Emmi.
A la tarde siguiente
Asunto: ???
Hola, Emmi.
Mi pregunta de hoy es: «¿Por qué no escribes?».
Diez minutos después
Re:
Hola, Leo.
Mi respuesta —natural y sencilla— de hoy es: «Lee tu mensaje de anoche sobre las buenas parejas y sabrás por qué no escribo».
Quince minutos después
Asunto: Pregunta del día
De acuerdo, acabemos esto de una vez. Mi pregunta es: «Si no voy descaminada al suponer que no quieres que “Pam” me caiga bien y que no me das ninguna oportunidad de mirar con buenos ojos vuestra pareja, de lo contrario no me ofrecerías una imagen de vosotros ante la cual no puedo menos que introducirme en la pantalla y exclamar con fervor: ¡pfffffffffffff!, qué ¡horror! Les gusta la misma música, los mismos libros, las mismas películas, las mismas comidas y los mismos cuadros, tienen la misma ideología, el mismo sentido del humor o, peor aún, falta de humor. ¡Pfffffffffff! Es posible que en unas pocas semanas ya se pongan los mismos calcetines de rayas celestes y blancas para ir al campo de golf a practicar el primer golpe sincronizado. Pero mira tú: nunca, nunca, nunca se aburren juntos. Increíble, ¿cómo lo harán? Se me duerme la cara de sólo escuchar a Leo describiendo su buena pareja con «Pam». (¿Has entendido mi pregunta? Estaba más bien al principio.)
Veinte minutos después
Fw:
Desahógate con tus burlas y tu cinismo, Emmi. Nunca he dicho que yo fuera un hombre interesante. Si se te duerme la cara con mis descripciones, por lo menos alguna parte de ti tendrá un momento de descanso, lo cual sin duda te hará bien para la tensión. Un pequeño comentario, Emmi, pídele a tu terapeuta que te lo confirme: es sumamente contraproducente y también un poco mediocre dejar escapar el tren de un hombre (ésas fueron tus palabras), para luego poner por los suelos a la mujer que va sentada con él en el nuevo compartimento. Jamás podrás alejarme de ella de ese modo; por el contrario, le haces propaganda. Con lo cual paso a responder tu pregunta, que por poco se pierde en una lluvia de emociones: no está en mis manos que tú mires o no «con buenos ojos» mi «pareja», Emmi. A mí me gustaría que lo hicieras. Pero si prefieres no hacerlo, no lo hagas. Podré soportarlo. En todo caso, si en algún momento mi pareja con Pamela se deteriora o fracasa, estoy completamente seguro de que no será porque tú no la mirabas con buenos ojos, Emmi.
Que termines bien la tarde,
Leo
Diez minutos después
Re:
¡Qué malo, Leo! Cuando yo soy cínica, sólo soy cínica. Cuando tú eres cínico, eres rematadamente malo. Por cierto: YO no dejé escapar tu tren, amigo mío. Lo que escribí una vez fue: «Perdimos nuestro tren». No es lo mismo. Tú lo presentas como si yo hubiese rechazado tu tren y te hubiera destinado a la condenación eterna. (¡No me refiero a «Pam»!) Y los dos renunciamos a nuestro tren, Leo, fue un profesional trabajo en equipo tras largos meses de duro entrenamiento desaprovechando estaciones. Haz el favor de tenerlo presente. Buenas noches.
Tres minutos después
Re:
Y perdona por lo de los calcetines de rayas. Ha sido una canallada.
Un minuto después
Fw:
Pero te ha hecho gracia.
Veinte segundos después
Re:
¡Sí, muchísima!
Treinta segundos después
Fw:
Entonces ha cumplido su objetivo. ¡Que duermas bien, querida burlona!
Veinte segundos después
Re:
¡Tú también, querido consentidor de burlas! Eso es lo que más aprecio de ti: que no tomes a mal las bromas, aunque te las gasten a ti.
Cuarenta segundos después
Fw:
Es que me gusta verte reír. Y nada parece divertirte tanto como gastarme bromas a mí.
Treinta segundos después
Re:
¡Oye, Leo, que a mí me gustan los calcetines de rayas! Seguramente estarás muy mono con ellos. Parecerás más ingenuo de lo habitual.
¡Buenas noches!
Al día siguiente
Asunto: Mi pregunta
Querida Emmi:
Mi pregunta de hoy es:
«¿Cómo siguen las cosas entre tú y Bernhard?».
Cinco minutos después
Re:
¡No, Leo! ¿Es necesario?
Siete horas después
Asunto: Bernhard
Bueno, está bien. Para Pascua se irá una semana conmigo, sin los niños, a las Islas Canarias, a La Gomera. Subrayo:
él se va conmigo, no yo con él
. Aunque es probable que lo acompañe. Lo dejaré hacer. Me parece valiente de su parte. No tiene nada que esperar, pero lo espera todo. Cree en la reconquista de mis sentimientos, en el retorno del gran amor, rodeado de arena, sal, bronceador y piedras. Pues nada. A lo mejor hago un curso de vela.
Cinco minutos después
Fw:
¿Eso significa que le darás otra oportunidad a vuestro matrimonio?
Tres minutos después
Re:
¡Disciplina, querido Leo! ¡Una sola pregunta al día!
Dos minutos después
Fw:
Está bien, te la vuelvo a hacer mañana. ¿Y qué hay de tu pregunta?
Cuatro minutos después
Re:
Me la guardo para la sesión de noche. Ya he visto el «lugar del crimen» de hoy.
Cinco horas después
Asunto: Mi pregunta
He aquí mi pregunta: «¿Aún lo notas?».
Dos horas después
Re:
Querido Leo:
¡Hay que contestar todas las preguntas!
Dos horas después
Re:
¡Cobarde! Podrías haber admitido sin miedo que no sabes qué es lo que deberías notar. Por lo menos eso habría sido una refinada perífrasis para decir que ya no lo notas. Pues si lo notaras, sabrías qué es. Consuélate: no lo daba por descontado. Es tarde, me voy a dormir. Buenas noches. Siete veces más que nos levantemos y habremos acabado.
Emmi
Veinte minutos después
Asunto: ¡Desde luego!
Hola, Emmi.
Acabo de volver a casa. Respecto a tu pregunta: «Sí, desde luego, aún lo noto».
Buenas noches,
Leo
Tres minutos después
Re:
¡Alto, Leo! Me he desvelado (de golpe) y lamento tener que comunicarte que no puedes irte a dormir así, a hurtadillas, ni siquiera a estas horas. ¡No te lo permito, va contra el reglamento! «Sí, desde luego, aún lo noto» es lo mismo que no decir nada, no es una respuesta, ni siquiera una evasiva. No me has dado ningún indicio de que sabes qué deberías notar. Es probable que no sea más que un farol para que te deje en paz. Pero lo siento, querido mío: ¡todavía me debes una auténtica respuesta!
Quince minutos después
Fw:
Mi respuesta ha sido tan críptica como tu pregunta, querida Emmi. No «lo» has llamado por su nombre, porque querías ponerme a prueba para ver si yo recordaba qué era. Yo no «lo» he llamado por su nombre, porque quería ponerte a prueba para ver si te fiabas (y no te has fiado) de que sé de qué hablo, en qué pienso y qué siento cuando pienso en ti. Por ejemplo: de «eso». Sí, sigo notándolo. A veces con más intensidad, a veces con menos. A veces tengo que descubrirlo primero con la yema del dedo corazón. A veces lo acaricio con el pulgar de la otra mano. Por lo general se hace sentir por sí solo. Por más agua que le eche, no se borra, reaparece una y otra vez. A veces me hace cosquillas, entonces es probable que luego me escribas un mensaje cínico. Y a veces me duele de veras, entonces te echo de menos, Emmi, y desearía que todo hubiese sido distinto. Pero no quiero ser desagradecido. «Lo» tengo, tengo tu punto de contacto en el centro de la palma de mi mano. Allí se concentran todos los recuerdos y los deseos. En ese punto se reúne el equipo completo de Emmi, con todos los accesorios imaginables, para Leo Leike, el hombre exigente que contempla el paisaje anhelado que se extiende a lo lejos. ¡Buenas noches!
Siete minutos después
Re:
Gracias, Leo. ¡Muy bonito! En este momento me gustaría estar contigo.
Un minuto después
Fw:
¡Lo estás!
Al día siguiente
Asunto: Mi pregunta
Hola, Emmi.
Como ya te había anunciado, reitero mi pregunta de ayer:
«¿Le darás otra oportunidad a vuestro matrimonio?».
Dos horas después
Re:
¡Interesante, muy interesante! Después del romántico Leo de noche, capaz de hablar de manera tan, tan, tan cautivadora sobre puntos de contacto, ahora vuelve el sobrio Leo de día, el padre espiritual del correo electrónico, que lucha por las relaciones de sus confidentes como si tuviera una participación en los beneficios. Mmm… Pues intercalaré mi pregunta, que es la siguiente: «En los primeros mensajes después de reembarcarme en mi relación epistolar con Leo, te conté que había hablado mucho de ti, de nosotros, con Bernhard. ¿Por qué no me preguntas de qué hablamos? ¿Por qué siempre quieres considerar a Bernhard aislado de ti? ¿Por qué no comprendes que mi relación con él tiene que ver con mi relación contigo?» (¡Y no me vayas a decir que son tres preguntas! Son tres signos de interrogación, pero es una única pregunta.)
Tres horas después
Fw:
Querida Emmi:
No quiero que hables de mí con Bernhard, por lo menos no quiero saber nada al respecto. No pertenezco a vuestra familia ni a vuestro grupo de amigos. Me niego a admitir que tu relación con él tiene algo que ver con tu relación conmigo. ¡Me niego a hacerlo! Nunca he querido luchar contra él. Nunca he querido suplantarlo. Nunca he querido meterme en vuestra vida conyugal. No quería quitarle a tu marido nada de ti. Y, a la inversa, no soporto pensar que no he sido ni soy para ti nada más que el complemento de Bernhard. Para mí, desde el principio, siempre ha sido o «lo uno» o «lo otro». Vale decir: desde que tú misma dijiste que estabas «felizmente casada», la verdad es que para mí ya sólo fue «lo otro».
Que pases una buena tarde,
Leo
Veinte minutos después
Re:
Como excepción, una réplica:
1) ¿O sea que llevas ya dos años de «lo otro»? Pero «lo otro» puede virar mucho hacia «lo uno». Si siendo «lo otro», ya puedes ser tan «lo uno», ¿hasta qué punto serías «lo uno» si fueses «lo uno»?
2) Escribes: «No quería quitarle a tu marido nada de ti». ¿Lo ves, Leo? Es precisamente ese enfoque ultraconservador lo que me ofende. Así me degradas. Yo no soy una mercancía que le pertenece a uno y por tanto no puede pasar a ser propiedad del otro. YO ME PERTENEZCO A MÍ MISMA, Leo, a mí y a nadie más. No soy algo que le puedas «quitar» a nadie, y ningún marido del mundo puede «quedarse» conmigo. Sólo YO me quedo y me quito. Algunas veces también me doy. Y otras veces me entrego. Pero sólo raras veces. Y no a cualquiera.
3) Sigues obsesionado con la expresión «felizmente casada». ¿Has olvidado mi evolución en este último año? ¿No la he comentado lo suficiente? ¿No estoy aludiendo a ella todo el tiempo?
4) Con lo cual paso a responder tu ferviente pregunta sostenida por una esperanza arraigadamente católica: «¿Le darás otra oportunidad a vuestro matrimonio?». ¿Que si le daré otra oportunidad a nuestro matrimonio? ¡Tengo una buena respuesta para darte, querido mío! Pero me la reservo por un tiempo. Por hoy sólo quiero que quede clara una cosa: ¡maldita sea!, Leo, la institución del matrimonio no me importa demasiado. No es más que una estructura a la que los interesados creen poder aferrarse cuando pierden el equilibrio. Lo que cuenta son las personas. Bernhard me parece importante. Bernhard y los niños. Lo considero un deber, incluso ahora. Ya veremos si implica «oportunidades para el futuro».
5) ¡¡¡Y para mañana te pido una pregunta más picante!!! Sólo nos quedan seis noches, querido mío.
6) Que pases una buena tarde. Me voy al cine.
A la tarde siguiente
Asunto: De acuerdo, picante
Hola, Emmi.
Mi pregunta es: «¿Qué tal te fue en el cine?, ¿qué película viste?». No, era una broma. Mi verdadera pregunta es:
«¿Piensas a veces en tener sexo conmigo?».
Diez minutos después
Re:
¡Oh, gracias, Leo! Lo has hecho por mí, ¿verdad? Sabes bien cómo me alucinan estas preguntas. Por desgracia, son cosas que a ti sólo te preocupan cuando estás en compañía mental de tus amigos de Bordeaux. Pero, Leo, me alegra de veras que hagas como si el sexo no fuera un tema tabú entre nosotros cuando estamos sobrios. Por eso te mereces una respuesta sincera: «¡No, no pienso A VECES en tener sexo contigo!». Me gustaría hacerte la misma pregunta, pero curiosamente se interfiere «Pam», tu amiga sincronizada que llega dentro de poco. Y en asuntos sexuales sigo el ejemplo de mi corresponsal, el conservador social Leo Leike, alias O Lo Uno O Lo Otro.
Un besito,
Emmi
Treinta minutos después
Asunto: Pamela
Es curioso. Tú escribes una vez la palabra «sexo», probablemente en calcetines de rayas, y de inmediato necesito dos
whiskys
. Por desgracia hoy no puedo ofrecerte una pregunta tan seductora. La mía es: «¿Qué sabe Pamela de nosotros?» (Habrás notado que he escrito «Pamela», de modo que te solicito una respuesta seria.)
Un minuto después
Fw:
¡Nada!
Dos minutos después
Re:
¿De veras nada? ¡Eso es muy poco para ser serio!
Diez minutos después
Sin asunto
Querido Leo:
Supongo que estaremos de acuerdo en que «nada» no puede haber sido todo, quiero decir, toda la respuesta. Mi pregunta debía interpretarse como que yo quería saber porqué «Pam» sabe lo que sabe de nosotros, y en caso de no saber nada, por qué no sabe nada. Desde luego, porque tú no le has contado nada. Pero ¿por qué? Esta es mi pregunta de hoy. (¡No, la de mañana no, la de hoy!) Y te lo advierto: si no me entregas voluntariamente la respuesta, voy volando al ático 15 y me la traigo. ¡La necesito! ¡Necesito saberlo! ¡Tengo que contárselo mañana por la mañana a mi terapeuta!
Un minuto después
Fw:
¡Es como si te estuviera viendo, Emmi! Cuando (me) exiges algo con esa urgencia, se descorre el velo de tus ojos y las pupilas se convierten en flechas de color amarillo verdoso. Podrías acuchillar a alguien con tu mirada.
Cuarenta segundos después
Re:
¡Buena observación! Y antes de tomar impulso para saltarte al cuello mostrando los dientes, voy a parpadear tres veces. Una. Dos. Dos y un cuarto. Dos y media… ¡Estoy esperando, Leo!