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Authors: Juan Pina

Tags: #Intriga

Los guardianes del tiempo (13 page)

BOOK: Los guardianes del tiempo
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El Viajero quiso imaginar ese modelo social aplicado a su lejana patria, a los países que había conocido o incluso a Egipto, pero no pudo. Su reflexión le llevó a identificar los orígenes de esa imposibilidad: el temor irracional y su consecuencia directa, el misticismo. En Aahtl se había dado la circunstancia excepcional de que la gente se liberase de las ataduras místicas, y desde entonces el desarrollo había sido imparable. Por el contrario, en todos los pueblos que conocía, el oscurantismo de las creencias sobrenaturales permitía a sus intérpretes (clero y gobernantes) mantener sojuzgada e ignorante a la mayoría de la población. Lejos de combatirse el temor, éste se fomentaba, porque constituía el arma de los poderosos para generar útiles sentimientos de culpa y sumisión. Esos arraigados sentimientos, aunque carentes de fundamento racional y contrarios al sentido común más elemental, alimentaban a su vez las creencias en las que se basaba la élite político-religiosa para exigir una obediencia ciega y absoluta "a los dioses", es decir, a sí misma como administradora de lo sobrenatural. Era un círculo vicioso.

En ese estadio evolutivo, que podía durar milenios porque apenas se movía nada, la mayoría de los hombres vivía una existencia anodina y peligrosa. Las guerras eran atroces y las enfermedades diezmaban a una población asustadiza que sólo encontraba consuelo en las mismas creencias delirantes que impedían su progreso. El elemento diferenciador de nuestra especie, la razón, era relegado permanentemente a un segundo plano, cuando no reprimido con fuerza por los diversos cleros y caudillos que lo percibían, acertadamente, como un peligro para sus intereses. La única esperanza, pensó el Viajero, era impulsar un cambio de pensamiento generalizado que situara al razonamiento lógico en el lugar que por derecho le correspondía. Sólo así se impulsaría una evolución rápida, similar a la que había conocido Aahtl. Pero el extranjero se entristeció al recordar que ese proceso no era sólo conveniente: era imprescindible, porque de él dependía nada menos que la supervivencia futura de la especie humana, tal como alertaba otro de los documentos transmitidos de siglo en siglo por la reducida comunidad de los Doce Sabios.

* * *

Estaban solos en la cámara del arcón, de madrugada. De una fuente de barro cocido emanaba un suave humo de hojas de cáñamo cuyos efectos eran relajantes y a la vez esclarecedores. El Viajero siempre llevaba consigo semillas de esta planta maravillosa. En su tierra natal, el cáñamo se empleaba con fines medicinales, religiosos y hasta bélicos, pues se prestaba a múltiples usos y preparaciones. En cada país donde se había instalado, siempre se las había arreglado para cultivar un pequeño huerto de cáñamo. Nefertiti y el Viajero estaban admirando una vez más las hojas de los libros de Aahtl, sin entender su texto pero descubriendo en sus ilustraciones una civilización envidiable. El Viajero era consciente de ese privilegio que daba sentido a toda una vida buscando "algo" por los cuatro puntos cardinales. Lo había encontrado.

Tenía los ojos cansados por una ligera infección. Dejó el volumen que tenía entre las manos y se aplicó una venda mojada en un preparado de hierbas.

—¿Me podrías leer el tercer informe, el testamento en sí? —el Viajero lo había leído o escuchado de los labios de Nefertiti en varias ocasiones, pero siempre deseaba encontrar algún detalle que se le hubiera pasado por alto.

La reina desenrolló la última transcripción del informe y comenzó a leer:

—"Yo soy Zalm de Aahtl, el último superviviente de mi pueblo. Estando próxima mi muerte, dejo en herencia a la humanidad esta arca que contiene la historia y el legado científico de mi nación, la más sabia y adelantada que haya existido sobre la faz de la Tierra, y donde se guardan también los datos precisos para la supervivencia futura de todos. Nombro solemnemente albaceas de este testamento a los Doce Sabios, a quienes he escogido entre las personas más cultas e inteligentes del pueblo menos atrasado. Dispongo que cumplan con rigor y secreto las órdenes que ahora les doy, pues de ellas depende algo mucho más importante que la conservación del saber que aquí lego o de la memoria de mi querida Aahtl. Depende del fiel cumplimiento de estas órdenes el destino de nuestra especie.

»Dispongo que los Doce Sabios mantendrán siempre en lugar secreto y seguro el arca, cuyos contenidos siempre se guardarán en ella y jamás se dispersarán. Cuando el arca deba transportarse para mejorar su seguridad, sus contenidos viajarán juntos y en su interior. El arca deberá mantenerse cerrada y bloqueada con su llave cuando viaje. Cuando el arca esté en lugar seguro, sus contenidos podrán consultarse pero nunca se alejarán de ella más de diez veces la medida de su longitud, y nunca habrá más de diez objetos fuera del arca. Cuando no se estén consultando, los contenidos deberán permanecer en su interior, con la tapa encajada, pues entonces el poder del arca los protegerá. Los Doce Sabios pondrán especial cuidado en proteger el arca durante la gran inundación que se avecina, y que probablemente durará muchos meses.

»Dispongo también que los Doce Sabios transmitan estas órdenes exactas, junto al arca y su contenido, de generación en generación. Ordeno que cada vez que muera un Sabio los otros once escojan por unanimidad un sucesor sin que él lo sepa. Lo elegirán de entre las personas más cultas y a la vez más honorables. Sólo le dirán que existe una organización secreta destinada a hacer el bien y proteger a la humanidad. Si acepta ingresar, será iniciado y se le revelará en secreto este testamento y los dos relatos. Pasará a conocer los objetos del arca y su voz valdrá tanto como la de los otros Sabios. Si por el contrario rechaza el ingreso, deberá jurar silencio bajo pena de muerte.

»Cualquier acto de deslealtad de uno de los Doce Sabios se castigará con la muerte del traidor, pero esa deslealtad deberá ser considerada cierta y probada por la unanimidad de los Sabios restantes. Todas las demás decisiones se adoptarán por acuerdo de al menos nueve de los Doce Sabios. El más viejo de entre los Sabios presidirá las reuniones y será el encargado de mantener el orden en el grupo y evitar cualquier desviación respecto de este mandato. Propondrá a los restantes miembros las normas internas de la comunidad, cuya aprobación y futura enmienda requerirán también nueve votos. Muy excepcionalmente, los Doce Sabios podrán informar sobre la Herencia al rey más poderoso del momento y a algunas personas de la total confianza de éste, siempre que sea absolutamente seguro contar con él como un aliado fiel y desinteresado.

»No me queda tiempo para ocuparme personalmente de enseñar mi lengua a los Doce Sabios, pues apenas viviré unos días más. Pero en el arca está lo escrito y también la escritura. Ellos aún desconocen la forma de dibujar las palabras de su propio idioma. Dispongo que, desde el momento en que dominen ese arte, se ocupen de reproducir de esa forma este testamento y los otros dos relatos que han memorizado, para asegurarse de que el mensaje permanezca inalterado. Cuando los futuros Doce Sabios dominen la escritura, les será dado leer y comprender las maravillas que encierran los libros y otros objetos del arca, aunque todavía no podrán abrir las cajas de metal. Deberán traducir el testamento y los relatos a cuantas lenguas alcancen a conocer, para guardar copias que en el futuro puedan ser entendidas por la mayor cantidad posible de personas.

»Mi orden suprema es que mantengan el secreto del arca, de mi testamento y de los dos relatos hasta el momento en que al menos un reino en toda la humanidad haya alcanzado a dominar las ciencias más aún que Aahtl. En ese momento los Doce Sabios acudirán a visitar al rey más poderoso y le entregarán este testamento, los dos relatos y el arca con todo su contenido intacto, pues él sí podrá abrir las cajas. Sabrán que ha llegado el momento cuando se den al menos ocho de estas diez circunstancias: que los hombres hayan alcanzado a colocar su propia inteligencia por encima de los designios de los dioses, que todos los hombres y mujeres sean libres y tengan los mismos derechos y los mismos deberes, que dominen la producción infinita de luz y de fuerza, que construyan barcos voladores, que algunos hombres hayan viajado a la luna y regresado, que las personas puedan comunicarse a gran distancia, que haya médicos capaces de salvar a una persona colocándole el corazón de otra recién fallecida, que un millón de palabras quepa en un recipiente del tamaño de una mano, que se pueda dibujar el movimiento y que los hombres puedan crear en sus talleres seres vivos.

«Pero, si dentro de exactamente nueve mil doscientos catorce años aún no se hubieren cumplido estas condiciones, los Doce Sabios deberán actuar en ese momento de la forma descrita a pesar de no darse las circunstancias expuestas, ya que entonces la Amenaza será inminente. Los Doce Sabios llevarán con todo cuidado la cuenta exacta de los años que pasen. Se valdrán de cuantos medios estén a su alcance para transmitir fielmente a sus sucesores el tiempo exacto transcurrido, pues dispongo que los Doce Sabios sean desde hoy los Guardianes del Tiempo.

»Es mi deseo que los Doce Sabios estudien el legado que les confío y sean conscientes de su vital importancia. Además, en él encontrarán la sabiduría que les otorgará una gran ventaja frente a sus posibles enemigos, pues dispondrán del modo de crear riqueza. En estas doce personas reside la única esperanza. Que sólo la razón les guíe.

»Tras la muerte de mi familia y de todo mi pueblo y ante la inminente desaparición de la que fue mi patria, he realizado así las tareas necesarias para transmitir a una futura humanidad avanzada lo esencial del patrimonio histórico de Aahtl y la información sobre la Amenaza. Al regresar a mi hogar en Kogan de Aahtl para morir, sólo deseo que mi esfuerzo no haya sido en vano: que la humanidad prevalezca".

El Viajero negó con la cabeza y apretó la mano de su amada.

—Cometió un fallo, amor mío. Un error enorme.

—¿Un error? —La reina le miró sorprendida.

—Claro. Él estaba convencido de que, una vez inventada la escritura, los Sabios podrían leer tranquilamente los libros del arca. El primer informe describe Aahtl como un reino muy remoto y pequeño donde se conocía una sola lengua. Creo que este hombre atormentado pensó en todo menos en eso. Creyó que cuando los Sabios pudieran escribir lo harían con los mismos símbolos que se usaban en Aahtl.

—No, no puede ser —Nefertiti se levantó y comenzó a pasear por la sala reflexionando en voz alta—. No pudo creer eso porque los símbolos que ellos utilizaban para escribir eran muy pocos, concretamente cuarenta y ocho incluyendo los menos (recuentes, algunos de los cuales sólo aparecen una vez cada muchas páginas, o no están presentes en todo un libro. ¿No habíamos establecido que los símbolos seguramente representan los sonidos de la lengua de Aahtl, como sucede en la escritura diplomática,
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y no ideas como en los jeroglíficos? No creo que fuera tan estúpido de creer que cualquier otro pueblo, al progresar y comenzar a representar gráficamente el lenguaje, iba a crear precisamente los mismos símbolos para los mismos sonidos. Y aunque así fuera, los sonidos representados se habrían articulado de forma diferente en otra lengua. No, no. Yo creo que tiene que existir alguna clave oculta para comprender esa escritura, pero se habrá perdido o nosotros aún no hemos sido capaces de descubrirla.

—Tienes razón, como siempre —el Viajero se quitó la venda y sonrió a su amante, cuya capacidad de análisis nunca dejaba de sorprenderle—. Creo que estoy demasiado cansado. ¿Nos vamos a dormir?

Pero en ese momento se oyó un ruido de pasos rápidos y entró el faraón, visiblemente preocupado y nervioso.

—Dos generales tebanos se han sublevado y vienen hacia aquí. Llegarán en cinco horas. Apenas traen unos seiscientos hombres. Un tercer general rebelde ha sido asesinado en Menfis por los nuestros.

Sus interlocutores le miraban boquiabiertos sin saber qué decir. El ruido había despertado a algunos de los Sabios, que empezaban a congregarse junto al Viajero y los soberanos.

—La rebelión está alentada por el clero amonita, pero apenas tiene apoyo y va a ser aplastada, no lo dudéis. Todos los demás mandos me son leales. Horemheb viene hacia aquí con sus tropas especiales y el visir Najt está coordinando la defensa de la ciudad. También están en camino refuerzos de los destacamentos más próximos. En Tebas, en realidad, todo está bajo control. Ya han salido varias divisiones desde allí en persecución de los rebeldes, pero éstos llevan bastante ventaja. De todas formas el ataque será repelido por la guarnición y los refuerzos. Parece que ha sido una operación diseñada para encontrarnos desprevenidos y dar un golpe rápido.

»Lo que sí me preocupa y mucho es otra cosa. El general rebelde que ha muerto en Menfis le ha dicho al visir Panchese que los insurrectos vienen a Akhetatón no sólo para deponerme sino también para destruir el tesoro de Atón, "que se esconde en un arca bajo tierra a la salida de la ciudad". Estos ignorantes han descubierto este refugio y creen que guardamos aquí algunos objetos con poderes mágicos o algo así.

Akhenatón miró a su alrededor y vio que aún faltaban algunos de los Sabios. Dio orden de despertarlos y se reunió en una estancia contigua con Nefertiti y el Viajero. A la entrada del refugio, la guardia real protegía el acceso a lo que siempre habían tenido por un viejo almacén abandonado y semiderruido. Durante unos minutos, Akhenatón debatió con sus compañeros la estrategia de defensa de la capital, pero rápidamente cambió de tema. Prácticamente en susurros para que no le oyeran los Sabios, les dijo:

—Escuchad, el peligro no es esta revuelta de ahora. El peligro es que se sabe que ocultamos un arca con algo importante cerca de la capital. No podemos permitir que dentro de diez meses o de diez años, o de un siglo, la Herencia caiga en manos inadecuadas. Ha llegado el momento de poner en marcha el segundo plan.

—¿A qué te refieres? —preguntó sorprendida la reina.

—Vosotros no lo sabéis, pero mientras planeábamos la construcción de un nuevo refugio más seguro yo tenía algunos indicios de que nuestros enemigos tal vez ya sospecharan que protegíamos algo. Sólo eran rumores respecto a posibles espías que habrían estado husmeando por esta zona, así que no quise preocuparos, pero diseñé un plan que… —de pronto Akhenatón se dio cuenta de que había ido levantando poco a poco la voz y se le oía perfectamente desde la sala del arcón—. Mejor volvemos con los Sabios.

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