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Authors: Leopoldo Abadía

La hora de los sensatos (11 page)

BOOK: La hora de los sensatos
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Sí, los tiempos han cambiado. Gracias a Dios. Porque cuando yo fui al colegio (1939) era fácil ser austero, porque acabábamos de salir de la Guerra Civil y había pocas cosas. Era fácil ser trabajador, porque había que sobrevivir. Eran más fáciles otras cosas: no gastar tanto en el móvil —no había—, en televisión —no había—, en Internet —no había—. Fijaos si seré mayor que cuando vine a estudiar a Barcelona en 1950, mi amigo Miguel Ángel tuvo un ataque de modernidad y me llevó a un bar donde había una cosa maravillosa: ¡Coca-Cola!

Por eso digo que los tiempos han cambiado, gracias a Dios. Porque aquello era muy bonito y ahora añoramos aquellos tiempos y nos entra la nostalgia, pero ¡¡que no vuelvan!!

No volverán, pero eso no quiere decir que no nos demos cuenta de que ahora, con las comodidades que tenemos, con las oportunidades que tenemos, con los problemas que tenemos, hay algo que no ha cambiado: la necesidad, la absoluta necesidad de ser
PERSONAS
. Y eso es lo que quiero que sepa el VP 4 —ya lo sabe—, porque el trabajo que le va a caer es de órdago.

 

L
A VISITA DEL
VP 4
A LAS
C
OMUNIDADES
A
UTÓNOMAS

 

Le pido al VP 4 que prepare un viaje por España para hablar con los presidentes de las diecisiete Comunidades Autónomas y con los responsables de la educación de cada una de ellas.

Aunque les podía haber citado en el parador del pantano, me parece más educado y más fino ir a verles, uno por uno. Quiero que hable con ellos de eso que queremos conseguir. Que no discuta ahora sobre Planes de Educación, ni sobre la asignatura tal o cual. No: quiero que se pongan de acuerdo todos —no será difícil— en el tipo de personas que queremos sacar. Y que quede muy claro que esto no es fabricación de niños según un molde —me parece que lo había dicho—. Es preparación de personas, cada una con su molde, pero con algo común: que sean personas. Le digo al VP 4 que hable del denominador común y de los miles y miles de numeradores.

Y si están de acuerdo —y, por favor, que estén—, que les encargue que revisen honradamente los Planes de Estudio y que comprueben si:

 

1. Esos Planes de Estudio tienden a formar
PERSONAS
.

2. Esas personas podrán ir por todo el mundo y no solo por la acera de la derecha de la calle Mayor de San Quirico.

3. Esas personas serán capaces de sacarse ellas solitas las castañas del fuego, sin esperar a que venga el Gobierno de turno a salvar a los pobrecitos.

4. Esas personas serán honradas.

5. Esas personas serán capaces de ayudar a los demás.

6. Esas personas serán fiables. O sea, cuando digan que hace sol, es que hace sol. Y cuando digan que llueve, es que llueve.

 

Y que les dé poco tiempo para hacerlo, porque no podemos olvidar que solo cuatro años por delante y que el
safety car
se tiene que retirar en una fecha precisa, sin posibilidades de volver a salir
NUNCA
y sin tentaciones de cambiar la Constitución para perpetuarse en el cargo, que más de un caso se ha visto por ahí.

 

28

U
NA MANERA DE GOBERNAR

 

L
o malo de esto de gobernar es que hay que hacerlo todos los días. Esto pasa en cualquier trabajo que uno tenga. Por eso, trabajar cansa. Porque un día te levantas con ganas y parece que todo es fácil. Y otro día te duele una vértebra —y a medida que te haces mayor, te duelen más vértebras—, pero hay que seguir trabajando. Y, además, con ilusión. Y, además, con cara de ilusión, porque hay que animar a los demás, que también se cansan.

Me parece que los que saben de estas cosas, a esto le llaman liderazgo. La Megui, aquella tata que tuvimos en casa durante setenta y dos años y que fue una bendición de Dios, le hubiera llamado hacer las cosas bien.

En cuanto me descuido, me voy por las ramas. He puesto lo anterior porque, a pesar de que los Uvepés que he escogido son buena gente, tengo que dirigirlos. Porque, aunque tengan las ideas claras y sean buenas personas y quieran trabajar en equipo, tengo que ocuparme de que sea así. Porque la gente, en el fragor de la batalla, puede perder el norte, y alguien tiene que recordárselo. Y ese alguien es el que manda. O sea, ahora
YO
.

Tengo que despachar periódicamente con cada uno de los VP. Como son pocos, será fácil. Todavía no sé qué quiere decir «periódicamente». Al principio querrá decir casi todos los días, porque se trata de aterrizar muy rápidamente —no tenemos tiempo—, y no podemos permitirnos ni los cien días de gracia que dicen que todo Gobierno ha de tener. Aquí, de gracia, nada. Porque si nos dan días de gracia, nos puede apetecer acomodarnos y empezar a pensar que esto de mandar nos gusta.

 

L
OS DESPACHOS BILATERALES

 

Haremos despachos bilaterales, o sea, uno a uno. Por ejemplo, el lunes, con el VP 1. El martes, con el 2 y así. Los despachos durarán lo que tengan que durar. Ni un minuto más ni un minuto menos. Los dos tendremos la lista de cosas que tiene que hacer el VP correspondiente y él me dará cuenta de cómo va avanzando. Si tiene alguna duda y se la puedo resolver, lo haré. Si la tiene y no se nos ocurre nada, llevaremos el tema al Consejo que celebraremos los viernes, porque es cuando la semana se va acabando y podemos ver las cosas con un poco de perspectiva. Además, ahora, los Consejos de ministros son los viernes. Cuanto menos cambiemos, mejor.

Al Consejo llevaremos otros temas.

Aquellos en los que un VP y yo no estemos de acuerdo, porque quiero que las decisiones se tomen en equipo. Ya sé que mi mujer dice que soy muy listo, pero en esto le haré caso a mi madre, que me decía que cuatro ojos ven más que dos. Y si somos seis personas en total, son doce ojos.

Aquellos en los que estemos de acuerdo, pero que nos parezca que son importantes. Sobre la marcha, iremos viendo lo que quiere decir «importante». Aquí hemos de evitar dos extremos: el de no llevar nada, porque para eso mandamos, y el de llevar todo, porque así, si las cosas vienen mal dadas, siempre podemos echar la culpa a los otros.

En estos despachos uno a uno estará presente mi amigo, el adjunto a la presidencia, para tomar nota de las cosas que vayamos hablando, y hacer como unas miniactas, sin ninguna formalidad, pero que nos recuerden, al VP que sea y a mí, los puntos que están pendientes y lo que vamos resolviendo.

Ya se ve que mi amigo va a hacer de secretario porque la persona de que estoy hablando se va a enterar de muchas cosas —de todo— y, por eso, tiene que ser un hombre discreto, que, al acabar un despacho, no salga corriendo a vender la exclusiva a la primera revista que le pague bien.

Tiene que ser, además, una persona ordenada, porque, poco a poco, habrá bastantes cosas en marcha y no puede ser que se nos olvide alguna y que justo la que se nos olvide sea importante. Y tendrá que recordárselas a los VP de un modo amable, pero firme y eso, a veces, es difícil.

Mi amigo de San Quirico puede hacer todas esas cosas. Ya sé que no tiene muchos estudios, pero tiene muy buena formación. Sé que es una buena persona, de la que yo —y España— nos podemos fiar. Porque cuando un personaje traidorcete sale a escena no está traicionando solo a su jefe, sino a España, y entonces la traición es mucho peor.

Y, además, produce un efecto desmoralizante, porque la gente normal empieza a pensar que ya no queda gente honrada, y sí que queda, que la he visto yo.

 

29

L
OS VIERNES
, C
ONSEJO

 

E
n esto de los Consejos son fundamentales dos cosas: el orden del día y el acta.

El orden del día es la lista de asuntos que se van a discutir.

El acta recogerá los acuerdos que se hayan tomado.

 

E
L ORDEN DEL DÍA

 

Hay quien le llama también agenda. Yo siempre le he llamado orden del día, pero me da lo mismo. De lo que se trata es de que todos acudamos al Consejo sabiendo a lo que vamos y que la reunión no se convierta en una jaula de grillos desordenada, como he visto en alguna ocasión.

Por ejemplo, he visto que una reunión de un Consejo convocada para las doce del mediodía empezaba a las tres y cuarto de la tarde porque el presidente, tan desordenado como los demás, permitía que todos se pusiesen a hablar a la vez de temas varios, enlazando unos con otros y quitándose mutuamente la palabra.

Los Consejos empezarán a las nueve de la mañana y a las once se hará un descanso de veinte minutos para que el que quiera, vaya al lavabo y el que quiera, además, tome café con pastas.

Luego, de once y veinte a dos de la tarde, de un tirón, con todo el café que la gente necesite —y todas las idas al lavabo, también—. En ningún caso se servirá nada de alcohol, porque uno ya tiene su experiencia y ha visto los efectos letales que un chorrito de whisky puede producir en una reunión que se suponía que debía ser seria y constructiva.

En lo del orden del día me voy a poner tieso: se respetará con rigidez germánica. Yo no sé si los alemanes lo respetan. Supongo que habrá de todo. Pero cuando hablas de esas cosas y les añades el adjetivo «germánico», la gente dice: «Ah, claro».

Pues eso, que el orden del día servirá para decir: Punto 1. Le toca al VP 1. Los demás escuchan calladitos y cuando acaba, dan su opinión por turno. Hago hincapié en lo de escuchar calladitos, porque si no te callas, no escuchas, y si no escuchas, no sabes de qué se está hablando, y si no sabes de qué se está hablando, todo lo que digas no sirve para nada.

Después del punto 1 viene el 2 y luego el 3, y así hasta que se acaba.

Las decisiones se toman por consenso. Pero si hay que votar, se vota. Como dice mi amigo Manolo, otro fenomenal profesor del IESE, «votar no es ningún drama». Cada uno tendrá un voto. Yo, también. Eso quiere decir que yo y cada uno de los VP tenemos que estar dispuestos a que nos tumben una propuesta.

Y, claro, todas las decisiones que se tomen en el Consejo son decisiones del Consejo y yo estaré de acuerdo con ellas, aunque haya votado en contra, porque esas son las reglas del juego. Y no iré a por el primer periodista que me encuentre para decirle: «El Consejo ha decidido, con mi voto en contra…» o «Yo no quería, pero los demás me ganaron en la votación».

Para esto es importante lo que hemos dicho antes: que la gente vaya a este trabajo del
safety car
con la idea de sacar España adelante y no para medrar políticamente, socialmente, económicamente, y así. Y que no van a hacer carrera. Que ya la han hecho. Y que esto dura cuatro años y
NI UN DÍA MÁS
. Si ese día cae en jueves, ese jueves el
safety car
se mete en boxes y no vuelve a salir
NUNCA
, aunque haya manifestaciones en todas las ciudades y pueblos españoles pidiéndonos de rodillas que nos quedemos hasta el domingo.

A las dos de la tarde, una Coca-Cola y unas galletas saladas. Y durante media hora, un poco de cotilleo: cada uno contará las cosas que le han sucedido o que lleva entre manos, de modo que, al acabar, todos estén al tanto de todo.

Y a comer a casa, porque alguno querrá dormir un rato y por la tarde hay que trabajar.

 

E
L ACTA

 

El secretario hace el acta, en la que se dice lo que se acordó. En lo del acta hay que huir de dos extremos:

 

1. Que sea tan concisa que no se entienda nada y que, una semana más tarde, nadie se acuerde de lo que quería decir aquello. Recuerdo unas actas que a mí me producían estupor y que venían a decir cosas tales como:

 

a. P1. R: JCK. AM2. OK

b. P2. R: XFG. RXV. Pdte.

c. P3. R: VPV. Hecho, pero falta GGY

d. Etcétera.

 

2. Que el acta recoja todas y cada una de las palabras dichas en la reunión, adornándolas con requiebros tales como: «El señor presidente, con su profundidad de juicio habitual, afirma enfáticamente que…». Ni profundidad de juicio ni gaitas: «El presidente dice:...».

 

El acta tiene que estar redactada en veinticuatro horas y en poder de los asistentes el sábado, para que le echen una ojeada ese día y el lunes, a primera hora, al conectar el ordenador, se la encuentren y puedan decir que están de acuerdo o que hay un punto que no quedó claro.

 

L
OS
C
ONSEJOS MONOGRÁFICOS

 

A veces —por ejemplo, ahora— harán falta Consejos monográficos, o sea, dedicados a un solo tema. Digo
AHORA
, porque la situación económica está un poco chunga y, lógicamente, habrá bastantes Consejos monográficos sobre la situación económica y sobre lo que vamos a hacer para salir de ella.

Pero cuando salgamos de esta situación, que saldremos, también habrá Consejos monográficos sobre otros temas que, en esos momentos, se consideren importantes.

Dios quiera que haya muy pocos Consejos monográficos para hablar de Paz, Honradez y Tranquilidad, porque eso querrá decir que tenemos paz, honradez y tranquilidad y podemos dedicarnos a trabajar en otras cosas.

 

I
NFORMACIÓN

 

En primer lugar, hay que informar al Rey. Porque no quiero de ningún modo que se entere por los periódicos de lo que estamos haciendo. Eso quiere decir que el viernes por la tarde, los cinco nos acercaremos a la Zarzuela y le contaremos todo y le diremos que mañana le mandaremos el acta.

De la Zarzuela, los cinco a la televisión, para contar lo que hemos hecho.

Nos maquillarán normalmente. Digo lo de normalmente porque, en un programa en el que participé, me pareció que a la maquilladora se le iba la mano. Yo notaba que ponía bastantes potingues y que le daba a la brocha con mucho entusiasmo. No dije nada, por supuesto, porque cada uno sabe de aquello en lo que trabaja. Pero, al salir, mi hijo Gonzalo, me miró y dijo: «¡Papá, pareces Obama!».

Me viene bien decir esto, porque no quiero parecerme a Obama, al que todos utilizan cuando quieren hacerse los modernos. Quiero parecerme a mí y quiero que los otros se parezcan a ellos. Y no quiero que hablen como yo. Quiero que hablen como ellos.

En esta comunicación, que será ante periodistas, que podrán preguntar lo que quieran, procuraremos informar de lo que estamos haciendo y compararlo continuamente con lo que dijimos que íbamos a hacer. Un amigo mío, presidente de una empresa de tamaño medio, suele decir que es fundamental
DAR CUENTA
. Es decir: que si yo voy a la tele y digo que voy a poner en marcha un plan en el que me gastaré unos cuantos millones de euros y con esos euros haré esto, lo otro y lo de más allá, tengo que ir semanalmente o cada quince días, o a lo sumo cada mes, a decir al público: «Me he gastado esto. Y he hecho esto y lo otro y lo de más allá, pero no lo he acabado todavía, porque solo ha pasado un mes y yo aseguré que lo haría en cuatro meses». Y así, la gente me controlará. Y la gente sabrá si lo hago bien o si lo hago mal. Y la gente sabrá si miento o no. Y no sigo hablando de la gente, excepto para recordar que «la gente» es mi junta de accionistas, que son los que ponen el dinero para que su empresa —España— vaya adelante y que yo tengo que darles cuenta de lo que estoy haciendo con su dinero, porque pagan impuestos, y tengo que darles cuenta de cómo saco adelante esos Planes que, recuerdo, no son un fin en sí mismos, sino un medio para sacar adelante a esta nación nuestra.

Información concisa, seria, sin elocuencias inútiles, sin rollos inaguantables, que se entienda, que sea verdadera.

Y cuando digo lo de «verdadera», suelto una exclamación: «¡H
ASTA AHÍ PODÍAMOS LLEGAR
,
QUE ALGUNO DE LOS QUE GOBERNAMOS MINTIERA
!». Duraría entre seis y ocho minutos en su puesto y se iría a la calle vertiginosamente, o sea, por la ventana.

Con este tipo de información pretendo evitar preguntas como: «¿Qué le parece a usted el Plan XX? ¿Se ha conseguido algo?». Y como el Plan XX ha quedado enterrado en una maraña de cosas, de opiniones, de nubes, de carteles y de no sé cuántas cosas más, unos dicen que, gracias al Plan XX, España sigue existiendo y otros dicen que el Plan XX no ha servido para nada en absoluto, excepto para la empresa que ha fabricado los carteles, a la que le ha ido muy bien y que hace que muchos nos arrepintamos de no haber comprado acciones de esa empresa en su día.

A mí, lo de la tele me gusta. Y me gustaría mucho que a cada uno de los que gobernamos se nos vea y se nos oiga. No para hacernos propaganda, sino para que la gente —los accionistas— recuerden que ellos son los que pagan, nosotros sus empleados y que los empleados tienen que dar cuentas a sus Jefes, como ya he dicho que dice mi amigo Federico. Y nos tienen que entender y no podemos utilizar frases rimbombantes ni palabras seudotécnicas que hacen que el señor de la boina, con un palillo en los dientes y que se está tomando un carajillo sin quitarse el palillo y que está en el bar de Villavieja de Allá-arriba suelte una grosería y se ponga a jugar a las cartas. Yo quiero que ese señor, que, por cierto, tiene un voto, igual que yo, me entienda. Y una vez que me haya entendido, pueda decir que está de acuerdo conmigo o no. Pero si le hablo en chino y ese señor no sabe chino —y yo tampoco—, al final me votará por cómo sonrío o por la cantidad de maquillaje que me ha puesto Tània, mi amiga la maquilladora de Antena 3 en Barcelona, que, por cierto, es un crack.

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