Gengis Kan, el soberano del cielo (36 page)

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Authors: Pamela Sargent

Tags: #Histórico

BOOK: Gengis Kan, el soberano del cielo
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—Estoy diciendo la verdad —continuó Bortai—. No le diste respuesta, de modo que volverá a hacerte esa pregunta cuando otros puedan oír sus palabras. Si dices que debemos favorecer a los caballos, los hombres advertirán que sigues deseando la guerra, y eso le dará a Jamukha una excusa para atacarte. Sus palabras esconden una conspiración.

—Hicimos un juramento —dijo Temujin con voz débil.

—Jamukha podría mantenerlo y permitir que otros actuaran por él. Debes escucharme.

—¿Y qué se supone que debo hacer?

—No le des respuesta. Deja que crea que no estás dispuesto a enfrentarte a él. Entonces deberemos marcharnos antes de que pueda detenernos, antes de que sepa que nos hemos ido.

—Sabes lo que eso significa —dijo Temujin—. Si me separo de él, no me lo perdonará, y esa ruptura nos hará más débiles.

—Lo que hará será revelar tu verdadera fuerza —replicó Bortai— porque podrás ver quién se queda con él y quién te sigue a ti. De todas maneras, estarás mejor solo que con un hombre en el que ya no puedes confiar. —Bortai advirtió que él aún se resistía a sus palabras, y añadió—: No obstante, si verdaderamente no quiere perjudicarte, lo que hará será enviarte un mensaje reafirmando su amistad, y no perderás mucho.

—Él me apoyó cuando yo no tenía nada. No puedo olvidarlo, a pesar de lo que ocurra ahora. —Suspiró—. Pero tienes razón, esposa. Eso es algo que debo dejar de lado. —Bajó la cabeza; cuando volvió a alzarla, su expresión era impasible—. No diré nada hasta que hayamos levantado el campamento. Nuestros carros y rebaños irán al final, y yo encabezaré la marcha con Jamukha, como lo hago siempre. Cuando nos detengamos a apacentar el ganado, le diré que debo ocuparme de ti, que el momento del nacimiento se aproxima. Me creerá, pues sabe que algunos todavía rumorean que Jochi nació demasiado pronto.

Bortai sintió un ramalazo de dolor. Creía que los rumores ya habían cesado.

—Entonces Borchu y Jelme se enterarán de mi plan —continuó su esposo con tono impasible—, y les dirán a todos aquellos en los que podemos confiar que se queden atrás, pero nos mantendremos a la vista, para que Jamukha crea que seguimos con él. Al caer la noche, nos alejaremos rápidamente. No sabrá que lo abandonamos hasta el amanecer.

Bortai respiró hondo.

—El cielo te favorecerá, Temujin.

—El favor del cielo puede parecerse al "kang" al que un día me uncieron. —Se puso de pie; sus anchos hombros temblaban de cansancio—. Me has dado un sabio consejo, Bortai. Ahora iré al "yurt" de Doghon. No quiero perturbar al niño que llevas en las entrañas.

51.

El cielo estaba azul y sin nubes el día que levantaron el campamento. Temujin y Jamukha encabezaban la marcha, seguidos de sus camaradas más cercanos. Detrás venían los carros cargados de mujeres y niños, primero los Jajirat, y los otros clanes agrupados al final.

Era casi mediodía cuando Temujin retrocedió hasta los carros de los suyos. Para entonces, la fila apenas si avanzaba; a través del polvo que levantaban los carros, Bortai vio que los jinetes que iban delante desaparecían más allá de una loma. Un pequeño río centelleaba a lo lejos. Las mujeres que encabezaban la hilera de carros desmontaron a fin de cruzar la corriente.

Temujin se acercó al carro de Bortai y le indicó a ésta que se detuviera.

—Cuando llegues al río —le dijo—, espera antes de cruzar a que los rebaños de los Jajirat hayan pasado al otro lado.

—¿Qué te dijo Jamukha?

—Volvió a hacerme la misma pregunta. Le respondí que tendría mi respuesta más tarde.

Jochi se movió en el regazo de Hoelun; Bortai tomó la mano de su hijo.

—Esta mañana me trajeron tres huesos —dijo Temujin; ella apenas si podía escucharlo por encima de los mugidos de los bueyes—. Estaban quemados. Sólo estaban Borchu y Jelme cuando pregunté si debía hacer lo que pretendo. Todos los huesos se rajaron por el medio.

Entonces él había esperado otro presagio, algún motivo para permanecer con Jamukha.

—Los espíritus están contigo, esposo.

—Sí —dijo él, mordiendo la palabra.

El sol ya estaba en el oeste cuando todos los animales terminaron de abrevar y los carros cruzaron la corriente. Los Arulat de Borchu habían permanecido con ellos, así como los Uriangkhai y algunos de otros clanes. El resto de la caravana era una línea oscura que avanzaba hacia el oeste, seguida por los puntos apiñados que eran los rebaños de Jamukha. Cuando el sol se puso y sólo se veían a lo lejos unas nubes de polvo, Temujin condujo a su gente hacia el norte.

La anciana Khokakhchin dormitaba en su asiento; Hoelun se ocupaba de Jochi mientras Bortai llevaba las riendas. El frío viento de la noche le azotaba el rostro. Jamukha seguramente ya habría detenido la marcha para acampar. Creería que el momento del parto de Bortai había llegado y que su "anda" se uniría a él después de que el niño naciese.

Cuando la media luna estuvo sobre el horizonte, los hombres que abrían la marcha se desplegaron y galoparon para adelantarse. Hoelun le pidió a Temulun que cuidara de Jochi y después recogió su arco y su carcaj. Los jinetes que cabalgaban junto con Temujin pronto se perdieron de la vista.

La luna estaba alta cuando Bortai atisbó a lo lejos la luz de las hogueras y oyó gritos. Los hombres de Temujin habían atacado otro campamento. Había algunos carros formando un círculo pero no se veían "yurts"; esa gente también debía de estar trasladándose. Los hombres giraban en sus caballos, lanzaban alaridos y se dedicaban al saqueo. Un grito ahogado llegó hasta ella antes de ser ahogado por una risotada.

Khasar se acercó cabalgando.

—Taychiut —gritó a Bortai—. Casi todos huyeron antes de que llegáramos; si los seguimos sólo conseguiremos acercarnos más a Jamukha. Tendremos que conformarnos con lo que queda —agregó antes de partir al galope.

Hoelun cogió a Bortai de la muñeca.

—Espera aquí hasta que hayan terminado.

Bortai se soltó. Dos figuras en sombras se debatían cerca de una hoguera; un hombre intentaba violar a una cautiva. Alrededor de ellos, varios guerreros gritaban y golpeaban la tierra. Bortai recordó el modo en que los Merkit se habían reído de ella aquella noche al pie del Burkhan Khaldun. El hombre se puso de pie; Bortai reconoció la figura alta y poderosa de Temujin contra la luz de las llamas. Él se ajustó el cinturón mientras un camarada le rodeaba los hombros con el brazo.

Bortai azotó a su buey. Los hombres apagaban las hogueras echando tierra sobre ellas. Poco después, los jinetes abandonaban el campamento saqueado. Temujin se inclinó sobre la figura en sombras que yacía en el suelo; luego se dirigió hacia su caballo.

Cuando Bortai llegó al pequeño campamento éste estaba casi vacío. Unos pocos hombres de Temujin ataban los carros. Una muchacha yacía junto a una hoguera extinguida, con los pantalones bajos y manchas de sangre en los muslos. Belgutei trotó hasta Bortai. Cruzado sobre su montura llevaba un niño; lo dejó caer junto al carro.

—Tómalo —masculló Belgutei, y luego señaló a la muchacha—. Tráela también a ella. Temujin la quiere.

Eso explicaba por qué los otros hombres la habían dejado tranquila. Hoelun se apeó y se arrodilló junto al niño. Bortai esperó hasta que Belgutei se hubo marchado; luego bajó y se dirigió hacia la muchacha.

—¿Puedes caminar? —le preguntó.

La muchacha se estremeció, tirando de sus ropas como si quisiera arrancárselas. Bortai le ayudó a ponerse de pie. Todavía temblorosa, la Taychiut se apoyó en ella.

—Tranquila —murmuró Bortai; la joven soltó un gemido ahogado—. Yo he sufrido lo mismo. Pasará. Cuidaré de ti.—Reprimió las maldiciones que acudían a sus labios—. ¿Cómo te llamas?

—Jeren —respondió la joven con voz ronca.

Bortai condujo a la muchacha al carro de Doghon; la mujer Merkit se mantuvo en silencio mientras daba la mano a Jeren.

Hoelun la esperaba junto al niño Taychiut. Bortai se acomodó con dificultad entre ellos y luego fustigó al buey. La anciana Khokakhchin la miró pero no dijo nada; Temulun y Jochi seguían dormidos en la parte cubierta.

Hoelun-eke abrazó al niño y le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

—Kukuchu.

—Escucha, Kukuchu; en uno de los carros de atrás hay otro niño. Es apenas más grande que tú. Nuestros hombres lo encontraron en un campamento enemigo y yo le dije que sería su madre. Eso mismo te digo a ti. Serás mi hijo.

—¿Por qué? ¿Acaso no tienes hijos?

—Tengo cuatro hijos, y un quinto, Guchu, que fue encontrado en un campamento Merkit. Tú serás el sexto. Verás, no tengo esposo, así que no puedo darles más hermanos a mis hijos. Pero puedo encontrarlos en otras partes, y criarlos. Un hombre es más fuerte cuando tiene muchos hermanos.

El niño se restregó los ojos y se acurrucó contra Hoelun.

Se detuvieron cuando el cielo del este se puso gris. Los carros y los rebaños llenaban la llanura; algunos hombres y los muchachos fueron a buscar pozos de agua limpia para los animales mientras las mujeres ordeñaban las ovejas y encendían fuegos para hervir la leche.

Temujin estaba sentado bajo un árbol solitario más allá del círculo de su campamento. Bortai había visto cómo los jinetes cabalgaban hasta él, desmontaban y le hacían una reverencia. Seguramente les estaba pidiendo juramentos de lealtad; ya todos sabrían que se proponía abandonar a Jamukha.

Bortai parpadeó bajo el sol naciente. Temujin venía hacia ella, seguido de Ogele Cherbi, el pariente de Borchu, y varios hombres. Subotai caminaba a la izquierda de su esposo, tratando de seguir el paso de los hombres. A Temujin le agradaba el muchacho y a menudo le permitía estar presente cuando los hombres hablaban. Se detuvieron junto a la cuerda a la que estaban atados los caballos. Subotai fue el primero en montar.

Ella bajó la cabeza y se concentró en la camisa que estaba cosiendo. Una sombra le bloqueó la luz: alzó la cabeza.

Su esposo estaba solo.

—Me han seguido más hombres de los que esperaba —dijo—. Los hay de casi todos los clanes. Les he dicho lo que me proponía hacer y ninguno ha querido regresar con Jamukha.

—Ha perdido partidarios, entonces.

—Todavía le quedan muchos. —Miró a su alrededor—. ¿Dónde está la muchacha?

—Durmiendo en el carro de Doghon. —Sus manos apretaron la costura— Déjala tranquila, Temujin. Gritará si te le acercas.

Él se encogió de hombros.

—También hay placer en eso —dijo él.

Temujin nunca comprendería que Bortai odiase ese aspecto de él. Le sirvio cuajada y ambos comieron; sus criadas guardaron el resto en unas bolsas. Varios hombres se acercaron a caballo, rodeando los círculos de carros; Borchu venía con ellos. Temujin soltó un silbido y se puso de pie.

—Khorchi —susurró—. No imaginé que él también vendría.

Los jinetes se detuvieron. Borchu y Khorchi desmontaron y pasaron entre dos hogueras.

—Os doy la bienvenida, —dijo Temujin cuando los hombres se acercaron—. ¿Traes algún mensaje de Jamukha, Khorchi?

—Me traigo a mí mismo.

—Me siento honrado. Un jefe que, como tú, también sea chamán siempre es necesario.

Khorchi hizo una reverencia.

—Tengo escasa pericia —dijo—, pero me basta para saber que debía unirme a ti. Sospeché lo que planeabas antes de que nos detuviéramos. Un sueño me trajo hasta aquí… partimos antes del alba. —El Bagarin hizo un gesto con la mano—. Mi gente me siguió de buen grado.

—Debe de haber sido un sueño importante para que te alejara de Jamuukha —dijo Temujin.

—Jamukha tiene un espíritu valiente —dijo Khorchi—. Si no hubiera tenido este sueño, habría permanecido a su lado. El mismo vientre dio a luz a los ancestros de Jamukha y a los míos, pero no puedo ignorar este presagio.

—Me gustaría saber qué soñaste —dijo Temujin. Se sentó junto a Bortai, Borchu y Khorchi tomaron asiento frente a ellos y los otros Bagarin se apiñaron cerca para escuchar.

—Yo estaba de pie en nuestro campamento —empezó el chamán—. Aparecio una gran vaca, con cuernos casi tan largos como el arco de un hombre y tan gruesos como el sostén de una tienda. Bajó la cabeza y cargó contra el "yurt" de Jamukha, y después contra Jamukha mismo. Uno de sus cuernos se quebró y el animal gritó pidiéndole que se lo trajera. Mientras la vaca gritaba vi un gran buey que tiraba de las estacas que sostenían la tienda, liberándose para uncirse a un carro. Seguí ese carro, Temujin, y el buey me condujo hasta aquí. Se inclinó y les gritó a todos que los espíritus habían decretado que tú gobernarías, y que Etugen y Tengri aceptaban que todos los clanes se sometieran a ti. —Permaneció un momento en silencio—. ¿Cómo puedo rechazar un sueño que habla con tanta claridad?

—No puedes —respondió Temujin—. Ni tampoco puedo hacerlo yo.

—La voluntad de los espíritus es clara —dijo Khorchi, sonriendo—. Contaré este sueño a otros. Cuando lo escuchen, más hombres se unirán a ti. ¿Y qué me darás por haberte traído este presagio?

—El mando de un "taman" —dijo Temujin—, cuando tenga diez mil hombres para confiarte.

—¿Acaso dudas que los tendrás? —Khorchi sacudió la cabeza—. Pero si vas a convertirme en un Tuman-u Noyan, ¿me permitirás también elegir treinta esposas entre las más bellas mujeres que capturemos? Ellas me darán más felicidad que diez mil hombres, y tengo la esperanza de que igualen en belleza a tu buena esposa.

Temujin soltó una carcajada.

—Tendrás el ejército y las mujeres. Soy bastante sabio para no negarle a un chamán lo que merece.

—Siempre fuiste generoso. —El Bagarin agachó la cabeza—. Ahora debo dejarte y ocuparme de las esposas que ya tengo.

—Ve en paz —dijo Temujin.

Khorchi se marchó con sus hombres. Borchu se puso de pie y estrechó las manos de Temujin antes de dirigirse hacia su caballo.

Bortai entregó a una criada la camisa que había estado cosiendo. Temujin permaneció en silencio mientras las mujeres se retiraban a los carros.

—Si te hubieras quedado con Jamukha —dijo finalmente Bortai— tu lanza se habría roto como el cuerno de la vaca.

—No necesito que me expliques los sueños.

—Creo que todavía lamentas haberlo abandonado.

—Estás equivocada. —Se puso de pie; ella no pudo leer la expresión de su rostro—. Los espíritus hablaron en mi sueño y en el de Khorchi, y a través de ti. Jamukha y yo ya no somos niños que juegan a los dados junto al Onon, y nunca podremos volver a serlo. Cuando bailamos bajo el gran árbol sabía que uno de los dos gobernaría.

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