Bortai pensó que debería sentirse aliviada al advertir que su esposo no estaba arrepentido, pero las palabras eran una barrera entre ellos.
Temujin alzó la cabeza.
—Las nubes ocultan las estrellas —dijo—. Esta noche habrá tormenta.
—Lo sé —dijo ella, y le tendió la mano—. Ayúdame a ponerme de pie.
Él lo hizo. Luego recogió los almohadones y la siguió hasta el carro. La alzó y después subió tras ella. Khokakhchin, que yacía en el otro extremo de la parte cubierta, siguió durmiendo con Jochi. Bortai se quitó el abrigo y la larga túnica, después se cubrió con una manta. Temujin se quitó el abrigo y las botas y se tendió a su lado. Su brazo la rodeó con fuerza, pero rápidamente se relajó. Ella le tocó suavemente el rostro; su esposo ya estaba dormido.
El viento golpeaba la cubierta de piel del carro; se oyó el lloriqueo cercano de un niño. Temujin era su único refugio contra las tormentas que los hombres creaban con sus luchas. Se apretó más contra él. Temujin gobernaría, ella estaría a salvo.
Las esclavas trajeron los corderos a la tienda. Jeren revolvió el caldo que hervía sobre el fogón mientras Bortai amamantaba a Chagadai. El verano anterior había luchado durante un día y una noche para parirlo. Los ojos de Chagadai tenían los mismos reflejos dorados que los de su padre. Temujin lo había advertido.
Alguien gritó fuera. Entró Temujin; una muchacha calmó a los corderos mientras otra bajaba la cortina. Él se sacudió la nieve de las botas después colgó sus armas. Se quitó los dos abrigos pesados, se los entregó a una esclava y se dirigió a la parte trasera del "yurt".
—Daritai está fuera —dijo dirigiéndose a Bortai—. Ha venido con Altan y con mi primo Khuchar, y los acompañan mis dos parientes Jurkin. Llegaron poco después que yo… vendrán a la tienda cuando hayan atado los caballos.
Bortai asintió, ató a Chagadai a su cuna y se puso de pie. En el momento en que entraban los visitantes, las esclavas acababan de servir cuencos de caldo y unas tajadas de venado en una fuente. Temujin murmuró un saludo de bienvenida y los abrazó. Los cinco hombres se sentaron a su diestra y le preguntaron por el resultado de la cacería.
—Un gran gato acecha en las cercanías —dijo Temujin—. He dicho a los que vigilan los rebaños que estén atentos.
Bortai acomodó a las cuatro esclavas en su parte de la tienda, cerca de donde estaba Khokakhchin con Jochi, y después se sentó junto a la cuna de Chagadai, lo bastante cerca para oír lo que hablaban los hombres. Jeren se sentó a su lado, pero sin mirar a Temujin.
Daritai y los hombres que lo acompañaban seguramente no habían venido a pasar el rato ni a contar historias. Daritai y Khuchar se habían unido a ellos después de que trasladaran el campamento a orillas del Kimurgha; Seche Beki y Taichu, los dos jefes Jurkin, habían llegado ese otoño, y Altan poco tiempo después. Sin duda, su pérdida había sido un duro golpe para Jamukha.
—Se aproxima la primavera —dijo Altan. Mojó un poco de carne en el caldo, la engulló y se lamió la grasa de los dedos—. Será bueno volver a probar el "kumiss", y más aún si tenemos algo para celebrar.
—Claro que sí —dijo Temujin.
—Hay que tomar decisiones —dijo Daritai; bebió un poco de caldo—. Pronto será momento de convocar un "kuriltai".
La mano de Bortai se puso tensa sobre la cuna.
—Sí —dijo Temujin en voz baja—. Debemos prepararnos para tomar las armas contra los Taychiut, y el espíritu de mi padre todavía pide castigo para los tártaros que le quitaron la vida.
—Quiero vengar a Yesugei —dijo Altan—. Recuerdo muy bien que en un tiempo combatí junto a tu padre. Pero para librar una guerra debemos tener un líder. Para ser fuertes, debemos ser un "ulus", una nación, como lo fuimos bajo el gobierno de mi padre, Khutula Kan. Es hora de que volvamos a tener un Kan.
Todos guardaron silencio; sólo se oía el siseo de las llamas.
—Dices la verdad —dijo finalmente Temujin—. Los otros advertirán que nuestra unión no es pasajera.
—Todos tienen derecho al Kanato —dijo Daritai—. Altan, por ser hijo de Khutula, y Khuchar por ser hijo de mi hermano Nekun-taisi. Después están Seche y Taichu, que son nietos del hermano de mi padre, Okin Barkak.
—Te olvidas de ti mismo —murmuró Temujin—. Como sobrino de Khutula Kan, también tienes derecho.
Bortai alzó la vista. Daritai se inclinó hacia adelante; ella bajó la cabeza.
—Ypor supuesto tú, sobrino, tienes tanto derecho como nosotros.
—¿Significa eso que cada uno conseguirá partidarios y presentará su reclamo al "kuriltai"? —preguntó Temujin.
—Los Noyan —replicó Altan— podrían pasarse días discutiendo nuestros reclamos en vez de elegir directamente cuál prefieren. Hace poco tiempo que estamos juntos, y no podemos arriesgarnos a enfrentamientos que tal vez más tarde dificulten la unidad.
—¿Y a quién pensáis que favorecerán los Noyan? —preguntó Temujin.
Taichu se rio.
—¿Acaso no es obvio? —dijo Seche Beki—. ¿Quién decidió abandonar a Jamukha, quién advirtió que nos iría mejor sin él? ¿Quién es el hombre al que, según un sueño, Khorchi debía seguir?
—Tú debes ser Kan, Temujin —dijo Daritai—. Abandonamos a tu "anda" y acudimos a ti. Tú nos conducirás a la batalla. Te ofreceremeos la más bellas mujeres que capturemos y los sementales y las yeguas más fuertes. Cuando vayamos de cacería, rodearemos las presas hasta que los animales estén tan apiñados como los árboles de un bosque, y los empujaremos hacia ti.
—El "kuriltai" debe decidir quién será Kan —dijo Temujin.
—Sabemos cuál será su decisión —dijo Altan—, si nosotros respaldamos tu reclamo. En ese caso, los Noyan deben designarte a ti.
—Me honráis —dijo Temujin—. No puedo rechazar lo que pedís de mí. Si los Noyan me eligen, todos seréis recompensados.
—Entonces, todo lo que queda es mera formalidad, Kan y primo mío, —dijo Khuchar.
Bortai se puso de pie, llamó a una muchacha e hizo servir más caldo para los hombres y para ella misma, y después se sentó con ellos mientras contaban historias de pasadas victorias. Antes de acudir a Temujin los cinco sin duda debieron de discutir sobre lo acertado o no del paso que estaban por dar.
Temujin pidió a sus huéspedes que se quedaran a pasar la noche, pero sólo permanecieron el tiempo suficiente para terminar el caldo. Se despidieron rápidamente, evidentemente ansiosos por poner distancia entre sus caballos y el tigre que merodeaba en las cercanías.
—¿Qué piensas de esto? —le murmuró Temujin a Bortai cuando todos se hubieron marchado.
—Me sorprende que tengan tanta prisa por que te conviertas amo. Los Noyan te elegirán a ti… eso es seguro ahora que tus rivales han depuesto sus reclamos. Saben que ya no pueden hacerte a un lado, pero me pregunto cuán leales serán si más tarde se les presenta la ocasión para eliminarte. Creo que cada uno de ellos preferiría ser Kan.
—Lo sé. —Temujin se frotó la mejilla—. Quieren un Kan sólo por un tiempo, hasta que sean más fuertes y puedan presentar sus propios reclamos. Dejaré que tengan el jefe que tanto ansían. Una vez que me elijan, no será tan fácil destituirme. —Se puso de pie—Jeren, trae mis abrigos. Esta noche dormiré en tu "yurt".
La muchacha abrió desmesuradamente los ojos; su bonito rostro palideció. Buscó los abrigos de Temujin y se puso los suyos, sin mirar al hombre, temblando.
Bortai meció la cuna de su hijo. Le habría resultado más fácil no saber que Temujin gozaba tanto de la aversión de Jeren como de la predisposición de ella.
Jamukha estudió a los potros jóvenes que estaban en el corral. Un ruano relinchó y tiró un mordisco a las ancas de otro. Ese ruano tenía bríos; tal vez llegara a ser un semental.
Miró más allá, hacia los caballos que pastaban en la estepa. Diez hombres cabalgaban hacia la manada; Taychar se encontraba entre ellos. Algunos de los hombres que custodiaban los caballos se acercaron a los recién llegados.
Dos hombres entraron en el corral; uno de ellos llevaba una larga vara con un lazo en el extremo, deslizó el lazo sobre el cuello de un caballo gris y el otro hombre se acercó con la brida. El caballo gris relinchó y sacudió la cabeza. Temujin siempre había preferido los caballos grises o blancos. La boca de Jamukha se contrajo en un rictus. Su "anda" no sólo lo había abandonado sino que además había conseguido que varios de sus aliados se pasaran a sus filas.
Taychar cabalgaba hacia él. Jamukha salió del corral; su primo sofrenó el caballo.
—Mensajeros —dijo—. Arkhai y Chakhurkan vinieron a nuestro campamento procedentes del de Temujin. —El joven hizo un gesto de desagrado al pronunciar aquel nombre—. Hemos cabalgado toda la mañana. Les pedí que me dieran el mensaje, pero dijeron que era para ti.
Jamukha tragó saliva con esfuerzo. Tal vez su "anda" se hubiera arrepentido.
—Llévalos a mi "yurt" —dijo—, después de que hayan pasado entre las hogueras. Hablaremos con ellos a solas.—Se dirigió de inmediato a su pequeña tienda, preguntándose qué querría su amigo. Sus exploradores le habían informado de los movimientos que se veían cerca del campamento de Temujin, junto al Senggur; los jefes se habían reunido allí un mes atrás respondiendo a la convocatoria de un "kuriltai". Un "kuriltai" de guerra, quizá; Temujin aún estaría ansioso por guerrear contra los Taychiut. Eso no le resultaría tan fácil ahora. Como el verano anterior había acogido a un pequeño grupo de Taychiut que habían sido atacados por su "anda", Jamukha había abierto el camino para una alianza con ellos.
Entró. Su tienda estaba llena de monturas, bridas y armas; se sentó en la cama y esperó hasta que oyó que los hombres se aproximaban.
Apareció Taychar seguido de los dos enviados. Jamukha se puso de pie y pronunció unas rápidas palabras de bienvenida mientras su primo buscaba jarros de "kumiss".
—Venimos en son de paz —dijo Chakhurkhan, y le ofreció un pañuelo como presente. Luego tomó asiento en un cojín.
—¿Es verdad? —preguntó Jamukha mientras Arkhai y Taychar también se sentaban—. He oído que reunisteis un "kuriltai" poco tiempo atrás. Pensé que tal vez mi "anda" estaría planeando una guerra.
Arkhai sonrió.
—Sólo desea enviarte sus saludos. Sus pensamientos se dirigen con frecuencia a su "anda". El "kuriltai" no se reunió para decidir la guerra sino para elegir un Kan. Este es el mensaje que traigo: hemos nombrado un Kan después de un solo día de deliberación. Temujin ha sido el elegido y se le ha dado el nombre de Gengis Kan.
Jamukha apretó los dientes, demasiado sorprendido para pronunciar una palabra. Taychar se atragantó con el "kumiss".
—¿Qué es esto? —estalló su primo—. ¿Quién le dio ese nombre? ¿Cómo puede llamarse a sí mismo…?
—El "kuriltai" lo proclamó Kan —lo interrumpió Chakhurkhan—. Los chamanes eligieron su nombre.
Gengis Kan, pensó Jamukha. El Kan Universal, el Más Fuerte, el Todopoderoso. ¿Cómo se había atrevido a aceptarlo? Era un desafío para cualquiera que lo escuchara.
—Estoy seguro de que Temujin tuvo algo que ver con la elección del nombre —masculló Taychar—. ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Su primo Khuchar no puso ninguna objección? ¿Acaso Altan no tenía más derecho a ser Kan, si queríais elegir uno?
—Altan habló a favor de Temujin en el "kuriltai" —dijo Arkhai—, al igual que Khuchar y Daritai Odchigin. Seche Beki y Taichu no se opusieron.
Jamukha pensó en enviar a Arkhai y Chakhurkhan de regreso a su nuevo Kan con las coletas cortadas, incluso sin cabeza, pero se calmó. Altan debía de estar detrás de aquello, así como Khuchar y Daritai. No habrían dejado de lado sus propias ambiciones si no creyeran que más tarde podrían eliminar a Temujin. Jamukha se sintió furioso cuando ellos se unieron a su "anda", pero tal vez de ese modo le resultaran más útiles.
Taychar lanzó un juramento. Jamukha alzó una mano.
—Silencio, primo —dijo—. Disfrutemos de nuestro tiempo con estos amigos. Resulta evidente que Temujin sólo pensó en compartir conmigo la noticia de este gran honor.
—Es cierto —dijo Arkhai—. Su lazo contigo persiste, así como la amistad de nuestro Kan con los Kereit. Toghril Kan recibió a nuestros enviados hace poco, y dice estar muy complacido porque los mongoles tienen otra vez un Kan.
Ese viejo tonto sólo pensaba en tener un aliado poderoso que le cuidase las espaldas y lo defendiera de los Merkit y los Naiman; no advertía que Temujin significaba una amenaza para él. Pero tal vez Toghril sospechara que esa nueva unidad no duraría mucho tiempo.
—Temujin habló bien después de ser nombrado Kan —dijo
Chakhurkhan—. Nombró a Ogele Cherbi, el primo de Borchu, su arquero principal, y a Khasar primera espada. Soyiketu Cherbi está a cargo de sus cocineros, Degei es jefe de pastores y Mulkhalku se ocupa del ganado. Belgutei es responsable de los caballos, y Borchu y Jelme han sido ascendidos por encima de todos los otros jefes. —Chakhurkhan bebió y luego eructó—. Nosotros mismos, Arkhai, yo y nuestros camaradas Tahai y Sukegei, somos lo que él llama sus flechas, a las que envía cerca y lejos.
Jamukha se atusó el bigote.
—Veo que muchos han sido honrados —dijo, preguntándose cómo se habrían sentido Altan y los otros, que habían postergado su reclamo, al ver que los honores se brindaban a los camaradas más próximos a Temujin.
Taychar buscó otro jarro.
—Tengo que preguntaros algo —agregó Jamukha—. Si queríais un Kan, ¿por qué no elegirlo mientras Temujin y yo acampábamos juntos? ¿Por qué lo habéis elegido ahora?
—Pareces disgustado —replicó Arkhai—. Te aseguro que nuestro Kan aún siente por ti afecto y el mayor de los respetos. Cuando te dejó sabía que ya no podríais seguir gobernando juntos, que sus hombres se resistían a seguirte y que los tuyos lo rechazaban como jefe. Le pareció más prudente dejar que los hombres decidieran a cuál de los dos seguirían. Vio que muchos permanecerían contigo, que tu poder no se vería menguado por eso. Nunca pretendió endurecer su corazón hacia su hermano. Se mostró ansioso y nos pidió que te diéramos la seguridad de su amor.
"Oh, sí —pensó—. Sigue siendo mi amigo pero acéptame como tu Kan". Eso era lo que quería Temujin: había esperado a estar sentado en un trono para enviarle un mensaje.
—Habéis hecho vuestra elección —dijo Jamukha—. Debéis ateneros a ella. —Taychar lo miró con furia—. Decidle a vuestro Kan que su mensaje me complace. Los Noyan han elegido su Kan… debéis decirle a todos que deben servirle fielmente. Debéis decirles a Altan y a Khuchar, en particular, que no olviden el juramento que le hicieron.