—Pero, en cambio sólo hay una especie humana
—Sí, porque los humanos tienen una fantástica capacidad de adaptarse a las más diversas condiciones de vida. Esto fue algo que asombró a Darwin cuando vio cómo los indios de la Tierra de Fuego sobrevivían en aquel clima tan frío. Pero no significa que todos los humanos sean iguales. Los que viven alrededor del ecuador, tienen la piel más oscura que los que habitan las regiones más al norte, y esto se debe a que la piel morena protege mejor contra la luz solar. Personas blancas que se exponen mucho al sol están, por ejemplo, más expuestas a padecer cáncer de piel.
—¿Es una ventaja tener la piel blanca si vives en el norte?
—Pues sí, porque en el caso contrario, las personas habrían tenido la piel oscura en todas partes. Pero la piel blanca desarrolla más fácilmente vitaminas solares, lo que puede ser una gran ventaja en lugares con poco sol. Hoy en día esto no es muy importante porque podemos procurarnos suficientes vitaminas solares con lo que comemos. Pero no hay nada que sea casual en la naturaleza. Todo se debe a los minúsculos cambios que han ido teniendo lugar durante innumerables generaciones.
—En realidad es fantástico.
—¿Verdad que sí? Entonces, por ahora, podemos resumir la teoría de la evolución de Darwin de la siguiente forma...
—¡Venga!
—Podemos decir que la «materia prima» que se halla detrás de la evolución de la vida en la Tierra son las constantes variaciones entre los individuos dentro de la misma especie y también las enormes camadas que hacen que sólo una pequeña parte consiga sobrevivir. El propio «mecanismo» o fuerza motriz de la evolución es la selección natural en la lucha por la existencia. Esta selección hace que siempre sean los más fuertes o los «mejor adaptados» los que sobrevivan.
—Me parece tan lógico como un ejercicio de matemáticas. ¿Cómo fue recibido el libro sobre el «origen de las especies»?
—Hubo algunas luchas bastante feroces. La Iglesia protestó enérgicamente, y la ciencia británica se dividió en dos. En realidad no era de extrañar, pues Darwin había alejado a Dios del acto de la Creación. Ahora bien, algunos señalaron que era mucho más grandioso crear algo que llevara inherentes sus propias posibilidades de evolución que crear en detalle todas las cosas de una sola vez.
De pronto Sofía se levantó de la silla de un salto.
—¡Mira! —exclamó.
Señaló a la ventana. Junto al lago andaban una mujer hombre cogidos de la mano. Estaban totalmente desnudos.
—Son Adán y Eva —dijo Alberto—. Poco a poco tuvieron que resignarse a compartir su destino con el de Caperucita Roja y Alicia en el País de las Maravillas. Por eso aparecen aquí.
Sofía se acercó a la ventana para verlos mejor. Pronto desaparecieron entre los árboles.
—Porque Darwin pensaba que los humanos descendían de los animales, ¿no?
—En 1871 publicó el libro Descent of man, o La descedencia humana, en el que señala todos los grandes parecidos entre humanos y animales; y que los humanos y los monos antropoideos en algún momento del pasado tienen que haberse desarrollado del mismo progenitor. Por entonces también se habían encontrado los primeros fósiles de cráneos de una clase extinguida de humanos, primero en una cantera en el peñón de Gibraltar y unos años más tarde en Neanderthal, en Alemania. Curiosamente las protestas fueron menores en 1871 que en 1859, cuando Darwin publicó El origen de las especies, pero la idea de que el hombre desciende de los animales ya estaba implícita en aquel primer libro. Y, como ya he dicho, cuando murió Darwin en 1882 fue enterrado con todos los honores como un pionero del mundo de la ciencia.
—De modo que al final recibió los honores que se merecía.
—Al final sí. Pero al principio fue caracterizado como el «hombre más peligroso de Inglaterra».
—¡Madre mía!
—«Esperemos que no sea verdad», dijo una noble señora, «pero si resulta ser verdad, esperemos que no se llegue a saber públicamente». Un reconocido científico de la época dijo algo parecido: «Un humillante descubrimiento; cuanto menos se hable de él, mejor».
—¡Ellos casi aportaron la prueba de que los humanos están emparentados con los avestruces!
—Pues sí, es verdad. Pero es fácil para nosotros saberlo todo a posteriori. De pronto mucha gente se sintió obligada a revisar su visión del Génesis de la Biblia. El joven escritor John Ruskin lo expresó así: «Ojalá los geólogos me dejaran en paz. Al final de cada versículo de la Biblia oigo sus martillazos».
—¿Y los martillazos eran el dudar de la palabra de Dios?
—Supongo que era eso lo que quiso decir. Porque no sólo se desmoronó la interpretación literal del Génesis, sino que la teoría de Darwin implicaba que eran variaciones completamente casuales las que al fin y al cabo habían producido al hombre. Y más que eso: Darwin había convertido al ser humano en un producto de algo tan poco emocional como la «lucha por la existencia».
—¿Darwin dijo algo de cómo se producen estas «variaciones casuales»?
—Estás tocando el punto más débil de su teoría. Darwin tenía sólo vagas nociones de genética. Algo se produce mediante el cruce. Un padre y una madre nunca llegan a tener dos hijos totalmente iguales; ya ahí se produce una cierta variación. Por otra parte, tampoco se puede conseguir algo verdaderamente nuevo de esa manera. Además hay plantas y animales que son gemíparos, o que se reproducen mediante división celular. En cuanto a la cuestión de cómo se producen las variaciones, el llamado neodarvinismo ha completado la teoría de Darwin.
—¡Cuéntame!
—Todo lo que sea vida y reproducción se trata, en último término, de división celular. Al dividirse una célula en dos, se producen dos células idénticas con exactamente los mismos genes. Por división celular se entiende, por tanto, el que una célula se copia a sí misma.
—¿Sí?
—Pero algunas veces ocurren minúsculos fallos en este proceso, de modo que la célula copiada no sale exactamente igual a la célula madre. A este fenómeno la biología moderna lo llama mutación. Tales mutaciones pueden carecer totalmente de importancia, pero otras pueden conducir a cambios acentuados de las cualidades del individuo. Algunas pueden ser directamente dañinas, y esos «mutantes» se eliminan constantemente de las grandes camadas mediante la selección. Muchas enfermedades se deben en realidad a una mutación. Ahora bien, algunas veces una mutación también puede aportar al individuo precisamente aquella cualidad positiva que este individuo necesita para defenderse mejor en la lucha por la existencia.
—¿Por ejemplo un cuello más largo?
—La explicación de Lamarck sobre el cuello largo de la jirafa, era que las jirafas se habían estirado. Pero según el darvinismo, ninguna cualidad de ese tipo es hereditaria, Darwin pensó que era una variación natural de la longitud del cuello del progenitor de la jirafa. El neodarvinismo completa este punto señalando una clara causa de que se produzcan esas variaciones.
—¿Eran las mutaciones?
—Sí. Cambios completamente accidentales en los genes proporcionaron a algunos de los antepasados de las jirafas un cuello un poco más largo que la media. Cuando había escasez de comida podía resultar muy importante. El que llegaba más alto en los árboles, tenía las mayores posibilidades de sobrevivir. Podemos además imaginarnos que algunas de las jirafas primitivas hubieran desarrollado la capacidad de hurgar en la tierra para encontrar comida. Después de muchísimo tiempo, una especie de animales extinguida puede, como ves, dividirse en dos especies de animales.
—Entiendo.
—Vamos a ver unos ejemplos más recientes de cómo funciona la selección natural. Es un principio muy sencillo.
—¡Venga, cuéntame!
—En Inglaterra vive una determinada especie de mariposas llamada medidor de abedul. Como su nombre indica, viven en los claros troncos de los abedules. Si retrocedemos al siglo XVIII veremos que la gran mayoría de medidores de abedules era de un color gris claro. ¿Por qué, Sofía?
—Porque así los pájaros no las veían fácilmente.
—Pero de vez en cuando nacían algunos ejemplares oscuros, debido a mutaciones completamente accidentales. ¿Cómo crees que se defendieron estas variantes oscuras?
—Serían mas fáciles de ver, y por consiguiente también más fáciles de atrapar por pájaros hambrientos.
—Porque en este ambiente, es decir en los claros troncos de abedul, el color oscuro era una cualidad desfavorable. Por lo tanto, eran siempre las mariposas blancas las que aumentaban. Pero de pronto sucedió algo en el ambiente. Debido a la industrialización, en algunos lugares los troncos blancos se volvieron completamente oscuros por el hollín. ¿Qué crees que sucedió entonces?
—Supongo que ahora eran las mariposas oscuras las que se defendían mejor.
—Sí, y no tardaron mucho en aumentar en cantidad. Entre 1848 y 1948 el porcentaje de medidores negros de abedules aumentó del uno al noventa y nueve por ciento en algunos sitios. El ambiente había sido modificado, y ya no era ninguna ventaja ser claro en la lucha por la existencia. ¡Más bien al contrario! Los «perdedores» blancos eran eliminados, con la ayuda de los pájaros, nada más aparecer en los árboles. No obstante volvió a suceder un importante cambio. Una reducción en la utilización de carbón y un mejor equipo de limpieza en las fábricas ha dado como resultado un medio ambiente mucho más limpio en los últimos años.
—¿De modo que los troncos se están volviendo blancos?
—Por eso las mariposas están a punto de volver al color blanco. Eso es lo que se llama adaptación. Estamos ante una ley de la naturaleza.
—Entiendo.
—Pero hay más ejemplos sobre cómo las personas intervienen en el medio ambiente.
—¿En qué estás pensando?
—Se ha intentado combatir las alimañas con distintas materias venenosas. En un principio puede dar buenos resultados. Pero cuando se pulveriza un campo o un huerto con venenos contra los insectos, se causa una pequeña catástrofe ecológica para aquellas alimañas que uno desea combatir. Una serie de mutaciones puede dar lugar a que aparezca un grupo de alimañas que sea más resistente al veneno empleado. Ahora esos «ganadores» tienen el campo libre, y de esa manera las alimañas se vuelven cada vez más difíciles de combatir precisamente por los intentos humanos de exterminarlas. Son, como ya sabes, las variantes más resistentes las que sobreviven.
—¡Qué horror!
—Al menos da que pensar. También en nuestro propio cuerpo intentamos combatir parásitos dañinos. Estoy pensando en las bacterias.
—Utilizamos penicilina u otros antibióticos.
—Y una cura de penicilina es precisamente una «catástrofe ecológica» para los pequeños diablos. Pero conforme íbamos derrochando penicilina también nos hacíamos resistentes a ciertas bacterias. De esa forma hemos ido creando bacterias que son mucho más difíciles de combatir que antes. Nos vemos obligados a utilizar antibióticos cada vez más fuertes, pero al final...
—Al final nos saldrán las bacterias por la boca, ¿no? ¿Quizás tengamos que empezar a pegarles tiros?
—Eso quizás sea un poco exagerado. Pero está claro que la medicina moderna ha creado un serio dilema. No se trata sólo de que algunas bacterias se hayan vuelto más agresivas. Antes había muchos niños que no llegaban a adultos porque sucumbían a diferentes enfermedades, e incluso se puede decir que sólo sobrevivían unos pocos. Ahora bien la medicina moderna ha dejado esta selección natural de alguna manera fuera de juego. Lo que ayuda a un individuo a superar una mala racha de salud, puede a la larga llegar a debilitar las resistencias de la humanidad contra diversas enfermedades. Si no consideramos en absoluto lo que llamamos «higiene de la herencia», eso puede conducir a una degeneración de la humanidad. Con esto se quiere decir que se debilitan las condiciones genéticas para evitar enfermedades graves.
—Son perspectivas bastante siniestras.
—Sí, pero un verdadero filósofo no puede dejar de señalar lo «siniestro» si cree que es verdad. Intentemos resumir de nuevo.
—¡Adelante!
—Puedes decir que la vida es como una gran lotería en la que solamente los décimos ganadores son visibles.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Los que han perdido en la lucha por la existencia han desaparecido. Detrás de cada especie de plantas y animales de la Tierra hay millones de años de selección de «décimos ganadores». Y los «décimos perdedores» sólo aparecen una vez, lo cual quiere decir que no existe hoy en día ninguna especie de plantas o animales que no puedan llamarse «décimos ganadores» en la gran lotería de la vida.
—Porque sólo se conserva lo mejor.
—Así puedes expresarlo si quieres. Ahora me puedes alcanzar aquella lámina que trajo ese... bueno, ese vigilante de fieras.
Sofía le dio la lámina. Por un lado estaba dibujada el Arca de Noé; por el otro lado se había dibujado un árbol genealógico para todas las especies animales. Éste era el lado que Alberto le quería enseñar.
—La lámina muestra el reparto de las distintas especies de plantas y animales. ¿Ves cómo cada una de las distintas especies pertenece a grupos, clases y series?
—Sí.
—Junto con los monos, los hombres pertenecemos a los llamados primates. Los primates son mamíferos, y todos los mamíferos pertenecen a los vertebrados, que a su vez pertenecen a los animales pluricelulares.
—Casi recuerda a Aristóteles.
—Es verdad. Pero esta lámina no sólo nos dice algo de la división de las diferentes especies hoy, sino que también dice algo de la historia de la evolución de la vida. ¿Ves por ejemplo que los pájaros se separaron una vez de los reptiles, y que los reptiles se separaron por su parte de los anfibios y que los anfibios lo hicieron de los peces?
—Sí, queda claro.
—Cada vez que una de las líneas se divide en dos, han surgido mutaciones que han conducido a nuevas especies. Así surgieron también con los años las diferentes clases y series de animales. Esta lámina está muy simplificada. En realidad hoy viven en el mundo más de un millón de especies animales, y ese millón sólo es una fracción de todas las especies animales que han vivido en la Tierra. ¿Ves por ejemplo que un grupo de animales llamados trilobites está totalmente extinguido?
—Y más abajo están los animales unicelulares.
—Algunos de los cuales tal vez no hayan cambiado en un par de millones de años. ¿Ves que va una línea de esos Organismos unicelulares al reino vegetal? Pues también las plantas probablemente descienden de la misma célula primigenia que todos los animales.