color del tiempo». Con mucha luz son bien verdosos. Seguro, es lo que buscan. Mamá se imagina concediendo entrevistas para hablar del «fenómeno» de Carola. Bueno, pero ahora viene lo más complicado. Convencer a la nena.

Por suerte sale todo bien y al día siguiente las dos esperan en una pequeña oficina del centro. El lugar no parece imponente, pero para hacer un
casting
, no se necesita estar en un hotel de cinco estrellas. Mamá mira a las otras candidatas. Pobrecitas, no tienen ni para empezar. Qué caraduras, ¿cómo se presentan para una propaganda de cosméticos teniendo granos?

Hacen pasar a la nena. Mamá le da los últimos consejos y ve cómo se cierra la puerta. Sí, la van a elegir.

Después de un rato que a mamá se le hace interminable, sale un hombre de una sonrisa más grande que su rostro y le dice: «Bueno, señora Ramírez, su hija ha quedado entre las preseleccionadas».

A mamá se le acelera el pulso, quiere darle un beso al hombre pero se contiene.

«Lo que le voy a pedir ahora, ya que utilizamos material de 35 mm, porque lo exige el proyecto, nos abone un canon de 100 pesos. Si no llegara a quedar seleccionada le entregamos el material que le va a servir como
book
».

Mamá duda. Mira a la nena que se ve bastante entusiasmada. ¿Tengo los 100 pesos?, piensa. Sí, llego. Los servicios los pago mañana y nos volvemos a casa en subte. Después le explico a Roberto.

Entrega el dinero, le dan un recibo.

«Bueno, señora Ramírez. Carola nos dio su teléfono. En este recibo figura el nuestro. Estén atentas porque esto no puede demorar mucho. No más de una semana. Las llamaremos».

Madre e hija se van satisfechas.

Espera esa semana.

Nada.

Mamá impaciente, no aguanta más y llama al teléfono celular que figura en el recibo.

No pertenece a un abonado en servicio
, dice una y otra vez el mensaje grabado.

No puede ser.

Al día siguiente y con un mal presentimiento va al edificio donde estaba la oficina del
casting
.

Para su asombro, descubre que no sólo no la atienden, sino que esa oficina está deshabitada desde el día posterior al que Carola y ella fueron.

Ahora, Roberto me mata, piensa mamá.

El universo de este tipo de estafas es ilimitado. Más bien parece algo bien real y cotidiano. ¿Entraría en la categoría de mito urbano? La historia que vamos a relatarles ahora sí.

El
casting
en esta oportunidad no sería diferente ala mayoría. En este caso, solicitando bebés o niños pequeños para una campaña publicitaria. También, en una ignota oficina del centro. En algunas versiones se habla de un sótano, en otras de una especie de altillo. A diferencia de lo habitual, este
casting
sería por una recomendación de un amigo. Otro detalle importante es que en la primera entrevista, a los precandidatos se les entrega una suma de dinero.

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