El viajero (13 page)

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Authors: Mandelrot

BOOK: El viajero
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—Espera que coja a ese muchacho... Se lo ha contado a todo el mundo y no hay nadie que no me lo haya mencionado al menos una vez. ¡Se me han quitado las ganas de saludar!

—Tenéis una comunidad muy unida —dijo el viajero.

—Sí, es nuestra fuerza. El hombre solo no es nada; un grupo de hermanos lo puede todo.

Kyro bajó la mirada un momento, pensativo; Lund continuó.

—Hemos sobrevivido siempre ayudándonos entre nosotros, y el único crimen que existe en nuestra ley es el de hacer daño a otro miembro del clan. De hecho todos por aquí tenemos curiosidad por ver a Jorg.

—¿Quién es Jorg?

—Pertenece al clan de la montaña del este, aún no han llegado porque viven más lejos pero seguro que en seguida los tendremos por aquí. Hace poco nos llegó la noticia de que su hermano gemelo Danott fue desterrado para siempre por haber herido a otro hombre llamado Plube: tuvieron una discusión cuando cortaban leña, y cuando Plube se dio la vuelta para marcharse y acabar la disputa Danott le tiró encima una piedra que le rompió el hombro.

—Entiendo. Pero si solo se trata de un hueso roto ¿es algo tan grave para merecer el destierro de por vida?

—Así es nuestra costumbre, Kyro el extranjero —dijo Lund, poniéndose en pie—. Un miembro del clan no daña a sus hermanos. Si permitimos que la ley se rompa nosotros mismos acabaremos por rompernos también. ¡Bueno! Y ya que hablamos tanto de romper, voy a ver si encuentro a ese chico bocazas para decirle unas cuantas cosas.

Se alejó unos pasos cuando a lo lejos apareció un nuevo grupo de gigantes; se escucharon vítores por toda partes. Lund se giró por un segundo antes de seguir caminando, y dijo a Kyro:

—¡Mira, ya estamos todos!

Se había hecho de noche y los que aún no habían ido a dormir se agrupaban rodeando las hogueras que calentaban el ambiente, sentados sobre piedras o troncos que habían acercado para escapar del frío de la nieve. Cada fuego ardía a su vez sobre un montón de pedruscos, que lo levantaban un poco del suelo para evitar que se apagara.

Kyro estaba con un grupo de doce entre el que también se contaban Baggel, la mujer que había rezado la última noche en la casa, y Pilka, de los que el chico ya conocía antes. Los demás eran de otros clanes.

—Así que vuestros rastreadores han encontrado un Bokka —decía Riut, uno de los recién conocidos para el chico, hablando a otros dos: Lamald y Aknu—. Enhorabuena al clan de la cueva.

—Las huellas son claras —dijo Lamald con orgullo— y nuestros rastreadores son los mejores.

—¿Es grande? —preguntó Baggel.

—Así parece. Solo con este tendremos para todo el invierno.

—Más grandes, más peligrosos —habló de nuevo Riut con gravedad.

—Cierto, Riut. Pero al menos solo tendremos que arriesgarnos una vez.

—Entonces el clan de la cueva decide el lugar de la emboscada —intervino Pilka—. ¿Dónde será?

—A medio día al norte —habló Aknu—, hay un trozo de terreno abierto y largo que se va estrechando y acaba al borde de un precipicio. Si el Bokka es tan grande como parece cuando llegue allí tendrá dificultad para girarse y podemos abatirle mejor.

Una voz se oyó acercándose desde la oscuridad.

—El clan de la montaña del este también encontró el rastro del Bokka. Deberíamos discutir quién puede elegir el sitio de la emboscada.

Un hombre vestido con ropas hechas de piel completamente negra llegó hasta donde hablaba el grupo.

—Saludos Jorg —dijo Pilka—. Siéntate con nosotros.

—No, hermano Pilka. Solo estaba... dando un paseo —sonrió de una manera que a Kyro no le inspiró ninguna confianza—. Quería conocer al extranjero que mató con sus manos a Taggor, y comprobar si es tan temible como dicen.

Miró fijamente al viajero, que sostuvo la mirada pero no dijo nada.

—Por tu pequeño tamaño, valeroso amigo, me pregunto si no sería un cachorro de taggor lo que encontraste.

—¿A cuántos cachorros de taggor has vencido tú, Jorg? —preguntó con fingida inocencia Baggel, lo que arrancó una leve risa de los demás. Jorg se puso serio de repente y miró con furia primero a la mujer e inmediatamente de nuevo a Kyro.

Lamald cortó con seriedad:

—Nuestros rastreadores avisaron mucho antes que los vuestros del rastro del bokka. Y el lugar de la emboscada es bueno. ¿Tienes tú una idea mejor?

—Si lo llevamos hasta la colina partida no podrá escapar.

—¿La colina partida? —dijo Aknu—. Allí nos llevasteis hace cinco inviernos y sacrificamos a muchos hermanos. El bokka no podrá escapar, pero si hay algún imprevisto nosotros tampoco. ¿Has perdido la memoria?

—Haz tu propuesta por la mañana si quieres que la discutamos —intervino Riut— pero yo pienso lo mismo: el clan de la cueva encontró primero el rastro, ellos deciden. Y por lo que he escuchado su elección parece mejor.

Fue demasiado para Jorg: miró al grupo con ira y dijo con tono cortante:

—Veo que lo tenéis todo acordado. Esperaré a ver cómo funciona vuestro brillante plan.

Y acto seguido se alejó bruscamente, volviendo a la oscuridad de la noche.

—Está resentido —dijo Pilka.

—Aún no ha superado lo de Danott —añadió Riut—. Pidió clemencia al clan para su hermano, pero la ley es la ley.

—Si tan unido estaba a él ¿por qué le dejó marchar solo? —dijo Baggel—. Podía haberle acompañado y e ir juntos al norte.

—Danott se lo pidió, pero Jorg no quiso renunciar a la vida entre nosotros; dejar el clan es un duro castigo —sentenció Riut—. Antes de partir su hermano dijo que no se conoce la fortaleza de un vínculo hasta que se le pone a prueba, y tenía razón.

—¿Creéis que propondrá mañana ir de nuevo a la colina partida? —preguntó Aknu.

—No, seguramente no —respondió Pilka—. Simplemente quiere mostrarse fuerte ante todos nosotros, pero sabe que es una locura y nadie lo aceptará.

En ese momento habló Kyro.

—¿Puedo preguntar en qué consiste exactamente el plan de caza?

El mismo Aknu le contestó:

—La idea es simple: un grupo de nosotros se enfrenta al bokka haciéndole dirigirse hacia el lugar de la emboscada. Aunque Bokka es fuerte como para empujar árboles y salirse del camino, lo habitual es que haga lo más fácil que es seguir por terreno despejado. La zona abierta se irá estrechando y al final se encontrará con el precipicio; entonces se detendrá y tratará de darse la vuelta, y los demás que estaremos allí esperándole le cerraremos el paso y nos enfrentaremos con él hasta vencerle.

—¿Es un animal muy agresivo?

—Normalmente viven solos y no atacan a nadie sin un motivo —dijo Pilka—, por eso cuando le hagamos daño en el primer ataque su reacción será marcharse y podremos llevarle a donde queremos. Pero son enormes y tienen cuatro cuernos del doble del tamaño de un hombre, y cuando se vea acorralado se defenderá con fiereza.

Kyro escuchaba muy pensativo. Habló despacio:

—No sé si lo que voy a deciros os parecerá un tontería...

—¿Tienes una idea, Kyro el extranjero? —preguntó Riut con curiosidad.

Ya había amanecido, y todos estaban reunidos escuchando a Riut que estaba subido sobre una gran roca para hacerse oír bien.

—Bien, supongo que a estas alturas ya todos conoceréis la idea que ha tenido Kyro, el extranjero que mató a Taggor con sus propias manos.

Miró a Kyro, que recibió además la mano en el hombro de Lund con una sonrisa. El chico le sonrió también, mientras Riut continuaba.

—El clan de la cueva encontró el rastro de Bokka y ha aceptado el plan: por si queda alguno por enterarse bien, os diré que intentaremos cazarle sin arriesgar la vida de nadie. Primero cubriremos el borde del precipicio con troncos y ramas que no le dejen ver que justo detrás se acaba el camino; luego la mitad de nosotros irá a buscarle, y la otra mitad se colocará a los lados del terreno abierto. Los primeros le empujarán hacia donde queremos, y los segundos le irán atacando y cerrando el paso por detrás para que vaya cada vez más rápido. Si todo va bien no verá el final y caerá, y lo único que tendremos que hacer será ir a buscar la comida sin desperdiciar vidas inútilmente.

—¡Ese es un plan de cobardes! —se oyó una voz entre el grupo: era Jorg.

Se adelantó unos pasos acercándose a la piedra donde estaba Riut.

—¿Hemos venido aquí a jugar a las escondidas? —siguió. Somos más de doscientos hijos de Crokk, ¿desde cuándo tenemos miedo de enfrentarnos a Bokka?

—Jorg —le respondió Riut—, no es una cuestión de temor, como deberías saber. Ni somos cobardes ni somos idiotas, ¿es que no das valor a las vidas de tus hermanos?

Jorg se dirigió a Kyro directamente.

—¿Es así como mataste a tu taggor? ¿Se cayó en un hoyo y tú solo bajaste a arrancarle la piel? ¡Mira lo que has hecho, has convertido a nuestro pueblo en una pandilla de niños que solo piensan en jugar!

Y tras esto se dio la vuelta, furioso, y se perdió entre la multitud.

Unos momentos después Riut volvió a hablar a todos.

—Habéis escuchado el plan, y también las objeciones de Jorg. ¿Quién está de acuerdo con la idea de Kyro el extranjero?

El grito fue atronador: más de doscientos hermanos levantando sus hachas y deseando que comenzara la caza.

Estaban trabajando al máximo para cubrir el borde del precipicio; todos estaban agotados, pero ninguno expresaba la más mínima queja. Baggel y Ollmon cargaban juntos, uno a cada lado, un enorme tronco y lo colocaban junto al resto de los que estarían en el suelo para que Bokka los pisara y al rodar le hicieran resbalar hasta caer; mientras tanto Kyro, subido a un árbol, cortaba ramas que tuvieran muchas hojas para hacer bulto y ocultar la trampa.

Cayó la rama y el viajero se detuvo a respirar.

—¡Con esto hay bastante! —oyó una voz que venía desde abajo: era Tala, otra de las mujeres que había conocido desde el principio al llegar al clan—. ¡Ya puedes bajar!

Kyro hizo un gesto con la mano y asintió con cansancio.

Llegó caminando despacio hasta donde estaban todos reunidos, dividiéndose en dos grupos. Uno de ellos comenzó a andar alejándose del resto. El viajero llegó hasta donde estaba Lund, uno de los que se había quedado.

—Casi les envidio por no tener que acabar con todo esto —dijo el gigante mirando a los que se iban—. Cuatro días cortando leña sin parar son más que suficientes para mí.

—Ya queda poco —dijo Kyro, sonriendo levemente.

—Sí, menos mal. ¡Creo que si hubiera sabido que nos íbamos a dar esta paliza hubiera preferido enfrentarme a Bokka yo solo!

Rió y palmeó el hombro a Kyro mientras se dirigían a continuar con los preparativos.

Todo estaba en silencio. El aire frío era lo único que se movía ligeramente sobre el manto de nieve en el ancho camino entre las hileras de árboles. Al final, justo al borde del precipicio, la trampa estaba lista.

Un sonido creciente comenzó a escucharse; gritos, mucho ruido, y de repente un gran ronquido grave que sonó como un potente redoble de tambores.

Poco después aparecieron: el impresionante bokka, de al menos el doble de tamaño que toda la casa en la que vivía el clan, avanzando todo lo rápido que le permitía su tremendo peso; y tras él, corriendo como posesos mientras aullaban y le tiraban sus hachas, palos, piedras, antorchas y todo lo que tenían, el grupo de gigantes que comparados con él parecían diminutos. Bokka tenía ardiendo varios trozos de su oscuro y largo pelaje por la parte de atrás, y roncaba desbocado.

—¡Ahora!

Kyro, igual que los demás que estaban subidos a los árboles junto a él, se balancearon en sus cuerdas hasta caer en la nieve justo detrás del enorme animal; era su turno de relevar al otro grupo. A medida que pasaba fueron apareciendo y cayendo tras él, gritando y arrojándole lo que podían para asustarle más. Bokka roncaba y corría acercándose a la trampa...

—¿Qué es eso? —dijo alguien junto al viajero sin dejar de correr.

—¡Es Jorg!

Jorg estaba quieto al final del camino, justo antes del borde oculto, con su hacha en una mano y una antorcha en la otra.

—¡Ese idiota le va a hacer parar!

Jorg gritó agitando su hacha y la antorcha, desafiante, mientras Bokka seguía su avance seguido por los demás que le asustaban todo cuanto podían. Cuando el enorme animal ya estaba a punto de caer, Jorg le lanzó su antorcha con todas sus fuerzas y el fuego llegó a tocarle en el rostro.

Bokka trató de frenar instantáneamente.

—¡Se está deteniendo! —oyó decir Kyro tras él.

La tremenda inercia que llevaba el animal no le dejó parar en seco, y aún avanzó unos pasos más. Fue lo justo para pisar los troncos alineados al borde del precipicio, que rodaron y le hicieron perder el equilibrio. Tras un momento que pareció eterno, Bokka cayó de lado quedando justo a punto de despeñarse y con la cabeza y las patas delanteras literalmente colgando.

Jorg había saltado apartándose, aunque estuvo a punto de ser aplastado; los perseguidores se habían detenido boquiabiertos y expectantes.

Bokka comenzó a gruñir agitando las patas, tratando de levantarse. Mientras todos los demás permanecían inmóviles, Kyro miró al animal e inmediatamente volvió a salir corriendo hacia este.

Llegó hasta el mismo borde y rodeó a la tremenda presa cuando esta empezaba a ponerse de nuevo en pie. Miró a todas partes, desesperado, y vio que apoyaba una de sus patas sobre unos troncos medio suspendidos en el aire; salió disparado hacia ellos mientras uno caía por el enorme peso que soportaba de manera tan insegura. En la carrera recogió una gruesa y larga rama, mientras veía cómo Bokka seguía tratando de levantarse.

Llegó por fin al lugar en que la pata se apoyaba sobre tres gruesos troncos justo al borde del vacío. Sería imposible desplazarlos empujándolos, pero Kyro buscó el punto donde clavar la rama entre ellos e hizo toda la fuerza que pudo intentando hacer palanca. Apenas se movieron.

Seguía intentándolo pero no era suficiente. Bokka puso en pie una pata más, ya casi equilibrado, y cuando Kyro estaba a punto de rendirse ocurrió algo que cambió la situación: Jorg apareció a su espalda gritando con rabia, y mientras el viajero se giraba le saltó encima con todo su peso arrastrándole a él, moviendo la rama y haciendo rodar los troncos lo suficiente para que la pata de Bokka perdiera por fin su apoyo. Finalmente el animal resbaló y cayó por el precipicio, como un terremoto con piedras y trozos de rama estremeciéndose y cayendo alrededor de Kyro.

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