Es imposible leer las informaciones de la prensa comunista sin darse cuenta de que están destinadas, conscientemente, a un público que ignora los hechos, y de que tienen como único fin despertar prejuicios. Ejemplo de ello es la afirmación que hace Pitcairn en el
Daily Worker
del 11 de mayo en el sentido de que el «levantamiento» fue sofocado por el Ejército Popular. Se trata de dar la impresión de que toda Cataluña estaba unida contra los «trotskistas». En realidad, el Ejército Popular permaneció neutral durante la lucha; en Barcelona todo el mundo lo sabía, y resulta difícil creer que Pitcairn lo ignorara. Otro ejemplo: la prensa comunista abultó las cifras de muertos y heridos, a fin de exagerar la intensidad de los disturbios. Díaz, secretario general del Partido Comunista de España, ampliamente citado por la prensa comunista, declaró que había novecientos muertos y dos mil quinientos heridos. El ministro de Propaganda catalán, que sin duda no tendía de ningún modo a subestimar los hechos, habló de cuatrocientos muertos y mil heridos. El Partido Comunista duplica la apuesta y agrega unos cientos más para probar fortuna.
Los periódicos capitalistas foráneos responsabilizan en general a los anarquistas, pero hubo unos pocos que siguieron la línea comunista. Uno de ellos fue el
News Chronicle
, cuyo corresponsal, John Landgon-Davies, se encontraba en Barcelona por esa época. Cito fragmentos de su artículo:
U
NA REVUELTA TROTSKISTA…No se trata de un levantamiento anarquista. Es un
putsch
frustrado del POUM «trotskista», que opera a través de sus organizaciones controladas. «Los Amigos de Durruti» y Juventudes Libertarias… La tragedia comenzó el lunes por la tarde, cuando el gobierno envió policías armados a la Central Telefónica para desarmar a los obreros que la ocupaban y que en su mayoría pertenecían a la CNT. Graves irregularidades en el servicio habían constituido motivo de escándalo hacía ya algún tiempo. Una gran muchedumbre se reunió frente a la Central, en la Plaza de Cataluña, mientras los hombres de la CNT resistían, retirándose piso por piso hasta la azotea del edificio… El incidente fue muy oscuro, pero corrió el rumor de que el gobierno había iniciado un ataque contra los anarquistas. Las calles se llenaron de hombres armados… Al caer la noche, todo centro obrero y todo edificio gubernamental tenía barricadas, y a las diez se oyeron las primeras detonaciones y las primeras ambulancias recorrieron las calles haciendo sonar sus sirenas. Al amanecer el tiroteo se había extendido por toda Barcelona… A medida que avanzaba el día y cuando los muertos superaban el centenar podía comenzarse a hacer conjeturas sobre lo que ocurría. La CNT anarquista y la UGT socialista técnicamente no habían «salido a la calle». Permanecían detrás de las barricadas, aguardaban alertas, asignándose el derecho de disparar contra toda persona armada que transitara por la calle… (los) enfrentamientos generalizados se veían invariablemente agravados por los
pacos
* —hombres solitarios, ocultos, por lo general fascistas, que disparaban desde los terrados contra cualquier blanco, y hacían todo lo posible por aumentar el pánico general—.El miércoles por la noche, sin embargo, comenzó a verse claramente quiénes estaban detrás de la revuelta. Todas las paredes fueron cubiertas por un cartel incendiario que exigía una revolución inmediata y el fusilamiento de los dirigentes republicanos y socialistas. Estaba firmado por Los Amigos de Durruti. El jueves por la mañana, el periódico anarquista negó todo conocimiento y toda coincidencia con el mismo, pero
La Batalla
, el periódico del POUM, publicó el documento con grandes elogios. Barcelona, la primera ciudad de España, se veía sumida en un baño de sangre por culpa de agentes provocadores que utilizaban esta organización subversiva.
Esta versión no concuerda del todo con las comunistas ya citadas, pero como se puede observar resulta ya en sí misma contradictoria. En primer lugar se define la lucha como «una revuelta trotskista», luego se afirma que tuvo origen en un ataque contra la Central Telefónica y que el gobierno se ‘disponía a atacar a los anarquistas. Se presenta a la ciudad cubierta de barricadas y se afirma que tanto la CNT como la UGT se encontraban detrás de ellas; se dice que el cartel incendiario (en realidad era un folleto) apareció dos días después, y se declara de modo implícito que ése fue el origen de todos los disturbios: el efecto precede a la causa. Hay un detalle que constituye un error muy serio. Langdon-Davies describe a Los Amigos de Durruti y a las Juventudes Libertarias como «organizaciones controladas» por el POUM. Ambas eran organizaciones anarquistas y carecían de todo contacto con el POUM. Las Juventudes Libertarias eran la liga juvenil de los anarquistas, equivalente a la JSU del PSUC. Los Amigos de Durruti constituían una pequeña organización dentro de la FAI, y su actitud general era violentamente hostil hacia el POUM. Por lo que pude descubrir, nadie pertenecía a ambas organizaciones a la vez. Sería lo mismo que afirmar que la Liga Socialista es una «organización controlada» por el Partido Liberal inglés. ¿No lo sabía Langdon-Davies? En tal caso, tendría que haber escrito con mayor cautela sobre asunto tan complejo.
No ataco la buena fe de Langdon-Davies, pero él mismo admite que abandonó Barcelona en cuanto terminó la lucha, es decir cuando podría haber realizado alguna averiguación seria. En todo su relato hay señales evidentes de que aceptó, sin una verificación adecuada, la versión oficial de una «revuelta trotskista». Ello resulta obvio incluso en el fragmento citado. «Al anochecer» se levantan las barricadas y «a las diez» se oyen los primeros disparos. Estas no son las palabras de un testigo presencial. De su afirmación podría deducirse que es habitual aguardar a que el enemigo construya una barricada para atacarlo. Así se da la impresión de que transcurrieron algunas horas entre la construcción de las barricadas y los primeros disparos; desde luego, las cosas se produjeron a la inversa. Yo y muchos otros oímos los primeros disparos durante las primeras horas de la tarde. Además, se habla de hombres solitarios, «por lo general fascistas», que disparan desde los terrados. Langdon-Davies no explica cómo supo que estos hombres eran fascistas. No es probable que haya subido a los terrados para interrogarlos. Se limita a repetir lo que se le ha dicho y no pone en duda lo que concuerda con la versión oficial. Descubre la fuente probable de gran parte de su información con una imprudente referencia al ministro de Propaganda al comienzo del artículo. Los periodistas extranjeros en España dependían para sus informaciones de este ministro; por lo que hubiera sido de esperar que el nombre mismo de ese Ministerio bastara como advertencia. El ministro de Propaganda tenía, desde luego, tantas probabilidades de dar un informe objetivo de los disturbios de Barcelona como, por ejemplo, el difunto lord Carson de dar un informe objetivo sobre el levantamiento de Dublín en 1916.
He expuesto los motivos que me llevan a afirmar que la versión comunista de la lucha de Barcelona no puede ser tomada en serio: debo agregar algo acerca de la acusación de que el POUM era una organización fascista pagada por Franco y Hitler.
Esta acusación fue repetida una y otra vez por la prensa comunista, sobre todo desde principios de 1937. Formaba parte de la actitud oficial y universal del Partido Comunista contra el «trotskismo», cuyo representante en España era supuestamente el POUM. El «trotskismo», según
Frente Rojo
(el periódico comunista de Valencia), «no es una doctrina política. El trotskismo es una organización capitalista oficial, una banda terrorista fascista dedicada al crimen y al sabotaje contra el pueblo». El POUM era una organización «trotskista» aliada de los fascistas y parte de la «quinta columna de Franco». Resultó evidente desde el comienzo que nadie podría aportar pruebas para sustentar esa acusación; todos se limitaban a repetirla con aire de seguridad. El ataque fue acompañado del máximo de calumnia personal y con total irresponsabilidad en cuanto a los efectos que pudiera tener sobre la guerra. Empeñados en la tarea de denigrar al POUM, muchos periodistas comunistas parecen haber considerado insignificante la revelación de secretos militares. En un ejemplar de febrero del
Daily Worker
, por ejemplo, Winifred Bates manifestaba que el POUM sólo tenía en el frente la mitad de las tropas que afirmaba tener. Ello no era cierto, pero probablemente el autor así lo consideraba. Por lo tanto, Bates y el
Daily Worker
entregaron al enemigo una de las informaciones más importantes que pueden revelarse a través de las columnas de un periódico. En un momento en que las tropas del POUM sufrían serias pérdidas y muchos de mis amigos personales morían o caían heridos, Ralph Bates afirmaba en el
New Republic
que las tropas del POUM estaban «jugando al fútbol con los fascistas en la tierra de nadie». Una caricatura maligna circuló ampliamente, primero en Madrid y luego en Barcelona; se representaba al POUM arrancándose una máscara que ostentaba la hoz y el martillo y descubriendo un rostro con la cruz gamada. Si el gobierno no hubiera estado virtualmente bajo control comunista, jamás habría permitido que algo semejante circulara en plena contienda. Era un golpe deliberado a la moral de guerra, no sólo de la milicia del POUM, sino de todo aquel que estuviera cerca, pues no resulta alentador saber que las tropas vecinas son traidoras. Dudo que las calumnias acumuladas desde la retaguardia sobre la milicia del POUM tuvieran algún efecto desmoralizador real, pero eso era ciertamente lo que pretendían, y hacen suponer que, para los responsables de esta campaña, el resentimiento político importaba más que la unidad antifascista.
Se acusaba al POUM, un partido integrado por docenas de miles de personas, en su mayoría de la clase obrera, numerosos colaboradores y simpatizantes extranjeros, muchos de ellos refugiados de los países fascistas, y con miles de milicianos nada menos que de ser una vasta organización de espionaje al servicio del fascismo. Tal acusación se oponía al sentido común, y la historia del POUM bastaba para tornarla inverosímil. Todos los dirigentes del POUM tenían un historial revolucionario meritorio. Algunos de ellos habían intervenido en la revuelta de 1934 y la mayoría habían sido encarcelados por actividades socialistas bajo el gobierno de Lerroux o la monarquía. En 1936, el dirigente Joaquín Maurín fue uno de los diputados que puso sobre aviso a las Cortes sobre el inminente levantamiento de Franco. Algún tiempo después, ya en plena lucha, fue tomado prisionero por los fascistas mientras trataba de organizar la resistencia en la retaguardia franquista. Al estallar la guerra, el POUM desempeñó un papel destacado en la resistencia. Muchos de sus miembros murieron en la lucha callejera, sobre todo en Madrid. Fue una de las primeras organizaciones que formó columnas de milicias en Cataluña y en Madrid. Resulta casi imposible explicar estas acciones como la actividad de un partido a sueldo de los fascistas. Un partido a sueldo de los fascistas simplemente se hubiera unido al otro bando.
Tampoco hubo signos de actividades profascistas durante la guerra. Podrá argumentarse (aunque en última instancia tampoco estoy de acuerdo con ello) que el POUM, al presionar en favor de una política más revolucionaria, dividió las fuerzas gubernamentales y ayudó así a los fascistas. Creo que sería normal que cualquier gobierno de tipo reformista considerara una molestia a un partido como el POUM, pero se trata de algo muy distinto de la traición. Si el POUM era realmente una organización fascista, no hay manera de explicar por qué su milicia permaneció leal. Ocho o diez mil hombres controlaron sectores importantes del frente durante el atroz invierno de 1936-1937. Muchos de ellos estuvieron en las trincheras durante cuatro o cinco meses seguidos. Es difícil comprender por qué no abandonaron simplemente sus posiciones o se pasaron al enemigo. Siempre estuvieron en condiciones de hacerlo y, en más de una oportunidad, tal decisión pudo haber sido decisiva. No obstante, siguieron luchando y poco después de que el POUM desapareciera como partido político, cuando el hecho todavía estaba fresco en la memoria de todos, sus milicias —aún no redistribuidas en el Ejército Popular— tomaron parte en el sangriento ataque contra el este de Huesca donde siete mil hombres murieron en un par de días. Por lo menos cabría haber esperado cierta fraternización con el enemigo y una corriente constante de desertores. Como señalé con anterioridad, el número de deserciones fue excepcionalmente bajo. También cabria haber esperado propaganda profascista, «derrotismo». No hubo ni atisbos de ello. Posiblemente hubo espías fascistas y agentes provocadores en el POUM; existen en todos los partidos de izquierda, pero no hay pruebas de que fueran allí más numerosos que en cualquier otro.
Es verdad que en algunos de sus ataques la prensa comunista concedió, de mala gana, que sólo los dirigentes del POUM estaban a sueldo de los fascistas y no la base. Esto era un fútil intento de separar a los seguidores de sus dirigentes. La naturaleza de la acusación implicaba que los miembros normales, los milicianos y demás, participaban del complot, pues era obvio que si Nin, Gorkin y otros estaban realmente a sueldo de los fascistas, más probablemente lo sabrían sus seguidores, en estrecho contacto con ellos, que los periodistas de Paris, Londres o Nueva York. De cualquier manera, cuando el POUM fue disuelto, la policía secreta controlada por los comunistas actuó como si todos fueran igualmente culpables y arrestó a todas las personas vinculadas al POUM que cayeron en sus manos, incluyendo a heridos, enfermeras de hospitales, esposas de miembros del partido y, en algunos casos, incluso a niños.
Finalmente, el 15-16 de junio, el POUM fue disuelto y declarado ilegal. Éste fue uno de los primeros actos del gobierno de Negrín que subió al poder en mayo. Tras el encarcelamiento del Comité Ejecutivo del POUM, la prensa comunista publicó lo que pretendía ser el descubrimiento de un inmenso complot fascista. Durante un tiempo, la prensa comunista de todo el mundo echaba chispas con artículos similares a éste (
Daily Worker
, 21 de junio, resumen de varios periódicos comunistas españoles):
T
ROTSKISTAS ESPAÑOLES CONSPIRAN A FAVOR DE FRANCOComo resultado del arresto de un gran número de trotskistas destacados en Barcelona y otras ciudades… se han puesto al descubierto durante el fin de semana detalles de uno de los más detestables actos de espionaje que se hayan conocido jamás en tiempos de guerra, y de la más horrenda traición trotskista nunca revelada… Documentos en poder de la policía, junto con la confesión detallada de no menos de doscientos arrestados, demuestran, etc., etc.