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Authors: James Ellroy

Tags: #Intriga, Policiaco

El gran desierto (40 page)

BOOK: El gran desierto
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Breuning sacó una libreta.

—De acuerdo, pero ¿dónde esperas conseguir más hombres para vigilar a esos cuatro? Gene, Jack y yo tenemos trabajo de sobra, y Dudley me contó que te tiene ocupado en esa operación con los comunistas.

Danny pensó en Mal Considine.

—Conseguiremos los hombres.

La lámpara se apagó; la calle quedó a oscuras.

—¿Qué pasa con Augie Luis Duarte? El asesino no es mexicano y ninguna de sus víctimas lo eran. ¿Por qué lo has incluido?

Danny decidió revelar lo de Gordean.

—Es parte de una pista que seguí por mi cuenta. El alcahuete es un tal Felix Gordean, que dirige un refinado servicio de presentación para homosexuales. George Wiltsie trabajaba para él, el asesino estaba vigilando su oficina, Duarte fue uno de los nombres que le di al empleado de Circulación, y fue uno de los maricas de Gordean. ¿Satisfecho?

Breuning silbó de nuevo.

—Quizá Dudley pueda conseguirnos los hombres necesarios. Es bueno para eso.

Danny entró en el coche con una sensación rara: el enviado de Dudley Smith le daba la razón.

—Manos a la obra —dijo—. Si averiguáis algo, llamadme a casa.

Viró en redondo y bajó por La Paloma hasta Sunset, pensando en un bocadillo, un trago y un paseo por el distrito negro. Sunset estaba llena de coches; Danny viró hacia el este y se unió a una estela de luces. Tenía la mente en blanco, pasaron los kilómetros. Luego, al llegar al Strip, se aterró como ese medio segundo en la casa de la playa. Esta vez eran tomas cortas con la Cámara Humana.

Cy Vandrich intentando seducirlo.

Breuning rechazando las estacas cortantes como si uno de esos artefactos lo atacara.

Niles y sus dos reos; «según un contacto que tengo en el condado usted no es el buen chico que parece».

«Actúa bien, bazofia del condado», y un policía tumbado a sus pies.

La persecución, como un robo de coches a la inversa; tenía que ser él, no podía ser él, era demasiado que fuera él, era demasiado que no fuera él.

Gordean leyéndole la mente.

Golpes a un homosexual patético.

Las tomas se disolvieron en un ansia de beber una copa que lo acompañó el resto del camino. Danny abrió la puerta y parpadeó ante la inesperada luz del salón; vio la botella que había en la mesita y pensó que entraba en una pesadilla. Desenfundó el arma, comprendió que era una locura y la enfundó; caminó hasta la mesa, vio una nota apoyada contra la botella y leyó:

Ted:

Esta mañana estuviste brillante en el piquete. Yo estaba apostado en De Longpre y lo vi todo. De paso, indiqué al instructor de la Academia que te llamara «bazofia», con la esperanza de que te estimulara la agresividad. Tu habilidad superó mis expectativas, y ahora debo a ese agente mucho más que una botella de whisky. Le rompiste todos los dedos y le agrandaste los testículos. Le di una recomendación para aplacarlo. Más buenas noticias: el capitán Will Bledsoe murió esta mañana de un ataque de apoplejía, el fiscal McPherson me ha ascendido a capitán y me designó jefe de investigación de la Fiscalía. Buena suerte con la UAES (vi que Kostenz se te acercaba). Hagamos un buen trabajo, después del gran jurado te recomendaré para que seas sargento y empezaré a mover influencias para traerte a la Oficina. Necesito un buen ejecutivo, y las barras de teniente que acompañan el cargo te convertirán en el oficial más joven de la historia de la ciudad y el condado. Nos veremos mañana a medianoche en el Pacific Dining Car. Lo celebraremos y podrás contarme cómo va tu trabajo.

Afectuosamente,

Mal.

Danny prorrumpió en sollozos espasmódicos que no se disolvían en lágrimas. Siguió sollozando, olvidando el trago que había deseado.

22

Jefe de investigación de la Fiscalía.

Dos barras de plata, tres mil quinientos dólares más al año, prestigio para la batalla por la custodia. El mando de veinticuatro detectives seleccionados en otras agencias policiales según su sagacidad y su capacidad para reunir pruebas sólidas. Influencia decisiva en la toma de decisiones, en la búsqueda de condenas. El atajo para llegar a la jefatura.

Poder: un rango superior al de Dudley Smith y el prestigio para hacer tolerable una tarde de trabajo con Buzz Meeks.

Mal entró en la oficina de Los Ángeles del Servicio de Inmigración y Nacionalización. Ellis Loew había llamado temprano; él y Meeks debían reunirse en Inmigración; enterrar antiguas diferencias y revisar los archivos en busca de simpatizantes de la UAES nacidos fuera de Estados Unidos para amenazarlos con la deportación. Loew lo había expresado como una orden; capitán o no, Mal no tenía opción. Loew también había solicitado un informe detallado sobre interrogatorios a gente ajena a la UAES y un informe actualizado; estaba retrasado en eso, porque presenciar la actuación de Danny Upshaw le había costado una tarde: Mal había actuado como jefe mientras Dudley salía a apretar las tuercas a los rojos mencionados por Lenny Rolff.

Mal se instaló en la sala de archivos que el supervisor les había indicado. Miró el reloj y advirtió que era temprano: Meeks no llegaría hasta las nueve, así que le quedaban cuarenta minutos para trabajar hasta que llegara el gordo. Había carpetas apiladas en una larga mesa de metal, Mal las empujó hacia la esquina, se sentó y se puso a escribir.

I
NFORME
10/1/50

A: E
LLIS
L
OEW
D
E
: M
AL
C
ONSIDINE

Ellis:

Éste es mi primer informe como jefe de investigación de la Fiscalía. Si no fuera confidencial, podrías enmarcarlo.

Ante todo, Upshaw tuvo un gran éxito ayer. No tuve oportunidad de contártelo por teléfono, pero estuvo sensacional. Observé, y vi que el hombre de UAES se le acercaba. Dejé a Upshaw una nota pidiéndole que se reuniera conmigo esta noche en el Dining Car para darme un informe, y apuesto a que para entonces ya habrá establecido contacto con Claire de Haven. Mañana por la mañana te daré un informe verbal sobre las novedades.

Hace dos días, Dudley y yo interrogamos a Nathan Eisler y Leonard Rolff, guionistas no procesados por el HUAC. Ambos corroboraron que Minear y Loftis, miembros de la UAES, planeaban subvertir el contenido de las películas con doctrinas comunistas y ambos han aceptado ser testigos voluntarios. Eisler nos entregó un diario que confirma una vez más la promiscuidad de Claire de Haven: buenas noticias para Upshaw. Eisler declaró que Claire de Haven reclutaba a los miembros iniciales de la UAES valiéndose de la seducción sexual, un elemento importante para un tribunal abierto en caso de que ella tenga la audacia de querer testificar. Rolff proporcionó información sobre un total de cuatro izquierdistas no pertenecientes a la UAES. Dudley interrogó ayer a dos de ellos y me llamó anoche con los resultados: aceptaron comparecer como testigos voluntarios, corroboraron que Ziffkin, De Haven, Loftis, Minear y los tres mexicanos habían efectuado declaraciones poco convenientes acerca del derrocamiento de Estados Unidos por el Partido e informaron sobre un total de otros diecinueve camaradas. Estoy preparando un cuestionario detallado que se presentará a todos los testigos voluntarios, datos que podrás usar en tu presentación inaugural, y quiero que funcionarios de la ciudad supervisen la entrega y recuperación de estos papeles. La razón para ello es que Dudley es una presencia demasiado intimidatoria, y tarde o temprano sus tácticas de coacción resultarán contraproducentes. Sólo podremos reunir un gran jurado si la UAES continúa ignorando nuestros movimientos. Los hemos tranquilizado, así que mantengamos a Dudley bajo control. Si uno de nuestros testigos se arrepiente y delata a los dirigentes de la UAES, estamos perdidos.

He aquí algunos pensamientos al azar:

1.- Este asunto se está convirtiendo en un alud y pronto será un alud de papel. Lleva a esos empleados a tu casa: pronto presentaré informes, cuestionarios y resúmenes elaborados a partir de detalles del diario de Eisler. Dudley, Meeks y Upshaw presentarán informes. Quiero que toda esta información se archive de modo claro.

2.- Estabas preocupado por la falsa identidad de Upshaw. No te preocupes. La hemos examinado una y otra vez. «Ted Krugman» no tenía conocidos directos entre los miembros de la UAES; a lo sumo lo conocían de oídas, pero lo conocían. Upshaw es un agente muy listo, sabe cómo actuar y sospecho que disfruta con la farsa.

3.- ¿Dónde está el doctor Lesnick? Necesito hablar con él, hacerle preguntas profesionales y conocer su opinión sobre ciertos aspectos del diario de Eisler. Además, todos sus archivos terminan en el verano del 49. ¿Por qué? Hay una laguna (42-44) en el archivo de Loftis, clave para la época en que expresaba rabiosamente opiniones comunistas y presentaba una mala imagen cinematográfica de la policía para «erosionar el sistema americano de jurisprudencia». Espero que no se haya muerto. Parecía casi muerto hace diez días. Haz que el sargento Bowman lo encuentre y cerciórate de que me llame.

4.- Cuando hayamos reunido y ordenado las pruebas, necesitaremos pasar un buen tiempo decidiendo a qué testigos haremos comparecer. Algunos estarán conmocionados y furiosos por culpa de Dudley y sus abusos. Como te decía, sus métodos serán contraproducentes. En cuanto tengamos suficientes testigos, quiero hacerme cargo de los interrogatorios y realizarlos a mi modo, con suavidad, ante todo para garantizar la seguridad de nuestra investigación.

5.- Dudley está obsesionado por el episodio de Sleepy Lagoon, y siempre lo trae a colación en los interrogatorios. Todo indica que los acusados eran inocentes, y creo que debemos evitar testimonios sobre Sleepy Lagoon en el tribunal, a menos que nos lleven tangencialmente hacia declaraciones propicias. El caso fue favorable para la izquierda de Los Ángeles, y no podemos permitirnos el lujo de presentar como mártires a los miembros de la UAES (muchos) que también integraron el Comité de Defensa. Ahora tengo un rango superior al de Dudley, y se lo haré saber para que actúe con más suavidad con los testigos. A la luz de lo antedicho, y en concordancia con mi nuevo rango, te pido que me asciendas a oficial al mando de esta investigación.

Tuyo,

capitán M. E. C
ONSIDINE
,

jefe de investigación de la Fiscalía de Distrito

Mal sintió un escozor al escribir este nuevo título, pensó en comprarse una pluma cara para celebrar la ocasión. Se desplazó hacia las pilas de archivos, oyó «¡Atención!» y vio un pequeño objeto azul volando hacia él. Buzz Meeks se lo había arrojado. Lo atajó por reflejo: una cajita de terciopelo.

—Un símbolo de paz, capitán —dijo Meeks—. No pienso pasarme el día con un tipo que tal vez quiso hacerme matar sin adularlo un poco.

Mal abrió la caja y vio un par de galones plateados de capitán. Miró a Meeks.

—No pido un apretón de manos ni un agradecimiento —continuó el gordo—, pero me gustaría saber si fuiste tú quien me disparó esos torpedos.

Había algo raro en Meeks: su habitual encanto viscoso resultaba más discreto, y tenía que saber que lo ocurrido en el 46 ya no tenía importancia. Mal cerró la cajita y se la devolvió.

—Gracias, pero no.

Meeks cogió el regalo.

—Mi último intento de cordialidad, capitán. Cuando abordé a Laura, no sabía que era la mujer de un policía.

Mal se alisó el chaleco; Meeks siempre le daba la sensación de que necesitaba ir a la tintorería.

—Toma los archivos del final. Ya sabes lo que quiere Ellis.

Meeks se encogió de hombros y obedeció, un profesional. Mal empezó con la primera ficha, leyó un largo informe de Inmigración, entrevió a un ciudadano sólido con ideas erróneas inspiradas por la gran inflación europea y dejó la carpeta a un lado. Los archivos dos y tres eran muy similares; miraba de soslayo a Meeks, preguntándose qué buscaba. El cuatro, el cinco, el seis, el siete y el ocho eran refugiados que habían huido de Hitler, un veneno que parecía justificar los virajes hacia la extrema izquierda. Meeks vio que lo miraba y le guiñó el ojo; Mal comprendió que estaba feliz o contento por algo. Terminó con el nueve y el diez, y entonces oyó golpes en la puerta.

—Toc, toc. ¿Quién es? Es Dudley Smith. ¡Alerta, rojos!

Mal se levantó. Dudley se le acercó y le dio una serie de palmadas en la espalda.

—Seis años menos que yo y eres capitán. ¡Fantástico! Muchacho, mis más sinceras felicitaciones.

Mal se imaginó poniendo en vereda al irlandés, dándole órdenes e imponiéndole respeto.

—Muchas gracias, teniente.

—Y tienes un genio perverso acorde con tu nuevo rango. ¿No dirías eso, Turner?

Meeks se meció en la silla.

—Dudley, no consigo que este hombre hable.

Dudley rió.

—Sospecho que hay un viejo rencor entre ambos. No sé cuál es el origen, aunque apostaría a que
cherchez la femme
es un buen camino. Malcolm, mientras estoy aquí déjame preguntarte algo sobre nuestro amigo Upshaw. ¿Está husmeando en nuestra investigación, más allá de su trabajo de infiltrado? Los otros hombres del caso de los homosexuales le tienen manía y opinan que es un petulante.

Mal aún oía el eco de «mientras estoy aquí» y el trueno de «
cherchez la femme
». Comprendió que Dudley sabía qué había ocurrido entre él y Meeks.

—Eres tan sutil como un tren de carga, teniente. ¿Qué pasa con Upshaw?

Dudley soltó su carcajada.

—Mike Breuning también tiene problemas con el chico —explicó Meeks—. Anoche me llamó y me dio una lista de nombres, cuatro tipos que Upshaw quiere hacer vigilar. Me preguntó si eran para el caso de los homosexuales o para el gran jurado. Le dije que no lo sabía, que no había visto al chico, que sólo lo conocía de oídas.

Mal se aclaró la garganta, irritado por sentirse excluido de la conversación.

—¿Qué significa de oídas, Meeks?

El gordo sonrió.

—Estuve investigando a Reynolds Loftis y descubrí una pista de Antivicio del Departamento de Policía de Samo. Loftis fue arrestado en un bar de homosexuales en el 44, en compañía de un abogado muy influyente llamado Charles Hartshorn. Interrogué a Hartshorn, quien al principio creyó que yo era detective de Homicidios, porque conocía a uno de los homosexuales muertos del caso de Upshaw. Supe que el sujeto no era un asesino. Lo presioné con fuerza, luego lo dejé en paz diciéndole que procuraría que el condado no se metiera con él.

BOOK: El gran desierto
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