Diez minutos después
Fw:
Yo quería lo mejor para ti. Por desgracia no se me ocurrió pensar que pudiera ser yo. Por desgracia. Mala suerte. Tarde. Lo siento. ¡Lo siento tanto!
Cinco minutos después
Asunto: Mi última pregunta
¿Vienes a casa, Leo?
Quince minutos después
Sin asunto
Puedes contestar sin miedo.
Cinco minutos después
Fw:
¿Qué era lo que contestaste tú hace dos días, en una situación similar, con unas bonitas letras mayúsculas…?
¿PARA QUÉ?
Un minuto después
Re:
Ésa no es una respuesta. ¡Es una pregunta! Lo siento, pero ya no tienes derecho a hacer más preguntas, querido mío. Te has gastado todas las preguntas y algunas las has desperdiciado en pequeñeces. Ahora deberías arriesgarte. ¿Vienes a casa? Para ser más precisa: ¿vienes hoy a casa? Sí o no.
Veinte minutos después
Sin asunto
¡Qué bien aguantas! Ni sí, ni no. ¡Y eso que esta vez sí sería TU decisión! Elige lo que quieras, no hace falta que pienses en mí ni por un instante.
Tres minutos después
Fw:
Pues claro que pienso en ti. En ti y en lo que dijiste el jueves: «Verte: está bien. Verte una vez más, verte por última vez: ¡mierda!». En cierto modo parecía más bien lo contrario de tu propuesta de hoy. ¿Por qué de repente sí que quieres? ¿Por qué quieres que vaya a tu casa? Si no me das una respuesta, me la daré yo mismo.
Un minuto después
Re:
¡Piensas mal, Leo! De acuerdo, cuando te hayas decidido, te lo diré. Y bien: ¿vienes a casa: Feldgasse 14, 3º, 17ª? Sí o no.
Ocho minutos después
Fw:
Sí.
Cincuenta segundos después
Re:
¿En serio? ¿Estás seguro?
Cuarenta segundos después
Fw:
Esas han sido dos preguntas ilícitas. Pero las contestaré de todos modos: no, Emmi, no estoy seguro. No estoy nada seguro. Pocas veces en mi vida he estado tan poco seguro. Pero me arriesgaré.
Dos minutos después
Re:
¡Gracias, Leo! Ya puedes olvidarte de todas tus visiones aterradoras. La cita será breve. Digamos…, diez minutos. Me gustaría beber un
whisky
contigo. ¡Uno! ¡Sólo uno! (Si lo prefieres, puedes tomar una copa de vino tinto). Y luego quiero darte algo (ése es el motivo de mi invitación). La entrega no durará más de cinco segundos. Después serás libre, querido mío.
Un minuto después
Fw:
¿Qué es lo que quieres darme?
Dos minutos después
Re:
Algo personal. Un recuerdo. Te lo prometo: nada de patetismo, nada de escenas, nada de lágrimas. Sólo un trago de
whisky
, un pequeño regalo y… ¡adiós! No te dolerá. En comparación y considerando la situación, quiero decir. ¡Así que ven!
Cuarenta segundos después
Fw:
¿Cuándo?
Treinta segundos después
Re:
¿A las ocho?
Cuarenta segundos después
Fw:
A las ocho. Muy bien, a las ocho.
Treinta segundos después
Re:
Bueno, entonces hasta las ocho.
Cuarenta segundos después
Fw:
Hasta las ocho.
Dos semanas después
Asunto: Señales de vida
Hola, Emmi.
¿Cómo te va? (¡Ojalá se pudiera usar otra expresión! ¿Pero cuál?) Me haría muchísimo bien saber que a ti te va más o menos bien. Pienso en ti a menudo. Siempre que (…), supongo que sabes a qué me refiero. ¡Gracias!
Leo
Tres días después
Re:
Hola, Leo.
Qué bien tener noticias tuyas. ¿Te apetecía? ¿De verdad te apetecía? ¿O fue sólo la fórmula habitual para romper el silencio, compadecerse por la separación, tranquilizar la conciencia y salvar las distancias? Sí, Leo, me va más o menos bien. (Pero ¿por qué das por sentado que a lo sumo puede irme «más o menos» bien?) Lo cierto es que de hecho no me va lo bastante bien para preguntarte como contrapartida cómo te va. No quiero saberlo. Es que a mí no me haría tanto bien saber que a ti te va mucho más que «más o menos bien». Y doy por sentado que así es. Saludos desde lejos.
Emmi
Una semana después
Asunto: Ahora
Querida Emmi:
¡Sí, claro, me apetecía bastante!
Buenas noches.
Leo
Al día siguiente
Re:
¡Me alegro!
Buenas noches.
Emmi
Dos semanas después
Asunto: ¡Mira qué coincidencia!
¿Qué hay, Leo? ¿Es posible que «Pam» sea una belleza, alta, rubia, delgada, de piernas largas, parecida a tu hermana Adrienne? ¿Más o menos de mi edad? ¿Quizá dos o tres años menos? Mi asesor fiscal tiene su despacho a la vuelta de tu casa. (¡No, Leo, no es mi asesor fiscal por eso!) Y cuando pasé por la puerta de tu casa, salió como un rayo una de esas larguiruchas, quiero decir, una de esas mujeres más bien altas, guapas, de maquillaje pálido, como las que suelen presentar la colección de invierno en el catálogo de ventas por correspondencia. Era cien por cien norteamericana, el cuello largo, los zapatos de color marrón claro, el bolso cuadrado, el mentón afilado, especialmente diseñado para resistir tornados, y sus movimientos de mandíbula, la manera en que mascaba chicle. Seguro que eso se aprende en Boston. Debía de ser «Pam». ¡No te puedes imaginar lo sorprendida que estaba yo! ¿Qué te parece? El mundo es un pañuelo, ¿eh?
Saludos,
Emmi
Tres días después
Asunto: ¿Enfadado?
¿Estás enfadado, Leo? Para tu tranquilidad: mi próxima cita con el asesor fiscal es dentro de seis meses.
Una hora después
Fw:
Querida Emmi:
Desde luego no puedo prohibirte nada. Pero te pediría que dejaras de hacer excursiones de reconocimiento por mi barrio basándote en la casualidad y el asesoramiento fiscal. ¿Qué quieres conseguir con esto?
Saludos cordiales,
Leo
P. D.: Pamela nunca masca chicle, ni de manera norteamericana, ni de manera sudamericana, ni de ninguna otra manera.
Tres horas después
Re:
Entonces justo tendría un bocado de hamburguesa con queso en la boca. Tómatelo con un poco más de calma, Leo. ¡Era una broma! ¿Qué importa si reconozco a «Pam», o si la conozco? A lo mejor nos caemos bien, nos hacemos íntimas amigas, nos vamos de vacaciones juntas, comparamos lo que apuntamos en nuestros diarios sobre Leo Leike. Y luego compartimos un piso los tres. O los cinco, y yo cuido a los dos niños por la noche. (…) De acuerdo, ya lo dejo. No creo que te parezca muy divertido. Pensándolo bien, a mí tampoco.
¡Me voy de viaje! Os desea unos felices y tranquilos días festivos, con largas estancias en la terraza del ático 15,
Emmi
Una semana después
Asunto: La séptima ola
Hola, Leo.
Estoy sentada en mi balcón de Playa de Alojera, en la isla de La Gomera, y más allá de la bahía rocosa, con sus oscuras manchas de arena y sus blancas lenguas de sal espumosas, mi mirada se adentra en el mar hasta la línea horizontal que divide el azul claro del oscuro, el cielo del agua. No sabes lo bonito que es esto. Tenéis que venir a conocerlo sin falta. Este sitio es ideal para los enamorados. ¿Por qué te escribo? Porque me apetece. Y porque no quiero esperar en silencio la séptima ola. Sí, aquí cuentan la historia de la indómita séptima ola. Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos… y siempre el mismo destino.
Pero ¡cuidado con la séptima ola! La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso sólo pueden decirlo quienes fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar.
Ya llevo una hora larga aquí sentada, contando las olas y observando qué hacen las séptimas. Aún no ha estallado ninguna. Pero estoy de vacaciones, tengo paciencia, puedo esperar. No pierdo las esperanzas. Aquí, en la costa occidental, sopla fuerte y cálido el viento del sur.
Emmi
Cinco días después
Asunto: ¿Has vuelto?
Hola, Emmi.
Gracias por tu mensaje marítimo. ¿Y? ¿Estalló la séptima ola? ¿Te dejaste arrastrar por ella?
Un abrazo,
Leo
Tres días después
Asunto: Cada siete olas
Tu historia me sonaba, así que he estado indagando sobre la séptima ola, querida Emmi. El ex prisionero Henri Charrière la describió en su novela autobiográfica
Papillón
. Tras haber encallado en la isla del Diablo, frente a las costas de la Guayana francesa, pasó varias semanas observando el mar y advirtió que cada siete olas se producía una ola más alta que las demás. Finalmente, logró que una de esas séptimas olas —a la que bautizó «Lisette»— arrastrara su balsa de cocos al mar, lo cual fue su salvación. Pero la verdad es que sólo quería decirte que te echo de menos, Emmi.
Un día después
Sin asunto
Y la verdad es que deberías haber vuelto hace tiempo, ¿no?
Seis días después
Asunto: Calma chicha
Querida Emmi:
Sólo quiero saber si estás bien. No tienes por qué escribirme si no te apetece. Escríbeme solamente que no te apetece escribirme, si es que no te apetece. Y si por casualidad te apetece, ¡escríbeme! Me alegrará, ¡y mucho! Por aquí no hay olas, ni las seis primeras, ni menos aún la séptima. El mar está en calma. Su superficie resplandece, el sol deslumbra. No espero nada. Todo está ahí, todo sigue su curso. No hay cambios a la vista. Calma chicha. Por lo menos unas palabras tuyas, Emmi. ¡Por favor!
Leo
Tres horas después
Re:
¡Todo está bien, Leo! Dentro de unos días te escribo más.
Me he propuesto algunas cosas.
Emmi
Ocho días después
Asunto: Nuevo comienzo
Querido Leo:
Bernhard y yo volveremos a intentarlo. Pasamos unas bonitas vacaciones juntos, es más, unas vacaciones en armonía. Como las de antes, tan parecidas…, no, la verdad es que muy distintas, pero es igual. Sabemos lo que cada uno significa para el otro. Sabemos la suerte que tenemos de tenernos. Y sabemos que eso no lo es todo. Pero ahora sabemos también que no es necesario que lo sea. Por lo visto, una sola persona no es capaz de dárselo todo a alguien. Desde luego puedes orientar tu vida en ese sentido, puedes esperar que llegue una persona que te lo dé todo. Entonces tendrás esa maravillosa, seductora y emocionante ilusión de todo, que te hace palpitar el corazón, que te hace soportable una vida con síntomas carenciales crónicos hasta que agotas la ilusión. Entonces sólo se siente la falta. Conozco bastante bien esa sensación. Ya no significa nada para mí. Ya no aspiro al ideal. Quiero hacer lo mejor posible de algo bueno, eso me basta para ser feliz. Volveré a vivir con Bernhard. El año que viene pasará mucho tiempo de viaje, en largas giras de conciertos. Está muy solicitado en todo el mundo. Así que los niños me necesitan. (¿O yo necesito a los niños? ¿Aún son niños? Es igual.) Me quedaré con mi pisito, como una zona de refugio para mi «yo a solas». ¿Y nosotros, Leo? He pensado mucho en eso. También lo he hablado con Bernhard, tanto si te parece bien como si no. Él sabe lo importante que eres para mí. Sabe que nos hemos visto un par de veces. Sabe que me gustas, sí, así también, de un modo completamente normal, físico, no virtual, así, con pies y cabeza. Sabe que habría podido imaginármelo todo contigo. Y sabe que me lo he imaginado todo contigo. También sabe cuánto sigo dependiendo de tus palabras y qué gran necesidad siento de escribirte. Sí, sabe que seguimos escribiéndonos. Lo único que no sabe es qué nos escribimos. Y no se lo diré, eso sólo nos concierne a nosotros y a nadie más. Pero me gustaría que a él le pareciera algo razonable si supiera lo que nos comunicamos, acerca de qué cambiamos impresiones. No quiero engañarlo más con mis deseos insatisfechos, con mis ilusiones de todo. Quiero poner fin a mi existencia insular contigo, Leo. Quiero lo que tú, si eres honesto contigo mismo, siempre has querido: quiero —tengo curiosidad por ver si logro decirlo—, quiero, quiero, quiero… quiero que sigamos siendo amigos (¡ya está!). Amigos por correspondencia. ¿Me entiendes? No más palpitaciones. No más dolores de barriga. No más temores. No más temblores. No más expectativas. No más deseos. No más esperas. Sencillamente, mensajes de mi amigo Leo. Y si no los recibo, que no se me hunda el mundo. ¡Eso es lo que quiero! Que no se me hunda el mundo cada semana. ¿Comprendes?
Un abrazo,
Emmi
Diez minutos después
Fw:
¡Pues sí que te arrastró la séptima ola!
Cuatro minutos después
Re:
No, Leo, al contrario. No apareció. La esperé una semana. Y no llegó. ¿Quieres que te diga por qué? Porque no existe. Era tan sólo una «ilusión de todo». No creo en ella. No necesito olas, ni las primeras seis ni, menos aún, la séptima. Prefiero seguir el ejemplo de Leo Leike: «El mar está en calma. Su superficie resplandece, el sol deslumbra. No espero nada. Todo está ahí, todo sigue su curso. No hay cambios a la vista. Calma chicha». Así se puede vivir. Cuando menos se duerme mejor.
Tres minutos después
Fw:
No esperes mucho de eso, Emmi. Para el oleaje suave hay que ser la clase de persona indicada. Unos viven la calma como paz interior, otros como eterno estancamiento.
Dos minutos después
Re:
Escribes exactamente como si fueras de los que lo viven como estancamiento, amigo mío.
Un minuto después
Fw:
Lo he escrito pensando más bien en ti, amiga mía.
Dos minutos después
Re:
Eres muy amable, Leo. Pero en general quizá deberías pensar más en ti. En ti y en («…»). Por cierto, hace diez semanas que llevas una vida completamente nueva, una vida en pareja, y no me has dicho ni palabra. ¡Ni palabra de vuestra relación! ¡Y ESO ES LO QUE ESPERA UNA BUENA AMIGA POR CORRESPONDENCIA!
Que pases una buena tarde,