Los guardianes del tiempo (37 page)

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Authors: Juan Pina

Tags: #Intriga

BOOK: Los guardianes del tiempo
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—¿Y si no funciona?

—Daremos un golpe de Estado limpio, rápido e incruento. Nos presentaremos ante el mundo como un frente de salvación nacional —Popescu se detuvo ante su propia idea—. Mira qué nombre tan adecuado, Cristian: "frente de salvación nacional". Soy un genio. En fin, igual que en el primer escenario, los golpistas actuarán en función de los acontecimientos internacionales. Si el bloque socialista resiste, los golpistas rumanos interpretarán el papel de comunistas convencidos y leales a Moscú que están decididos a purificar el sistema de acuerdo con la filosofía de la
perestroika
y la
glasnost
, y que ven a Ceausescu como un falso comunista. Por el contrario, si en los demás países se precipita el cambio de sistema político, entonces nuestros hombres actuarán como disidentes y demócratas de toda la vida, comprometidos con una transición pacífica hacia el sistema occidental. Dependerá de cómo vayan desarrollándose las cosas en la URSS y a nuestro alrededor. Pero puedes estar tranquilo, Cristian: lo más seguro es que el camino sea hacia Occidente.

—Eso espero. Usted mismo me lo dijo hace cuatro meses en este parque: el sistema está fracasado.

Popescu contuvo una carcajada y después sonrió al arqueólogo, negando con la cabeza.

—Eres un idealista, Cristian. Ten cuidado: en tiempos de cambio hay que ser sobre todo astuto, y no dejarse llevar por el sentimentalismo. Ya le he hablado de ti. A lliescu, quiero decir. Tu futuro puede ser brillante en la Rumanía
postceausista
. La fortuna personal que tiene el viejo en Suiza se repartirá discretamente entre nuestra gente más leal, para que levante el país con empresas privadas en la nueva economía capitalista. Bueno, un capitalismo controlado, claro. También se adjudicará a personas de confianza la privatización de las empresas públicas. Y si te interesa la política, incluso podrías ser el ministro de cultura más joven de Europa. Todo va a depender de tu papel en los momentos clave.

A Cristian ya no le impresionaba ese tipo de promesas. Llevaba tres días recibiéndolas. David Fernández, Ann Moore, el albanés… Sólo faltaba Popescu.

—Ya. ¿Qué necesita de mí?

—Que pases más tiempo que nunca en Primaverii y me sigas informando, aunque ahora con mucha mayor frecuencia. Necesito saber de inmediato cualquier cambio en el dispositivo de protección personal. También habrá más peticiones de informes concretos por mi parte. No salgas del país, ni siquiera de Bucarest, si no es imprescindible. Quiero que estés preparado para intervenir en cualquier momento si las cosas se tuercen y hay que detener a los viejos. Ah, y hazte un favor: controla un poquito a tu hermana, ¿quieres?

—¿Silvia? ¿Qué ha hecho?

—Mientras estabas en España ha participado en un par de reuniones clandestinas donde había topos nuestros. Sólo nos falta que se te vincule con la disidencia y llegue a oídos de la vieja. Cristian: no tengo a nadie más dentro de Primaverii.

—Me ocuparé del asunto, pero tiene que prometerme que a Silvia no le va a pasar nada.

—¡Pero si no depende de mí! Si la detienen en una redada pueden pasar horas hasta que tú o yo nos enteremos, y durante esas horas… ya sabes cómo se entretienen nuestros compañeros cuando tienen algún disidente en sus mazmorras. Lo que tienes que hacer es echarle una buena bronca y decirle que se esté quieta.

—Haré lo posible.

—Bueno, ahora hablemos de tu misión.

—Todo va bien. Estoy negociando con los españoles y de momento he conseguido unas fotos de la tablilla egipcia que quiere la jefa. Pero lo pasé francamente mal durante el secuestro. El agente iba a matarme, estoy convencido. Tenía preparada una inyección letal.

—Le hemos identificado. Aquí tienes el dossier. Se llama Zlatko Veric.

—¿Yugoslavo? —Cristian abrió la carpeta y sintió un escalofrío al ver de nuevo la cara de aquel malnacido.

—De origen sí, pero es argentino y ya te dije que trabaja para el Vaticano. Coordina un nuevo servicio de inteligencia a las órdenes del cardenal Aguirre, uno de los miembros más poderosos de la curia. Lo que no entiendo es por qué les interesa este asunto.

—Pues porque en el yacimiento arqueológico que estamos buscando es muy posible que haya documentación sobre Moisés que cambiaría de arriba abajo el Antiguo Testamento. Por eso también tenemos detrás al Mossad, probablemente.

La expresión de Popescu era de incredulidad y cierta irritación.

—Ya, claro. ¿Y los chinos qué, Cristian? ¿A los chinos también les preocupa Moisés? ¡Ayer volaste desde Viena con el jefe del CPK para los Balcanes! Dime que es una casualidad…

—De eso le iba a hablar. Los chinos también quieren hacerse con el yacimiento, supongo que simplemente como arma en sus relaciones con el Vaticano, con Israel, con Occidente… General, el contenido de ese arcón es una bomba académica y religiosa de muchos kilotones. Tiene que haber más servicios secretos interesados. Vamos a tener que reforzar mi propia seguridad.

—Tienes que saber que he mandado expulsar al albanés del CPK, aunque por otro asunto que no te incumbe.

—Mejor. Es un indeseable.

—Cristian… —Popescu le miró a los ojos—. ¿Qué me ocultas?

—Nada —Cristian le sostuvo la mirada—. Usted me ha ayudado mucho y lo sigue haciendo. Yo no tengo nada que ocultarle…

—¡Me estás escondiendo una información importante y yo sé cuál es!

—Pues usted dirá, porque desde luego yo no sé a qué se refiere —Cristian consiguió mantener la calma. Era fundamental que Popescu no supiera nada sobre la fuente de energía. Si el albanés le había contado algo…

—¡El dinero, Cristian! Todo eso de Moisés es una solemne estupidez. En todo este asunto lo que huelo es dinero, mucho dinero. El albanés te prometió ayer algo, de eso estoy seguro, aunque no le he visto personalmente. ¿Cuánto te ha ofrecido?, ¿cien mil dólares, doscientos mil? Quieres hacer un negocio a mis espaldas vendiendo las estatuillas y los demás trastos que haya en el dichoso yacimiento, aunque ni siquiera lo has encontrado.

Cristian respiró con alivio pero contuvo la expresión.

—General, el yacimiento en sí tiene un valor científico incalculable, pero su valor económico dependerá mucho de lo que finalmente se encuentre en él. No es tan fácil… Yo ni siquiera he pensado en el tema desde una perspectiva económica, pero la verdad es que sí puede haber una fortuna ahí, si tenemos suerte y si se sabe aprovechar.

—¿Cuánto?

—Eso es muy difícil de evaluar… no sé.

—¿Cuánto, Cristian? Dame un mínimo y un máximo.

Cristian hizo como si calculara mentalmente y adoptó un tono ingenuo.

—Bueno… no sé, entre tres y cuatro millones de dólares, general —Cristian vio a Popescu contener un gesto de asombro—. Pero claro, siempre depende…

—¡Sesenta por ciento, Cristian!

—¿Cómo?

—Sesenta por ciento de lo que se saque. Ésa es mi parte, y soy generoso. Ya sabes que me caes bien.

Cristian le sonrió con un gesto de complicidad.

—Está bien. Pero necesitaré algunos favores de usted. Entradas de extranjeros al territorio nacional sin que consten en ninguna parte, alteración o elaboración de dossieres personales de cara a la
Ceauseasca
, la libertad de un egiptólogo disidente que está en la cárcel… cosas así.

—Lo que haga falta.

Popescu hizo una señal a sus guardaespaldas y Cristian supo que la reunión había concluido. Unos minutos más tarde circulaba en su coche oficial. Estaba satisfecho. Popescu parecía totalmente fuera de juego y a Cristian casi se le escapó una carcajada al recordar la reunión recién terminada. Estaba claro que el albanés no había contado nada, pese a su deportación. Seguramente quería seguir negociando. Las únicas sospechas del general se centraban en el posible valor del yacimiento, y su única preocupación era sacar tajada.

Respecto al proyecto de "cambio" político que representaban Popescu y su gente… Cristian estaba cada vez más convencido de haber acertado al trabajar para Occidente. Ayudaría a Popescu a derrocar al tirano, pero sin la menor esperanza en que Iliescu y compañía fueran a democratizar realmente el país, ni mucho menos a liberar la economía. De camino al palacio del dictador, Cristian recordó la extraña conversación de la noche anterior con Diana, el fax con la foto de David Fernández… Recordó su expresión después del primer beso, mientras recorrían en taxi la Costa del Sol. Estar con ella se había convertido en una necesidad acuciante. ¿Cuándo la enviarían por fin a Bucarest?

Londres, 4 de octubre de 1989

La pertenencia al Comité de los Doce era vitalicia. Tras la reforma de la legislación interna en 1909, el máximo órgano ejecutivo de la Sociedad estaba compuesto por el presidente, por siete Sabios elegidos en votación secreta —el cuerpo electoral estaba formado únicamente por los Sabios con más de cinco años desde su iniciación—, y por los coordinadores de los cuatro comités sectoriales más importantes: el Comité de Seguridad e Inteligencia, el Comité del Oro y la Economía, el Comité Político y Científico, y el Comité del Patrimonio de Aahtl.

La presidencia también era un cargo vitalicio. Para ser elegido presidente había que contar con las cuatro quintas partes del cuerpo electoral, y tener más de diez años de "edad interna". Como la iniciación de un Sabio sólo podía producirse a partir de los veinte años de edad, se podía llegar a presidente como mínimo a los treinta años. En cualquier caso, la presidencia normalmente recaía en personas de edad avanzada. La excepción era el presidente actual, elegido a los treinta y seis años, en 1968. No estaba permitido presentarse como candidato, y el sistema funcionaba eliminando en la primera ronda a todos los Sabios excepto a los doce más votados. En la segunda ronda quedaban seis Sabios y en la tercera tres. Si en tres votaciones más ninguno de esos tres candidatos obtenía el ochenta por ciento de los votos, debía repetirse todo el procedimiento. Entre tanto ejercía la presidencia interina, con atribuciones limitadas, el más veterano de los once Sabios restantes del Comité de los Doce. El objetivo era asegurar la máxima legitimidad y el mayor consenso en torno a quien finalmente asumiera la presidencia. Sin embargo, el actual presidente, por primera vez en siglos, había resultado electo en primera votación.

La votación de los miembros elegibles del Comité de los Doce, así como de los presidentes de los comités sectoriales era mucho más sencilla: cuando uno de ellos fallecía se abría un proceso electoral con dos vueltas y sí estaba permitido presentarse como candidato, aunque se podía votar a cualquier miembro. Así había resultado electa, unos años atrás, la integrante más nueva del actual Comité, la Sabia 177. Margarida Durao Figueira era una mujer de carácter y con un extraordinario talento político, como había quedado claro la semana pasada, durante la sesión plenaria celebrada en Rotterdam. El hito histórico había sido la derrota del presidente y del Comité de los Doce en una votación trascendental. La sesión plenaria había decidido por un estrecho margen iniciar la última fase de la Misión, revelando por tanto la Herencia de Zalm de Aahtl tan pronto como se obtuviera la llave del arcón y se recuperara éste de las profundidades de la tierra.

Lejos de dimitir y provocar una crisis interna, el presidente y los demás Sabios del Comité de los Doce habían encajado la derrota, aceptando la decisión del plenario con responsabilidad. La organización democrática interna no era comparable con la de los partidos políticos u otras instituciones humanas. El éxito de la Sociedad era realmente el centro de todas las preocupaciones de los Sabios.

Margarida era muy amiga del presidente y le había dolido tener que enfrentarse con él en Rotterdam, pero estaba convencida de haber salvado a la Sociedad de un peligroso ensimismamiento que podía dar al traste con la Misión. La angoleña, curiosamente, representaba por un lado al sector más dinámico de la Sociedad —los Sabios deseosos de pasar cuanto antes a la acción para entregar al mundo la Herencia de Aahtl, su propio legado y la información sobre la Amenaza— y por otro a la pequeña corriente monárquica. La reina, que había asumido la corona unos meses atrás, era también una de sus mejores amigas. En realidad, muy pocos monárquicos llegaban a plantear la restauración de la monarquía interna, que ni siquiera la reina deseaba. Sólo querían mantener viva la tradición de una dinastía secreta cuya influencia en la humanidad, como la del conjunto de la Sociedad, había sido enorme y al mismo tiempo oculta.

—¿Ya estamos todos? —preguntó Margarida al entrar en la sala del Comité de los Doce, pero enseguida vio que faltaban el presidente y el coordinador del Comité de Seguridad e Inteligencia, que entraron poco después. Tras el rito habitual se guardó un minuto de silencio en recuerdo del Sabio 583, muerto el día anterior a causa de la explosión, y comenzó la reunión de emergencia.

—Como sabéis —comenzó el islandés—, ayer, por vez primera en su historia, la Sociedad sufrió un atentado. Eso significa que, también por vez primera, la Sociedad no es completamente secreta. Hay un grupo organizado de personas que conoce nuestra existencia y nos ha declarado la guerra. Ese grupo cuenta con importantes medios económicos (aunque en ese campo nadie puede rivalizar con nosotros, claro). Me preocupa más su influencia política y, sobre todo, su fanática determinación a emplear contra nosotros cualquier medio. Se trata de una organización discretamente compuesta por altos jerarcas de las principales religiones, cuyo común denominador es pertenecer al ala más conservadora de cada una de ellas. Se denominan entre ellos la Orden del Orden y existen desde finales de la década de los cuarenta. Ya os hablé de ellos hace tiempo, en uno de mis informes de rutina sobre
lobbies
con fines opuestos a los nuestros. Ellos atacaron ayer la oficina de la empresa Timeguard sabiendo lo que hay debajo, nunca mejor dicho. En vuestras carpetas tenéis una fotocopia del mensaje que entregaron en la puerta poco antes. La clave es una cita bíblica contra la sabiduría y la inteligencia de quienes no profesan una fe ciega, es decir, contra una sabiduría y una inteligencia que nuestros enemigos consideran falsas.

—Pero entonces, ¿el IRA…? —preguntó Margarida.

—Casi todas las organizaciones terroristas tienen una fuerte impronta religiosa. El IRA tiene orígenes católicos y probablemente esté financiado en cierta medida desde determinados poderes económicos próximos a la Iglesia Católica. No es extraño que hayan desmentido su primer comunicado y asuman ahora el atentado. Se lo habrán ordenado quienes financian esa banda. Está claro que se trata de cubrir a esta organización transreligiosa y ultraconservadora, a cuya cabeza parece estar cierta facción extremista del Vaticano, sin conocimiento del papa.

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