Cada siete olas (3 page)

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Authors: Daniel Glattauer

Tags: #Romántico

BOOK: Cada siete olas
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Diez minutos después

Fw:

Lo mejor será que anulemos la cita, amiga mía.

Veinte segundos después

Re:

Sí, anulémosla. Lo mejor será que vuelvas a activar ahora mismo tu aviso de ausencia, amigo mío.

Diez minutos después

Fw:

Es mi culpa. No tendría que haberte respondido cuando volví de Boston.

Un minuto después

Re:

Es mi culpa. No tendría que haberte escrito que en el ático 15 estaba la luz encendida a las tres de la mañana. ¿Qué me interesa a mí tu luz? Por cierto, no sobrestimes demasiado la importancia que tienes para mí: pasaba por allí de casualidad en un taxi.

Dos minutos después

Fw:

Es cierto que mi luz no te interesa en absoluto, pero me pareció muy amable de tu parte que quisieras ahorrar electricidad conmigo. Por cierto, aunque no parezca importante para nuestra situación: desde un taxi no se puede ver si en el ático 15 está la luz encendida o no.

Un minuto después

Re:

Entonces habrá sido un autobús de dos pisos o un avión de hélice. Desde el punto de vista actual, da exactamente lo mismo. ¡Buenas noches!

Siete horas después

Fw:

Por si no acabas de pasar volando de casualidad y de todos modos ya lo has visto: esta noche también hay una luz encendida en el ático 15. No puedo dormir.

Diez minutos después

Asunto: Importante

Déjame explicarte, Emmi.

1) Lo que tú me importas a mí, me importa tanto o más que lo que te importo yo a ti.

2) Precisamente porque me importas tanto, me importa mucho importarte lo más posible.

3) Si no me hubieses importado tanto, me habría dado igual cuánto te importaba yo.

4) Pero de ninguna manera me da igual, eso significa que tú me importas tanto que no puede darme igual cuánto te importo yo.

5) Si supieras lo mucho que me importas, podrías entender por qué no quiero dejar de tener la importancia que tengo para ti.

6) Primera conclusión: por lo visto no sabes cuánto me importas.

7) Segunda conclusión: tal vez ahora lo sepas.

8) Estoy cansado. Buenas noches.

Cuatro horas después

Re:

Buenos días, Leo.

Nadie me había dicho eso antes. Ni creo que nadie se lo haya dicho nunca a nadie. No sólo porque sería imposible formular así (con tanta precisión) una cosa así por segunda vez. Sino porque casi nadie sería capaz de pensar con tanta profundidad emocional. Te lo agradezco muchísimo. ¡¡¡No sabes lo importante que es para mí!!! ¿Hoy, a las dos, en el café Huber?

Una hora después

Fw:

Hoy, a las dos, en el café Huber.

Un minuto después

Re:

Dentro de cuatro horas y veintiséis minutos, pues.

Un minuto después

Fw:

Veinticinco.

Un minuto después

Re:

Veinticuatro.

Cuarenta segundos después

Fw:

¡Y esta vez sí que vendrás!

Cincuenta segundos después

Re:

Pues claro. ¿Y tú?

Dos minutos después

Fw:

Sí, desde luego. No pienso privarnos de nuestro «digno final».

Veinte segundos después

Re:

¿Ese ha sido tu último mensaje?

Veinte segundos después

Fw:

No. ¿Y ése ha sido el último tuyo?

Treinta segundos después

Re:

Tampoco. ¿Estás nervioso?

Veinte segundos después

Fw:

Sí. ¿Tú?

Veinticinco segundos después

Re:

Sí, mucho.

Treinta segundos después

Fw:

Pues no deberías. Soy una persona bastante corriente, no doy muchos motivos para que alguien esté nervioso la primera vez que me ve.

Veinte segundos después

Re:

¡Es demasiado tarde para restringir los daños, Leo! ¿Ese ha sido tu último mensaje?

Treinta segundos después

Fw:

El penúltimo, querida Emmi.

Cuarenta segundos después

Re:

¡Éste es el último mío! Hasta ahora, querido Leo. Bienvenido al terreno desconocido del encuentro.

Capítulo 3

A la tarde del mismo día

Sin asunto

Gracias, Emmi.

Leo

A la mañana del día siguiente

Sin asunto

No hay de qué, Leo.

Emmi

Doce horas después

Asunto: ¿Fue…

… tan terrible?

Dos horas después

Re:

¿Por qué lo preguntas, Leo? Tú sabes cómo fue. Estabas ahí. Estuviste en persona, sentado frente a tu «ilusión de lo perfecto» durante sesenta y siete minutos, de los cuales le sonreíste al menos cincuenta y cuatro. No me pondré a detallar ahora todo lo que encerrabas en esa sonrisa, la lista es demasiado extensa. En todo caso incluía una buena dosis de vergüenza. Pero no, no fue terrible. En realidad, terrible no fue. Espero que andes mejor de la garganta. Como ya te he dicho: pastillas Isla-Mint, preferentemente las de sabor grosella. Y antes de acostarse, gárgaras con salvia.

Que termines bien la tarde,

Emmi

Diez minutos después

Fw:

«En realidad, terrible no fue.» ¿Qué es lo que fue entonces, querida Emmi? ¿Qué es lo que fue en realidad?

Cinco minutos después

Re:

Oye, Leo, ¿desde cuándo eres tú quien plantea las preguntas interesantes? ¿Tú no eras el responsable de las respuestas interesantes? Pues bien: si no fue terrible, ¿qué es lo que fue entonces, querido Leo? Tómate todo el tiempo que necesites. Buenas noches,

Emmi

Tres minutos después

Fw:

¿Cómo es posible que dos Emmis idénticas escriban y hablen en un tono tan distinto?

Cincuenta segundos después

Re:

¡Gracias a un duro entrenamiento, señor psicólogo del lenguaje! Y ahora, que duermas bien, que tengas felices sueños y que respires sin dificultad. Por cierto, lo de «Gracias, Emmi» estuvo flojo, querido Leo. Muy flojo. Muy por debajo de tus posibilidades.

A la tarde del día siguiente

Asunto: El desconocido

Querida Emmi:

Llevo una hora borrando fragmentos de mensajes en los que procuro describir qué me pasó contigo en nuestra cita. Pero no consigo resumir mis impresiones. Diga lo que diga de ti, suena trivial, vacío, «muy por debajo de mis posibilidades». Probaré al revés. Te contaré qué te pasó A TI conmigo en nuestra cita. ¿Me permites, por excepción, emplear tu práctico sistema de puntos? Pues bien:

1) Te molestó que yo estuviera ahí delante de ti.

2) Te asombró que te haya reconocido de inmediato, porque sabías bien que yo no contaba con «esa» Emmi.

3) Te extrañó que te besara en la mejilla como si se tratara de un ceremonial estudiado durante años entre nosotros. (La segunda mejilla me la negaste, lo noté.)

4) Desde el primer instante tuviste la sensación de estar sentada frente a un desconocido que afirmaba ser Leo Leike, aunque no daba pruebas de serlo.

5) Ese desconocido no te pareció nada antipático. Te miraba a los ojos. Abría y cerraba la boca a tiempo. No hablaba de cosas que no venían a cuento. No sentía pánico cuando se hacían silencios largos. No tenía mal aliento ni le temblaban las cejas. Era un interlocutor divertido y agradable, aunque ronco. No obstante, necesitabas consultar una y otra vez ese bonito reloj verde esmeralda, que tuvo la suerte de encontrar una muñeca tan grácil, para saber cuánto tiempo más estarías obligada a simular o, mejor dicho, a que te fuera simulada una intimidad que en el espacio público no existía ni en sus más pequeños matices. Nada en mí te parecía conocido. Nada en mí te era familiar. Nada en mí te conmovía. Nada en mí te recordaba al escritor Leo. Nada del correo electrónico se había transmitido a la mesa del café. Ninguna de tus expectativas se había cumplido, querida Emmi. Y por eso, en lo que al capítulo Leo Leike se refiere, estás bastante… No, «decepcionada» sería exagerado. Desencantada. Desencantada es más acertado: «¿Así que es éste? ¿Así que éste es Leo Leike? Ya. Bien». Eso estarás pensando ahora, ¿verdad?

Una hora después

Re:

Sí, gracias por el cumplido, querido Leo. El reloj verde es muy bonito, hace ya muchos años que lo llevo. Se lo compré a un anticuario serbio en Leipzig. «Marcha bien, tú mirar día, tú mirar noche, siempre la hora justa», me prometió. Y es verdad: siempre que lo he mirado, ha sido la hora justa. Bueno, pues ahora de nuevo es la hora justa.

Un abrazo,

Emmi

Diez minutos después

Fw:

Querida Emmi:

Tu evasiva me parece de lo más elegante, francamente coqueta. Pero ¿no crees que sería leal decirme por qué estás enfadada? Así tendría menos dificultades por la noche, para dormir, ya me entiendes.

Veinte minutos después

Re:

De acuerdo, Leo, a decir verdad me habría interesado más lo que TÚ piensas de mí y lo que TÚ sentiste o debiste de sentir (suponiendo que hayas sentido algo). Aun después de nuestra cita, sigo conociendo mis propias emociones y sensaciones un poquitín mejor que tú. Pero ha sido muy amable de tu parte tomarte la molestia. Buenas noches.

A la tarde siguiente

Asunto: El ausente

Querido Leo:

Ya veo que de momento te pones un poco tenso cuando escribes. Quizá te hayas excedido con tu relajación en la mesa del café. Pero no quiero ser aguafiestas: te diré qué te pasó A TI conmigo en nuestra cita. Pues bien:

1) Estabas tan estupendamente preparado para ser el digno Leo Leike que termina una relación epistolar, perfecto, desenvuelto, galante, seguro y no obstante tan humilde, viniera la Emmi que viniera, que casi daba lo mismo qué Emmi era la que venía.

2) Enhorabuena, Leo, casi no se te notó lo desconcertado que estabas porque yo tenía un aspecto tan diferente de lo que pensabas.

3) Enhorabuena, Leo, casi no se te notó lo mucho que te sorprendió que de repente yo pudiera ser de estatura tan mediana, tan castaña, tan tímida y reservada. (La melancolía, para mayor seguridad, la había dejado en el guardarropa, y había hecho bien.)

4) Enhorabuena, Leo, casi no se te notó lo mucho que te costaba aparcar en mis ojos tus pupilas rodeadas de un transparente color río de montaña, sin perder tu inofensiva y cautelosamente amable sonrisa de «tomo a las Emmis como vienen».

5) Leo, ten por seguro que en un ranking de los cien hombres más simpáticos de una cita a ciegas, con los que la mayoría de todas las Emmis de entre veinte y sesenta años habría quedado sin reservas por segunda vez —cuando menos para todo—, estarías en el
top five
. (Únicamente resta puntos tu beso en la mejilla, algo precipitado en su perfeccionista descuido. La verdad que deberías pulirlo un poco.)

6) Pero ¡lo siento, lo siento, lo siento! Yo no soy la mayoría de las Emmis, sino tan sólo esa única Emmi que en efecto creía haberte conocido «personalmente» e incluso pretendía haberte visto ya en días (¡y noches!) de armarios emocionales abiertos. (Da la casualidad de que la mayoría de esos días también estaban abiertos tus muebles botelleros.)

7) No, querido Leo, no es que no te conociera, ni siquiera me diste la oportunidad de considerarte un desconocido. Es que, salvo tu envoltura externa, no estuviste presente para nada, te escondiste de mí en público.

8) Nuestra cita en siete palabras: yo estuve tímida y tú estuviste reservado. ¿Desencantada? Pues, para ser sincera, un poco. Los dos años anteriores —incluidos los tres trimestres de tu Emmi-gración interna a Boston—fueron bastante más sustanciales. Te mando un beso en la mejilla. Ahora desembalaré mi melancolía y me iré a duchar con ella.

Cuatro horas después

Asunto: ¡Ah, sí!

Por cierto, tu chaqueta era muy elegante. El azul te sienta bien. ¡Ah, y feliz viaje a Londres! (No hace falta que me contestes.)

Cinco minutos después

Fw:

¿Puedo hacerte una pregunta «personal», Emmi?

Cincuenta segundos después

Re:

¡Vaya, eso sí que sería una pregunta!

Cuarenta segundos después

Fw:

¿Aún sigues con Bernhard?

Treinta segundos después

Re:

Pues sí. Claro. Ya lo creo. Seguro. ¿Por qué lo preguntas?

Cuarenta segundos después

Fw:

Pues…, sólo por interés «personal».

Veinte segundos después

Re:

¿En mí?

Treinta segundos después

Fw:

En tus condiciones de vida.

Cincuenta segundos después

Re:

¡No me digas! ¿Puedo hacerte yo también una pregunta «personal», Leo?

Veinte segundos después

Fw:

Puedes.

Veinte segundos después

Re:

¿Lamentas haberme visto?

Treinta segundos después

Fw:

¿Puedo hacerte una pregunta muy «personal» al respecto, Emmi?

Veinte segundos después

Re:

Puedes.

Treinta segundos después

Fw:

¿Eso es algo que se pueda lamentar?

Cuarenta segundos después

Re:

¿Quieres una respuesta sincera y «muy personal»?

Veinte segundos después

Fw:

Por favor.

Treinta segundos después

Re:

Siempre he pensado que no, que eso no es algo que se pueda lamentar. Pero a ti te creía capaz de ello. Buenas noches, mi querido escritor.

Veinte segundos después

Fw:

Desde que te vi, te admiro diez veces más por la seguridad con que eres capaz de ironizar sobre tu inseguridad. Buenas noches, mi querida escritora.

Cuarenta segundos después

Re:

Bien, poco a poco el Leo virtual vuelve a imponerse. Si alguna vez llegas a ventilar tu armario emocional, piensa en Emmi, la que ironiza con seguridad sobre su inseguridad.

Treinta segundos después

Re:

¿Así que «Pam» te acompaña a Londres?

Cuarenta segundos después

Fw:

Ella ya está allí.

Treinta segundos después

Re:

¡Oh, qué práctico! Pues entonces… ¡buen aterrizaje! ¡Y buenas noches!

Veinte segundos después

Fw:

Buenas noches, Emmi.

Capítulo 4

Cuatro semanas después

Asunto: ¡Hola, Emmi!

Hola, Emmi.

¿Anoche pasaste por casualidad con el avión de hélice por el ático 15 y sacaste fotos? ¿O tan sólo fue una tormenta? En todo caso, pensé en ti y no pude volver a dormirme.

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