Experimento (21 page)

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Authors: John Darnton

BOOK: Experimento
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—¿De hélice o a reacción? —preguntó Jude con un punto de exasperación.

Skyler hizo un gesto de ignorancia.

—Ya sé lo que vas a decir ahora —afirmó.

-¿Qué?

—Cristo.

—Muy gracioso. Apenas llevas aquí una hora y ya crees que me conoces.

Quince minutos más tarde, Jude decidió darse por vencido, al menos de momento. Había deducido que la isla debía de hallarse en las costas de Florida, Georgia, Carolina del Sur o, como máximo, Carolina del Norte. El número de islas existente en aquella parte del litoral norteamericano era apabullante. Además, Jude sabía que el atlas era incompleto y que en él se omitían infinidad de pequeños islotes. Él había estado en Pawley Island, frente a las costas de Carolina del Sur, e hizo una excursión en bote con un pescador local. Recordaba bien lo mucho que le sorprendió la cantidad de minúsculos islotes que salpicaban las aguas de las marismas.

Skyler no le había dado ni una sola pista. Lo único que sabía decir era que el avión lo había depositado en aquella pequeña ciudad de Georgia. Ni siquiera sabía cuánto había durado el vuelo, pues se había pasado casi todo el trayecto dormido, lo cual era tan absurdo que Jude se sentía inclinado a creerlo. El periodista se proponía conseguir información sobre la capacidad de los depósitos de combustible de distintos tipos de avioneta, y sobre la autonomía de vuelo de cada uno de los aparatos. Eso le permitiría trazar el radio máximo de la distancia recorrida. Con ello lograría al menos reducir la búsqueda de posibles candidatos a una zona de... ¿Cuánto? Quizá ochocientos kilómetros, aunque, para conseguir tal propósito, necesitaría disponer de más datos. Y, mientras tanto, debía decidir qué hacía con Skyler, quien parecía temer incluso por su vida.

—Esos tipos... ¿cómo los has llamado? Ordenanzas. Es un nombre muy peculiar, a saber a qué viene. Hace un momento has comentado que eran brutales. ¿Qué has querido decir?

—Simplemente eso. Los ordenanzas se ocupaban de nosotros. Cuando éramos pequeños, se mostraban cariñosos. Nosotros los teníamos por una especie de hermanos mayores. Pero más adelante me di cuenta de que los ordenanzas nos mantenían en la isla a la fuerza, y de que si intentábamos irnos de allí, nos perseguirían.

—¿Para haceros qué? ¿Serían capaces de mataros?

—No lo sé.

—¿Y para qué supones que te persiguen ahora? ¿Crees que quieren matarte?

Skyler se encogió de hombros y asintió con la cabeza.

—Pero eso es absurdo. ¿Por qué iban a querer matarte? ¿Sólo por haber huido de la isla?

—Quizá haya otra razón.

—¿Cuál?

—Quizá pretendían evitar que sucediese lo que ya ha sucedido.

—¿El qué?

—Que yo te encontrase.

A Jude le desconcertó la respuesta, y reflexionó unos momentos sobre sus implicaciones. Era un disparate. Aun en el caso de que él tuviera un gemelo idéntico del que, intencionada o accidentalmente, fue separado al nacer, ¿por qué demonios iba a tomar nadie medidas tan drásticas para evitar que ambos se encontraran? Y, por otra parte, ¿por qué lo habían seguido los tipos del metro?

Miró a Skyler, que sentado frente a él al otro lado de la mesa parecía exhausto. Jude empujó en su dirección la botella de whisky.

—Toma. Prueba esto. Te levantará el ánimo.

Skyler se llevó la botella a los labios, dio un largo trago y notó en la garganta la quemazón del alcohólico brebaje. Se puso en pie tosiendo y, con las manos en torno al cuello, corrió a la pila, abrió el grifo y se amorró a él. Volvió a la mesa con la camisa empapada y los ojos muy abiertos.

—Cristo bendito —exclamó.

Jude no pudo evitar unas sonoras carcajadas. Al verlo, el propio Skyler sonrió e incluso soltó una risita que sonó exactamente igual que una risita de Jude.

—Bueno, siéntate —dijo Jude separando una de las sillas que estaban arrimadas a la mesa—. Antes de que sigamos, hay algo que tengo que hacer.

Skyler se sentó en la silla, que era de madera y respaldo recto. Jude sacó de un cajón unas tijeras de cocina. Las abrió y cerró un par de veces en el aire, cogió un trapo de cocina, se colocó detrás de Skyler, le puso el trapo en torno a la garganta y se lo remetió por dentro del cuello de la camisa. Luego apoyó una mano sobre el flaquísimo hombro y al hacerlo se dio cuenta de que era la primera vez que tocaba a Skyler.

Gruesos mechones de pelo cortado comenzaron a caer sobre el trapo, sobre los hombros de Skyler y sobre el suelo de linóleo.

—No te voy a hacer un corte a la moda —dijo Jude, que se había situado frente a Skyler y le estaba examinando con mirada crítica el pelo de los lados—. Mañana irás a una peluquería a que te corten el pelo como es debido. Esto sólo es provisional, por esta noche. No te puedes quedar aquí con este aspecto. Si los vecinos te vieran, mi reputación se resentiría.

Con el pelo cortado, Skyler tenía un aspecto casi presentable. Y se parecía aún más a Jude, a pesar de que era más flaco y huesudo que éste. «Por otra parte, se dijo Jude, también parece más joven que hace un rato.»

Quizá se debiera al licor, pero lo cierto era que Jude comenzaba a sentir un cierto afecto hacia Skyler, aunque en sus sentimientos había una extraña ambivalencia. En ciertos momentos, sentía deseos de protegerlo, como si Skyler fuera un desventurado niño salvaje. En otros, le daba repelús e incluso se ponía furioso, como si Skyler fuera un intruso que no tuviera el menor derecho a alterar de aquel modo su vida. Se daba cuenta de que su percepción física de Skyler oscilaba al unísono con sus actitudes. Pasaba de reconocer que ambos eran prácticamente idénticos, a hacer caso omiso de tal parecido y recriminarse por estar alimentando y atendiendo a un perfecto desconocido. En resumidas cuentas: estaba totalmente confundido.

De todos modos ya había tomado la decisión de ayudar a Skyler a salir de su apuro, fuera éste cual fuera. Tratando de anticipar acontecimientos, se preguntó si él mismo podía encontrarse en peligro y qué riesgos estaría dispuesto a correr llegado el caso. No lo sabía. «Qué cosa tan extraordinaria. Aunque sólo conozco a Skyler desde hace media hora, en cierto modo tengo la certeza de que este encuentro va a suponer un gran cambio en mi vida. Quizá un cambio irrevocable.»

—Más vale que duermas un poco —dijo—. Puedes usar mi dormitorio. Yo me acostaré en el sofá. De todas maneras, aún no tengo sueño.

Le puso a Skyler una mano en el hombro y lo condujo hasta el dormitorio. Una vez allí, sacó de la cómoda un pijama azul a rayas y lo tiró sobre la cama. Miró el rostro de Skyler, con el que ya estaba familiarizado, y captó el desconcierto de su compañero.

—Esto se llama pijama —le explicó—. Nos lo ponemos para dormir. Bienvenido al siglo XX.

Después le mostró el cuarto de baño, particularmente el funcionamiento de los grifos, pensando que el otro se sentiría impresionado por el hecho de que hubiera agua fría y caliente. Ignoraba que Skyler había dejado de escuchar, que ya no prestaba atención a nada de lo que decía.

Skyler sentía una vorágine en su interior. Tenía el pulso acelerado y le costaba un inmenso esfuerzo mantener la calma, controlar sus emociones, hacer como si no ocurriera nada.

Algo que acababa de ver había vuelto su mundo del revés. Cuando entró en el dormitorio detrás de Jude, le echó un vistazo a toda la habitación. Vio la cómoda, los estantes de pino llenos de libros, la gran cama... Y luego se fijó en algo que había en una de las mesillas de noche.

—Buenas noches —le deseó Jude.

—Buenas noches —farfulló Skyler.

En cuanto su anfitrión salió de la habitación, Skyler corrió a la mesilla, cogió la foto enmarcada de Tizzie, la examinó minuciosamente y, sin apartar la vista de ella, se sentó en el borde de la cama. Su pulso estaba cada vez más acelerado.

El cabello era distinto, más largo y ondulado. Las mejillas eran menos redondas y los ojos parecían reflejar mayor madurez. Pero, aparte de ésas, no había otras diferencias importantes. No cabía duda, el rostro que lo miraba sonriente desde el otro lado del cristal era el rostro de Julia.

Cuando despertó en el sofá, a Jude le dolía la cabeza y tenía la boca seca como estopa. Durante unos momentos, la resaca fue su única preocupación y se impuso a toda otra consideración. Los absurdos sucesos de la noche anterior permanecían de momento escondidos en un remoto recoveco de su cabeza. Pero no siguieron allí por mucho tiempo. Los recuerdos cobraron súbitamente vida y ocuparon el centro de su atención, sumiéndolo en una mezcla de asombro e incredulidad.

¿Sería todo aquello real?, se preguntó casi esperando que el incidente no hubiera sido más que un sueño.

Pero en aquel momento oyó a Skyler moviéndose por el apartamento.

Lo encontró en la cocina, sentado a la mesa, sin hacer nada. Parecía exhausto y tenía grandes círculos amarillos en torno a los ojos. A la luz del día se advertían las imperfecciones del corte de pelo de la noche anterior. Tenía el cabello lleno de trasquilones y la barba le rozaba la parte alta del pecho. Seguía llevando el pijama azul a rayas. Entre eso y la expresión de sorpresa que mostraba, Skyler tenía aspecto de niño perdido. Lo cual, se dijo Jude, no estaba muy lejos de la realidad.

—¿Café? —preguntó quitando de la cafetera los posos del día anterior.

—No.

Jude dejó la cafetera en el fuego y en la pila se salpicó el rostro con agua. Con la cara mojada buscó el trapo y vio que estaba sobre la repisa, lleno de pelos de Skyler, así que optó por secarse con papel de cocina. Luego se tomó cuatro aspirinas.

—Bueno, ya veo que por las mañanas no estás muy locuaz —comentó Jude—. Es curioso. A mí me ocurre lo mismo.

Skyler lo miró sin decir nada.

—Vale, si no quieres hablar, no hables —dijo Jude.

Preparó para ambos un copioso desayuno: jugo de naranja, tostadas, beicon y huevos fritos. Skyler volvió a comer vorazmente, aunque no con la zafiedad de la noche anterior. Al terminar fue a dejar el plato en la pila y luego volvió a sentarse a la mesa.

—Quiero decirte que... —comenzó inseguro—. O sea, te agradezco todo esto, la comida, la cama... Pero la verdad es que... —Se interrumpió y apartó la mirada—. No sé qué hacer, ni adonde ir, ni de qué viviré...

La voz de Skyler temblaba ligeramente, y Jude se dijo que cuando él estaba nervioso la suya sonaba igual.

—Vamos, tranquilo —le dijo Jude, cuyo dolor de cabeza había desaparecido—. No tengas miedo. Nadie te hará nada, yo me encargo de ello. Los dos estamos juntos en esto.

No tenía la absoluta certeza de que todo aquello fuera cierto, pero pensó que sus palabras animarían a Skyler, quien parecía cada vez más apesadumbrado. De pronto Skyler lo agarró por el brazo y apretó tan fuerte que los dedos se le hundieron en el músculo del antebrazo. Cuando alzó la mirada, Jude vio que el pecho de Skyler subía y bajaba agitadamente, aunque de sus labios no escapaba ni un solo sonido.

—Vamos, hombre. ¿Qué te pasa?

—No entiendo nada de lo que ocurre.

—Bueno, es lógico. Yo tampoco lo entiendo. Y déjame decirte que resulta muy desconcertante llegar a tu casa y encontrarte con tu hermano gemelo debajo de una escalera.

—¿Quién es la mujer del retrato?

—¿De qué retrato hablas?

—Del que tienes en la mesilla de noche. ¿Quién es esa mujer?

Skyler seguía aferrando el brazo de Jude como si en ello le fuera la vida.

—Es mi novia. Se llama Tizzie —respondió Jude confuso—. ¿Por qué lo preguntas?

En vez de responder, Skyler apartó la mirada y soltó el brazo de Jude.

—Escucha, ni siquiera hará falta que la veas. Además, no te preocupes, es de confianza. Viene aquí algunas veces —le explicó, y de pronto pensó en algo—. Cristo bendito. No sé que demonios voy a decirle.

Skyler se levantó y comenzó a pasear de arriba abajo por la cocina. Durante unos momentos, ninguno de los dos nombres dijo nada. Al fin Jude pensó que, como anfitrión y hombre de mundo, le correspondía a él trazar el plan de acción. Le pidió a Skyler que lo siguiese y se dirigió a la sala de estar.

—Lo primero que tenemos que hacer —dijo—, es encontrar un sitio para ti. Es arriesgado que sigas vagando por las calles y probablemente no es buena idea que te quedes en el apartamento.

Se acercó a la ventana y metió dos dedos entre las hojas de la persiana para separarlas y mirar a través de ellas. En la calle no vio nada anómalo.

—Dentro de poco habrá por aquí más ordenanzas que en un puñetero ministerio.

Hizo sentar a Skyler en el sofá y comenzó a hablarle en tono paternal.

—Ahora voy a salir a buscar un sitio en el que puedas meterte. Tú quédate aquí y no te muevas. No se te ocurra contestar al teléfono. Si llaman a la puerta, no respondas. ¿Entendido? —preguntó, y Skyler asintió con la cabeza—. Tienes un aspecto espantoso. Seguro que no has pegado ojo en toda la noche. Luego te daré un somnífero y quiero que te lo tomes. No te hará nada malo. Simplemente, te permitirá dormir. Pero primero tienes que asearte. Date un baño. ¿Sabes afeitarte?

Skyler volvió a asentir con la cabeza.

Minutos más tarde, Skyler se hallaba en el baño. Siguiendo las instrucciones de Jude, había metido sus ropas en una bolsa de plástico, para que luego su anfitrión las tirase a la basura. Sobre un taburete había ropas limpias de Jude. La bañera se estaba llenando de agua caliente y el espejo frente a Skyler estaba empañado. Comenzó a pasarse la maquinilla de afeitar por las mejillas y, aunque se cortó dos o tres veces, logró rasurarse más o menos satisfactoriamente. Luego limpió con la palma de la mano el espejo empañado y se miró.

Jude había acertado al decir que se había pasado la noche en vela. ¿Cómo podría haber dormido después de su descubrimiento?

Se sentía confuso, totalmente perdido. La noche anterior, cuando, tras el extraño encuentro en las escaleras, Jude y él se pusieron a conversar, Skyler fue sintiendo una creciente confianza en él. Por un lado, Jude pareció quedarse totalmente atónito cuando lo vio por primera vez. Y luego, cuantas más cosas le contaba Skyler, más perplejo parecía Jude. Y a medida que éste lo iba interrogando y comentaba con él lo de la isla y la vida que en ella llevaban los jiminis, y aventuraba teorías acerca de los porqués de aquel misterio, Skyler comenzó a sentir algo totalmente imprevisto: camaradería, complicidad. Quizá esto se debía a lo solo y desesperado que se sentía. Si deseaba descubrir la verdad acerca del Laboratorio, necesitaba tener a Jude de su parte. Pero no era sólo por eso. Jude le inspiraba confianza. Parecía sincero. No daba la sensación de estar representando una comedia.

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