—Aprenderás —le consoló Rannirl— y, si no, siempre puedes hacer como Tani: pensar que es magia. Te concentras, agitas la mano y ya está… ¡
Puf
! ¡Pura magia!
—Es más fácil de ese modo —protestó Taniquel—.
Funciona
, aunque no haya comprendido cuáles son exactamente las fuerzas involucradas en las tensiones moleculares…
—¡Y eso es tan sólo entregarse en manos de la gente que disfruta siendo supersticiosa con respecto a nosotros! —dijo Elorie con furia—. Creo que te gusta cuando te llaman
hechicera y bruja…
—Lo hacen de todos modos, independientemente de cómo me llame a mí misma —replicó Taniquel con ecuanimidad—. Lo decían de Mesyr, que en su época fue una de las mejores técnicas. ¿Qué importa lo que ellos piensen, Lori? Nosotros sabemos qué somos. ¿Cómo era ese proverbio que tanto le gusta a Kennard, el de aprender lógica de los ladridos de tu perro?
Elorie no respondió. Kerwin tomó la copa rota e hizo coincidir los bordes mientras la miraba con ferocidad. Una vez más experimentó esa nueva clase de percepción, como si viera por debajo de la superficie todas las fuerzas y tensiones de la
estructura
del cristal…
La copa estaba entera en su mano, limpiamente unida pero un poco desequilibrada, con una burbuja en el borde que señalaba el lugar en que se había partido.
Kennard sonrió, como aliviado.
—Ahora sólo falta una prueba —anunció.
Kerwin todavía seguía mirando la copa levemente desequilibrada.
—¿Puedo conservarla? —preguntó.
Kennard asintió.
—Tráela.
Una vez más Kerwin sintió que los pequeños dedos de Taniquel se entrelazaban con los suyos y percibió que la joven estaba asustada, pudo sentir su miedo como un dolor dentro de él.
—¿Es del todo necesario, Kennard? —rogó Taniquel—. ¿No puedes ponerlo en el círculo exterior para ver si el
shock
le produce apertura?
Elorie le lanzó una mirada compasiva.
—Eso casi nunca funciona, Tani. Ni siquiera en un círculo de mecánicos.
Kerwin empezó a sentir miedo otra vez. Había pasado tan bien las otras pruebas que había empezado a enorgullecerse de sus logros.
—¿Qué pasa? ¿Qué ocurrirá ahora, Taniquel?
Fue Elorie quien respondió con dulzura:
—Lo que Kennard quiere decir es simplemente esto: ahora tenemos que probarte dentro de un círculo y ver cómo encajas en los transmisores… en los nexos de poder. Sabemos que eres un émpata de alto nivel y que has pasado las pruebas básicas. Tienes suficiente PK para ser un buen mecánico, cuando hayas aprendido cómo hacerlo. Pero ésta es la verdadera prueba: ver cómo encajarás con el resto de nosotros. —Se volvió hacia Kennard—. Tú lo probaste con contacto telepático; sabes cómo funciona estructuralmente. ¿Cómo son sus barreras?
—Infernales —dijo Kennard—. ¿Cómo esperabas que fueran, si creció entre ciegos mentales? —Y enseguida explicó a Kerwin—: Ella quiere decir que te impuse el contacto telepático, para darte la estructura de ese modo… —Señaló la copa, quebrada y vuelta a unir, ligeramente desequilibrada—. Entonces tuve oportunidad de comprobar cómo eran tus defensas. Todo el mundo tiene alguna defensa natural contra la invasión telepática… El término técnico que utilizamos es
barrera
, un escudo protector entre telépatas para evitar que uno emita sus pensamientos privados a toda la localidad y para protegerte de la posibilidad de captar mucha estática telepática casual… Después de todo, no necesitas enterarte de qué caballo piensa ensillar primero el mozo de establo, ni de los problemas que tiene la cocinera para decidir qué preparará de cenar. Todo el mundo tiene defensas. Es un reflejo condicionado. Y, en general, cuando más fuerte es el telépata, tanto más fuertes son sus barreras. Pues bien, cuando trabajamos en un círculo, tenemos que aprender a bajar esa barrera, a trabajar sin el reflejo protector. Casi todos nosotros empezamos a trabajar en la adolescencia y aprendemos a mantener las barreras altas o a bajarlas conscientemente. Como creciste en un mundo de no-telépatas, quizás hayas aprendido a mantenerlas en su lugar todo el tiempo. A veces las barreras no pueden bajarse y hay que forzarlas, por medio de un
shock
, para que se abran. Tenemos que saber hasta qué punto será difícil trabajar contigo y cuánta resistencia tienes.
—¿Pero por qué esta noche? —preguntó Mesyr, interviniendo por primera vez. Kerwin tenía la vaga idea de que ella se consideraba separada de los otros, alguien que ya no formaba parte del círculo interior—. Lo está haciendo muy bien… ¿Por qué apresurar las cosas? ¿No podemos darle tiempo?
—Tiempo es lo único que no tenemos para darle —replicó Rannirl—. Recuerda que estamos trabajando con un plazo.
—Rannirl tiene razón —dijo Kennard, mirando a Kerwin con expresión de disculpa— Trajimos a Kerwin aquí porque estamos desesperadamente escasos de telépatas en Arilinn. Si no podemos usarlo, tú sabes tan bien como yo qué nos ocurrirá a todos. —Miró a su alrededor con expresión sombría—. ¡Necesitamos ponerlo en condiciones de trabajar con nosotros con rabiosa rapidez!
—Estamos perdiendo el tiempo —opinó Elorie y se puso de pie, mientras la pálida gasa de su vestido flotaba a su alrededor como una intangible corriente de aire—. Será mejor que lo hagamos arriba, en la cámara de matrices.
Uno a uno todos se pusieron de pie; cuando Taniquel tiró de su mano, también Kerwin se incorporó. Kennard miró a Taniquel compasivamente y dijo:
—Lo siento, Tani; sabes tan bien como yo que no puedes participar. El vínculo entre ambos es ya demasiado intenso. Neryssa monitoreará. —Y explicó a Kerwin—: Taniquel es nuestra émpata y está en contacto telepático contigo. Si formara parte del círculo, te ayudaría demasiado, no lo soportaría de otro modo. Más tarde, el vínculo que existe entre ambos hará más fuerte la relación entre todos y ayudará al círculo, pero no ahora mientras te probamos. Tani, tienes que permanecer aquí.
Con reticencia, ella le soltó la mano. Kerwin se sintió frío y solo; era evidente que la sensación de calor, de confianza, había sido parte de lo que Taniquel había estado emitiéndole. De repente, se sintió bastante asustado.
—Alégrate —le animó Rannirl y entrelazó su brazo con el de Jeff. Aunque el gesto era de claro apoyo, el tono sonaba demasiado como una disculpa.
Kennard hizo un gesto y todos, agrupados, recorrieron el vestíbulo y ascendieron una escalera; atravesaron un corredor y finalmente otro tramo de escaleras hasta llegar a una habitación aislada que Kerwin no había visto antes. Era pequeña y octogonal. Sobre las paredes había vidrios y superficies con espejos que reflejaban las imágenes y que distorsionaban sus formas hasta hacerlas irreconocibles. Kerwin se vio a sí mismo como una delgada franja de uniforme oscuro coronado por una rojiza llamarada, que era su pelo. En el centro de la habitación había una depresión circular con asientos tapizados. Kerwin observó que todos se acomodaban siguiendo un orden que parecía familiar, preestablecido. En el centro del círculo había una pequeña mesa chata o estrado, con una canasta tejida como la que había visto en la casa de la
leronis
, que otra vez le produjo fugaz sensación de
déjà vu
. En ella había un cristal, mucho mayor que cualquier otro que hubiera visto antes.
—Es la pantalla emisora —le murmuró Rannirl al oído. Como Kerwin no comprendió, Rannirl trató de ser más claro—: Es sintética, no es una matriz natural.
Pero esa información tampoco resultó aprovechable para Kerwin.
—Quítanos de las redes de transmisión, Neryssa, sólo por esta noche —indicó Elorie—. No hay motivos para que la gente de Neskaya se entere de lo que estamos haciendo, y no creo que Hali quiera enterarse.
Neryssa fue hasta el centro, protegiéndose las manos con un pedazo de seda como había hecho la
leronis
de Thendara. Kerwin se cubrió los ojos con las manos —tan fuerte era la sensación de
déjà vu
— mientras observaba los gráciles gestos de Neryssa, inclinada sobre el cristal ¿Qué le ocurría? Nunca había estado en una cámara de matrices, nunca había visto formarse un círculo… Era una ilusión, una falsa percepción de las dos mitades del cerebro, se dijo con ferocidad, nada más que eso…
Captó el fluir de las ideas, como chispazos a su alrededor, y después escuchó claramente, a pesar de que Neryssa no había hablado:
Estamos probando en Arilinn; estaremos fuera de la red de transmisión durante veintiocho horas…
Con cuidado, protegiéndose la mano, Neryssa sacó el enorme cristal de la canasta.
—Estamos protegidos y fuera de las pantallas —informó. Guardó el cristal en un armario, envolviéndolo con esmero en pesadas sedas, pero no regresó al sitio central—. El círculo está en tus manos,
tenerésteis
—le dijo a Elorie con curiosa formalidad.
Kerwin reconoció el término arcaico por Celadora, sin saber muy bien cómo.
Elorie colocó su propio cristal en la canasta, quitándoselo del cuello. Miró inquisitivamente al círculo y a los otros. Kennard asintió. Luego lo hicieron Neryssa y Rannirl. Por un momento, Auster pareció dudar, pero por fin dijo:
—Acato tu decisión, Elorie. Ya dije que acataría la decisión de la mayoría.
El joven Corus apretó los labios y miró de manera escéptica a Kerwin.
—Creo que Mesyr tenía razón; tendríamos que haber esperado. Pero puedo arreglarme, si tú crees que
él
también puede.
Elorie estaba mirando a Auster; éste murmuró algo ininteligible para Kerwin, y Elorie asintió, accediendo. Kennard se inclinó hacia Kerwin y le explicó:
—Mientras Auster y tú no podáis resonar al unísono, os mantendremos en niveles separados.
—Haré entrar primero a Auster, y a Kerwin al final —anunció Elorie, quien, tras pasear la mirada de Rannirl a Kennard, agregó—: Kennard, tú hazlo entrar.
Echó un rápido vistazo a todo el círculo y cambió levemente de posición en su asiento. Kerwin vio una ligera comunicación, casi imperceptible, que recorría el círculo: gestos de asentimiento, miradas, una especie de acomodación mutua, pequeños acuerdos para los que no hacían falta palabras. Elorie bajó la cabeza, miró la matriz durante un momento y luego extendió un dedo esbelto hacia Auster.
Kerwin, que observaba con aprensión, sensibilizado a esas corrientes, sintió que algo como una línea de fuerza palpable conectaba a la delicada muchacha con Auster y percibió un pequeño
shock
eléctrico en el aire cuando ambos entraron en contacto telepático.
Una difusa marea de emoción en la estancia, como una llama tenue, una llama protegida ardiendo entre el hielo…
Rannirl…
Fuerzas en tensión, alineándose, como un puente poderoso a través de un abismo vacío…
—Corus —susurró Elorie en voz alta. Y Kerwin supo, sin darse cuenta cómo, captándolo, como destellos de pensamientos, que Corus era todavía demasiado joven y demasiado inexperto para poder captar el círculo sin una clave verbal.
Sonriendo nerviosamente, el joven se cubrió el rostro con las manos, dejando al descubierto la frente arrugada por la intensa concentración. Se le veía muy joven. Kerwin, todavía tanteando la atmósfera de la habitación, percibió su curiosa visualización de mano y muñecas entrelazándose, como acróbatas que se sostienen en medio del aire, asiéndose con fuerza…
Neryssa
, llegó la orden silenciosa, y de repente la habitación se colmó de destellos eléctricos, como una red de pequeños centelleos interconectados. Por un momento, Kerwin sintió que todos se fundían en uno: una mezcla de ojos, rostros que circulaban… Y, mientras sentía que Kennard se alejaba de él y se sumergía en el contacto, percibió el vuelo de pájaros que giraban como uno solo: aleteos, rostros, ojos que esperaban…
—Tranquilo —dijo Kennard—. Yo te haré entrar.
Luego la voz de Kennard se hizo más tenue, más apagada; parecía zumbar en los oídos de Kerwin como desde una gran distancia. Ahora podía verlos a todos, no con los ojos, sino como un círculo de rostros, de ojos que esperaban… Supo que estaba revoloteando en el borde del contacto telepático; lo veía como una red, cuyas hebras se agitaban delicadamente…
—Jeff —susurró Elorie, pero la suave palabra fue como un chillido.
Simplemente deslízate en el contacto; es fácil.
Era igual que las instrucciones que le habían dado para encontrar el camino hasta ellos, una azarosa caminata por las calles de Thendara. Él podía decir dónde estaban, podía
sentir
el círculo que le esperaba; de alguna manera los visualizaba como una ronda, asidos de las manos; y habían dejado un lugar vacío para él… Pero, ¿cómo ir hacia allí? Permaneció impotente, como retenido, sin poder moverse hacia las manos que se tendían hacia él. De repente sintió que se balanceaba en mitad del aire sobre un inmenso abismo, esperando una señal para saltar sobre algún blanco móvil… Sabía que estaba captando de Corus esa imagen mental. No sabía por qué, pero sentía el mismo escozor nervioso provocado por el temor a las alturas, el paralizante terror al gran abismo, la caída, la zambullida interminable… ¿Qué se suponía que debía hacer? Todos parecían pensar que lo sabía.
Puedes hacerlo, Jeff. Tienes el Don.
Era la voz de Kennard, suplicante.
No tiene sentido, Ken. No puede hacerlo.
La barrera es un reflejo condicionado. Después de veinte años con los terranos, hubiera enloquecido sin ella.
El rostro de Kennard se agitaba en la habitación, reflejado en el cristal de Elorie, que hacía centellear en torno a ellos destellos prismáticos de color. Podía ver que los labios de Kennard se movían, pero no le oía hablar.
Será duro. Veinte años. Ya fue muy duro para Auster después de cinco años, a pesar de que era, Comyn puro.
Se movía difusamente a través de la luz de la habitación; parecía estar nadando bajo el agua.
Trata de no resistirte, Jeff.
De repente, como si lo hubieran apuñalado, sintió el contacto… indescriptible, increíble, tan ajeno e indefinible que sólo podía interpretarse como dolor… Por una fracción de segundo, supo que esto era lo mismo que Kennard había hecho antes, que esto era algo que no podía soportarse ni recordarse, este contacto intolerable, esta intrusión, esta violación… Era como si le abrieran el cráneo con el torno de un dentista. Lo soportó durante unos cinco segundos; luego empezó a retorcerse convulsivamente y escuchó que alguien gritaba a un millón de millas de distancia mientras caía en la oscuridad.