He tratado de escribir objetivamente sobre la lucha de Barcelona, aunque, como es evidente, nadie puede ser por completo objetivo ante un acontecimiento de esta naturaleza. Prácticamente se está obligado a tomar partido, y debe resultar bastante claro de qué lado estoy yo. Además, posiblemente he cometido algunos errores inevitables en la descripción de los hechos, no sólo aquí, sino en otras partes de esta narración. Resulta muy difícil ser exacto con respecto a la guerra española, debido a la falta de documentos no propagandísticos. Prevengo a todos contra mi parcialidad y contra mis errores. No obstante, he hecho lo posible por ser honesto. Se verá que mi relato difiere completamente de los publicados por la prensa extranjera, en especial la comunista. Es necesario examinar la versión comunista, pues fue difundida en todo el mundo, se repite con breves intervalos y es, quizá, la más ampliamente aceptada.
En la prensa comunista y procomunista se atribuyó al POUM toda la responsabilidad de la lucha de Barcelona. Se presentó el hecho no como un estallido espontáneo, sino como una insurrección contra el gobierno, planeada y organizada por el POUM con la ayuda de unos pocos «incontrolados» equivocados. Más aún, fue un complot decididamente fascista, llevado a cabo siguiendo órdenes fascistas, con el propósito de iniciar una guerra civil en la retaguardia y paralizar así el gobierno. El POUM era la «quinta columna de Franco», una organización «trotskista» que trabajaba en alianza con los fascistas. En el
Daily Worker
del 11 de mayo se publicó lo siguiente:
Los agentes alemanes e italianos, que ostensiblemente se volcaron en Barcelona para «preparar» el notorio «Congreso de la Cuarta Internacional», tenían una importante tarea que cumplir. En colaboración con los trotskistas locales, debían crear un estado de desorden y violencia que permitiera a los alemanes e italianos declarar que eran «incapaces de ejercer el control naval efectivo de las costas catalanas, debido al desorden dominante en Barcelona» y que, por lo tanto, se veían «obligados a desembarcar tropas» en Barcelona.
En otras palabras, lo que se preparaba era una situación en la cual los gobiernos alemán e italiano pudieran desembarcar abiertamente sus tropas en las costas catalanas, arguyendo que lo hacían «a fin de mantener el orden»…
El instrumento para esto ya estaba preparado para alemanes e italianos bajo la forma de la organización trotskista conocida como POUM.
El POUM, actuando en colaboración con elementos criminales bien conocidos, y con otras personas engañadas de las organizaciones anarquistas, preparó y dirigió el ataque en la retaguardia, de forma tal que coincidiera exactamente con el ataque en el frente de Bilbao, etc., etc.
En otra parte del artículo, la lucha de Barcelona se convierte en «el ataque del POUM», y en otro artículo de la misma fecha se afirma que «no cabe duda de que el POUM es responsable del derramamiento de sangre en Cataluña».
Inprecor
del 29 de mayo afirma que quienes levantaron las barricadas en Barcelona fueron «únicamente miembros del POUM organizados por ese partido con tal propósito».
Podría continuar con muchas más citas, pero éstas ya son suficientemente clarificadoras. El POUM era totalmente responsable y actuaba bajo órdenes fascistas. Más adelante citaré algunos fragmentos más de las informaciones que aparecieron en la prensa comunista; se verá que son tan contradictorias que carecen por completo de valor. Antes conviene señalar varias razones por las cuales esta versión de la lucha de mayo como un levantamiento fascista organizado por el POUM resulta algo más que increíble:
Primero: El POUM no tenía bastantes miembros o suficiente influencia como para provocar disturbios de tal magnitud; más aún, no contaba con el poder necesario para organizar una huelga general. Era un partido político sin demasiado arraigo en los sindicatos y hubiera sido tan incapaz de desencadenar una huelga en toda Barcelona como, por ejemplo, el Partido Comunista inglés de llamar a una huelga general a todo Glasgow. Como dije antes, la actitud de los dirigentes del POUM puede haber ayudado a prolongar la lucha, pero no hubiera bastado para originarla, ni aun en el caso de haberlo deseado.
Segundo: El supuesto complot fascista descansa sobre meras afirmaciones, mientras que todas las pruebas apuntan en dirección opuesta. Se nos dice que el plan pretendía que los gobiernos alemán e italiano desembarcaran tropas en Cataluña, pero ningún barco con tropas alemanas o italianas se acercó a la costa. El «Congreso de la Cuarta Internacional» y los «agentes alemanes e italianos» son un mito. Por lo que sé, ni siquiera se había hablado de un Congreso de la Cuarta Internacional. Se había planeado vagamente un congreso del POUM y sus partidos hermanos (el ILP inglés, la SAP alemana y otros), y fijado como fecha aproximada julio, dos meses después, pero aún no había llegado un solo delegado. Los «agentes alemanes e italianos» no existen fuera de las páginas del
Daily Worker
. Quien haya cruzado la frontera en esa época sabe que no era tan fácil «volcarse» en España o fuera de ella.
Tercero: Nada ocurrió en Lérida, principal baluarte del POUM, ni en el frente. Resulta evidente que, si los dirigentes del POUM hubieran deseado ayudar a los fascistas, habrían ordenado a sus milicias retirarse y abrir paso a los franquistas. Nada de eso ocurrió ni fue sugerido. Tampoco se trajeron hombres del frente, aunque habría resultado fácil hacer venir a Barcelona unos mil o dos mil hombres con diversos pretextos. Además, no hubo ningún intento de sabotaje ni siquiera indirecto en la línea de fuego. El transporte de alimentos y municiones continuó como de costumbre; yo mismo lo verifiqué más tarde. Un levantamiento planeado del tipo sugerido habría necesitado meses de preparación, propaganda subversiva en la milicia, etcétera Pero no hubo signos o rumores de tales cosas. El hecho de que la milicia del frente no desempeñara papel alguno en el «levantamiento» es decisivo. Si el POUM realmente planeaba un golpe de Estado, es inconcebible que no utilizara los diez mil hombres armados que constituían su única fuerza.
Por todo esto, resulta claro que la tesis comunista de un «levantamiento» bajo órdenes fascistas carece de toda base. Agregaré unos pocos fragmentos tomados de la prensa comunista. Las informaciones comunistas sobre el incidente inicial, el ataque a la Central Telefónica, resultan esclarecedoras: no concuerdan en ningún punto excepto en echarle la culpa al otro bando. Puede observarse que en los periódicos comunistas ingleses la responsabilidad es atribuida primero a los anarquistas y sólo posteriormente al POUM. Esto se explica seguramente por un motivo evidente: no todo el mundo en Inglaterra había oído hablar de «trotskismo», mientras que toda persona de habla inglesa tiembla al oír la palabra «anarquista». Basta decir una sola vez que los «anarquistas» están implicados para crear la atmósfera de prejuicio deseada; después ya puede transferir— se la responsabilidad a los «trotskistas», sin correr riesgo alguno. Un artículo en el
Daily Worker
del 6 de mayo comienza así:
El lunes y el martes un pequeño grupo de anarquistas ocupó e intentó retener las centrales de teléfonos y telégrafos, y abrió fuego sobre la calle.
No hay como empezar con una inversión de los papeles. Los guardias civiles atacan un edificio controlado por la CNT; en consecuencia, la CNT aparece atacando su propio edificio, es decir, atacándose a si misma. El mismo
Daily Worker
del 11 de mayo afirma:
El ministro izquierdista catalán de Seguridad Pública, Ayguadé, y el comisario general de Orden Público, el socialista unificado Rodríguez Sala, enviaron a la policía republicana a la Central Telefónica para desarmar a sus empleados, la mayoría de los cuales pertenecen a los sindicatos de la CNT.
Esto no parece concordar con la primera afirmación; no obstante, el
Daily Worker
no admite que la primera noticia fuera errónea. El
Daily Worker
del 11 de mayo expresa que los folletos de Los Amigos de Durruti, que fueron desaprobados por la CNT, aparecieron el 4 y el 5 de mayo, durante la lucha.
Inprecor
del 22 de mayo afirma que aparecieron el día 3, antes de la lucha, y agrega que «en vista de tales hechos» (la aparición de varios folletos):
Fuerzas mandadas personalmente por el jefe de policía ocuparon la Central Telefónica en la tarde del 3 de mayo. Se hicieron disparos contra la policía cuando ésta procedía a cumplir con su deber. Ésa fue la señal para que los provocadores empezaran tiroteos en toda la ciudad.
Y en el
Inprecor
del 29 de mayo se dice:
A las tres de la tarde, el comisario de Orden Público, camarada Sala, se dirigió a la Central Telefónica, que la noche anterior había sido ocupada por cincuenta miembros del POUM y diversos elementos incontrolados.
Esto resulta bastante curioso. La ocupación de la Central Telefónica por cincuenta miembros del POUM se podría considerar una circunstancia bastante llamativa, y necesariamente alguien hubiera tomado nota de ella en ese mismo momento. Sin embargo, parece que no se descubrió hasta tres o cuatro semanas más tarde. En otra edición de Inprecor, los cincuenta miembros del POUM se convierten en cincuenta milicianos del POUM. Sería difícil reunir más contradicciones que las contenidas en estos breves pasajes. Primero, la CNT ataca la Central Telefónica, luego son fuerzas suyas las atacadas allí; un folleto aparece antes de la toma de la Central Telefónica y provoca esa medida y, alternativamente, aparece después y constituye su resultado; los ocupantes de la Central Telefónica son, por turnos, miembros de la CNT y miembros del POUM, y así sucesivamente. En una edición posterior del
Daily Worker
(3 de junio), J.R. Campbell nos informa de que el gobierno tomó la Central Telefónica porque ya se habían levantado barricadas.
Por razones de espacio sólo he considerado las informaciones relativas a un hecho, pero idénticas contradicciones aparecen en todos los relatos de la prensa comunista. Además, hay varias afirmaciones que son a todas luces meras invenciones. Tomemos, por ejemplo, algo citado por el
Daily Worker
(7 de mayo) y atribuido a la Embajada española en París:
Un rasgo significativo del levantamiento fue que la vieja bandera monárquica flameó en los balcones de varias casas barcelonesas, sin duda al pensar que los que tomaban parte en la insurrección se habían hecho dueños de la situación.
Es probable que el
Daily Worker
haya publicado esta noticia de buena fe, pero los responsables de ella en la Embajada española mintieron deliberadamente. Cualquier español comprendería lo absurdo de tal afirmación. ¡Una bandera monárquica en Barcelona! Es lo único que, en un segundo, hubiera podido lograr la unión de todas las facciones en conflicto. Ni los comunistas pudieron evitar una sonrisa al leer esta información. Pasa lo mismo con las informaciones publicadas en los diversos periódicos comunistas acerca de las armas que el POUM utilizó durante el «levantamiento». Éstas sólo resultarían verosímiles si se ignoraran por completo los hechos. En el
Daily Worker
del 17 de mayo, Mr. Frank Pitcairn manifiesta:
Se valieron de toda clase de armas para el desafuero. Tenían las armas que sus hombres habían ido robando durante meses y que mantenían ocultas; y tenían hasta tanques, robados de los cuarteles al iniciarse el levantamiento. Resulta evidente que docenas de ametralladoras y varios miles de fusiles siguen estando en sus manos.
Inprecor del 29 de mayo también afirma:
El 3 de mayo, el POUM tenía a su disposición varias docenas de ametralladoras y miles de fusiles… En la Plaza de España los trotskistas utilizaron cañones de 75 milímetros destinados al frente de Aragón y que la milicia había ocultado cuidadosamente en sus locales.
Pitcairn no nos dice por qué se tornó evidente que el POUM poseyera docenas de ametralladoras y varios miles de fusiles. En páginas anteriores me he referido a las armas con que se contaba en tres de los principales edificios del POUM: unos ochenta fusiles, unas pocas granadas, ninguna ametralladora; es decir, únicamente las armas indispensables para los guardias armados que en esa época todos los partidos políticos tenían en sus edificios. Resulta extraño que más tarde, cuando el POUM fue suprimido y todos sus edificios ocupados, estas «miles de armas» no salieron a la luz; ni siquiera los tanques y cañones que no pueden ser fácilmente escondidos en la chimenea. Lo más revelador de ambas declaraciones es la completa ignorancia que demuestran acerca de las circunstancias locales. Según Pitcairn, el POUM robó tanques «de los cuarteles». No nos dice de qué cuarteles. Los milicianos del POUM que estaban en Barcelona (y que ya eran comparativamente pocos, pues el reclutamiento directo destinado a las milicias partidistas había cesado) compartían los Cuarteles Lenin con tropas considerablemente más numerosas del Ejército Popular. Por lo tanto, Pitcairn nos pide que creamos que el POUM robó tanques en complicidad con el Ejército Popular. Lo mismo ocurre con los «locales» donde se ocultaban los cañones de 75 milímetros. No se dice dónde se encontraban esos locales. Las baterías de cañones que disparaban sobre la Plaza de España son mencionadas en muchos artículos periodísticos, pero creo poder afirmar con certeza que jamás existieron. Como ya señalé, durante la lucha no oí fuego de artillería, aunque la Plaza de España quedaba sólo a unos dos kilómetros de distancia. Pocos días más tarde, estuve examinando la plaza y en ningún edificio vi rastros de fuego de artillería. Y un testigo que estuvo en las inmediaciones durante toda la lucha declara que nunca aparecieron cañones. (La historia de los cañones robados puede haber tenido su origen en Antonov Ovseenko, cónsul general ruso, que se la relató a un conocido periodista inglés, quien más tarde la repitió de buena fe a un semanario. Antonov Ovseenko fue luego objeto de una «purga». No sé hasta qué punto esto afecta a su credibilidad.) Desde luego, esas historias sobre tanques, cañones y ametralladoras fueron inventadas porque sin ellas resulta difícil conciliar la envergadura de la lucha de Barcelona con el escaso número de miembros del POUM. Querían señalar al POUM como único responsable de la lucha, y al mismo tiempo les era necesario presentarlo como un partido insignificante, que no contaba con mayor apoyo y «constituido sólo por unos pocos miles de miembros», según
Inprecor
. La única manera de evitar la contradicción de ambas afirmaciones era proclamar que el POUM contaba con todas las armas de un ejército moderno mecanizado.