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Authors: Bernard Werber

Tags: #Ciencia, Fantasía, Intriga

El día de las hormigas (52 page)

BOOK: El día de las hormigas
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Intentaron inventar una broma hormiga: «Es la historia de una hormiga que pinta una y otra vez su techo…», pero el resultado no fue muy convincente. Habría sido preciso saber lo que es importante y lo que no lo es para una habitante de hormiguero.

103 renuncia a comprender por ahora, y anota en su feromona zoológica: «Los Dedos tienen necesidad de contar historias extravagantes que provocan feromonas psicológicas. Les gusta burlarse de todo.»

Zapearon.

«Trampa para pensar». Apareció la señora Ramírez, enfrentada al misterio de los seis triángulos construidos con seis cerillas. Seguía fingiendo que no poseía la respuesta, pero Laetitia y Jacques sabían ahora que la señora Ramírez conocía todas las respuestas hacía mucho tiempo.

Zapearon.

Película sobre la vida de Albert Einstein. Explicaciones en forma de vulgarización de sus teorías astrofísicas. 103 siente por ellas un interés inesperado.

Recepción:
Al principio no diferenciaba a los Dedos unos de otros. Ahora, a fuerza de ver fisonomías dedaleras, distingo diferencias. Ése, por ejemplo, es un macho, ¿verdad? Lo reconozco porque lleva el pelo corto.

Reportaje sobre la obesidad. Explican la anorexia y la obesidad. La hormiga se rebela.

Recepción:
Pero, ¿quiénes son esos individuos que no paran de comer? Comer es el acto más simple y más natural del mundo. Incluso una larva sabe cómo alimentarse. Cuando una hormiga cisterna engorda por atiborrarse de alimento es por el bien de la comunidad y está orgullosa de su cuerpo gordo, y no como esas hembras de Dedos que se lamentan porque son incapaces de limitar su alimento.

103 resulta ser una telespectadora incansable.

Los Ramírez habían cerrado su tienda de juguetes. Laetitia y Jacques durmieron en el cuarto de invitados. Todos se relevaban para satisfacer a la hormiga.

103 tiene avidez por informaciones de todo tipo. Todo le interesa: las reglas del fútbol, del tenis, de los juegos, las guerras entre Dedos, la política de las naciones, las paradas nupciales dedaleras. Los dibujos animados la encantan por su grafismo simple y claro. Queda extasiada ante La guerra de las galaxias. No comprende todo el guión de la película pero ciertas secuencias le recuerdan las batallas de la Colmena de oro.

Consigna todo en su feromona zoológica. ¡Tienen una imaginación estos Dedos!

189. Enciclopedia

ONDA:
Cualquier objeto, idea, o persona puede remitirse a una onda. Onda de forma, onda de sonido, onda de imagen, onda de olor. Esas ondas entran forzosamente en interferencia con otras ondas cuando no están en el vacío infinito.

Lo apasionante es el estudio de las interferencias entre las ondas-objetos, ideas o personas. ¿Qué ocurre cuando se mezcla el rock and roll y la música clásica? ¿Qué pasa cuando se mezcla la filosofía con la informática? ¿Qué ocurre cuando se mezcla el arte asiático y la tecnología occidental?

Cuando se derrama una gota de tinta en el agua, las dos sustancias tienen un nivel de información muy bajo, uniforme. La gota de tinta es negra y el vaso de agua es transparente. Al caer en el agua, la tinta genera una crisis.

En ese contacto, el instante más interesante es aquel en que aparecen formas caóticas. El instante antes de la dilución. La interacción entre los dos elementos diferentes produce una figura muy rica. Se forman entonces volutas complicadas, formas torturadas y todo tipo de filamentos que poco a poco se diluyen para dar un agua gris. En el mundo de los objetos, esa figura riquísima es difícil de inmovilizar, pero, en el mundo de lo vivo, un encuentro puede incrustarse y permanecer fijado en la memoria.

Edmond Wells

Enciclopedia del saber relativo y absoluto,
tomo II

190. Chli-pu-ni se atormenta

Chli-pu-ni está inquieta. Unos moscones mensajeros que acaban de regresar de Oriente refieren que no queda nada de la cruzada contra los Dedos. Ha quedado completamente destruida por un arma dedalera que proyecta tornados de «agua que pica».

¡Tantas legiones, tantas soldados, tantas esperanzas derrochadas en vano!

Frente al cadáver de su madre Belo-kiu-kiuni, la reina de Bel-o-kan le pide consejo. Pero el caparazón está vacío y hueco. No le responde. Chli-pu-ni pasea nerviosa por la celda nupcial. Unas obreras quieren acercarse a ella para acariciarla. Pero las rechaza con violencia.

Se detiene y levanta las antenas.

Tiene que haber algún medio para destruirlos.

Corre hacia la Biblioteca química mientras sigue emitiendo la feromona.

Tiene que haber, por fuerza, un medio para destruirlos.

191. Lo que ella piensa de nosotros

103 llevaba cinco días mirando la televisión sin darse el menor respiro. Sólo había emitido una petición: necesitaba una pequeña cápsula para ordenar allí sus feromonas zoológicas sobre los Dedos.

Laetitia miró a sus compañeros.

—¡Esta hormiga está convirtiéndose en una drogadicta de la tele!

—Parece comprender lo que ve —observó Méliés.

—Probablemente una décima parte de lo que pasa por la pantalla, no más. Es como un recién nacido delante del televisor. Lo que no capta, lo interpreta a su manera.

Arthur Ramírez no estaba de acuerdo.

—Creo que la subestimáis. Sus comentarios sobre la guerra sirako-siraní son muy sensatos. Además, sabe apreciar los dibujos animados de Tex Avery.

—Yo no la subestimo para nada —dijo Méliés— y por eso me preocupa. ¡Si sólo le interesasen los dibujos animados! Ayer me preguntó por qué nos empeñábamos tanto en hacernos sufrir los unos a los otros.

Todos quedaron consternados. Una misma pregunta les angustiaba: ¿Qué puede pensar de nosotros?

—Tendríamos que procurar que no percibiera imágenes demasiado negativas de nuestro mundo. Basta con cambiar de canal a tiempo, después de todo —añadió el comisario.

—No —protestó el señor de los duendes—. Esta experiencia es demasiado interesante. Por vez primera un ser vivo no humano nos juzga. Dejemos libertad a nuestra hormiga para que nos juzgue y nos diga lo que valemos en términos absolutos.

Los tres volvieron a sentarse ante la máquina «Piedra de Roseta». En la campana, la invitada seguía con su cabeza bien pegada a la pantalla de cristales líquidos. Movía las antenas y salivaba a toda velocidad feromonas mientras seguía una campaña electoral. Era visible que escuchaba con toda atención el discurso del presidente de la República, mientras tomaba una multitud de notas.

Emisión:
Saludos, 103.

Recepción:
Saludos, Dedos.

Emisión:
¿Todo va bien?

Recepción:
Sí.

Para que 103 pudiera seguir a gusto las emisiones, Ramírez había terminado fabricando un mando a distancia microscópico que permitía a la hormiga zapear desde su campana de experimentación. El insecto lo usaba y abusaba de él.

La experiencia continuó varios días más.

La curiosidad de la hormiga parecía inagotable. Exigía constantemente de los Dedos nuevas explicaciones. Qué es el comunismo, el motor de explosión, la deriva de los continentes, los ordenadores, la prostitución, la Seguridad Social, los trusts, el déficit económico, la conquista del espacio, los submarinos nucleares, la inflación, el paro, el fascismo, la meteorología, los restaurantes, las apuestas, el boxeo, la contracepción, la reforma universitaria, la justicia, el éxodo rural…

103 ha llenado ya tres feromonas zoológicas sobre los Dedos.

El décimo día, Laetitia Wells no lo pudo soportar más. No había apreciado demasiado a los humanos hasta entonces, pero siempre había tenido sentido de la familia. Y su primo Jonathan se encontraba tal vez a punto de morir mientras la hormiga salvadora que les había enviado seguía plantada allí, como si hubiera echado raíces, delante de su receptor.

Emisión:
¿Ya estás preparada para guiamos hacia Bel-o-kan? —le preguntó a 103.

Hubo un instante de silencio: el corazón de Laetitia palpitó con fuerza. A su lado, los otros también acechaban ansiosos el veredicto mirmeceano…

Recepción:
¿Queréis saber cuál es mi veredicto? Muy bien. Creo que he visto lo suficiente para juzgaros.

Aparta su cabeza de la pantalla de televisión y se sienta sobre sus patas traseras.

Recepción:
No pretendo conoceros a la perfección, evidentemente, la civilización humana es tan complicada…, pero…, de hecho puedo darme cuenta de lo esencial.

Ella les hace esperar, mide el efecto que produce. 103 es realmente una experta en manipulación de individuos.

Recepción:
Vuestra civilización es muy complicada, pero he visto lo suficiente para comprender lo esencial. Sois unos animales perversos, irrespetuosos con todo lo que os rodea, que únicamente os preocupáis por acumular lo que vosotros llamáis «dinero». Vuestras retrospectivas históricas me horrorizan: no son otra cosa que sucesiones de crímenes en mayor o menor escala. Primero os matáis, luego discutís. Os destruís entre vosotros de la misma manera que destruís la Naturaleza.

Aquello empezaba mal. Los tres humanos no habían previsto tanta dureza.

Recepción:
Sin embargo hay en vosotros cosas que me fascinan. ¡Ah, los dibujos! Adoro, sobre todo, a ese Dedo… Leonardo da Vinci. ¡Esa idea de hacer dibujos para mostrar su interpretación del mundo y fabricar objetos inútiles sólo por su belleza estética es fabulosa! ¡Como si se fabricaran perfumes no simplemente para comunicar, sino también por la dicha de respirarlos! esa belleza gratuita e inútil que llamáis «arte» es lo que os da ventaja sobre nuestra civilización. Nosotras no tenemos nada semejante en nuestras ciudades. Vuestra civilización es rica en arte y en pasiones inútiles.

Emisión:
Entonces, ¿estás de acuerdo en guiarnos a Bel-o-kan?

La hormiga no quiere responder todavía.

Recepción:
Antes de llegar hasta vosotros, me topé con las cucarachas. Y ellas me enseñaron algo. Se ama a quienes son capaces de amar, se ayuda a los que tienen deseos de ayudarse entre sí…

103 agita sus antenas, segura de sí misma y de sus argumentos.

Recepción:
La pregunta que me parece importante es ésta: En mi lugar, ¿juzgaríais vosotros positivamente a vuestra propia especie?

¡Vaya contratiempo! Evidentemente no es a Laetitia Wells a quien hay que hacer esa pregunta. Ni a Arthur Ramírez.

La hormiga prosigue tranquilamente su razonamiento.

Recepción:
¿Me comprendéis? ¿Os amáis a vosotros mismos lo bastante como para que una sienta deseos de amaros?

Emisión:
Bueno…

Recepción:
Si no os amáis a vosotros mismos, ¿cómo esperar que un día seáis capaces de amar a seres tan diferentes como nosotros?

Emisión:
Pues…

Recepción:
¿Estáis buscando las feromonas buenas para convencerme? No sigáis. Las explicaciones que esperaba de vosotros, me las ha proporcionado la televisión. He visto documentales, reportajes, en los que unos Dedos se ayudan, en el que unos Dedos acudían desde nidos lejanos para socorrer a otros Dedos, donde unos Dedos rosas cuidaban de unos Dedos de color oscuro. Nosotras, las hormigas, como nos llamáis, nunca haríamos eso. No acudimos en ayuda de los nidos alejados, no socorremos a las hormigas de otras especies. Además, he visto anuncios de osos de peluche. No son más que objetos y, sin embargo, unos Dedos los acariciaban, unos Dedos los besaban. Los Dedos tienen en sí mismos algo de amor que dar.

Habían esperado cualquier cosa, pero eso sí que no. ¡No podían esperar que la especie humana sedujera a un no-humano gracias a las obras de Leonardo da Vinci, a los médicos-aventureros y a los osos de peluche!

Recepción:
Y esto no es todo. Os preocupáis mucho de vuestras cresas. Esperáis que los Dedos del futuro sean mejor que los de hoy. Aspiráis a progresar. Sois como nuestras soldados, que se sacrifican haciendo un puente por el que pasarán sus hermanas para cruzar un riachuelo. Las jóvenes pasarán, y las viejas están dispuestas a morir por las que pasen. Sí, todo lo que he visto, películas, informaciones, anuncios, expresaba el pesar por no ser más que lo que sois y vuestra esperanza de mejora. Y de esa esperanza brota vuestro «humor», nace vuestro «arte»…

Laetitia tenía los ojos inundados de lágrimas. Había sido precisa una hormiga para explicarle y enseñarle a amar a la especie humana. Tras el discurso de 103, ya nunca sería la misma. Su humano fobia acababa de ser curada por una hormiga. De pronto tuvo deseos de conocer mejor a sus contemporáneos. Es cierto que algunos eran formidables. Aquella hormiga lo había comprendido en unas pocas horas de televisión, mientras que ella no lo habla percibido en toda su vida.

La joven se inclinó hacia el micrófono y consiguió articular.

Emisión:
Entonces, ¿vas a ayudarnos?

Bajo su campana de cristal, 103 levantó las antenas y emitió en tono solemne.

Recepción:
Nosotras no podemos luchar contra vosotros, y vosotros no podéis luchar contra nosotras. Ninguna de nuestras especies es lo bastante fuerte para eliminar a la otra. Puesto que no podemos destruirnos, estamos obligadas a ayudarnos. Además, creo que nosotras tenemos necesidad de vosotros. Tenemos cosas que aprender de vuestro mundo y, sobre todo, no es preciso mataros antes de conocerlas.

Emisión:
Entonces, ¿estás de acuerdo en enseñamos Bel-o-kan?

Recepción:
Estoy de acuerdo en ayudaros a salvar a vuestros amigos encerrados bajo la Ciudad, porque ahora estoy de acuerdo en una colaboración entre nuestras dos civilizaciones.

Fue en este momento cuando Arthur Ramírez se desmayó por segunda vez.

192. Los dinosaurios

Se trata de una feromona memoria histórica que ha atravesado los milenios.

Chli-pu-ni acerca sus antenas a la cápsula llena de líquidos muy olorosos. Camafeo de perfumes. Inmediatamente el texto asciende con voluptuosidad en sus antenas.

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