Gengis Kan, el soberano del cielo (35 page)

Read Gengis Kan, el soberano del cielo Online

Authors: Pamela Sargent

Tags: #Histórico

BOOK: Gengis Kan, el soberano del cielo
4.82Mb size Format: txt, pdf, ePub

El rostro de Daritai se distendió; hacía ya mucho tiempo que su sobrino lo había perdonado.

—Tal vez ese sueño que tuviste anoche predecía esto —dijo Khasar—. Viste un gran campamento, y ahora el nuestro será más grande.

—¿Qué sueño es ése? —gritó Belgutei. Khorchi enarcó las cejas, dos hombres que se tambaleaban en dirección a la entrada se detuvieron—. Cuéntanos tu sueño, hermano.

Temujin bebió, y después apoyó un brazo sobre las rodillas.

—Volaba por encima de la tierra —comenzó—. Debajo vi un campamento con muchos círculos, tantos que cubrían la tierra hasta donde alcanzaba la vista. Extendí las alas y el viento me llevó hacia el norte. Volé sobre tantos "yurts" que no pude contarlos, y llegué al último, la tienda más grande de todas. Sus paneles eran de oro y se habían necesitado cien bueyes para arrastrar la plataforma sobre la que se alzaba. Revoloteé sobre la salida de humo y olí la grasa de la carne asada, después descendí junto a la entrada. Los hombres que montaban guardia se inclinaron ante mí, y me di cuenta de que era mi tienda y que los que estaban dentro me esperaban para que me uniese al banquete.

—¿Yqué encontraste dentro? —preguntó Daritai.

—Desperté antes de entrar —respondió Temujin.

Jamukha apretó los dientes con tanta fuerza que le dolió la mandíbula.

—Pero seguramente mi "anda" estaba en aquel "yurt", esperándome —continuó Temujin.

—Sin embargo no lo viste allí —dijo Belgutei.

—Como ya he dicho, mi espíritu volvió a mí antes de que entrara, pero ¿cómo podría ser de otro modo?

"Pretende gobernar solo —pensó Jamukha—; sueña con ser Kan". Ese sueño era un desafío y todos los hombres se daban cuenta de ello. Ninguno habló, ni siquiera Khorchi, que solía ser muy rápido para interpretar los sueños.

—Sea cual fuere el significado de este sueño —masculló Belgutei— sin duda predice grandes cosas para ti.

—No aceptaría nada sin Jamukha —dijo Temujin—. Lo que tengo le pertenece.—Su mano rozó levemente el hombro de su "anda" —. ¿Acaso los espíritus me mostrarían lo que ya sé que es cierto?

La opresión que Jamukha sentía en el pecho cedió. A pesar de la predicción del sueño, Temujin estaba diciendo que todavía no estaba listo para desafiarlo.

Los hombres siguieron bebiendo. Daritai refirió la historia de su ancestro Bodonchar y de la mujer que había capturado, de quien descendía Jamukha. Éste le pasó otro jarro a su "anda"; tal vez Temujin bebiera lo suficiente para quedarse en su tienda esa noche. Nomalan podía sospechar que a veces compartían algo más que el sueño, pero estaba demasiado atemorizada para decirlo.

—¿Por qué estás tan silencioso, hermano Jamukha? —preguntó Temujin, cambiando de posición en su cojín—. Munglik sabrá pronto que es bien recibido aquí. Los Taychiut se enterarán a finales del verano y se inquietarán, preguntándose por nuestras intenciones.

Jamukha encogió los hombros.

—Tal vez deberíamos enviarles un mensaje. Así podrán decidir si les conviene aliarse a nosotros.

—Targhutai y Todogen traicionaron el juramento que le habían hecho a mi padre —dijo Temujin en voz baja—. ¿Cómo puedo confiar en una promesa de ellos?

—Aun así, darás la bienvenida a Munglik —respondió Jamukha, mirando en dirección al Khongkhotat, pero el enviado dormía y roncaba.

—Munglik no me unció a un yugo ni me hizo azotar.

—Y Targhutai no te mató aunque podría haberlo hecho. —Jamukha le propinó un golpecito en las costillas—. Las cosas han cambiado. Tus primos Taychiut no son tontos… ¿qué ganarían oponiéndose a nosotros?

—Tal vez habría que atacarlos antes de que se nos adelanten.

—Munglik es aliado de ellos —dijoJamukha—. Quizá no esté tan dispuesto a traicionarlos. ¿Por qué luchar contra hombres a los que podemos vencer sin necesidad de combatir? Creo que podemos conseguir que nos juren lealtad.

—Pueden jurar y después tratar de que nos enfrentemos entre nosotros. No confío en sus promesas.

Algunos hombres intercambiaron murmullos. Primero Temujin había contado su sueño, y ahora se mostraba abiertamente en desacuerdo con Jamukha. Quería una guerra, y lo había expresado con un resentimiento insólito en él. Jamukha pensó que Temujin tenía buenas razones para odiar a los Taychiut, pero siempre había puesto sus ofensas de lado cuando podía ganar algo olvidándolas.

"No quiere a los Taychiut con nosotros —pensó—, porque sabe que serán aliados míos y no de él, que me preferirán a mí como jefe".

Algunos hombres se pusieron de pie, hicieron una reverencia a Jamukha y a Temujin y se marcharon. Los otros los siguieron pronto; Jelme fue el último en rnarcharse.

—Quédate un poco más —dijo Jamukha a su "anda"—. Compartiremos otro jarro.

Temujin sacudió la cabeza.

—Ya he bebido bastante.

Jamukha hizo un gesto a su mujer Merkit indicándole que se marchase, y ella salió rápidamente de la tienda junto con las criadas. El hombre miró con amargura a su esposa cuando ella se levantó para echar los restos al caldero. Nomalan sólo le había dado una hija que había nacido muerta; desde entonces, su semilla no había vuelto a crecer dentro de ella. Bortai estaba embarazada, y esta vez Temujin podía estar seguro de que él era el padre. También le había prometido a una Merkit que recientemente había reclamado como mujer que ella sería su segunda esposa cuando le diera un hijo. Con una esposa capaz de darle hijos, a Temujin le resultaba fácil ser amable con la Merkit, quien lo recompensaba con su devoción absoluta.

Jamukha bebió; un plan había empezado a tomar forma en su mente. Temujin había estado en desacuerdo con él abiertamente, y si no hacía nada sus hombres lo considerarían débil. Los otros no querían una guerra contra los Taychiut, de eso estaba seguro. Hasta los camaradas más próximos a Temujin dudarían de una batalla que no era necesario librar.

Taychar estaría furioso porque se le negaba el puesto que deseaba. Era lo bastante impulsivo para atacar a Temujin si se lo incitaba a hacerlo. Jamukha se ocuparía de que su "anda" no sufriera ningún daño, pero sí de que fuera humillado.

—Pronto deberemos trasladarnos —dijo finalmente Jamukha—. Esta tierra ya no sirve para el pastoreo.

—Así debemos hacerlo, y celebrar la mitad del verano en otra parte —dijo Temujin, y se puso de pie; Jamukha lo siguió hasta la entrada. Esperaron fuera hasta que un muchacho trajo el caballo del primero.

—Ve en paz —dijo Jamukha, y después tomó a Temujin del brazo—. Cuando nos traslademos, si acampamos junto a las montañas, los que se ocupan de los caballos y el ganado tendrán alimentos. Si acampamos junto al río, los que crían ovejas las verán engordar.

Esperó la respuesta de su "anda". "Dime lo que espero escuchar —pensó—, olvidaré lo ocurrido hoy. Dime que deseas acampar junto al río, y deja que envie mi mensaje a los jefes Taychiut".

—Me confundes, Jamukha —dijo Temujin, librándose de la mano de su "anda"—. Hablaremos de ello en otra ocasión. —Montó—. Me marcho en paz, hermano mío.

Jamukha lo miró alejarse. Si Temujin elegía la guerra, los hombres sabrían que Jamukha se opondría. Tendría que atizar el fuego de la furia de Taychar. Los otros apoyarían a Jamukha si les ofrecía una alianza con Todogen y Targhutai. Sintió un repentino dolor en el corazón; de pronto, deseó que él y Temujin volvieran a ser niños.

50.

Jochi se abrazó a la oveja mientras sujetaba al animal con las piernas.

—Sosténte —le gritó Bortai.

Temulun se mantenía cerca, lista para correr en auxilio del niño.

Finalmente Hoelun cogió a Jochi. Temujin desmontó cerca de los carros. Se acercó a Bortai; estaba solo, ni siquiera Jelme lo acompañaba. Jochi corrió hacia él y el hombre sonrió y abrazó al niño. Ya no era tan frío con Jochi, y Bortai sabía el motivo. Ahora estaba seguro de que el niño que ella llevaba en las entrañas le pertenecía.

Temujin posó una mano sobre el vientre de su esposa;Jochi cogió a su padre del abrigo. Guchu, ayudado por dos perros, condujo más ovejas hacia las tiendas.

—Te saludo —gritó el muchacho—. Deberíamos levantar el campamento muy pronto; cada día debemos ir más lejos a apacentar las ovejas.

—Me dices lo que ya sé —replicó Temujin—. Dentro de dos días desarmaremos los "yurts". —Hizo un gesto a su madre y la sonrisa se desvaneció—. Quiero hablar contigo y con mi esposa.

Por su tono, Bortai supo que quería hacerlo a solas.

—Temulun —dijo—, vigila a Jochi. —Hizo un gesto al hijo adoptivo de Hoelun—. Guchu, ve por estiércol para alimentar el fuego.

Siguió a su esposo al interior de la tienda. Dos mujeres tendieron sobre la cama las mantas que acababan de sacudir; Bortai las mandó a ordeñar las ovejas. Khokakhchin se disponía a seguirlas cuando Temujin levantó una mano:

—Tú puedes quedarte, Khokakhchin-eke. —Frunció el entrecejo y suspiró. Luego, les dijo—: Vosotras dos habéis sido honestas conmigo. Estoy unido a Jamukha, pero algunos de mis hombres de confianza me dicen que no debo fiarme de él. Antes nadie se atrevía a decírmelo, pero ahora Borchu y Jelme me lo dicen en la cara. Aseguran que algunos de los que me han jurado lealtad son infelices y pueden llegar a abandonar nuestro campamento.

Bortai había oído esos rumores; las palabras de su esposo no le sorprendieron. Lo que le sorprendía era que se lo dijera a ella y a Hoelun-eke. Temujin no les había pedido ningún consejo desde que públicamente jurara fidelidad a Jamukha. Ahora la duda y la incertidumbre se advertían en su voz.

—Tu "anda" debe de estar enterado de esas quejas —murmuró Hoelun—. Tal vez deberías hablar con él. Siempre has dicho que entre vosotros dos no había secretos.

—¿Qué te aconsejan tus camaradas más cercanos? —preguntó Bortai.

—No tengo necesidad de preguntárselo —dijo Temujin—. Sé lo que me dirían.

No habría acudido a ellas si no tuviera cada vez más dudas acerca de Jamukha. Ambos habían discutido delante de sus hombres y las criadas de Jamukha habían difundido la noticia. Tal vez Temujin sólo deseaba confirmación, palabras consoladoras que le hicieran recuperar la confianza en su amigo, pero Bortai no podía pronunciarlas. Además si hablaba en contra de Jamukha tal vez su esposo se alejase más de ella.

Bortai dejó la costura y dijo:

—A mis oídos ha llegado el rumor de que le contaste a algunos de tus hombres un sueño que tuviste. En él volabas por encima de un gran campamento, después llegabas a la tienda del Kan que todo lo gobernaba y advertías que la gran tienda era tuya.

—De modo que lo sabes. —Temujin se quitó el pañuelo que cubría su cabeza—. Existe quien ve en ese sueño ciertos presagios absurdos.

—¿Tan seguro estás de que son absurdos? Hace mucho me contaste un sueño en el que te encontrabas en la cima de una gran montaña y podías ver todo el mundo. Cuando éramos poco más que niños me preguntaste por qué no podía existir un solo Kan en la tierra. Tus sueños te están mostrando lo que debes ser y, sin embargo, te niegas a verlo. ¿Alguna vez has visto dos Kanes gobernando en el mismo campamento cuando tu alma vaga en medio de los espíritus? Los sentimientos que albergas hacia tu "anda" tal vez impidan que veas la verdad.

—Cuando se reúna un "kuziltai" para elegir a uno de nosotros, los Noyan me elegirán a mí. —Un músculo se contrajo sobre su mandíbula—. Puedo esperar hasta entonces. Jamukha es mi "anda"… me ofreció su juramento.

—Nunca lo aceptará —dijo ella—. Nunca aceptará que te eleves por encima de él. Cuanto más tiempo permanezcas a su lado, tanto más débil serás. Los Noyan nunca te elegirán a ti si eres débil.

—Pensé que eras más sabia, Bortai. Si me separo de él ahora, seré más débil, pues perderé la mitad de aquello sobre lo que gobernamos juntos.

—¿Estás seguro? Tus hombres te siguen de buen grado, en tanto que los de Jamukha lo siguen porque le temen. Podrías conseguir más hombres. Si sólo te siguieran a ti, incluidos algunos guerreros de él. ¿Por qué crees que te deja compartir su lugar cuando podría haber reclamado más honor para sí mismo? Quiere atraparte, usarte; pretende que estés tan unido a él que no puedas…

—¡Calla! —Temujin palideció, Bortai guardó silencio.

—Nos preguntaste qué pensábamos —dijo Hoelun—. Tu esposa te lo ha dicho. ¿Por qué recurriste a nosotras si no quieres escucharnos?

—Y tú, Khokakhchin-eke. ¿Qué opinas? —preguntó Temujin al tiempo que se ponía de pie y caminaba hacia el fogón—. ¿Qué dices?

—No me corresponde decir nada, Bahadur. He visto a enemigos unirse y a hermanos convertirse en enemigos, y eso seguirá ocurriendo mucho tiempo después de que yo haya desaparecido.

Temujin caminó arriba y abajo. Su esposa esperaba que se marchase y fuera con Doghon, su mujer Merkit, pero él se sentó cerca de ella otra vez.

—Dime el resto —le pidió Bartai—. Siento que hay más que lo que ya me has dicho.

—Esperaba que Jamukha se enfureciera cuando le conté mi sueño, pero no dijo nada. Me envalentoné y discutí con él delante de los otros, pero ni siquiera eso lo enfureció. —Sus ojos centellearon—. Antes, siempre podía adivinar sus pensamientos, pero ahora me resulta imposible. —Hizo una pausa—. Cuando salí de su tienda aquella noche, Jamukha dijo algo que todavía me intriga. Dijo que si acampábamos junto a las montañas, los que se ocupan de los caballos y el ganado tendrían alimento. Después agregó que si acampábamos junto a un río, los pastores verían engordar sus ovejas. Sólo dijo eso, y no supe qué responder.

—Te está desafiando —dijo Bortai, hablando sin poder suavizar sus palabras—. Tendrías que haberte dado cuenta. Tú deseas luchar y él no. Si acampamos junto a un río, los hombres sabrán que Jamukha ha triunfado. Si le respondes que acamparemos junto a las montañas, él no podrá aceptarlo sin demostrar debilidad. Cualquier cosa que digas, él la usará contra ti.

—No —susurró Temujin.

—Tú planteaste esto abiertamente —persistió Bortai—. Tal vez deberías haber esperado, pero ya está hecho. Aunque sabías que llegaría este día, te dijiste a ti mismo que Jamukha se haría a un lado y te dejaría pasar. Sus palabras demuestran que no lo hará. Dices que lo conoces, pero él también te conoce a ti. Antes estabas solo, pero ahora cuentas con la devoción de muchos. No soportas pensar que puedan abandonarte otra vez, ni que alguien próximo a ti pueda desearte el mal. Jamukha recuerda al niño que eras… es el arma que tiene contra ti.

El cuerpo de Temujin estaba rígido, sus manos cerradas en un puño.

Other books

Writing on the Wall by Mary McCarthy
Mourning Gloria by Susan Wittig Albert
Death Among Us by Jack Crosby
The Twelve Crimes of Christmas by Martin H. Greenberg et al (Ed)
The Emperor of Death by G. Wayman Jones
If I Lie by Corrine Jackson
The Errant Flock by Jana Petken
Trials of the Monkey by Matthew Chapman