Drácula, el no muerto
se sitúa en 1912, un año elegido deliberadamente. Permite la aparición del propio Bram Stoker (murió el 20 de abril de 1912). Aún más crucial para la historia es que los autores pueden encajar su conclusión en el viaje del
Titanic
(que también ocurrió en abril). Este vínculo esencial deja el rastro para una secuela de la secuela; quizá Drácula encuentre su camino a América.
Esta decisión obligaba a alterar las fechas de los acontecimientos en la novela original de Stoker. La historia de
Drácula
se ha situado claramente en 1893, según queda probado tanto por las notas como por las referencias en el propio texto. Para usar a un Quincey Harker adulto como catalizador (y para situar su propia historia en 1912), se consideró resituar la trama de
Drácula
un año antes: 1888, una elección tan poco casual como la de 1912. Durante el periodo de agosto a noviembre de 1888, Jack el Destripador asesinó a cinco mujeres en el distrito londinense de Whitechapel. Que Stoker conocía estos crímenes está fuera de duda; de hecho, se refiere a ellos directamente en el prefacio que escribió para la edición islandesa de
Drácula
, publicada en 1901. Revelar la identidad del notorio Destripador se convierte en una subtrama en
Drácula, el no muerto
.
El Drácula que encontramos en esta novela es mucho más que el conde vampiro de Bram Stoker. Para empezar, se identifica claramente como Vlad el Empalador, el voivoda (señor de la guerra) rumano del siglo xv famoso por sus atrocidades. Mezclar el Drácula de Stoker con Vlad no es ninguna novedad, pues lo habían hecho Raymond McNally y Radu Florescu en su
In Search of Dracula
(1972) y desde ahí se había abierto camino hasta la ficción y el cine. En realidad, en
Drácula
, la conexión es mucho más imprecisa. En ninguna parte se menciona el nombre de Vlad en la novela de Stoker (ni en sus notas), ni se hace referencia a las atrocidades por las que se hizo notorio. De hecho, estudios recientes han demostrado claramente que Stoker sabía muy poco del Drácula real, aparte de cosas como su mote, que cruzó el Danubio para luchar contra los turcos y que tenía un «hermano indigno».
[3]
Para muchos, el hecho de que Vlad haya impregnado la historia de Drácula hasta tal extremo ha hecho que los dos Dráculas sean inseparables. La aparición de Vlad aquí es casi esperada.
Ahora bien, Stoker y Holt hacen algo muy creativo con su Vlad-Drácula. En su relato, llega a Inglaterra como Basarab (el nombre de la familia real a la que pertenecía Vlad el Empalador), un actor rumano que estaba triunfando en Europa. Quincey lleva a Basarab a Inglaterra, igual que su padre había allanado el camino para que el conde Drácula emprendiera un viaje similar. La intención original de Stoker, como se muestra en sus notas, era que el conde llegara a través de Dover, el puerto de entrada de Basarab. El cambio a Whitby ocurrió después de la visita de Stoker a la localidad costera del noreste de Inglaterra y de que decidiera convertirla en un escenario fundamental en su novela.
Se reconoce inmediatamente que Basarab es en parte un homenaje a sir Henry Irving, cuyo fallecimiento en 1905 lo excluye de un papel activo en el relato. Hay referencias al nombre de Irving. Quincey Harker se siente atraído por Basarab tanto como Stoker por Irving. Quincey espera que Basarab represente el papel de Drácula en una versión teatral de la novela de Stoker; Stoker podría haber tenido aspiraciones similares. La revelación de que Basarab es de hecho el conde Drácula de Stoker funciona ingeniosamente en el extendido (aunque cuestionado) punto de vista entre los eruditos de que el autor se inspiró para crear su vampiro en su dominante jefe.
Obviamente, no todos los personajes de esta novela están sacados del
Drácula
de Stoker. Sin embargo, los familiarizados con la obra reconocerán muchos ejemplos de intrigante intertexto. Algunos son menores, como Braithwaite Lowery, el compañero de habitación de Quincey en la Sorbona. El nombre realmente aparece en
Drácula
en las lápidas que señala el señor Swales en el cementerio de Whitby. De hecho, es allí exactamente donde lo encontró Stoker. Otro ejemplo es un personaje citado en un anterior esbozo de
Drácula
(y luego descartado): un detective llamado Cotford. En
Drácula, el no muerto
, este personaje resucita como el inspector Cotford, un policía que ha trabajado el caso del Destripador bajo la dirección de su mentor, el inspector jefe Frederick Abberline (una persona real), y que sigue obsesionado con enmendar su anterior fracaso.
Stoker y Holt incorporan varios personajes reales más en su relato. El más obvio es el propio Bram Stoker. Debido a las restricciones que impone la cronología de la novela, los autores han tenido que tomarse ciertas libertades con los hechos de la vida de Stoker. Aquí, como propietario de un Lyceum Theatre, Stoker está activo un tiempo, supervisando una producción teatral de su propia novela. Admite que
Drácula
es el resultado de mezclar su propia historia de vampiros con lo que pensaba que era un cuento fantástico explicado por un anciano en un bar. En una confrontación con el personaje que da título a su obra (que, incidentalmente, precipita su apoplejía), Stoker se enfrenta a los cuestionamientos que Basarab hace de alguno de los «hechos» de su novela, cuando el actor rumano censura sus inconsistencias y falsas suposiciones.
Otro personaje histórico que aparece en el texto es Erzsébet Báthory, la condesa húngara de infausta fama por bañarse en la sangre de sus sirvientas asesinadas. Igual que con Vlad el Empalador, su nombre ha estado inextricablemente relacionado con Stoker y su novela. En el caso de Báthory hay incluso menos pruebas de una relación con Stoker y su libro. Sin embargo, su presencia da a
Drácula, el no muerto
gran parte de su fuerza, y permite que los autores trasladen parte de la «maldad absoluta» de Drácula a otro personaje.
Entre los muchos datos de este libro hay «cameos» de varios personajes que constituyen claramente guiños (algunos sólo en el nombre) a personas relacionadas con el teatro o con la historia de
Drácula
en el siglo xx: por ejemplo, Hamilton Deane, Tom Reynolds, John Barrymore, Raymond Huntley, Vincent Price, Peter Cushing y Louis Jourdan. Otros, no relacionados con Stoker y su novela, cimentan el texto claramente en 1912. Es el caso, por ejemplo, de Henri Salmet, pionero aviador que voló de Londres a París en marzo de ese año. Aunque posiblemente la inclusión más ingeniosa es la del marinero preferente John Coffey. Aunque no tenía relación con Stoker o su novela, pasó a la historia como el trabajador que bajó del
Titanic
en Queensland por un temor supersticioso de lo que le esperaba al gran transatlántico.
Stoker y Holt se toman libertades tanto con los hechos como con la ficción, que van desde el incendio del Lyceum a situar el manicomio de Seward en Whitby. También crean datos biográficos a varios de los personajes de la novela de Stoker, como la anterior relación de Renfield con el bufete Hawkins, el noviazgo de Jonathan y Mina en Exeter y el establecimiento del manicomio de Seward. En una ocasión incluso manipulan una fecha clave en la novela original: posponen unos días la huida de Drácula de Londres a Transilvania de modo que su presencia en Londres el 9 de noviembre pueda convertirlo en sospechoso de los asesinatos del Destripador.
Un purista podría de hecho quedar ocasionalmente asombrado por la introducción de tales «errores» en el texto original. Aunque podría parecer que los coautores sólo están sacrificando la precisión con propósitos artísticos (una empresa completamente legítima), algo más está cobrando forma. Restablecen el «verdadero» texto de
Drácula
, que a su vez es la base de esta secuela; al mismo tiempo, reconocen que no hay un solo
Drácula
sino varios, que van desde las primeras notas de Stoker a la última adaptación de Hollywood; los límites entre ellos son, de hecho, difusos. La necesidad de reivindicar y remodelar
Drácula
es una muestra del poder y la influencia perdurable de la novela. Por citar al profesor Abraham van Helsing en la novela de Bram Stoker de 1897: «Y así se va ensanchando el círculo, como las ondas de una piedra arrojada al agua».
Elizabeth Miller
[4]
Toronto, febrero de 2009
Ian Holt
Primero y ante todo, quisiera dar las gracias a mis padres: Dolores y Sonny. Sin su apoyo y ánimo inquebrantables, no podría haber superado los tiempos difíciles. Os quiero.
Me gustaría ofrecer este libro en afectuosa memoria de Ruth y Bob Kaufman, J. Boyce Harman Jr. y el profesor Raymond McNally. Su amor, amistad, apoyo y orientación a lo largo de los años contribuyeron a hacer posible este libro. Todos vivís a través de mí, porque os llevaré conmigo durante el resto de mis días. Dios os bendiga a todos.
Quiero dar las gracias a un buen número de personas.
Al profesor Radu Florescu, que se arriesgó con un don nadie; su genio, dedicación, confianza y amistad ayudaron a crear un don alguien.
A mis viejos amigos John Florescu y sir David Frost, que me ayudaron a darme cuenta de que es buena idea no tener miedo y aventurarse con audacia donde otros no se atreven. Su temprano apoyo me dio la tenacidad para no rendirme nunca.
A la profesora Elizabeth Miller, que amablemente hizo las presentaciones que convirtieron este sueño en realidad.
A Laura Stoker y al difunto Nicolae Paduraru, fundador y presidente de la Sociedad Transilvana de Drácula y caballero y erudito. Vosotros dos fuisteis los primeros en creer.
A Jenne Stoker, que hizo la llamada y nos reunió a todos.
A Dacre Stoker, mi compañero de escritura, socio en esta aventura, hermano y amigo. Tú eres mi doctor Bones McCoy. Carne de la carne original, sangre de la sangre original. ¡
Lo logramos
!
A Bela Lugosi, a Todd Browning, a Hamilton Deane, a John Balderston, a Bud Abbott y a Lou Costello por alimentar las pesadillas de un niño, pesadillas que se convirtieron en búsqueda imperecedera.
A Bela Lugosi, Jr., por compartir la historia del dolor de su padre y sus propias batallas de infancia conmigo.
A Frank Langella, a W. D. Richter y a John Badham. Vuestras películas inspiraron a un joven a arriesgarse y me animaron a volver a imaginar a Drácula como el caballero heroico y romántico que era.
A Christopher Lee, por grabar el disco que cambió la dirección de mi vida. Llevó dignidad al género de terror, sir. Sería impropio alabar los éxitos del señor Lee sin reconocer al mismo tiempo el talento de Peter Cushing y las películas de Hammer Horror.
A Jan De Bont, cuya labor de mentor, poderosa visión y audacia me inspiraron a cotas más altas de las que creía posibles. A Chris Stanley de Blue Tulip, cuyo condenado buen ojo para una inversión echó a rodar la bola.
A Ernest Dickerson, una de las mejores personas y uno de los mejores directores que conozco.
A Ken Atchity, Chi Li Wong y Mike Kuciak de AEI, mis directores y amigos, por su trabajo duro, orientación, experiencia y contactos. Gracias por creer en mí de un modo constante.
A Danny Baror de Baror International, nuestro agente internacional, por su inquebrantable insistencia.
A todo el equipo talentoso, brillante, paciente, comprensivo, estable y dedicado de Dutton, y especialmente a nuestro líder intrépido Brian Tart y a nuestra madre gallina, consejera, psicóloga, amiga e incomparable editora, la fabulosa Carrie Thornton. Todo autor debería tener la fortuna de trabajar con vosotros. Todos tenéis mi agradecimiento, aprecio y gratitud.
A Ron Gwiazda y a Amy Wagner de Abrams Artists, mis agentes y amigos. Los dos dais buen nombre a los agentes, nadie lo hace mejor.
A Shannon Mulholland de Moda Entertainment, nuestro gurú y agente de licencias y
merchandising
. Eres muy cool, dama murciélago.
A Peter Fields, nuestro musculoso guardián; contigo y tu equipo a nuestro lado nunca me preocupo.
Mi agradecimiento especial a Alexander Galant, el Spock de mi Kirk, mi socio de guiones de cine y de negocios, amigo y hermano que nos acompañó durante todo el viaje. Tu brillante investigación, sacrificio y talento asombroso fueron de un valor incalculable para hacer realidad este trabajo.
A Carmen Gillespie, que proporcionó la perspectiva femenina y diseñó nuestro logo resucitando el perdido arte victoriano de la trenza. Si no ves el logo del murciélago no es un producto original del
Drácula
de Bram Stoker.
A Cynthia Galant, que me permitió robarle a su papá durante varias horas cada día.
Al doctor Dre, mi mejor amigo y hermano, por todo su apoyo, ánimo, sabiduría y por las horas que pasaste escuchando pacientemente mis preocupaciones durante los días oscuros.
A Graig F. Weich, uno de mis más íntimos y viejos amigos, cuyos dibujos originales verdaderamente terroríficos no sobrevivieron a la edición final por limitaciones de espacio.
Dacre Stoker
Me gustaría ofrecer
Drácula, el no muerto
a todos los que llevan sangre Stoker, sangre que se originó en Irlanda y que se extiende ahora por todo el planeta.
Gracias especialmente a mis hijos Bellinger y Parker, que algún día comprenderán que está muy bien llevar estos genes.
A mi difunto padre Desmond, y a su hermano, mi tío Paddy, nuestro dinosaurio de la familia Stoker.
Y a mi difunto padrino, mi tocayo, Henry Hugh Gordon Dacre Stoker, comandante de submarino en la Primera Guerra Mundial que influyó en la historia en Gallipoli.
Mis esfuerzos en este libro no habrían sido posibles sin el apoyo y aliento de mi mujer, Jenne, cuya investigación desenterró tesoros de la tradición Stoker.
Estoy agradecido a: la Sociedad Bram Stoker por sus esfuerzos por llamar la atención por el legado literario de Bram; Douglas Apleyard, nuestro genealogista familiar, y a todos los que apoyaron la literatura gótica irlandesa de Dublín y mantienen la antorcha Stoker brillante; a John Moore por proporcionarme acceso a su colección Drácula de Bram Stoker; a John Stokoe en la Whitby Gazette y Suttcliff Studios por proporcionar inspiradoras fotos de localización histórica; a John Stoker por las presentaciones hechas; y a Elizabeth Miller, la «policía de Drácula».