Dos días después
Asunto: Dime solamente…
a) …si borras mis mensajes sin leerlos.
b) …si los lees y los borras.
c) …si los lees y los guardas.
d) …si no los recibes.
Cinco horas después
Fw:
c
A la mañana siguiente
Asunto: ¡Qué buena elección!
¡Era la mejor opción, Leo! ¡Y con qué detalle eres capaz de describirla, justificarla y desarrollarla! Esto…, ¿te ha dado un calambre con tendovaginitis en la muñeca de tanto escribir o piensas añadir algo más? Cordiales saludos, Emmi
Dos días después
Asunto: Análisis de la «c»
Hola, Leo.
Desde luego no ignorabas hasta qué punto tu primera y única donación de letras en dieciséis semanas haría volar mi imaginación. ¿Qué habrá querido expresar con su respuesta el psicólogo del lenguaje Leo Leike?
a) ¿Quería obtener un puesto en mi libro personal de sus récords con la señal de vida más breve jamás dada por escrito?
b) ¿Le fascinaba la idea de que la destinataria de la «c» se pasara una hora cavilando con su psicoterapeuta acerca de la diferencia entre una «c» con punto, una «c» con paréntesis y una «c» desnuda, al natural, como Leike la trajo al mundo?
c) ¿Quería contestarme de un modo perfeccionista y minimalista para (nuevamente) hacerse el interesante en mayor grado de lo que parecía exigir la situación?
d) ¿O tan sólo le importaba el contenido? ¿Lo que quería decir era: «Sí, leo los mensajes de Emmi, hasta los sigo guardando, pero he dejado de escribirle definitivamente. Y soy lo bastante amable para comunicárselo. Pongo un signo, un signo famélico, el más pequeño posible, pero al fin y al cabo… un signo. Le envío una anilla a la que le falta un bocado»? ¿Era eso?
En espera de otra letra,
Emmi
Tres horas después
Fw:
Te contesto con otra pregunta, querida Emmi: cuando tú dices definitivamente FIN (como lo hiciste hace dieciséis semanas, al día siguiente, quizá todavía recuerdes al día siguiente de qué), ¿qué quieres decir?
a) ¿FIN?
b) ¿FIN?
c) ¿FIN?
d) ¿FIN?
¿Y por qué no te atienes a a), ni a b), ni a c), ni a d)?
Treinta minutos después
Re:
1) Porque me gusta escribir.
2) De acuerdo: porque me gusta escribirTE.
3) Porque mi terapeuta dice que me hace bien, y ella debe de saberlo, para algo ha estudiado.
4) Porque tenía curiosidad por saber cuánto aguantarías sin contestarme.
5) Porque tenía aún más curiosidad por saber cuál sería la respuesta (lo admito: lo de la «c» nunca se me habría ocurrido).
6) Porque tenía y tengo aún más curiosidad por saber cómo estás.
7) Porque tanta curiosidad volcada hacia fuera mejora el clima, el clima de mi nuevo, estéril, pelado y minúsculo piso, con el piano mudo y las paredes vacías que no dejan de asediarme con preguntas desconcertadas. Un piso que de golpe me hizo retroceder quince años, sin por ello haberme vuelto quince años más joven. Ahora me encuentro de nuevo abajo, con treinta y cinco años, en la escalera de una de veinte. Ahora se trata de volver a subir todos los peldaños.
8) ¿Dónde estábamos? ¡Ah, sí! En el «fin», por qué no me atengo al «fin» cuando digo «fin»: porque hoy veo ciertas cosas de manera algo distinta que hace dieciséis semanas, menos definitivas.
9) Porque, después de todo, fin no es lo mismo que fin, ni que fin, ni que fin, Leo. Porque al fin y al cabo todo fin también es un principio.
Que termines bien la tarde. ¡Y gracias por escribirme! Emmi
Diez minutos después
Fw:
¿Te fuiste de casa, Emmi? ¿Te separaste de Bernhard?
Dos minutos después
Re:
Me cambié de casa, me alejé un poco. Me distancié de Bernhard. Ahora tenemos más o menos la distancia que corresponde a nuestra relación de los últimos dos años. Procuro que los niños no sufran. Quiero seguir estando ahí siempre que me necesiten. Para Jonas la nueva situación es terrible. Deberías ver su mirada cuando me pregunta:
—¿Por qué ya no duermes en casa?
—De momento, papá y yo no nos llevamos muy bien —le contesto.
—Pero por la noche da igual.
—No cuando sólo hay una delgada pared de por medio.
—Entonces te cambio la habitación. A mí no me molesta tener una delgada pared de por medio con papá… ¿Qué decir a eso?
Bernhard reconoce sus errores y omisiones. Le da vergüenza. Está arrepentido, deprimido, hecho polvo. Él intenta salvar lo que aún se puede salvar. Yo intento averiguar si aún queda algo por salvar. Hemos hablado mucho en estos últimos meses, unos años tarde por desgracia. Por primera vez hemos mirado lo que había tras la fachada de nuestra relación: todo estaba mohoso y desolado. Nunca lo cuidamos, ni lo limpiamos, ni lo aireamos, todo estaba en mal estado, con grandes daños. ¿Será posible repararlo? También hemos hablado mucho de ti, Leo. Pero eso sólo te lo contaré si deseas saberlo. (Y como desde luego querrás saberlo, seguiremos en contacto por correo electrónico. ¡Ése es mi plan!) No quiero importunarte, pero mi terapeuta está convencida de que me haces bien. Me dice: «No entiendo por qué me paga sesiones tan caras. Con su Leo Leike le saldría todo gratis, así que haga el favor de esforzarse por él». Así que hago el favor de esforzarme por ti, querido Leo. Y tú estás cordialmente invitado a esforzarte un poco por mí. Buenas noches.
A la tarde siguiente
Sin asunto
Querida Emmi:
Me honra que tu psicoterapeuta me crea capaz de sustituirla. (Por cierto que «gratis» sería demasiado barato, pero te haría un buen precio.) Y, desde luego, me alegro de que en todo caso esté convencida de que te hago bien. Pero hazme el favor de preguntarle si puede asegurarme que TÚ también me haces bien a mí.
Un abrazo,
Leo
Una hora después
Re:
Ella sólo piensa en mi bienestar, no en el tuyo, querido Leo. Si no sabes lo que es bueno para ti y quieres saberlo, tienes que buscarte tu propio terapeuta. Por cierto, si yo fuera muy importante para ti, probablemente te resultaría demasiado costoso. Que pases una buena tarde, Emmi
P. D.: Esto…, me muero de ganas de saber cómo estás, Leo. ¿Te importaría contarme alguna cosilla? ¿No podrías darme por lo menos algún indicio? ¡¡Por favor!!
Media hora después
Fw:
Primer indicio: llevo tres semanas resfriado. Segundo indicio: estaré solo nada más tres semanas. Explicación del segundo indicio: viene Pamela («Pam»). A quedarse.
Diez minutos después
Re:
¡Oh, qué sorpresa! ¡Enhorabuena, Leo, te lo mereces! (Me refiero a «Pam», por supuesto, no al resfriado.) Saludos, Emmi
Cinco minutos después
Fw:
Eso me trae a la memoria aquella pregunta que nos hicimos hace unos meses y nunca hemos respondido: ¿cambió algo para nosotros después de nuestra cita? Por mi parte: ¡sí! Desde que imagino tu cara mientras leo tus líneas, puedo reconocer mucho más rápido de qué humor estás cuando me escribes y qué significan realmente tus palabras cuando sin duda significan algo muy distinto de lo que parece. Imagino tus labios dejando salir las palabras. Imagino tus pupilas veladas comentando el suceso. Hace un momento has escrito: «¡Oh, qué sorpresa! ¡Enhorabuena, Leo, te lo mereces!».
Lo que has querido decir es: «¡Oh, qué desilusión! Pero la culpa es tuya, Leo, por lo visto no te mereces nada mejor». Entre paréntesis añades luego a modo de broma: «Me refiero a «Pam», por supuesto, no al resfriado».
Estás queriendo decir, furiosa: «¡Siempre es mejor un resfriado de tres semanas que esa “Pam” por tiempo indefinido!». ¿Verdad?
Tres minutos después
Re:
No, Leo, puede que a veces esté enfadada, pero no furiosa. Estoy convencida de que «Pam» es una mujer interesante y de que te hace bien, mejor que la alergia al polen. ¿Me envías una foto suya?
Un minuto después
Fw:
No, Emmi.
Treinta segundos después
Re:
¿Por qué no?
Dos minutos después
Fw:
Porque no sé para qué podría servirte. Porque para ti es absolutamente irrelevante su aspecto. Porque no quiero que te compares con ella. Porque estoy cansado. Porque ahora me voy a dormir. Buenas noches, Emmi.
Un minuto después
Re:
Escribes en un tono testarudo e irritado. ¿Por qué?
1) ¿Te saco de quicio?
2) ¿No eres feliz?
3) ¿O es que no tienes ninguna foto de ella?
Veinte segundos después
Fw:
No.
Claro que sí.
Claro que sí.
¡Buenas noches!
A la tarde siguiente
Asunto: Perdón
Perdona si estuve grosero. De momento no estoy en mi mejor etapa. Ya te escribiré.
Un abrazo,
Leo
Dos horas después
Re:
Está bien. Escríbeme cuando vayas a escribirme. No hace falta que estés en tu mejor etapa. Me conformo con la segunda mejor.
Emmi
Tres días después
Asunto: Mi etapa
Querida Emmi:
¿Por qué será que desde hace tres días tengo la sensación —a ratos insoportable— de que esperas con impaciencia que te explique de una vez por qué no estoy en mi mejor etapa?
Saludos,
Leo
Cuatro horas después
Re:
Probablemente tendrás necesidad de explicármelo. Si quieres explicármelo sin falta, explícamelo y no des rodeos.
Diez minutos después
Fw:
¡No, Emmi, no tengo ninguna necesidad de explicártelo! Me resulta imposible explicártelo, porque no puedo explicármelo a mí mismo. Sin embargo, paradójicamente, creo que te debo una explicación. ¿Cómo te explicas eso?
Ocho minutos después
Re:
Ni idea, Leo. Quizá de repente sientas una paranoica necesidad de explicarme tus etapas. (Por cierto, un rasgo completamente nuevo en ti.) Si quieres, le pregunto a mi terapeuta si conoce a algún experto en personas que necesitan explicar etapas. Sólo para que te distiendas: no hace falta que me expliques por qué de momento no estás en tu mejor etapa. De todas maneras ya lo sé.
Tres minutos después
Fw:
Grandioso, Emmi. Entonces ¡explícamelo, por favor!
Veinte minutos después
Re:
Estás nervioso a causa de («…»), está bien, a causa de Pamela. En Boston estuviste invitado en su casa. Después de Boston, ella estuvo invitada en tu casa. O ambos estuvisteis invitados en casa del otro simultánea y alternativamente, por ejemplo en Londres, o como quiera que se llamara el escenario. Pero ahora, al variar la situación geográfica, se modifica también la situación amorosa. Ella viene a tu casa y se queda contigo. La relación a distancia se convierte en una relación próxima. Eso significa: vida cotidiana e interpersonal bajo el mismo techo, en lugar de pensión completa en un hotel romántico. Limpiar las ventanas y colgar las cortinas lavadas, en lugar de contemplar con ojos ardientes el paisaje anhelado que se extiende a lo lejos. Por cierto, ella no sólo viene a tu casa. Viene por ti. Viene para ti. Apuesta por ti. Tú asumes una responsabilidad. Es natural que la idea te estrese. Tienes miedo de la incertidumbre, una sensación de vértigo por que de repente todo pueda ser distinto entre vosotros. Tu inquietud es comprensible y justificada, Leo. Es imposible que de momento estés en tu «mejor etapa». ¿Qué quedaría entonces para la siguiente etapa, para el periodo de tu vida que está a punto de comenzar? Estoy convencida: ¡ya lo arreglaréis!
Un abrazo, que tengas una buena tarde,
Emmi
Siete horas después
Asunto: Querido diario
Hola, Emmi.
Ya debes de estar durmiendo. Son las dos o las tres, calculo. Últimamente no bebo nada de alcohol, por eso me sienta mal. Ésta es mi tercera copa y lo veo todo borroso. De acuerdo, es una copa grande, lo admito. El vino tiene 13,5% de alcohol por volumen, lo pone en la etiqueta. Ésos ya están en mi cabeza, el ochenta y seis u ochenta y siete por ciento restante sigue en la botella. Voy a bebérmela, no queda nada de alcohol ahí dentro. Está todo en mi cabeza. Y ésta es la segunda botella, lo admito.
Tengo que decirte algo, Emmi, eres la única mujer a la que le escribo, a la que le escribo como escribo, como soy, como me apetece. En realidad eres mi diario, pero no te quedas callada como un diario. No eres tan paciente. Siempre te entrometes, replicas, me contradices, me confundes. Eres un diario con cara y cuerpo y personalidad. Crees que no te veo, que no te siento. Estás equivocada. Equivocada. Muy equivocada. Cuando te escribo, te traigo muy cerca de mí. Siempre ha sido así. Y desde que te conozco «personalmente», ya sabes, desde que estuvimos sentados frente a frente, desde entonces, por suerte nadie me ha tomado el pulso, desde entonces… Nunca te lo he dicho, no quería decírtelo, ¿para qué? Estás casada, él te ama. Cometió un grave error: calló. La verdad que es el peor de los errores. Pero debes perdonarlo. Tú eres de tu familia, no te lo digo porque sea un conservador social, pues no lo soy, bueno, tal vez un poco, pero no soy conservador. ¿Dónde estábamos? Sí, Emmi, eso es, tú eres de tu familia, porque eres de ella, de la familia. Y yo soy de Pamela, o ella es mía, da igual. No, no, no te enviaré una foto suya. No lo haré, me parece demasiado…, la expondría demasiado, ya me entiendes, ¿por qué iba a hacerlo? Ella no es como tú, Emmi, pero me ama, y hemos decidido ser felices, hacemos buena pareja, tenemos un futuro por delante, créeme. ¿Puedo escribirte esto? ¿Estás enfadada?
Emmi, tú y yo, nosotros dos tendríamos que haberlo dejado hace tiempo. Así es imposible llevar un diario, no hay quien lo aguante. Siempre me miras (tú escribirías: siempre me miras tan, tan, tan…). Y yo veo cómo me miras cuando hablas tan, tan, tan…, ya puedo decir lo que quiera, puedo callar el tiempo que quiera, que tú me miras con tus ojos/palabras. Cada letra tuya me hace un guiño tan, tan, tan… Cada sílaba tiene tu mirada. Emmi, Emmi… Éste ha sido un pésimo invierno. Ninguna feliz Navidad y ningún próspero año nuevo de ninguna Emmi Rothner. De veras pensé que se había acabado. Escribiste fin después de aquella noche. Aquella noche y luego fin. No fin, sino fin, eso fue demasiado. Te di por ida. Todo había desaparecido, ya no quedaba nada. Ningún diario. Ningún día. Fue una época horriblemente vacía, créeme. Pero Pamela me ama, de eso estoy seguro.