Nunca habíamos estado tan cerca y al mismo tiempo tan lejos.
¿Ya conoces a Emmi Rothner y a Leo Leike? Entonces es que has leído
Contra el viento del norte
, la inusual historia de amor en que dos personas que jamás se han visto se enamoran perdidamente por e-mail. ¿Opinas que los enamorados se merecían verse personalmente, aunque fuera sólo una vez? Comienza a leer
Cada siete olas
.
¿Te dispones a abrir este libro sin conocer
Contra el viento del norte
? Aquí tienes el equipaje necesario: Leo Leike vuelve de Boston tras poco menos de un año. En casa lo esperan noticias de Emmi Rothner. Ambos se dan cuenta de que sus sentimientos no han cambiado y piensan que quizá deberían verse una vez en persona. Pero Leo ha empezado una relación y Emmi sigue casada…
Daniel Glattauer
Cada siete olas
Segunda parte
ePUB v1.3
Mística13.02.12
Título original:
Alie sieben Wellen
Traducción: Macarena González
Tres semanas después
Asunto: Hola
Hola
Diez segundos después
Fw:
AVISO DE CAMBIO DE DIRECCIÓN. EL DESTINATARIO YA NO PUEDE ACCEDER A SU CORREO. LOS MENSAJES NUEVOS SE BORRARAN AUTOMÁTICAMENTE DE LA BANDEJA DE ENTRADA. EN CASO DE DUDA CONSULTE CON EL ADMINISTRADOR DEL SISTEMA.
Medio año después
Sin asunto
¡Hola!
Diez segundos después
Fw:
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Treinta segundos después
Re:
¿Es que esto no acabará nunca?
Diez segundos después
Fw:
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Tres días después
Asunto: Duda
Buenas noches, señor administrador del sistema. ¿Qué es de su vida? Qué marzo más fresco, ¿no? Pero me parece que, después de un invierno tan templado, no nos podemos quejar. ¡Ah!, ya que está usted aquí, tengo una duda. Tenemos un conocido en común. Leo Leike, se llama. Por desgracia he perdido su actual dirección de correo electrónico. ¿Sería usted tan amable de…? Gracias.
Un afectuoso saludo virtual,
Emmi Rothner
Diez segundos después
Fw:
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Treinta segundos después
Re:
¿Me permite una pequeña crítica? Es usted un poco monótono.
Le desea un buen turno de noche,
Emmi Rothner
Diez segundos después
Fw:
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Cuatro días después
Asunto: Sólo tres preguntas
Señor administrador del sistema:
Para ser francos, me encuentro en un apuro. Necesito la dirección actual del señor «Usuario» Leo Leike. ¡La necesito de verdad! Debo formularle CON URGENCIA tres preguntas: 1) ¿sigue vivo?, 2) ¿sigue viviendo en Boston?, 3) ¿ha entablado una nueva relación por correo electrónico? Si es verdad 1), le disculparía 2). Pero jamás podría perdonarle 3). En este medio año puede haber hecho quince nuevos intentos con Marlene, puede haberla hecho ir a Boston cada día. Puede haber estado cada noche de juerga en baratos bares de felpa bostonianos, puede haber despertado cada mañana entre los duros pechos de una Barbie bostoniana, rubia y conservadora. Puede haberse casado tres veces y haber tenido trillizos trivitelinos en cada matrimonio. Sólo hay una cosa que no puede haber hecho: NO PUEDE HABERSE ENAMORADO POR ESCRITO DE NINGUNA OTRA MUJER A LA QUE NUNCA HAYA VISTO. ¡Eso no, por favor! Eso debe seguir siendo irrepetible. Necesito tener esa certeza para pasar las noches saliendo medianamente indemne. Por aquí sopla, persistente, el viento del norte.
Querido administrador del sistema, me figuro más o menos lo que va usted a contestarme. De todos modos, lo intentaré: sobrepóngase y dele mi recado a Leo Leike, con quien sin duda se mantiene usted en contacto. Y dígale que me escriba sin miedo. ¡Hágalo! Luego se sentirá mejor. Bueno, ya puede usted volver a rezar su plegaria.
Saludos cordiales,
Emmi Rothner
Diez segundos después
Fw:
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Tres meses y medio después
Asunto: Para reenviar
Hola, Leo.
¿Tienes nuevos inquilinos en el ático 15? Si estás en Boston, te lo advierto: no te sorprendas con la cuenta de electricidad. Ésos dejan la luz encendida toda la noche. Que tengas un buen día y una buena vida,
Emmi
Dos minutos después
Sin asunto
¿Oiga?
Un minuto después
Sin asunto
¡Oiga!, ¿dónde está usted, señor administrador del sistema?
Un minuto después
Sin asunto
¿Debo preocuparme o puedo tener esperanzas?
Once horas después
Asunto: De vuelta de Boston
Querida Emmi:
Tu olfato es asombroso. No hace una semana siquiera que he vuelto al país. Así pues, en lo que a la electricidad se refiere: la consumo yo mismo. Emmi, te deseo… ¡Ah!, ¿qué desearte después de tanto tiempo? Todo sonará bastante trivial. Aunque sea con cinco meses de anticipación, lo mejor será desearte: feliz Navidad y un próspero año nuevo. Espero que te vaya bien, cuando menos el doble de bien que a mí.
Adiós,
Leo
Un día después
Asunto: Desconcertada
¿Qué fue eso? ¿Qué fue eso? Y si fue algo, fuera lo que fuese, ¿fue algo otra vez? No puedo creerlo.
E.
Tres días después
Asunto: Perpleja
Leo, Leo… ¿Qué ha sido de ti? ¿Qué ha hecho Boston de ti?
E.
Un día después
Asunto: En conclusión
Querido Leo:
La impresión que me causas desde hace cinco días es peor que cualquier otra que me hayas causado antes. ¡Y vaya si me has causado malas impresiones! Antes de conocerte no sabía lo malas que pueden llegar a ser las malas impresiones. (Por cierto, buenas también.) Pero ésta aún no la conocía: te importuné.
Vuelves de Boston, activas tu «Outlook», te alegras ante la perspectiva de reconquistar tu patria por télex. Ya llegan los primeros mensajes interesantes de suscriptoras de periódicos equivocadas: material para nuevas aventuras intelectuales con mujeres anónimas. A ver si esta vez hay alguna soltera. Y luego… ¡ah!, ahí te escribe una tal Emmi Rothner. El nombre te suena de algo. ¿No era aquella que por poco te llevas a la cama escribiendo como un experto flautista de Hamelín virtual? ¿La que estuvo a punto de echarse en tus brazos, pero en un último reflejo de racionalidad se mantuvo fatalmente alejada de ti, se te escapó, en el vértigo se libró de ti por los pelos? Pues bien, han pasado nueve meses y medio, hace tiempo que te has olvidado del chasco y de la mujer. Ahora ella da señales de vida, aparece de improviso en tu bandeja de entrada. Le deseas feliz Navidad y un próspero año nuevo en pleno verano, cuando todo está muerto (muy gracioso, Leo, como en tus mejores tiempos). ¡Y adiós! Ella ya ha tenido su oportunidad. Ahora se abren paso otras nuevas. Ella te molesta, te saca de quicio. No hagas caso, Leo. Ya lo dejará. Ya lo deja. Lo deja, ¡te lo aseguro!
Emmi
P. D.: ¿Así que esperas que a mí me vaya «cuando menos el doble de bien» que a ti? Lo siento, Leo. Es cierto que no sé cómo te va a ti, pero a mí me va cuando menos diez veces peor de lo necesario para que pueda irme cuando menos el doble de bien. Claro que eso ya no tiene por qué preocuparte.
P. P. D.: Gracias por haberme escuchado una vez más. Ya puedes volver a mandarme a tu simpático administrador del sistema. Al menos con él puede una hablar tranquila del tiempo.
Una hora después
Fw:
No tendría que haberte contestado, querida Emmi. Ahora te he ofendido (de nuevo). No era mi intención. NUNCA ME HAS IMPORTUNADO
.
Lo sabes. Para eso tendría que importunarme yo mismo, pues tú eres parte de mí. Te llevo siempre conmigo, a través de todos los continentes y todos los estados emocionales, como ideal, como ilusión de lo perfecto, como símbolo supremo del amor. Así estuviste conmigo en Boston casi diez meses, así regresaste conmigo.
Pero entretanto mi vida física ha continuado, Emmi, debía continuar. Estoy intentando formar una pareja. En Boston he conocido a alguien. Aún es demasiado pronto para hablar ya sabes tú de qué. Pero queremos intentarlo. Ella tiene en perspectiva un trabajo aquí, quizá se venga a vivir conmigo.
Aquella espantosa noche en que nuestra «primera y última cita» fracasó tan estrepitosamente por inasistencia, interrumpí de manera brutal nuestra relación virtual. Tú habías tomado una decisión, aunque no hayas querido admitirlo hasta el final, y yo te ayudé a ponerla en práctica. No sé cómo estás ahora con Bernhard, con tu familia. Tampoco quiero saberlo, porque eso no tiene nada que ver con nosotros. Para mí, este largo silencio fue necesario. (Tal vez nunca tendría que haberlo roto.) Fue necesario para preservar nuestra experiencia irrepetible, para conservar toda la vida nuestro entrañable, estrecho e íntimo no encuentro. Lo llevamos al extremo. Era imposible seguir. No hay continuación, tampoco, mejor dicho, menos aún tres trimestres después. ¡Haz el favor de ver las cosas como yo, Emmi! Conservemos lo que fue. Y dejémoslo así; si no, lo destruiremos.
Tuyo,
Leo
Diez minutos después
Re:
Leo, eso ha sido una joya, una exquisitez, dentro de poco llegarás a estar en plena forma: «Es cierto que eres la ilusión de lo perfecto, Emmi, pero ya no quiero tener nada que ver contigo». Comprendo. Comprendo. Comprendo. Mañana sigo. Lo siento, pero no puedo ahorrártelo.
Buenas noches,
Tu I, D. L. P.
Al día siguiente
Asunto: Digno final
De acuerdo, conservaré lo que fue. Lo dejaré así. No lo destruiré. Respetaré tu postura, querido ex amigo por correspondencia, Leo Leike, alias Era Imposible Seguir. Me doy por satisfecha con que quieras guardarme en la memoria a mí y «nuestro asunto». Para ser una «ilusión de lo perfecto», me siento bastante imperfecta y desilusionada, pero por lo menos soy tu «símbolo supremo del amor», aunque por lo visto de otro mundo. Pues con Cindy de Boston (seguro que se llama Cindy, me la imagino susurrándote al oído:
«I’m Cindy
[risita]
but you can call me Cinderella
[risita, risita]»), con Cindy, digo, tal vez no sea posible encontrar los supremos símbolos imaginables del amor, pero sí los terrenales. Éstos es posible encontrarlos y, sobre todo, vivirlos. A mí —para mantener el equilibrio natural de cuerpo y mente— me llevas siempre contigo como «ideal», y desde luego comprendo perfectamente que debas tener cuidado de que yo no te resulte demasiado pesada para no sufrir una hernia de idealismo. De acuerdo, Leo, «nos» quitaré un peso de encima, te lo quitaré a ti y me lo quitaré a mí, ya lo dejo, me retiro de tu vida. Dejo (ahora mismo) de escribirte mensajes. Te lo aseguro.