Cada siete olas (2 page)

Read Cada siete olas Online

Authors: Daniel Glattauer

Tags: #Romántico

BOOK: Cada siete olas
11.25Mb size Format: txt, pdf, ePub

¿Le permitirías a tu «ideal» formular un último deseo, el último, último, último? SÓLO UNA HORA, una hora cara a cara. Créeme, no existe ningún conservante mejor para nuestra experiencia. Pues el único final sensato para un entrañable no encuentro es el encuentro. No te exijo nada, no espero nada de ti. Tan sólo necesito verte, hablarte, olerte una sola vez en mi vida. Necesito contemplar alguna vez tus labios diciendo «Emmi». Necesito contemplar alguna vez tus pestañas inclinándose ante mí, antes de que baje el telón.

Tienes razón, querido Leo, no hay ninguna continuación razonable para nosotros. Pero hay un digno final. Te lo pido por favor, ¡es lo último que te pido! Tu ilusión de lo perfecto.

Tres horas después

Fw:

Pamela

Un minuto después

Re:

???

Treinta segundos después

Fw:

No se llama Cindy, se llama Pamela. Sí, lo sé, suena bastante mal. Siempre es peligroso que el padre se imponga en la elección del nombre de una hija. Pero ella no lo aparenta, de verdad.

Buenas noches, Emmi,

Leo

Cuarenta segundos después

Re:

Querido Leo:

¡Por eso me caes tan bien! Perdona mis llaves de lucha libre, por favor. Me siento tan débil…, tan, tan, tan débil…

Buenas noches,

Emmi

Capítulo 2

Al día siguiente

Asunto: Está bien

Quedemos.

Leo

Tres minutos después

Re:

¡Hombre de una sola palabra! Excelente idea, Leo. ¿Dónde?

Una hora después

Fw:

En un café.

Un minuto después

Re:

Con diez escaleras de incendios y cinco salidas de emergencia.

Cinco minutos después

Fw:

Te propongo que sea en el café Huber. Más cerca que allí no hemos estado nunca ni en ninguna otra parte (físicamente, quiero decir).

Cuarenta segundos después

Re:

¿Volverás a mandar a tu guapa hermana para tantear a Emmi?

Cincuenta segundos después

Fw:

No, esta vez iré solo, abierta y directamente hacia ti.

Tres minutos después

Re:

Leo, esta resolución ajena a tu naturaleza me desconcierta. ¿Por qué tan de repente? ¿Por qué quieres verme?

Cuarenta segundos después

Fw:

Porque tú lo quieres.

Treinta segundos después

Re:

Y porque quieres acabar con esto.

Dos minutos después

Fw:

Porque quiero que acabes de creer que quiero acabar esto.

Treinta segundos después

Re:

No te desvíes del tema, Leo. ¡Quieres acabar con esto!

Un minuto después

Fw:

Ambos queremos acabar con esto. Queremos acabarlo bien. Se trata de un «digno final». Ésas fueron tus palabras, querida Emmi.

Cincuenta segundos después

Re:

Pero yo no quiero que quedes conmigo sólo para acabar con esto. ¡No soy tu dentista!

Un minuto y medio después

Fw:

A pesar de que sueles tocarle a uno la fibra sensible. ¡¡POR FAVOR, EMMI!! Ahora terminaremos esto. Fue tu explícito deseo, y fue un deseo justo. Prometiste que no destruiríamos lo «nuestro». Yo me fío de ti, de tu «nuestro», de mi «nuestro» y de nuestro «nuestro». ¡Nos veremos cara a cara en un café durante una hora! ¿Cuándo tienes tiempo? ¿El sábado? ¿El domingo? ¿Al mediodía? ¿Por la tarde?

Tres horas después

Sin asunto

¿Hoy ya no recibiré ninguna respuesta, Emmi? Si es que no, ¡buenas noches! (Si es que sí, ¡buenas noches!)

Un minuto después

Re:

¿Sigues sintiendo alguna emoción cuando me escribes, Leo? Pues yo siento que ya no sientes ninguna. Y no es nada agradable sentir eso.

Dos minutos después

Fw:

Tengo en mí gigantescos armarios y baúles repletos de emociones referidas a ti, Emmi. Pero también tengo la llave correspondiente.

Cuarenta segundos después

Re:

¿Por casualidad la llave es de Boston y se llama «Pamela»?

Cincuenta segundos después

Fw:

No, la llave es internacional y se llama «sentido común».

Treinta segundos después

Re:

Pero esa llave gira en una sola dirección. Sólo cierra. Y dentro de los armarios te ahogan las emociones.

Cuarenta segundos después

Fw:

Mi sentido común se ocupa de que a mis emociones nunca les falte el aire.

Treinta segundos después

Re:

Pero no las deja salir. Nunca están libres. Dispones de un limitado presupuesto emocional, Leo. Deberías trabajar en ello. Bueno, voy a despedirme por hoy (que es lo que me dicta el sentido común) y a digerir lo que has dicho o lo que no has dicho sobre nuestra próxima cita. ¡Buenas noches!

Veinte segundos después

Fw:

¡Que duermas bien, Emmi!

Al día siguiente

Asunto: Recta final

Hola, Leo.

Acabemos con esto: puedo el sábado, a las 14 horas. ¿Quieres que te diga cómo soy para que no tengas que buscarme mucho? ¿O prefieres que yo te encuentre a ti, sentarte entre la muchedumbre, hojear un periódico y esperar a que yo te aborde? Diciendo algo al estilo de «Perdón, ¿está libre este asiento? Esto…, ¿es usted por casualidad el señor Leike, el del armario emocional cerrado? Pues yo soy Emmi Rothner, encantada de conocerlo, mejor dicho, de haberlo conocido. Y… —mirando de reojo el periódico—, ¿qué hay de nuevo en el mundo?».

Dos horas después

Asunto: Lo siento

¡Discúlpame por mi mensaje anterior, Leo! Ha sido tan, tan, tan… En todo caso no ha sido particularmente amable. La verdad es que me merecía el administrador del sistema.

Diez minutos después

Fw:

¿Qué administrador del sistema?

Cincuenta segundos después

Re:

¡Ah!, olvídalo. Es un
running gag
entre yo y yo. ¿Te viene bien el sábado a las dos?

Un minuto después

Fw:

El sábado a las dos está bien. ¡Que tengas un buen miércoles, querida Emmi!

Cuarenta segundos después

Re:

Lo cual significa algo así como: «No cuentes con ningún mensaje más de Leo este miércoles, querida Emmi».

Siete horas después

Sin asunto

¡Por lo menos mantienes tu palabra!

Tres horas después

Asunto: Por preguntar, nada más

¿Aún tienes la luz encendida, Leo? (No hace falta que me contestes. Sólo me lo preguntaba a mí misma. Y si me lo pregunto a mí, puedo preguntártelo a ti también, ¿no es así?)

Tres minutos después

Fw:

Antes de que te des una respuesta equivocada, Emmi: sí, aún tengo la luz encendida. ¡Buenas noches!

Un minuto después

Re:

¿Qué estás haciendo? Buenas noches.

Cincuenta segundos después

Fw:

Estoy escribiendo. Buenas noches.

Cuarenta segundos después

Re:

¿A quién le escribes? ¿A Pamela? Buenas noches.

Treinta segundos después

Fw:

¡Te escribo a ti! Buenas noches.

Cuarenta segundos después

Re:

¿Me escribes a mí? ¿Qué me escribes? Buenas noches.

Veinte segundos después

Fw:

Buenas noches.

Veinte segundos después

Re:

¡Ah, claro! Buenas noches.

Al día siguiente

Asunto: Faltan dos días

Querido Leo:

Éste es el último mensaje que te envío antes de que me envíes uno tú (primero). Sólo te lo envío para decirte eso. Si no me respondes, nos vemos pasado mañana, a las dos, en el café Huber. No pienso deambular por el café —despidiéndome— con la mirada extraviada en busca de Leo. Me sentaré en una mesita lejos del tumulto y esperaré hasta que el hombre que se pasó dos años alentando y debilitando emociones por escrito conmigo, antes de marcharse a Boston y cerrar el armario emocional de Emmi hecho por él mismo, hasta que ese hombre me encuentre y se siente a mi lado para que por fin podamos acabar dignamente con esta aventura mental. Por eso te pido que te esfuerces por reconocerme. Como ya se sabe, tienes tres variantes para elegir. Por si no recuerdas cómo me describió tu hermana, te daré con gusto algunas palabras clave. (Da la casualidaaaaaaaaaaaaaaad de que conservo el mensaje que me enviaste por aquel entonces.) Emmi uno: baja, cabello oscuro y corto (aunque en un año y medio podría haber crecido), desenvuelta, «ligera inseguridad encubierta con majestuosa arrogancia», cabeza altiva, rasgos finos, rápida, temperamental. Emmi dos: alta, rubia, pechos grandes, femenina, movimientos lentos. Emmi tres: estatura mediana, castaña, tímida, reservada, melancólica. Bueno, creo que me encontrarás. Contéstame o, de todos modos, te deseo dos días más de tranquilidad, querido mío. ¡Y ten cuidado con tu llave!

Emmi

Diez minutos después

Fw:

Querida Emmi:

Me has facilitado la tarea de reconocerte, tal vez más de lo que querías. Me has revelado definitivamente que eres la Emmi uno, cosa que siempre he creído. ¿Quieres saber por qué?

Un minuto después

Re:

¡Desde luego! ¡Adoro al exaltado psicólogo aficionado que hay en ti, Leo! De ese modo es posible resucitarte de la parálisis circulatoria y hasta forzarte a descruzar tus emociones y escribir mensajes.

Quince minutos después

Fw:

Querida Emmi uno:

Da la casualidaaaaaaaad de que yo también conservo nuestros mensajes de la época en que nos diagnosticamos a distancia. En el caso de la «Emmi dos», de los atributos asignados por mi hermana pasaste por alto «muy segura», «segura de sí misma, tranquila», «miraba a los hombres de manera perfectamente ocasional» y características como «delgada, piernas largas» y «rostro bonito». Lo único que te importó fue indicar sus movimientos lentos y sus pechos grandes (con los que siempre has estado en pie de guerra desde que nos conocemos). Se nota, pues, que no te cae muy bien. De modo que no eres ésa. Otro tanto ocurre con la «Emmi tres». No te interesa. Pones de relieve su timidez, una característica que debes de desconocer por completo. Y omites su «tez exótica», sus «ojos almendrados», su «mirada velada»: todo lo que podría sonar interesante de ella. Sólo en el caso de la «Emmi uno» eres generosa en tus observaciones, querida Emmi uno. Te parece importante señalar que su pelo corto y oscuro puede haber crecido, citas su «ligera inseguridad encubierta con majestuosa arrogancia», su «cabeza altiva» y su temperamento. Además mencionas el término «rápida», pero no «inquieta» y «nerviosa». Ésas son precisamente las características que menos te gustan de ti. Así pues, querida Emmi uno, estoy deseando encontrarte el sábado por la tarde con tu cabello oscuro, tu cabeza altiva y tu talante rápido en la mesa del café. Hasta pronto, Leo

Diez minutos después

Re:

Si hubiese sabido lo eufórico que puedes llegar a estar (a escribir) cuando crees haber comprendido algo, me habría esforzado por resultarte más comprensible, querido mío. Sin embargo, te lo advierto: será mejor que cuentes con que puedo ser cualquiera de las tres Emmis. Quién sabe cómo se desarrolla la vida ahí fuera, con cuánta fidelidad refleja lo que pasa aquí dentro, donde las palabras se explican por sí mismas. Por lo demás, siempre has sido tú quien ha estado en pie de guerra con el busto femenino, amigo mío. Por lo visto, su sola mención te provoca situaciones de estrés edípicas. De otro modo no me explico tu insistencia en los «pechos grandes», si me permites expresarlo de manera metafórica.

Hasta pronto,

Emmi

Cinco minutos después

Fw:

Eso podemos discutirlo con mucho gusto en el café. De todos modos parece que no podremos superar el tema «Pechos: sí, no, grandes, pequeños», querida mía, amiga mía, querida amiga mía.

Diez minutos después

Re:

Por favor, excluyamos de nuestra cita los siguientes temas de conversación:

1) pechos y todas las demás partes del cuerpo (no quiero hablar de apariencias, las veremos de todos modos),

2) «Pam» (y cómo imagina ella su futuro junto a Leo Leike, alias Ropero Emocional, en la «vieja Europa»),

3) y todos los asuntos privados de Leo Leike ajenos a Emmi,

4) así como también todos los asuntos privados de Emmi Rothner ajenos a Leo.

Que durante esa hora no haya nada ni nadie más que nosotros dos, por favor, por favor, por favor. ¿Lo conseguiremos?

Ocho minutos después

Fw:

¿Y de qué vamos a hablar? No dejas muchos temas que digamos.

Quince minutos después

Re:

Leo, creo que te está volviendo a entrar miedo (tu latente miedo crónico al contacto con Emmi). Ya te gustaría poder detenerte en el tema de los «pechos grandes», ¿no es así? ¿Que de qué vamos a hablar? Me da igual. Contémonos experiencias de la infancia. No prestaré atención a la forma ni al contenido de tus palabras, sólo al modo en que las pronuncias. Quiero verte hablar, Leo. Quiero verte escuchar. Quiero verte respirar. Tras un periodo tan largo de estrecha, íntima, alentadora, refrenada, incesante, interrumpida, satisfecha e insatisfecha virtualidad, quiero verte durante una hora de una vez, de una vez para siempre. Nada más.

Siete minutos después

Fw:

Espero no decepcionarte. Pues no soy digno de VER, ni hablando, ni escuchando, y menos aún respirando (estoy resfriado). Pero tú lo has querido, tú deseabas esta cita.

Tres horas después

Asunto:??

¿He dicho (de nuevo) algo malo?

Que termines bien la tarde,

Leo

Al día siguiente

Asunto: Miedo

Buenos días, Emmi.

Sí, tengo miedo. Tengo miedo de que, una vez que me hayas visto, deje de tener la importancia que tenía para ti (y que en parte quizá siga teniendo). Pues creo que en la pantalla mis letras se leen mejor de lo que se ve mi cara pronunciándolas. Tal vez te escandalices al ver en quién has desperdiciado tus pensamientos y sentimientos durante dos años. A eso me refería ayer cuando te escribí: «Pero tú lo has querido, tú deseabas esta cita». Espero que ahora me comprendas. Si no me respondes, hasta mañana.

Leo

Cinco horas después

Re:

Sí, ahora te comprendo, te has expresado con muchísima claridad. Hasta ahora lo único que siempre te ha interesado respecto a lo «nuestro» es la importancia que tú podías tener para mí. En relación con eso mides la importancia que yo tengo para ti. Es decir: si tú me importas mucho, yo te importo algo; si tú me importas poco, yo no te importo nada. Claro, yo soy físicamente prescindible para ti, no tienes ninguna necesidad de encontrarte conmigo, y tu entusiasmo es limitado porque sólo lo haces por obligación. A ti no te importaba ni te importa quién soy o qué soy YO en realidad. Ahora bien, por lo que respecta a tu miedo, Leo, quédate tranquilo: ya antes de la cita estabas a punto de perder la importancia que tienes para mí (aunque la frase suene un poco rara). Puedes tener el aspecto que te plazca, amigo mío.

Other books

Spellweaver by CJ Bridgeman
Murder on the Ile Sordou by M. L. Longworth
The Stolen Child by Peter Brunton
Sinful Rewards 12 by Cynthia Sax
Millionaire's Last Stand by Elle Kennedy
Avoiding Temptation by K. A. Linde
The Prey by Park, Tony
Moranthology by Caitlin Moran