Un día después
Asunto: ¡Basta!
¡Estoy harta de no esperar! ¡Esperaré!
Seis horas después
Asunto: ¿Leeeo?
¿No quieres escribirme más, no puedes escribirme más o no debes escribirme más? ¿Qué es lo que le contaste de mí? ¿QUÉ? ¿QUÉ? ¿QUÉ? Leo, si defines tu felicidad por mi felicidad aunque sólo sea un poco, lo notarás de todos modos: estás haciéndome muy infeliz. Haz el favor de usar el poder que tienes en tus manos. ¡Deja ya de callar con rodeos! Te saluda amargamente, Emmi
Una hora después
Asunto: ¡Asesor fiscal!
Tú me obligas a hacerlo, Leo: contaré hasta diez y luego llamaré a mi asesor fiscal y concertaré una cita para mañana. Ya sabes lo que eso significa. Y hablo perfectamente inglés americano cuando se trata de aclarar asuntos personales. Uno. Dos. Tres. (…)
A la mañana siguiente
Asunto: Ultimátum
Hola, Leo.
Mi psicoterapeuta cree que debería escribirte un último mensaje, debería decirte que de verdad será el último mensaje si no me contestas pronto —más que pronto, ahora mismo— y realmente debería ser el último mensaje. ¡Eso te lo garantizo! También cree que debería proponerte que nos veamos y hablemos de todo. Y que debería añadir sin falta que de ninguna manera quiero que «Pam» sepa de esa cita o se entere después, ya que se trata de un asunto entre nosotros dos y nadie más. ¿Ha sido ahora lo bastante clara mi terapeuta?
En espera de tu inmediata respuesta, te saluda
Emmi
Tres horas después
Fw:
Querida Emmi:
Dame un poco más de tiempo, por favor. Pamela está muy confundida, se mete en su concha. Debo recuperar su confianza y desarrollar una base para conversar con ella. Tu psicoterapeuta seguramente me dará la razón en que debería «arreglarme» con ella antes de que nosotros dos, tú y yo, nos encontremos. Mi conflicto con Pamela aún no está resuelto, quizá ni siquiera se haya desencadenado del todo. Ella tiene que hablar de una vez, soltarlo, decirme a la cara qué es lo que tanto le molesta, lo que la hace sufrir, lo que tiene que reprocharme. Estoy ante un túnel oscuro que debo recorrer con ella. Tú no puedes venir, tienes que quedarte fuera, al aire libre. Pero una vez que haya salido, te lo contaré todo, todo lo que nos concierne a ti y a mí. ¡Te lo prometo! Ten paciencia, querida Emmi, ¡y no me dejes, por favor! Hace tiempo que no me sentía tan mal.
Una hora después
Re:
Yo no te dejo, querido Leo. Eres TÚ quien me dejará a mí. Recorrerás con «Pam» el túnel oscuro, al final del cual os espera la radiante luz del sol bostoniano. No te preocupes, te «arreglarás» con ella. Y el «arreglo» sólo puede significar una cosa: no más contacto entre tú y yo. Es la única posibilidad de conservar tu «ilusión de todo» que se tambalea. No tengo ni la más remota idea de qué le habrás contado sobre nosotros. Por lo visto, no que somos viejos conocidos o amigos que se escriben de vez en cuando. Si «Pam» sabe aunque nada más sea una parte de toda la verdad, yo en su lugar a cada minuto te gritaría con un megáfono al oído:
«Never ever Emma again!»
. Probablemente ella sea más tímida, más prudente, más cortés. Tan sólo lo pensará. Pero eso no altera en nada tu consecuencia lógica: ¡basta de Emmi! «Pam» te lo exigirá. ¡Y la comprendo! Y tú lo harás. Te conozco. Bueno, Leo, y ahora tienes todo el tiempo del mundo para «arreglarte». Primero con ella, luego conmigo. Y en algún momento quizá también contigo. Es lo que más te desearía.
Un abrazo,
Emmi
Tres días después
Asunto: Spiderman
Hola, Leo.
Debo darte recuerdos de parte de Jonas. Él quiere ir al cine contigo (y conmigo, si es indispensable que yo esté presente):
Spiderman 3
. Si tienes vértigo, también puede ser
El retorno del Jedi
. Su padre se fue de gira por Asia tres semanas. Allí toca cada día en salas de conciertos llenas. Y cuando las salas de conciertos asiáticas están llenas, lo están cinco veces más que las nuestras.
En realidad sólo quería decirte que, tal como te lo había prometido, aún no te he dejado.
Un abrazo,
Emmi
Diez minutos después
Fw:
¡¡¡Gracias, Emmi!!!
Un minuto después
Re:
Pues ya ves, Leo, con eso me basta. Escríbeme una vez a la semana «Gracias, Emmi», sin olvidar los tres signos de admiración, y resistiré fácilmente unos años más «al aire libre».
Cuatro días después
Asunto: Calor
Hace calor hoy, ¿eh?
(Si te falta el tiempo o la fuerza para pensar una respuesta, te sugiero: «¡¡¡Sí, mucho calor!!!» o «¡¡¡Hay que beber mucha agua!!!». ¡¡¡No olvides los signos de admiración, por favor!!!)
Siete horas después
Sin asunto
Qué lástima. Esta vez contaba contigo.
A la tarde siguiente
Asunto: Lucecilla
¿Sigue muy oscuro el túnel? ¿O ya divisas una lucecilla en el horizonte? ¿Arde? Entonces soy yo. (Me he quemado con el sol.)
A la mañana siguiente
Asunto: ¿Qué exactamente?
Querido Leo:
¿Qué es lo que le contaste a «Pam» de nosotros? ¿Mencionaste los aspectos espinosos? Por ejemplo:
a) que mantenemos una relación epistolar desde hace dos años y medio,
b) que huiste a Boston para no poner en peligro mi matrimonio,
c) que cuando volviste nos reencontramos en la red y nos vimos cinco veces sin red,
d) que una vez llegamos a tener relaciones sexuales,
e) cuándo fue d), en qué circunstancias ocurrió d), y qué te pareció d),
f) que hasta nos vimos unos minutos la víspera de su llegada,
g) lo que te dejé como «recuerdo» aquel día.
¿Te escabulliste medianamente bien por lo menos? Diciendo, por ejemplo:
h) que ahora nuestra relación puede definirse como «entrañable, platónica, amistosa»,
i) que nuestra relación epistolar no representa ningún perjuicio para vuestra convivencia,
j) que yo no te quito a ti nada de ella ni a ella nada de ti,
k) porque de todos modos he vuelto con mi familia para continuar mi muy conveniente relación de conveniencia tras un merecido respiro,
l) y que de todos modos vosotros dos emigraréis a Boston en breve.
Cinco minutos después
Fw:
a), b), c), d), e), f), h), i), j), k) y l).
Un minuto después
Re:
¿Todo? ¿La gama completa? ¿Estás loco, Leo? Yo de ella no te mandaba a la luna de una patada sólo porque entonces estarías demasiado lejos para arrancarte los pelos de la barba uno por uno.
Treinta segundos después
Re:
Por lo demás, ya sabía yo que se podría discutir perfectamente contigo.
Cuarenta segundos después
Re:
¡Eh, Leo! Acabo de verlo ahora mismo: todo menos g). Omitiste g). Es cierto que le confesaste a «Pam» que estuviste implicado conmigo en un acto sexual. Hasta le explicaste lo que sentiste (mejor dicho, lo que sentiste distinto o lo que no sentiste). ¿Pero no le dijiste lo que te dejé como recuerdo mío? ¿Por qué no?
Un minuto después
Fw:
Porque por lo menos el más profundo y hermoso de nuestros secretos tenía que seguir siendo tuyo y mío.
Dos minutos después
Re:
Bien es verdad que he tenido que leer la frase dos veces, pero era bonita. O, en tu jerga de la escasez: ¡¡¡gracias, Leo!!!
Seis días después
Asunto: ¿Te perdí?
Querida Emmi:
¿Me has dejado? Ni siquiera podría tomármelo a mal.
Un día después
Asunto: ¿Cuándo?
Eres tú el callado, Leo. Dilo ya: ¿cuándo os marcháis a Boston?
Cinco minutos después
Fw:
Por favor, Emmi, tenme paciencia unos días más. Dentro de una semana te lo diré todo. ¡TODO!
Siete minutos después
Re:
¿Dentro de una semana podrás decírmelo TODO? ¿O tendrás que decírmelo TODO? ¿Pam puede saber que dentro de una semana me lo dirás TODO? ¿O incluso te exige que dentro de una semana me lo digas TODO? ¿Por qué precisamente dentro de una semana? ¿Qué ocurrirá esta semana? De acuerdo, ya veo que no lo sabré hasta dentro de una semana. ¡Adiós! ¡Hasta dentro de una semana!
Cuatro minutos después
Asunto: Istria
¡Ah!, por cierto: en una semana y dos días vuelve Bernhard de Japón. Y en una semana y cuatro días nos vamos de vacaciones a Istria con los niños. Si tienes pensado verme antes para decírmelo todo, haz el favor de ser puntual con tu agenda.
Te desea una semana de éxito,
Emmi
Seis días después
Asunto: Va siendo hora
Hola, Leo.
Mañana se cumple una semana. ¿Qué pasa con TODO? ¿Dónde está TODO? ¿Qué es TODO?
Un día después
Asunto: Todo (acabó)
Querida Emmi:
Pamela y yo hemos terminado. Ella se marcha sola a Boston el lunes. Eso es TODO.
Diez minutos después
Re:
Querido Leo:
Es mucho, lo admito. Pero no puede haber sido TODO. No puede HABER SIDO todo de repente. No me lo creo. ¡Ánimo! ¿Quieres que nos veamos? ¿Quieres desahogarte hablando y llorando? A partir de este momento estoy a tu disposición, por así decir, las veinticuatro horas, y durante dos días enteros. Si quieres verme, veámonos. Si no sabes si deberías verme, veámonos. Si no sabes si no quieres ver a nadie, debes verme a mí. Sólo si estás seguro de que no sabes si sería bueno para ti que nos viéramos, porque no puedes saberlo, no nos veamos. O sí, ¡veámonos también! Bueno. Basta ya. No quería ofrecerme con más discreción. No puedo ofrecerme con menos discreción. Y nunca más volveré a ofrecerme con tan poca discreción. ¡De verdad!
Quince minutos después
Fw:
Querida Emmi:
Dentro de unas pocas horas estaré en un tren con rumbo a Hamburgo. Voy a visitar a mi hermana Adrienne y me quedo con ella hasta el martes. Tú te marchas con tu familia a Croacia el miércoles, ¿no es así? Pues entonces es probable que no nos veamos hasta que vuelvas. Sé que te mueres por saber qué ha pasado, Emmi. Estás en tu derecho. Y yo tengo necesidad de contártelo. ¡De verdad! Lo sabrás, en todas sus facetas, te lo prometo. Esperemos a Hamburgo y Croacia. Tengo que ver las cosas más claras. Necesito distancia (de Pamela y de mí mismo). De ti no, Emmi. Créeme, ¡de ti no!
Ocho minutos después
Re:
De todos modos tu distancia respecto a mí no podría ser mayor, querido mío. ¡Me vuelves loca con tus eternas dilaciones, negativas, promesas y lacónicos cambios de opinión, Leo! Es probable que, cuando yo regrese de Istria, tú anuncies tu compromiso con «Pam». Y por desgracia aún no podrás contarme ninguna «faceta» de esa decisión. Primero tendrás que «ver las cosas más claras». ¡No puedo más, Leo! No te enfades, pero sea lo que sea que estés esperando esta vez para decirme algo con fundamento sobre ti, yo ya no espero más contigo. Desde que te conozco estoy esperando. En estos últimos dos años y medio he esperado tres veces más que en los treinta y tres anteriores. ¡Si por lo menos en algún momento hubiese sabido qué esperaba…! Me he hartado de esperar. Definitivamente he terminado de esperar. ¡Lo siento! (Bueno, ya puedes volver a guardar silencio y estar enfurruñado.)
Un minuto después
Fw:
No, Emmi, no guardo silencio ni estoy enfurruñado. Me marcho a Hamburgo. Y volveré. Y te escribiré. Y no anunciaré ningún compromiso.
Un abrazo,
Leo
Cinco días después
Asunto: Despedida de Pamela
Buenos días, querida Emmi.
¡Saludos del ático 15 al Mediterráneo! Estoy de vuelta. He vuelto. He vuelto a ser yo. Estoy sentado frente a mi ordenador portátil en la terraza. A mis espaldas: uno de esos pisos de hombre, enteramente desnudos, que acaban de ser abandonados por una mujer.
Ayer hablé por teléfono con Pamela. Llegó bien, en Boston está lloviendo. Es asombroso, ya podemos volver a hablar, con asperezas, por cierto, con la garganta seca, con dificultades para tragar, con sonidos de ahogo, rechinando los dientes, pero podemos hablar. Hace apenas una semana realizamos la hazaña de dejarnos al unísono, sin previo aviso y sin mencionar los motivos. Yo inicié: «Pamela, creo que deberíamos…». Pamela completó: «… romper. Tienes razón».
Quedamos en paz, fracasamos juntos, de un modo rotundo, elegante, perfecto, «sincronizado». Nos enseñamos nuestras decepciones, las amontonamos y las repartimos de manera equitativa. Cada uno tomó su mitad. Así fue como nos separamos.
Al despedirnos, nos abrazamos, nos besamos y nos dimos una palmada en el hombro. De ese modo, sin decirlo, nos dimos «nuestro más sincero pésame». Los dos lloramos, porque nos conmovían las lágrimas del otro. Fue como un entierro, como si hubiésemos perdido un pariente común. ¡Y lo perdimos! Sólo que lo conocíamos por distintos nombres. Para Pamela se llamaba confianza, para mí, ilusión. (Continuará, enviaré esto y me haré un café. ¡Hasta ahora!)
Diez segundos después
Asunto: Aviso de ausencia
EN ESTE MOMENTO ESTOY DE VACACIONES Y NO VOLVERÉ A ACCEDER A MIS MENSAJES HASTA EL 23 DE JULIO.
SALUDOS CORDIALES,
EMMI ROTHNER
Treinta minutos después
Fw:
Ya contaba con eso, Emmi. ¡Y está muy bien! No tengo idea de si quieres escuchar esto. No lo sabré antes de una semana y media. Así pues, por una vez empezaré de más lejos sin inhibiciones, querida mía: Pamela era la primera mujer que no me recordaba a ti, a la que yo no comparaba contigo, que no tenía nada de ti, de mi ideal virtual, y no obstante me atraía. La vi y supe que debía enamorarme de ella. Ésa fue mi conclusión errónea, mi decisión equivocada: el «deber», el plan, la intención, mi esfuerzo perentorio. Me animaba el deseo de amarla. Vivía sólo para eso. Hice todo lo posible para amarla hasta el final. Salvo una cosa: nunca me cuestioné si la amaba.
Con Pamela hubo tres etapas. Cuatro meses en Boston: ése fue mi mejor momento con ella, fue MI momento con ella, no quiero borrar ninguno de aquellos días. Cuando volví de Estados Unidos el verano pasado, tú estabas ahí, Emmi. Otra vez, todavía: ¡TÚ! Mis armarios repletos de emociones cuidadosamente guardadas. Qué ingenuo fui al pensar que podían haber desaparecido por sí solos. Pronto me recordaste que no había final sin principio. Nos encontramos. Te vi. ¡TE VI! ¿Qué iba a decirte entonces? ¿Qué decir ahora? Me encontraba en la segunda etapa con Pamela: una relación a distancia, interrumpida por excitantes viajes de exploración y ataques de vehemente deseo de una pareja permanente, completamente normal, que va a comprar pan y leche y cambia la bolsa del aspirador. ¿Cómo pasaba el tiempo mientras esperaba mi futuro? Contigo, Emmi. ¿Con quién cohabitaba entretanto fuera del espacio? Contigo, Emmi. ¿Con quién vivía en lo más recóndito de mi alma? Contigo, Emmi. Siempre contigo nada más. Y encima mis más bellas fantasías tenían ahora un rostro. Tu rostro. Luego vino Pamela a quedarse. Tercera etapa. Pulsé el interruptor principal de mi cabeza: Emmi apagada, Pamela encendida. Difícil empresa. Plena concentración en la «mujer de mi vida», la elegida, a la que había que amar. «Ilusión de todo» aplicada. Tú habías pronunciado la palabra clave, yo creí que podría llegar más lejos que Bernhard y tú con vuestro «matrimonio de conveniencia». Quizá tan sólo quería demostrártelo a ti. Me esforcé al máximo por hacer feliz a Pamela. Al principio, ella se sentía halagada y protegida. A mí también me hacía bien, fue una hábil maniobra de distracción, una sensata terapia ocupacional: sobre todo, nada de hacer examen de conciencia, nada de estar mucho con Emmi. Cada mensaje personal, cada profundo pensamiento dirigido a ti debía justificarse y compensarse con un gesto de afecto hacia Pamela. Así tranquilizaba mi conciencia. Pues bien, ella no se dejó impresionar mucho tiempo por mi exceso de demostraciones de amor. Pronto se sintió molesta, agobiada, entre la espada y la pared. Necesitaba libertad, una salida, un refugio con la ventaja de jugar en campo propio. Para eso había un solo sitio posible: Boston. Yo lo vi como la última oportunidad para hacer realidad mi ilusión.