La onda volvió a aparecer dos veces más, cada vez más cerca, hasta que una brillante cabeza negra hendió la superficie del agua. Totalmente perplejo, Danilo observó cómo una gran criatura semejante a una foca emergía del mar. Cuando trepó a la rocosa playa donde esperaba Arilyn, el noble se fijó en que su cuerpo no acababa en las aletas de una foca, sino en dos piernas. Una mirada de inteligencia brillaba en los ojos negros de la criatura, y Arilyn y ella se saludaron cogiéndose por el antebrazo, como dos aventureros. A la luz de la luna Danilo vio que la criatura tenía manos humanas, aunque palmeadas y cubiertas por un pelaje oscuro.
—Un hombre foca —murmuró el noble. Había oído hablar de aquellas insólitas criaturas, pero jamás había esperado ver una. Su asombro aumentó aún mucho más cuando el hombre foca se apartó unos pasos de Arilyn y, en un abrir y cerrar de ojos, se transformó en un hombre completamente humano.
Danilo nunca había visto a un varón tan perfecto. El hombre foca transformado no medía más que Arilyn, pero su pálido cuerpo era fuerte y estaba perfectamente formado. El pelo lacio y castaño oscuro que le caía sobre los hombros enmarcaba un semblante barbilampiño pero demasiado masculino para decir que fuera hermoso.
—Hola, Gestar —lo saludó Arilyn afectuosamente. La semielfa no parecía desconcertada ni por la transformación ni por la desnudez del hombre foca.
—Saludos, Arilyn. Qué alegría me da verte, incluso a esta hora tan avanzada. —El hombre foca lanzó una recelosa mirada a Danilo, y éste alcanzó a ver unos ojos de un intenso color azul topacio.
—Ése hombre de ahí es un amigo e inofensivo —le aseguró Arilyn—. ¿Puedes enviar una petición a través del Relevo? Necesito una información de Siempre Unidos. Mañana, si es posible.
—Cualquier cosa para la elfa que salvó la vida de mi amada.
Arilyn le dio las gracias con una sonrisa y le dijo qué quería:
—Busco información sobre una hoja de luna. Pertenecía a una elfa llamada Amnestria que abandonó Siempre Unidos hace unos cuarenta años. Me temo que eso es todo lo que sé.
—Debería bastar. Enviaré tu petición de inmediato y recibirás la respuesta por la mañana. Puesto que no puedo volver a transformarme en humano tan pronto vendrá Perla Negra.
—Será un placer volver a verla. Gracias, Gestar.
La semielfa y el hombre foca se abrazaron con toda naturalidad, tras lo cual la criatura marina dio media vuelta y se zambulló. Danilo no pudo contenerse por más tiempo.
—¡Era un hombre foca!
—Un viejo amigo —replicó Arilyn—. Aguardaremos aquí la respuesta. Si tienes frío enciende fuego.
El noble asintió. Aunque tenía muchas preguntas, la noche era fría. Así pues, empezó a recoger leña, consciente de que Arilyn lo contemplaba con una sonrisa divertida.
—Vamos, dispara —lo animó—. Veo perfectamente que te mueres de ganas de preguntar.
Danilo sonrió de oreja a oreja, y disparó:
—¿Qué es eso del Relevo? ¿Cómo puede enviar un mensaje a Siempre Unidos y transmitir la respuesta en una sola noche? ¿Es algo mágico?
—No, no es mágico. El Relevo es una red formada por hombres y mujeres foca, elfos marinos y criaturas del mar muy parecidas a ballenas de pequeño tamaño. Todos ellos se desplazan a una velocidad increíble, y recuerda que en el agua el sonido viaja tres veces más deprisa que en el aire. Bajo el agua los mensajes se transmiten muy rápidamente.
—¿Pero hasta Siempre Unidos y de vuelta?
—Es muy posible que no sea necesario llegar tan lejos. Los servidores del Relevo están obligados a guardar silencio sobre los contenidos de los mensajes pero ya puedes imaginarte que los miembros de la red acumulan una cantidad de información impresionante.
—Oh. ¿Y quién es esa Perla Negra?
—Una semielfa marina.
—¿Es eso posible? Dudo que yo pudiera aguantar la respiración el tiempo suficiente para realizar tal hazaña —se admiró Danilo.
Arilyn estalló en risas de asombro.
—Los elfos marinos pueden salir del agua.
—Un nombre interesante, Perla Negra.
—Lo comprenderás cuando la veas. Su madre humana procedía de un remoto país del sudeste. El barco en el que viajaba se hundió ante la costa de Calimport, y ella fue rescatada por los elfos marinos. No obstante, hay muy pocos semielfos marinos y Perla Negra pasa la mayoría del tiempo con los hombres y mujeres foca.
—Supongo que ellos comprenden mejor que otras criaturas su naturaleza dual —reflexionó Danilo en voz alta.
La inteligente observación sobresaltó a Arilyn, quien siempre se había sentido especialmente a gusto con los hombres y mujeres foca.
—Es cierto —dijo, y se apresuró a cambiar de tema—. ¿Más preguntas?
—Sí. Has dicho que la espada pertenecía a una elfa llamada Amnestria. ¿Quién es?
—Mi madre —respondió con voz inexpresiva tras una larga pausa.
—¿No habló Elaith de alguien llamado Z'beryl? Creí que tu madre se llamaba así.
—Yo también.
—Oh.
Entre ellos se hizo el silencio.
—Oye, ¿por qué no te echas un poco? —le preguntó al fin Arilyn.
La pregunta sorprendió a Danilo en medio de un bostezo.
—Buena idea. —La abrumada mirada que se reflejaba en los ojos de Arilyn sumada a su propio cansancio fueron suficientes argumentos.
Cuando despertó, el cielo mostraba una tonalidad plateada que anunciaba el alba. Arilyn estaba en plena conversación con Perla Negra. Con sólo echarle un vistazo Danilo supo que no podía ser otra. La herencia oriental de la semielfa se ponía de manifiesto en la forma almendrada de sus ojos oscuros y en el cabello que le llegaba hasta las caderas como una cortina de húmedo satén negro. Tenía orejas puntiagudas —aunque un poco más redondeadas que las de Arilyn—, manos y pies palmeados y una piel blanca muy distinta de los moteados verde o azul que solían presentar la mayoría de los elfos marinos. A la luz del amanecer su cuerpo desnudo relucía con el brillo translúcido de una rara perla.
—Tras la muerte del rey Zaor —contaba Perla Negra— la reina Amlaruil pasó a gobernar Siempre Unidos. Su hija, Amnestria, se marchó al exilio en secreto a causa de una desgracia privada.
—Apuesto a que se trataba de mí —dijo Arilyn en voz baja—. ¿Cuándo murió exactamente el rey Zaor?
—Al final del año cuatrocientos treinta y dos de su reinado. Su muerte tuvo un gran impacto en la comunidad de elfos marinos, y yo lo recuerdo perfectamente aunque era aún pequeña. Fue en primavera, durante el festival de la Marea Alta. —La semielfa se mordió un labio y calculó—. En el cómputo de Los Valles el año 1321. Y también recuerdo el día: el segundo día del mes de Ches.
—¿Se cogió al asesino?
—No, El amante humano de Amnestria disparó una flecha e hirió al asesino, aunque éste desapareció sin dejar rastro.
—¿A qué raza pertenecía el asesino? —quiso saber Arilyn.
La semielfa marina bajó la mirada, como si se sintiera avergonzada.
—Era elfo —admitió.
—¿Pero de qué raza? —insistió Arilyn.
—Un elfo dorado. ¿Es eso importante?
—Podría serlo —murmuró Arilyn en tono distraído. De pronto miró a Perla Negra—. ¿Qué puedes decirme de la hoja de luna?
—Se sabe muy poco de sus poderes, me temo. Parece que Amnestria la heredó, poco antes de marcharse al exilio, de una tía abuela que apenas puso el pie en Siempre Unidos. Averiguarás más sobre su historia en las sagas del continente. —La exótica semielfa hizo una pausa antes de añadir—: Lo siento, no te he podido traer las respuestas que necesitas.
—Has contestado a muchas de mis preguntas. —Arilyn extendió la mano con la palma hacia arriba—. Gracias por tu ayuda, Perla Negra. —La semielfa marina sonrió y cubrió la mano extendida con otra palmeada, tras lo cual se zambulló graciosamente en las aguas.
Arilyn se quedó mirando el mar con aire ausente. Cuando se dio media vuelta, pareció sorprenderse de encontrar a Danilo despierto.
—Supongo que lo has oído —fue su saludo matutino.
—Sí.
—Será mejor que sueltes ahora mismo lo que quieras preguntar.
—Por fin empiezas a entenderme —comentó el noble en tono de aprobación. Entonces se puso en pie y se estiró—. Primero, ¿es que ninguna criatura marina lleva ropa?
—¿De todo lo que hemos dicho sólo te ha llamado la atención eso? —Arilyn enarcó las cejas.
—Bueno, era difícil no fijarse en que Perla Negra iba desnuda, princesa Arilyn —replicó Danilo con una amplia sonrisa—. Por cierto, alteza, ¿debo arrodillarme ante vos o bastará con una simple reverencia?
—Los elfos de sangre noble eran familia de Amnestria no mía —repuso la semielfa cortante—. Yo no tengo ninguna pretensión de ser princesa. —Bruscamente dio la espalda a Danilo y añadió—: Por favor, desayuna y ocúpate de tu vestuario lo más rápidamente posible. Regresamos a Aguas Profundas esta misma mañana.
—Oh, espléndido. —Inmediatamente Danilo empezó a sacar diversas prendas de su bolsa mágica y a decidir cuál se pondría—. ¿Vamos a algún sitio en particular?
—Sí.
Danilo levantó la vista de la pila de las sedas con una mirada afligida y un suspiro paciente.
—¿Podrías ser un poquitín más concreta? Odio no llevar la ropa adecuada.
—Vamos a la torre de Báculo Oscuro. —Danilo puso cara rara. Arilyn, temiéndose que sacara de la bolsa una túnica de mago, agregó—: Vístete como un mago y no vivirás lo suficiente para lanzar tu próximo hechizo.
Danilo se apresuró a coger una camisa de seda de color amarillo pálido de la pila de prendas que había desechado.
—Ésta será ideal —comentó. Pocos minutos después estaba listo para la marcha. El sol del amanecer coloreaba el cielo mientras ambos regresaban por la rocosa costa, Arilyn avanzando a largas zancadas y Danilo trotando fácilmente a su lado.
—¿Por qué a la torre de Báculo Oscuro? —preguntó Danilo.
—Tengo que averiguar todo lo que sea posible sobre la espada y supongo que llamar a la puerta de un archimago es un buen comienzo.
—Sí, pero en Aguas Profundas hay otros magos. Magos que disponen de más tiempo.
—No conozco a ninguno de ellos, pero sí conozco a Khelben.
—¿De veras? ¿A Khelben Arunsun? Puede ser bastante desagradable cuando quiere.
—Sí, lo sé —replicó Arilyn—. Pero si debo confiar mi espada a las manos de un lanzador de hechizos... ¿por qué no él? Al menos, él sabrá dónde está la punta y dónde la empuñadura.
Danilo sonrió burlonamente.
—Me pregunto si al gran mago le gustaría oírse llamar «lanzador de hechizos». —Sonrió de nuevo y alargó una mano—. ¡Espera! Tengo una idea maravillosa. No hay necesidad de que los dos vayamos a la torre de Báculo Oscuro. Iré yo solo.
Arilyn se detuvo tan de repente que Danilo, al tratar de imitarla, tropezó con una roca. La semielfa lo observó atentamente mientras él se doblaba y se frotaba la espinilla.
—¿Y por qué lo harías?
—Por caballerosidad —afirmó, aún resintiéndose del golpe—. Después de todo lo que has pasado últimamente, lo menos que puedo hacer es ahorrarte la visita a ese viejo cascarrabias.
—Tu interés por mí es conmovedor.
—¿Verdad que sí? —dijo Danilo absolutamente radiante. Entonces se irguió y posó una mano en el hombro de la semielfa—. Tú espera en la ciudad, descansa y arréglate el pelo para el festival, o haz lo que quieras. Mientras, yo iré y volveré de la torre de Báculo Oscuro antes de que te des cuenta.
Arilyn se zafó de la mano, exasperada.
—A mí Khelben Arunsun me conoce. ¿Qué te hace pensar que a ti te recibirá? —Al ver que Danilo vacilaba insistió—: Vamos, responde.
—Porque es mi tío; el hermano de mi madre, para ser más preciso. Créeme, por muy archimago que sea, si Báculo Oscuro hace un feo a su pequeño, mi mamá lo desplumará, lo destripará y lo asará vivo. Es una mujer formidable. —Dirigiendo a Arilyn una sonrisa encantadora, añadió—: Ahora que lo pienso, creo que mi madre te gustaría.
Los ojos de la semielfa se inflamaron de furia ante la revelación que Danilo había hecho con total tranquilidad.
—¿Por qué no me habías dicho que eres sobrino de Khelben?
—No se me ocurrió —contestó el noble encogiéndose de hombros—. Tú tampoco me dijiste que estabas emparentada con la nobleza elfa. El tema de nuestras respectivas familias nunca había surgido hasta ahora.
Tras soltar un resoplido exasperado, la semielfa se sumió en el silencio. Ambos treparon por la pendiente de regreso al campamento, donde encontraron a las yeguas pastando tranquilamente. Arilyn ensilló su caballo sin decir ni media palabra. Danilo la imitó, y una vez estaban ambos sobre las respectivas sillas, le tendió una mano y le dijo:
—Dame la mano.
—¿Para qué?
—Voy a teletransportarnos a los dos a la torre de Báculo Oscuro. Así ahorraremos tiempo.
—¡No!
Fue el turno de Danilo de sentirse exasperado.
—Por todos los dioses, mujer, sé razonable por una vez. —Inclinándose hacia ella le cogió la mano.
Inmediatamente los rodeó una luz blanca y lechosa. No tenían sensación de movimiento, ni de nada sólido a su alrededor, ni debajo de ellos. A Arilyn le pareció que estaban suspendidos en la nada, que era un estado que escapaba a su comprensión y a su control. Pero antes de que pudiera sentir pánico o la sensación de náusea que esperaba, la luz se apagó y las paredes de granito oscuro de la torre de Báculo Oscuro se materializaron ante ellos.
—¿Qué? ¿Ha sido tan terrible? —preguntó Danilo.
—No —respondió Arilyn, bastante sorprendida—. Es extraño. Normalmente los viajes dimensionales me sientan fatal. Desde la primera vez que lo probé con Kymil Nimesin y... —La semielfa se interrumpió.
Danilo no reparó en su distracción. El noble llamó a la puerta, y le respondió enseguida la voz incorpórea de un sirviente.
—Arilyn Hojaluna desea ver a Báculo Oscuro —anunció Danilo.
Pocos segundos después la puerta se abrió y Khelben Arunsun en persona salió a recibirlos.
—Adelante, Arilyn. Siempre es un placer verte. —Entonces su mirada se posó en su compañero—. Oh, eres tú, Danilo.
—¡Hola, tío Khel! Arilyn necesita un lanzador de hechizos, y yo pensé en ti.
Khelben Arunsun frunció el entrecejo y se volvió hacia la semielfa.
—¿Y tú has hecho caso a mi frívolo sobrino? Espero que sea importante.
—Podría serlo. —Arilyn se desciñó la espada y tendió la hoja de luna envainada a Khelben—. Te doy permiso para tocarla —dijo, y por su voz pareció que realizaba un ritual—. Pero no la saques nunca de la funda.