Una moneda de seis peniques ayuda a resolver un asesinato atroz que ha dejado a una familia dividida por las sospechas mutuas.
Aunque no han sobrevivido las notas en relación con la composición de «Un cantar por seis peniques» —lo cual no es sorprendente si se piensa que apareció muy temprano, en la edición navideña de
Holly Leaves [Hojas de acebo]
de 1929—, sí existe una referencia al mismo en el Cuaderno 56. Al aparecer entre las notas para
Un puñado de centeno
, resulta poco corriente, y para añadir aún más desconcierto también parece hacer referencia a una obra ya publicada,
La casa torcida
.
Canta un cantar por seis peniques
Se encontró la moneda torcida (un hombre torcido, avieso; una esposa torcida; La casa torcida o aviesa)
Un aspecto de este relato corto que ha pasado inadvertido entre los comentaristas que se han ocupado de Christie es la similitud que presenta con
Inocencia trágica
(véase el capítulo 7). «Un cantar por seis peniques» anuncia la llegada de un investigador venido de fuera, sir Edward Palliser, a la casa de la señorita Crabtree, que ha sido asesinada de un golpe en la cabeza, a buen seguro asestado por un miembro de su propia familia. No se ha detenido a nadie por el asesinato, y la familia describe cómo «se pasan el día sentados y observándose furtivamente, sumidos en las dudas». En este ambiente cargado de mutuos recelos, el detective llega a una solución que prefigura explícitamente la novela de 1958.
A Poirot le llega demasiado tarde una llamada de auxilio para salvar a Amelia Barrowby, pero está decidido a averiguar la verdad.
María, María, pura rebeldía,
¿cómo crece tu jardín?
Con campanas de plata y conchas de hojalata
y bonitas chicas todas en fila.
Esta breve canción de cuna aparece no menos de cinco veces a lo largo de los cuadernos, si bien estos versos inspiraron tan sólo el título de un relato corto: «¿Cómo crece tu jardín?». No obstante, parece haber causado una honda impresión en la mente de Christie, puesto que a menudo se refería a ella mientras urdía la trama de otros títulos. Es más, existen similitudes entre este relato corto y una novela que planeó pero que nunca llegó a escribir. El relato se publicó por primera vez en el Reino Unido en
The Strand
, aunque había aparecido meses antes en el
Ladies’ Home Journal
de Estados Unidos. La conexión del relato con la canción de cuna es más estrecha que en el caso de «Un cantar por seis peniques» o «La tarta de zarzamoras», puesto que incluye las conchas, el jardín y el nombre de la asesina. Mary Delafontaine envenena a su tía y esconde las conchas de las fatídicas ostras entre otras conchas utilizadas para decorar el jardín. Intenta, sin éxito alguno, incriminar a la extranjera que hacía compañía a su señora tía:
La señora mayor… La chica extranjera… Mary… el marido «calzonazos»
La trama final está sintetizada en el Cuaderno 20:
Historia de la ostra… Hombre muere tras la cena…
Estricnina en la ostra… Se la traga… En el jardín una caja con conchas… Se analiza la comida… nada. Posiblemente alguna complicación con las medicinas ingeridas… o que alguien le dio… Si es así, injustamente acusado
Éste es otro ejemplo de los recursos preferidos de Christie en la construcción de la trama de sus primeras obras: la llegada de Poirot al escenario de lo que se sospecha que es un asesinato, pero sólo para descubrir que cuando llega ya es demasiado tarde. Ya en 1923 utilizó esta idea por primera vez en
Asesinato en el campo de golf
, y luego en «El misterio de Cornualles»,
El testigo mudo
y «El incidente de la pelota del perro» (véase «Apéndice»). Se puede entender por qué: tiene un impacto emocional y práctico. El convocado, que ha prometido explicar toda la situación en detalle, ya no es capaz de hacerlo, y Poirot se encuentra ante un imperativo moral, además de práctico, consistente en resolver el crimen. La trama a su vez alberga el recurso de la víctima «que sabía demasiado», una manera siempre convincente de comenzar una narración de corte policíaco. En «¿Cómo crece tu jardín?» la aparición de un personaje de nacionalidad rusa tuvo que ser muy extraña para la novela detectivesca de la época. De hecho, la aparición de cualquier forastero (incluido Poirot) se observa siempre con recelo por parte de los habitantes de los pequeños pueblos, algo que ocurre a menudo en todo el canon literario de Christie. Y, por supuesto —como bien puede observarse en
El testigo mudo
—, esto permitió a Christie subvertir una vez más los prejuicios de los lectores.
El personaje principal, Mary Delafontaine, se convirtió en un comodín en la taquigrafía de Christie; aparece abreviado en el transcurso de la construcción de la trama de
Tercera muchacha
e
Inocencia trágica
, respectivamente, aunque al final no la utilizase en el argumento de ninguna de las dos novelas:
Mary Del.
Arthur (el marido inocente)… Katrina… Desconfiada, apasionada… Cuida del hombre mayor por dinero.
Olivia (la esposa tipo Mary Delafontaine)
El nombre también se utilizó para designar a una de las víctimas de
El misterio de Pale Horse
; en el capítulo primero es una amiga de la señora Oliver y en el capítulo siguiente aparece en la lista de sentenciados del padre Gorman.
A diez desconocidos se les invita a pasar un fin de semana en una isla en la costa de Devon. El anfitrión no aparece por ninguna parte y comienzan a producirse una serie de muertes entre los invitados. Descubren que uno de ellos es un asesino y que se guía por la macabra canción de cuna que cuelga a manera de adorno en cada uno de los dormitorios.
Diez negritos salieron a cenar,
uno se atragantó y quedaron nueve;
nueve negritos se quedaron despiertos,
uno durmió de más y quedaron ocho;
ocho negritos viajando por Devon,
uno dijo que se quedaba y quedaron sólo siete;
siete negritos cortando la leña,
uno se cortó por la mitad y quedaron seis;
seis negritos jugando con una colmena,
un abejorro a un negrito picó y quedaron cinco;
cinco negritos van a la justicia,
uno se enredó con la ley y quedaron cuatro;
cuatro negritos se hacen a la mar,
un arenque rojo
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a uno se tragó y quedaron tres;
tres negritos caminando por el zoo,
a uno un gran oso lo abrazó y quedaron dos;
dos negritos sentados al sol,
uno se achicharró y otro aún quedó;
un negrito solo y abandonado se sintió,
y fue y se ahorcó y ninguno quedó.