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Authors: Bernard Werber

Tags: #Ciencia, Fantasía, Intriga

El día de las hormigas (35 page)

BOOK: El día de las hormigas
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El frío las afecta mucho en el desfiladero y el convoy se apresura a salir. A las hormigas que se quejan del frío las abejas caritativas les ofrecen un poco de miel para recuperar el vigor.

103 está inquieta. No recuerda haber escalado nunca aquel conjunto de montañas. ¡Bah!, tal vez se hayan desviado hacia el Norte, y bastará con dirigirse hacia Levante para llegar al confín del mundo. Sí, lo único que tienen que hacer es seguir todo recto.

La roca desolada no les ofrece más que unos líquenes amarillos como ensaladas. Hay, sobre todo, fauna higrométrica, así designada porque sus cápsulas se contorsionan cuando el aire se vuelve húmedo.

Finalmente llegan a un valle de bergamotos. Cuando la función crea el órgano, a fuerza de caminar al aire libre, las cruzadas mejoran sus facultades visuales. Soportan cada vez mejor la luz, no buscan ya las zonas de sombra y pueden distinguir paisajes que, sin embargo, se encuentran a más de treinta pasos de sus facetas oculares.

Lo cual no impide que las exploradoras caigan en una trampa de cicindelas. Estos pequeños coleópteros excavan mazmorras en el suelo, rematadas por una trampa. Cuando perciben una vibración, surgen y cazan a las que se pasean por su reino.

La caravana topa luego con una barrera de ortigas. Para las hormigas es como si ante ellas se alzase súbitamente una pared de púas gigantes en la que se enredan inmediatamente sus patas.

Lo atraviesan sin demasiados daños. El verdadero obstáculo está más adelante: una grieta y, justo detrás, una cascada. No saben cómo franquear al mismo tiempo un abismo y una muralla líquida. Unas abejas intentan la experiencia y caen en la cascada.

El agua atrae hacia abajo todo lo que vuela,
dicen las moscas.

Y mucho más esa cortina de agua furiosa y helada.

Con su capullo de mariposa entre los brazos, 24 avanza. Tal vez pueda proponer una solución. Cierto día se perdió en los bosques del Oeste —¡qué cantidad de cosas interesantes descubre una cuando se ha perdido y busca el camino!—, y vio a una termita cruzar un arroyuelo que goteaba de una roca mediante un trozo de madera. La termita introdujo de frente el palo en la cascada, y luego lo vació por dentro.

Las termitas empiezan a buscar inmediatamente una rama espesa o algo parecido. Descubren un junco grueso. Formará un perfecto túnel móvil. Levantan el junco con el extremo de las patas y lo deslizan despacio hasta que perfora la pared de la cascada. Evidentemente, varias obreras se ahogan en la maniobra, pero la planta acuática avanza de forma inexorable y apenas encuentra resistencia.

Los grillos-topo se afanan entonces para excavar el interior hasta obtener un cilindro impermeable que permitirá a las cruzadas franquear tanto el barranco como la barrera hidráulica.

La prueba resulta difícil para los rinocerontes cuyos élitros se atrancan algo, pero a fuerza de empujarlos todos pasan.

123. Hasta el próximo jueves

Recorte de
El Eco del domingo.

UN INVITADO DE EXCEPCIÓN

«El profesor Takagumi, de la Universidad de Yokohama, presentará el próximo jueves su nuevo insecticida en la sala de conferencias del «Hotel Beau Rivage».
El sabio japonés declara haber descubierto la forma de detener las invasiones de hormigas mediante una nueva sustancia tóxica sintética. El profesor Takagumi comentará en persona sus trabajos. En espera de la fecha de su exposición, se hospeda en el “Hotel Beau Rivage” y mantiene conversaciones con sus colegas franceses.»

124. La gruta

Después del túnel, una caverna. Pero las cruzadas no han terminado en un callejón sin salida. La gruta se prolonga por una larga galería de roca donde el aire fresco circula con normalidad.

Y la cruzada avanza, sigue avanzando.

Las hormigas contornean gruesos trozos de caliza, estalagmitas. Las que caminan por el techo saltan sobre estalactitas. A veces, estalagmitas y estalactitas se unen y se fusionan en largas columnas. ¡Difícil distinguir lo alto de lo bajo!

En la caverna pulula toda una fauna específica. Hay en ella verdaderos fósiles vivientes. En su mayoría son ciegos y carecen de pigmentación. Unas cochinillas blancas escapan apresuradamente, los miriápodos se arrastran, los colémbolos saltan nerviosos. Unas quisquillas translúcidas, de antenas más largas que su cuerpo, nadan en los charcos.

En una cavidad, 103 detecta un grupo de chinches cavernícolas hediondas entregadas a sus orgías habituales con su sexo como perforador. La belokaniana mata a varias.

Una hormiga acaba de probar una chinche quemada por el ácido de 103. Dice que esa carne está mejor caliente y calcinada que fría y cruda.

Mira,
piensa para sus adentros,
podríamos freír la carne en baños de ácido.

Así es como se hacen con frecuencia los hallazgos gastronómicos. Por casualidad.

125. Enciclopedia

OMNÍVOROS:
Los amos de la Tierra no pueden ser sino omnívoros. Poder ingurgitar todas las variedades de alimento es una condición
sine qua non
para extender su especie en el espacio y en el tiempo. Para reafirmarse como amo del planeta, uno debe ser capaz de tragar todas las formas de alimento que éste produce.

Un animal que depende de una única fuente de alimento ve cuestionada su existencia si esa fuente desaparece. ¿Cuántas especies de pájaros han desaparecido simplemente porque se alimentaban de una sola clase de insectos, y porque esos insectos habían emigrado sin que ellos pudieran seguirles? Los marsupiales que sólo se alimentan de hojas de eucalipto son, asimismo, incapaces de viajar o de sobrevivir en zonas taladas. El hombre, como la hormiga, la cucaracha, el cerdo o la rata, lo ha comprendido. Estas cinco especies prueban, comen y digieren prácticamente todos los alimentos, incluso todos los restos de alimentos. Estas cinco especies pueden, pues, codiciar el título de animal dueño del mundo. Otro punto en común: estas cinco especies modifican permanentemente su bolo alimentario para adaptarse cada vez mejor a su medio ambiente. Todas están obligadas, por tanto, a entregarse a pruebas antes de ingurgitar alimentos nuevos, a fin de evitar las epidemias y los envenenamientos.

Edmond Wells

Enciclopedia del saber relativo y absoluto,
tomo II

126. El cebo

Cuando en
El Eco del domingo
apareció el suelto, Laetitia Wells y Jacques Méliés ya habían reservado una habitación en el «Hotel Beau Rivage» a nombre del profesor Takagumi. Algunas propinas acertadamente distribuidas les permitieron erigir una falsa pared e instalar allí un equipo de control muy sofisticado.

Alrededor de la habitación dispusieron cámaras de vídeo que se ponían en funcionamiento gracias a una alarma sensible al menor movimiento de aire. Por último, depositaron en la cama un maniquí de aspecto nipón.

Luego se pusieron al acecho.

—¡Apuesto a que serán las hormigas las que vengan! —soltó el comisario Méliés.

—Apostado. Yo le apuesto a que será un ser humano.

No les quedaba sino ver qué pez llegaba a morder el anzuelo.

127. Vuelo de reconocimiento

Lejos, hacia delante, luce una claridad ínfima.

El aire se vuelve más caliente. Las cruzadas aceleran el paso. En una larga procesión, dejan el frescor umbroso de la gruta por una cornisa soleada.

Unas libélulas revolotean en la luz. Quien dice libélulas dice río. La cruzada no está lejos de su meta, seguro.

103 elige el más hermoso rinoceronte, uno al que llaman «Gran Cuerno» por ser el que tiene un apéndice nasal más largo. Se aferra con las garras a su quitina y le ruega que despegue para un vuelo de reconocimiento. Doce jinetes artilleras la siguen para asegurar la guardia en caso de un mal encuentro con algún pájaro.

Juntas cabalgan el viento y descienden en picado hacia el río, iluminado por lentejuelas de luz.

Resbalón entre las capas de aire.

Con una sincronía perfecta, los doce insectos voladores plantan el extremo de sus alas en un eje imaginario y giran a la izquierda.

La maniobra es tan rápida que 103 queda aplastada contra su montura por efecto de la fuerza centrífuga.

La pureza del aire la embriaga.

En aquellos cielos azules todo parece tan claro, tan límpido… Termina ese asalto de fragancias múltiples que obliga a los insectos a una vigilancia constante. Ya sólo queda el efluvio transparente de un aire transparente.

Los doce escarabajos aminoran su batir de alas. Planean en medio del silencio.

Abajo hay un desfile de formas y colores.

La escuadrilla desciende a ras de suelo. Los espléndidos navíos de guerra se deslizan entre los sauces llorones y los alisos.

103 está cómoda sobre «Gran Cuerno». A fuerza de tratar a los escarabajos rinoceronte, ha aprendido a conocerlos. Su montura no sólo posee el cuerno más alto y más puntiagudo de toda la escuadrilla, sino también las patas más musculosas y las alas más largas. «Gran Cuerno» presenta otra ventaja: es el único que se ha preguntado cómo volar para permitir a las artilleras precisar mejor sus tiros. También sabe dar media vuelta a tiempo cuando le persigue un depredador volante.

Mediante unas fragancias simples, 103 le pregunta si los escarabeidos están a gusto en el viaje. «Gran Cuerno» responde que el paso por la gruta ha sido penoso. Es duro estar encerrado en un corredor sombrío. Los grandes coleópteros necesitan espacio. Dejando eso a un lado, por casualidad ha percibido, lo mismo que otros compañeros, conversaciones evocando a «dioses». Dioses, ¿es otro apelativo de los Dedos?

103 se muestra evasiva. No conviene que la «enfermedad de los estados de ánimo» gane a las especies mercenarias. En caso contrario, la polémica aumentaría y la cruzada debería concluir antes incluso de haber alcanzado el confín del mundo.

«Gran Cuerno» señala una zona de turba. Y es en la turba donde les gusta arrellanarse a los escarabeidos del Sur. Algunos son realmente sorprendentes. Todos los coleópteros tienen su especificidad, ninguna especie es similar. Los meridionales también podrían ser útiles a la cruzada. ¿Por qué no reclutarlos? 103 se muestra conforme. Toda ayuda se agradece.

Vuelan.

Perfumes de cicuta, de miosotis de los pantanos y de reina de los prados aroman el entorno del río. Abajo, una alfombra de nenúfares blancos, rosados y amarillos desfila como un chorro de confetis multicolores mal distribuidos.

La escuadrilla da vueltas encima del río. A medio camino entre las dos orillas hay una pequeña isla con un gran árbol en el centro.

Las jinetes se deslizaban sobre el cabrilleo del río. Las patas de los rinocerontes estrían las leves olas.

Pero 103 sigue sin encontrar Satei, el famoso puerto que es de hecho un paso subterráneo que permite cruzar el río por debajo. Las cruzadas han debido apartarse del camino previsto, y mucho. Tendrán que caminar mucho tiempo.

Las exploradoras volantes vuelven y anuncian que todo va bien, que hay que seguir adelante.

Como un chorro de melaza, el ejército baja el acantilado, las hormigas con la ayuda de los puvilis-tapón pegajosos de sus patas, los rinocerontes revoloteando, las abejas en picado y las moscas en medio de un gran alboroto.

Abajo se extiende una playa de arena fina y beige, con dunas claras donde crecen algunas hierbas dispersas, pero sobre todo carrizos (pequeñas gramíneas) y esporas de las arenas (esporas de hongos). ¡Buen género para hormigas!

103 dice que para llegar al puerto de Satei hay que seguir la orilla hacia el Sur. La caravana se pone en movimiento.

Junto con los otros rinocerontes, «Gran Cuerno» se aleja del grueso de las tropas. Afirman que tienen una misión que cumplir, más tarde se reunirán con los demás.

A medida que avanzan, las exploradoras descubren grumos blancos que despiden un buen olor a caracoles. Hay carrizos suficientes y aquellos huevos tienen buen aspecto. 9 las pone en guardia. Antes de comer nada, hay que comprobar que el alimento no sea tóxico. Algunas la escuchan, otras se atiborran.

¡Qué error! No eran huevos sino saliva de escarabajo. Y algo peor todavía, saliva de escarabajo infectada de duelas.

128. Enciclopedia

ZOMBIS:
El ciclo de la duela grande del hígado
(Fasciola hepática)
constituye ciertamente uno de los mayores misterios de la Naturaleza. Ese animal merecería una novela. Como su nombre indica, se trata de un parásito que se desarrolla en el hígado de los corderos. La duela se nutre de sangre y de las células hepáticas, crece y luego pone sus huevos. Pero los huevos de la duela no rompen en el hígado del cordero. Les espera todo un periplo.

Los huevos dejan a su huésped saliendo del cuerpo con sus excrementos. Se encuentran en el mundo exterior, frío y seco. Tras un período de maduración, rompen la cáscara para dejar salir una larva minúscula, que será consumida por un nuevo huésped: el caracol.

La larva de la duela se multiplicará en el cuerpo del caracol antes de ser eyectada en las mucosidades que escupe el gasterópodo en período de lluvia.

Pero las duelas no han hecho más que la mitad del camino.

Esas mucosidades, en forma de racimos de perlas blancas, atraen con frecuencia a las hormigas. Las duelas penetran gracias a ese «caballo de Troya» en el interior del organismo insecto. No se quedan mucho tiempo en el buche social de las mirmeceanas. Salen de él horadando millares de agujeros, transformándolo en colador que luego cierran con una cola que se endurece y que permite a la hormiga sobrevivir al incidente. No hay que matar a la hormiga, indispensable para lograr la unión con el cordero. Luego las duelas circulan por el interior del cuerpo de la hormiga, mientras en el exterior nada permite presagiar el drama interno.

Porque ahora las larvas se han convertido en duelas adultas que deben volver al hígado de un cordero para completar su ciclo de crecimiento.

Pero ¿qué hacer para que un cordero devore a una hormiga, si además no es insectívoro?

Generaciones de duelas han debido plantearse la cuestión. El problema resultaba muy complicado de resolver, porque es en las horas frescas cuando los corderos mordisquean la parte superior de las hierbas, mientras que es en las horas cálidas cuando las hormigas abandonan su nido para circular únicamente entre la sombra fresca de las raíces de esas hierbas.

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