Despedida (24 page)

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Authors: Claudia Gray

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Despedida
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—Empecé a sufrir mareos al poco tiempo de ingresar en el comando de la Cruz Negra. Cada vez son más frecuentes e intensos, y ya no me apetece comer, o mejor dicho, beber. Sé que debí decírtelo antes, pero no quería preocuparte.

Lucas abrió la boca para hablar, pero volvió a cerrarla. Era consciente de que no sabía si dar prioridad a su enfado o a su preocupación. Yo no le reprochaba ni una cosa ni la otra, pero no por eso resultaba fácil presenciarlos.

Al final solo dijo:

—Lo superaremos.

Asentí, apoyé la cabeza en su hombro y contemplé la nueva nebulosa que se abría por encima de nuestras cabezas como una flor celeste. Aunque sabía que no había resuelto el problema por el simple hecho de haberlo compartido, al menos no tenía que seguir arrastrando el secreto. Ahora podía celebrar mi cumpleaños como Lucas había planeado, contemplando las estrellas.

Cuando el espectáculo terminó y se encendieron las luces, salimos del planetario parpadeando.

—Ha sido precioso —dije—. Gracias por traerme aquí.

—De nada. —Lucas parecía distraído.

—No puedes pensar en eso ahora, ¿verdad? —Cuando negó con la cabeza, suspiré—. Será mejor que hablemos.

Cuando salimos, anochecía. En lugar de ir directamente a la parada de autobús, echamos a andar por la acera. Era un barrio agradable, con muchos museos, casas grandes y altos árboles centenarios con ramas gruesas que la brisa mecía suavemente. Nuestro paseo nos llevó por la margen de un parque, donde había otras personas caminando y paseando a sus perros.

Lo primero que Lucas dijo fue:

—¿Estás segura de que no estás embarazada?

—Segura. —Me miró vacilante y negué con la cabeza—. En serio, Lucas, ya te lo he dicho.

—Necesito oírlo más veces.

—No lo estoy, no lo estoy, no lo estoy.

—Gracias. —Lucas me rodeó los hombros con un brazo—. Entonces, ¿qué crees que es? ¿Lo sabes?

—No sé nada a ciencia cierta, pero… —Titubeé. Era difícil expresarlo con palabras—. No dejo de recordar algo que mi madre me dijo en una ocasión. De hecho, la noche que te mordí por primera vez.

—¿Qué dijo?

Miré a mi alrededor para asegurarme de que no teníamos a nadie cerca. Había algunas personas paseando detrás, a unos metros de nosotros, con ropas estridentes y mucho maquillaje, pero estaban charlando muy alto y no podían oírnos.

—Dijo que ahora que había probado la sangre humana, había girado el reloj de arena. Que no podía seguir eternamente siendo como era, mitad humana, mitad vampira. Dijo que la vampira dentro de mí se haría más fuerte y que al final tendría que… —No podía decir «matar» en público—. Tendría que llevar la transformación hasta el final.

—¿Y nunca te dijeron qué pasaría si no lo hacías? —preguntó Lucas.

Sacudí la cabeza.

—Se lo pregunté miles de veces, pero se comportaban como si eso no fuera una opción. Tampoco dijeron cuánto tiempo me quedaba. Ahora estoy empezando a preguntármelo.

—¿Crees que tu cuerpo está indicándote que tienes que matar a alguien?

—Chist. —Otro grupo de gente, puede que un poco mayor, pero con una pinta igualmente alocada, se acercaba por una calle lateral. No tardaríamos en cruzarnos—. ¿Tienes que hablar tan alto?

Lucas ralentizó el paso.

—¿Cómo te encuentras en estos momentos?

—¿Ahora mismo? Bien, creo, pero…

—Bien. Prepárate para correr.

—¿De qué estás hablando? —Entonces vi lo que Lucas había visto: un tercer grupo de gente, todos vestidos con harapos similares, se acercaba por la otra acera. No era una casualidad. Nos estaban rodeando.

Entonces reconocí a un hombre del tercer grupo, un tipo de perfil aguileño, piel blanca como la mía y largas rastas rojizas. «Shepherd».

—Ese tío —dije— caza para Charity.

Lucas me apretó la mano.

—A la parada del autobús. Ya.

Empezamos a correr. En cuanto dimos dos pasos, los vampiros que nos rodeaban dejaron de fingir que estaban simplemente paseando y se dieron la vuelta con la misma rapidez que una bandada de pájaros. Ya no reían.

Lucas aceleró el paso, aprovechando su impulso para tirar de los dos. Yo me aferré a su mano con todas mis fuerzas, maldiciendo de nuevo mis estúpidas chanclas, pero no podía correr tan deprisa como él. Antes siempre le ganaba. Ahora ya no.

Las pisadas a nuestra espalda sonaban cada vez más fuertes y próximas. Podía oír el tintineo de sus pulseras y cinturones. Lucas seguía intentando tirar de mí, pero yo corría muy despacio, y a esas alturas los dos sabíamos que no llegaríamos a la parada del autobús a tiempo. Así pues, me solté y giré hacia la derecha.

—¡Bianca! —gritó Lucas, pero no me di la vuelta.

Había dado por sentado que los vampiros se dividirían en dos grupos, uno para perseguir a Lucas y otro para perseguirme a mí. Lucas conseguiría huir de sus perseguidores, y yo… bueno, si solo tenía que vérmelas con la mitad quizá tuviera alguna posibilidad. En lugar de eso, a juzgar por el clamor, todos venían a por mí.

«¡Lucas, te lo ruego, huye!». No me atreví a mirar atrás para comprobar si lo estaba haciendo. Los tenía muy cerca, demasiado cerca, tan cerca que…

Una mano me agarró del brazo y me obligó a girar. Tropecé y estuve a punto de caer al suelo, pero Shepherd me sostuvo.

—Sonríe —susurró—. Queremos que la gente piense que solo somos unos críos jugando al escondite. Sonríe y haz que sea eso lo que piensen, o, de lo contrario, te haremos gritar.

Ellos eran diez y yo una. Sonreí. Vi a una pareja joven con un cochecito encogerse de hombros y continuar su camino, convencida de que no pasaba nada.

—¡Suéltala!

Lucas se abrió paso entre los vampiros a codazos, como si fueran una panda de gamberros. Nadie se le encaró, pero Shepherd no me soltó.

—Una de dos, o nos la llevamos a dar un paseo, o nos la cargamos aquí mismo. Sabes que podemos hacerlo. Tampoco sería un problema para nosotros eliminarte a ti también.

No teníamos estacas ni agua bendita ni ninguna otra arma. Habíamos salido a celebrar mi cumpleaños, no a luchar. Lucas me miró y comprendí que se daba cuenta de la gravedad de la situación.

—De modo que tienes dos opciones, cazador. Sumarte al paseo o volverte a casa como un buen chico —prosiguió Shepherd.

—Lucas, por favor —le supliqué—. Solo me quieren a mí.

Sacudió la cabeza.

—Yo voy donde vayas tú.

Giramos por una calle algo menos transitada y nos metieron en la parte trasera de un camión. Durante unos segundos pensé en nuestra fuga de la Cruz Negra, pero esa esperanza murió al instante. Esta vez Dana no estaba aquí para ayudarnos, y la cabina del camión estaba completamente separada de la caja metálica donde nos habían metido. Cuando cerraron las puertas, nos quedamos a oscuras, con excepción de algunas rendijas de luz en las esquinas de las puertas.

Antes gozaba de una visión nocturna excelente, pero ahora estaba empezando a perderla.

—Aguanta, Bianca. —Lucas me abrazó cuando el camión se puso en marcha—. Vamos a tener que pensar en algo antes de que vuelvan a abrir esas puertas.

—Son demasiados —dije—. Y seguro que nos llevan a un lugar donde podrán controlarnos mejor.

—Lo sé. Pero allí fuera no podíamos hacer nada. Tenemos que confiar en que la próxima situación nos sea más propicia.

Me parecía del todo imposible, pero traté de seguir el ejemplo de Lucas y pensar como una luchadora.

Tuve la impresión de que tardábamos muchísimo en llegar a nuestro destino: un extenso edificio de una sola planta que parecía un gimnasio abandonado desde hacía mucho tiempo. Tenía algunas ventanas rotas y grafitis en las paredes. El edificio estaba esperando a ser derribado y, por lo visto, algunos vampiros habían decidido aprovechar la demora. Nos sacaron del camión, cada uno de los dos flanqueado por cuatro vampiros.

—Iremos a la piscina —dijo Shepherd.

Lucas y yo nos miramos; sabía que me estaba diciendo que buscara cualquier cosa que pudiéramos utilizar como arma o como vía de escape. Yo ignoraba cómo íbamos a eliminar de golpe a tantos vampiros, pero era importante que permaneciéramos atentos.

La zona de la piscina estaba aún más deteriorada. Cuando entramos, enseguida me di cuenta de que era el lugar que los vampiros habían elegido como refugio. Había botellas de cerveza desparramadas por el suelo y las repisas de las ventanas, y basura amontonada en los rincones. Olía a cigarrillos. En el centro estaba la piscina, sin agua desde hacía mucho; el trampolín pendía, abandonado, en lo alto, con una telaraña colgando de la punta.

Al principio pensé que no había nadie. Entonces una figura solitaria se removió en un rincón. Alguien vestido con harapos había estado durmiendo en el suelo, hecho un ovillo, y yo lo había confundido con una pila de basura.

La figura se retiró el desaliñado pelo de la cara y se nos quedó mirando fijamente. Pese a la distancia, enseguida la reconocí. Desde nuestra captura habíamos sabido ante quién nos llevaban, pero no por eso fue más fácil hacerle frente.

—Charity —susurró Lucas.

Capítulo diecisiete

C
harity se acercó a nosotros. Llevaba suelta su rubia melena rizada, lo que hacía parecer aún más joven. Lucía un vestido de algodón sin mangas que en otros tiempos probablemente fue blanco pero que ahora estaba gris y manchado de sangre. Iba descalza y tenía el esmalte rojo de las uñas descascarillado. Pensé en una niña recién despertada de su siesta, aturdida y malhumorada.

—Les has traído aquí —dijo a Shepherd—, a nuestra casa.

—¿No querías encontrar a la chica? Pues aquí la tienes. —Shepherd sonrió. Estaba tan satisfecho con su trabajo que no reparó en el malestar de Charity.

Charity se tiró del pelo y frunció el ceño.

—También has traído al chico.

—Así es —dijo Lucas—. ¿Me echabas de menos?

Charity se bajó el escote del vestido lo justo para dejar al descubierto la cicatriz rosada con forma de estrella que tenía encima del corazón, consecuencia de la estaca que Lucas le había clavado durante el incendio de Medianoche. Las heridas de estaca eran las únicas que dejaban marcas permanentes en los vampiros. Deslizó un dedo por el borde de la estrella.

—Pienso en ti todos los días.

«Genial —pensé—. Está obsesionada con los dos». Me interpuse entre ella y Lucas, quedando a un par de metros de Charity.

—¿Qué quieres, Charity? Es muy probable que Balthazar se haya ido ya de Nueva York, por lo que no puedo contarte nada.

—He estado meditándolo —dijo—. Creo que la mejor forma de encontrar a Balthazar es… no buscándole. Hacerle venir hasta mí. ¿Y qué mejor manera de conseguirlo que reteniendo algo que desea?

Me estremecí al comprender que estaba hablando de mí.

—No deseo unirme a tu tribu —dije. Mi voz sonaba clara y firme, todo lo contrario de cómo me sentía.

—Si bastara con desear… —replicó.

Se acabó. No teníamos escapatoria. Lucas y yo solo éramos dos y estábamos rodeados. Charity iba a convertirme en vampira. Esta noche moriría.

Traté de convencerme de que no era lo peor que podía ocurrirme. Me había pasado la vida esperando convertirme en vampira algún día. A lo mejor sentiría una extraña conexión con Charity. Era lo que pasaba cuando un vampiro viejo transformaba a alguien en vampiro. Pero yo seguiría siendo la misma. Lucas me aceptaba tal como era, de modo que seguiríamos queriéndonos. Tampoco sería tan malo, ¿no?

Pero yo habría querido
elegir
, decidir por mí misma en qué iba a convertirme, la existencia que iba a llevar. Quería ser libre, y ya no lo sería.

—De acuerdo —dije, parpadeando deprisa con la esperanza de que no reparara en mis lágrimas—. No puedo detenerte, pero deja que Lucas se vaya.

—Bianca —suplicó Lucas.

Fui incapaz de mirarle. Seguí mirando fijamente a Charity, que abrió los ojos como platos, decepcionada. Se diría que quería que me alegrara de convertirme en vampira. ¿Cómo podía esperar algo así? ¿Cómo era posible que no supiera que la detestaba?

—¿Quieres obligarme a hacerlo? ¿Crees que eso te hará sentirte más fuerte, que te convencerá de que le estás arrebatando algo a Balthazar? En ese caso, adelante.

—Ella no es la chica de Balthazar —dijo Lucas elevando la voz—. Es mi chica.

No podría haber dicho nada peor.

—¿Tuya? —Charity juntó las manos. En una muñeca lucía una pulsera elástica de la que solo quedaban algunas cuentas, una versión barata y estropeada de mi pulsera de coral—. Si Bianca es tuya, quiere decir que tú eres suyo.

Me acerqué más a ella para que desviara la mirada de Lucas.

—Deja a Lucas fuera de esto.

—¿Cómo voy a dejarlo fuera si os pertenecéis el uno al otro? Lo que yo te haga a ti le afecta a él. Y lo que le haga a él te afecta a ti.

Agitó una mano. Shepherd y otro vampiro agarraron a Lucas por detrás y le obligaron a retroceder. Lucas le clavó a Shepherd un codazo en las costillas tan fuerte que lo doblegó, y por un momento logró soltarse. Se llevó una mano a la cintura, donde durante tantos años había llevado una estaca. Fue un acto reflejo inútil, un vestigio de la vida que había dejado atrás.

Shepherd se recuperó y un tercer vampiro acudió en su ayuda. Lucas luchó con todas sus fuerzas, pero eran demasiados.

—¿Qué hacéis? —grité, forcejando con las manos que me retenían—. ¡Soltadle!

—Tú decidirás su destino —dijo Charity—. Tú y solo tú.

—Balthazar siempre decía que los vampiros no pueden cambiar, que ese era el drama de su… de nuestra condición. —Me producía amargura incluirme en el grupo de Charity, reconocer que muy pronto no existiría diferencia alguna entre ella y yo—. Esa es la única razón de que todavía te quisiera, Charity. Pensaba que no habías cambiado, pero sí lo has hecho. Te has convertido en un monstruo.

Charity sacudió la cabeza.

—Mi pobre hermano nunca entendió nada. Yo no he cambiado. Siempre he sido así, incluso cuando estaba viva. —Tenía la mirada lejana, en el pasado, en gente que ya no estaba—. Lo que pasa es que ahora tengo el valor de actuar.

—Este tío es fuerte —gritó Shepherd mientras seguía forcejeando con Lucas—. Demasiado fuerte.

Una sonrisa iluminó el rostro de Charity.

—¿Tiene la fuerza de un vampiro? Has bebido su sangre, Bianca. ¿Era dulce? Parece un chico dulce. No me importaría un traguito.

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