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Authors: Juan Pina

Tags: #Intriga

Los guardianes del tiempo (20 page)

BOOK: Los guardianes del tiempo
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»En unos siglos conseguimos que al menos una parte de la humanidad alcanzara un nivel de conocimiento científico que comenzaba a asemejarse al de Aahtl. Poco a poco fueron cumpliéndose las condiciones de Zalm de Aahtl para revelar la Herencia a la humanidad. Sin embargo, y aunque el tiempo nos presiona más que nunca, todavía no se han cumplido todas las condiciones. Pero dejémoslas de lado, pues claramente no deben ser vinculantes para nosotros al pie de la letra: son apenas una guía para determinar el grado de desarrollo que es preciso alcanzar para asegurar la supervivencia. La cuestión a la que nos enfrentamos ahora es si ha llegado el momento de comunicar lo que sabemos o no.

»El Comité de los Doce ha adoptado por mayoría, con el único voto en contra de la Sabia 177, la decisión de presentar a esta Asamblea la siguiente propuesta: que esperemos aún veinte años más y en 2009 revelemos la Herencia, excepto la información sobre la Amenaza, a la humanidad entera. Simultáneamente, se comunicará reservadamente toda la información sobre la Amenaza a los gobiernos más poderosos y a algunos grandes poderes fácticos seleccionados. Estaremos agotando así el plazo previsto por Zalm de Aahtl para ejecutar la fase final de la Misión. El Comité de los Doce cree necesario esperar hasta 2009 sobre todo por un hecho fundamental: como sabéis, todavía no hemos recuperado el arca ni su llave, aunque sabemos dónde se encuentran. A continuación el Sabio 108 nos informará de la situación en que se encuentra la búsqueda. En cualquier caso, por más que nuestro acervo documental sea impresionante, y los datos sobre la Amenaza, interpretados a la luz de la ciencia actual, parezcan extraordinariamente precisos, lo cierto es que sólo se nos creerá si podemos presentar la Herencia original y entregarla íntegra a la humanidad. Además, es de suponer que en estos veinte años se seguirá produciendo un avance sostenido de las ciencias y tecnologías que nos interesan. Debo recordaros que el nivel alcanzado sigue siendo insuficiente para conjurar el peligro que se cierne sobre el mundo. Muchas gracias.

—Gracias, señor presidente. Antes de abrir el debate general, tiene la palabra el Sabio 108, Ragnar Sigbjornsson, coordinador del Comité de Seguridad e Inteligencia, y después la Sabia 177 para explicar su voto particular en el Comité de los Doce. A ambos les ruego brevedad.

El presidente abandonó la tribuna de oradores dejando paso al islandés.

—Gracias. Ante todo debo deciros que me parece una locura la propuesta de ampliar aún más la Sociedad. Desde los tiempos de Zalmoxis hasta 1730 siempre fuimos cincuenta miembros. Ese año, en la Sesión Plenaria de Hannover se decidió incrementar el número a cien, y en 1802 crecimos hasta trescientos. En la Sesión de Buenos Aires de 1903 aumentamos a quinientos, y en la de Nueva York de 1948 a setecientos. En 1971, en Oslo, subimos hasta mil miembros y en la Sesión de Lisboa, en 1978, a duras penas conseguí convenceros de que no creciéramos más. Como en estos once años no se han cubierto todas las plazas nuevas, somos actualmente novecientas ochenta y cuatro personas. ¡Nada menos que novecientas ochenta y cuatro personas conocen el secreto más importante de la humanidad!

»El principal cometido de mi equipo debería ser encontrar la manera de hacernos con la llave, y después preparar la complejísima operación de recuperar el arca. Pero resulta que dedicamos la mayor parle de nuestro tiempo y esfuerzos a conseguir que esta sociedad secreta siga siendo secreta. La preparación de esta reunión ha requerido un esfuerzo que difícilmente podéis imaginar, porque algunos de vosotros sois ministros o jefes de gobierno en vuestros países, y ya tenemos también dos jefes de Estado. Aquí hay personas expuestas al seguimiento constante de los medios de comunicación, de enemigos diversos o incluso de vuestros propios escoltas. Os anticipo que muchas de las próximas reuniones de los Comités serán a distancia, aprovechando las posibilidades más avanzadas en telecomunicaciones. Eso nos permitirá mantener un diálogo más fluido sin los problemas de seguridad actuales. Pero eso no significa que podamos crecer más. Las sesiones plenarias como ésta no pueden hacerse por videoconferencia. Ya estamos en grave riesgo y si sale adelante la propuesta que ha presentado un grupo de Sabios para aumentar la Sociedad hasta mil quinientos integrantes, no le doy más de un año de confidencialidad a nuestra organización, y eso contando solamente con el peligro de que se nos descubra desde fuera. No quiero ofender a nadie, pero cuanto más grande es un grupo, mayores probabilidades hay de que alguien revele sus secretos, incluso involuntariamente. Bueno, intervendré de nuevo cuando lleguemos a ese punto del orden del día.

»Desde la última Sesión Plenaria, hace trece años, han cambiado muchas cosas. Como se os ha informado reiteradamente, no sabemos dónde está la llave pero sí quién la tiene: el presidente rumano Nicolae Ceausescu, o en realidad su esposa Elena, da igual. La llave puede estar en cualquier lugar de Rumanía o incluso en el extranjero. Nuestro criterio no ha cambiado: no conviene intentar la recuperación del arca sin tener la llave, porque el lugar es extraordinariamente difícil de acceder debido a los corrimientos de tierras ocurridos en los últimos tres mil trescientos treinta años. Hemos reconfirmado que el arca se encuentra enterrada a gran profundidad en el lugar del que sospechábamos, el cual, como sabéis, no os puede ser comunicado por motivos de seguridad. Estamos desarrollando un camino alternativo al principal, por si fuera necesario, ya que se da la desgraciada coincidencia de que la superficie es en la actualidad un lugar fuertemente vigilado. Recuperar el arca es una operación complejísima que no se puede llevar a cabo sin llamar la atención. De hecho, será necesario involucrar a las autoridades y no parece sencillo evitar que la operación trascienda. Por otra parte, como sabéis, intentar la apertura del arca por la fuerza pondría en grave peligro su contenido. Por lo tanto propongo que mantengamos la misma política que hemos venido aplicando desde que logramos conocer la ubicación de la Herencia: dejarla ahí hasta que se vaya a ejecutar la última fase de la Misión, en 2009.

»Para entonces, desde luego, deberíamos tener la llave. Si se aprueba la propuesta del presidente, que yo apoyo, disponemos de veinte años para conseguir la llave, pero me preocupa mucho la situación política de Rumanía. El régimen se resiste a cualquier cambio mientras el bloque socialista arde a su alrededor. En cualquier momento puede haber un golpe de Estado o una revolución, y podría peligrar la llave. A lo largo de los años hemos enviado varios compradores, pero la señora Ceausescu ha rechazado ofertas incluso sin límite de cantidad. Parece obsesionada por encontrar el arca y hacerse con los avances científicos que contenga. Está revolviendo media Rumanía para dar con ella. No me sorprendería que los Ceausescu fueran los únicos conocedores del escondite de la llave, y no podemos correr ese riesgo. Por eso, con la ayuda inestimable de nuestros colegas los Sabios 94, 412, 557 y 698, y sobre todo de nuestro presidente, llevamos años perfilando una estrategia de inteligencia que iba a entrar en su última fase dentro de unos meses, pero que vamos a precipitar ahora. Vamos a intervenir para recuperar la llave. Si todo sale bien, en poco tiempo deberíamos tenerla, y también la tabla egipcia que le acompaña, ya que no conviene que aparezca hasta que decidamos revelar la Herencia. Gracias.

—Gracias —la moderadora consultó sus papeles—. Se abre el debate. Tiene la palabra la Sabia 177, Margarida Durao Higueira.

Una mujer angoleña de unos cuarenta años, elegantemente vestida y con cierta expresión de enfado, subió a la tribuna.

—Buenas tardes. Ante todo quiero manifestar mi apoyo a nuestro jefe de seguridad en un punto importante: creo que ampliar aún más la Sociedad sería una locura. Lamento que esto sea prácticamente lo único en lo que coincido con él y con los demás miembros del Comité de los Doce. Una vez más debo tomar la palabra para expresar posiciones críticas con las decisiones y propuestas del presidente, y explicar mi voto contrario a las mismas en la última reunión de nuestro máximo órgano ejecutivo. Empezaré señalando que nuestro presidente ha dedicado más de las cuatro quintas partes de su discurso inaugural a reflexiones filosóficas e históricas que todos compartimos y que realmente no aportan nada nuevo a nuestra tarea. Teniendo en cuenta que por motivos de seguridad apenas disponemos de la tarde de hoy y que pasarán años hasta que se produzca una nueva sesión plenaria con todos los miembros de la Sociedad, me parece que nuestro deber es debatir en profundidad la estrategia más adecuada para cumplir de una vez por todas el mandato de nuestro fundador Zalmoxis. Ese mandato, hoy, no es otro que revelar cuanto antes la Herencia de Zalm de Aahtl.

En la sala se produjeron murmullos y la moderadora tuvo que pedir orden.

—No creo estar diciendo ninguna locura —prosiguió la oradora africana—. Nuestro presidente y el Comité de los Doce proponen esperar veinte años más, agotando el plazo marcado por Zalm de Aahtl. A mí, francamente, me parece una temeridad. No quiero que se interprete como una descortesía, pero me veo en la obligación de presentar una propuesta alternativa a la de los otros once miembros del Comité de los Doce. Propongo formalmente que la fase final de la Misión se inicie tan pronto como esté en nuestro poder la llave. Creo evidente que el nivel científico y tecnológico de nuestra civilización global actual es ciertamente superior en casi todo al de la pequeña nación de Aahtl, y aunque falten por cumplirse algunas de las condiciones de Zalm, éstas no son más que una guía que no debemos tomar al pie de la letra, como ha dicho el propio presidente.

»El fuerte desfase del desarrollo entre unas y otras ciencias y tecnologías en Aahtl puede confundirnos, pero está claro que en casi todos los campos estamos muy por encima de ellos, y apenas hay unas pocas áreas en las que todavía somos inferiores. Algunas de esas áreas son relevantes para plantar cara a la Amenaza, y precisamente por ello es necesario recuperar la información del arca, ya que es probable que Zalm haya guardado en ella conocimientos fundamentales para avanzar en esas materias. En estas circunstancias, esperar hasta 2009 sería la peor imprudencia jamás cometida. Si lo hacemos, la humanidad sólo tendrá cien años para prepararse. A muchos de vosotros os parecerá tiempo suficiente, pero yo creo que no podemos arriesgarnos.

»Somos los Guardianes del Tiempo por algo más que nuestra obsesión por fechar cada hito de nuestra Sociedad y mantener el cálculo preciso de los años transcurridos desde el desastre de Aahtl. Creo que Zalm también nos nombró así por otro motivo: porque la Misión implicaba administrar bien aquellos nueve mil trescientos catorce años, de los que apenas nos quedan ciento veinte. Sólo hemos sido capaces de hacer a medias nuestra tarea, pese a haber contado con más de nueve milenios. Cuando Zalmoxis constituyó nuestra actual Sociedad hace más de treinta siglos se propuso refundar la antigua comunidad de los Doce Sabios como una organización dinámica, activa y eficaz. Creo que se llevaría una gran decepción si asistiera a alguna de nuestras reuniones.

»Hemos agotado casi por completo el tiempo asignado y apenas contamos con doce décadas para afrontar un desastre terminal. Debimos haber llegado a este grado de desarrollo al menos con unos cuantos siglos de margen. La Sociedad no tuvo éxito en ese empeño. Estamos en serio peligro de fracasar en nuestra Misión y de que la humanidad perezca. ¡Y aún se nos pide veinte años más: la sexta parte del escaso tiempo restante! Yo me pregunto qué hacen los Sabios adscritos permanentemente a la sede de Londres, y en qué piensan los coordinadores de los comités sectoriales y mis propios colegas del Comité de los Doce. ¿Se han convertido todos en unos burócratas, olvidando que no somos una simple sociedad secreta, una aburrida logia de eruditos? ¿Que nuestro cometido no es reunimos para discutir de filosofía y de historia, ni para maravillarnos con la belleza de esta lengua de Aahtl en la que sólo nosotros nos expresamos? ¿De verdad dudan aún de que haya llegado la hora de entregar al mundo el legado de Aahtl y revelar la existencia, el papel histórico y los inmensos archivos de la Sociedad? ¿No les produce escalofríos pensar que hemos consumido el 98,7% de nuestro tiempo y no hemos iniciado siquiera la última fase de la Misión? ¿Hasta qué punto han caído en una irresponsable ensoñación que les hace descuidar el cumplimiento definitivo de la Misión, pese a que hoy ya se ha convertido en una necesidad acuciante? Somos una comunidad de personas profundamente racionalistas, pero parece que algunos de nosotros han desarrollado un temor supersticioso al cumplimiento de nuestra propia Misión. No podemos seguir preparándonos para la llegada del "momento oportuno" porque el momento, oportuno o no, ya ha llegado. Acogiéndome al artículo 38 del reglamento, pido que mi propuesta se vote en secreto y no a mano alzada. Muchas gracias.

Una parte de los presentes se puso en pie para aplaudir a la mujer africana, que abandonó la tribuna con gesto grave mientras el presidente intercambiaba miradas de preocupación con algunos miembros del Comité de los Doce. Poco a poco se fueron levantando mas personas para ovacionar a la Sabia 177, hasta alcanzar más o menos a la mitad del plenario. Los murmullos se intensificaron y la moderadora comenzó a dar la palabra a diversos interventores, en un clima de tensión que no se recordaba desde varios siglos atrás.

Roma, 27 de septiembre de 1989

—Sí, sí, que pase —el cardenal Aguirre soltó el botón de su intercomunicador y se levantó, dejando unos papeles sobre la mesa. A sus cincuenta y un años, era un cardenal muy joven, pero Aguirre siempre había tenido buenos padrinos. Acudió a la puerta, que ya se estaba abriendo, y extendió la mano derecha para que el agente cumpliera con el rito habitual de besar su anillo. Después le invitó a ocupar una butaca y se acomodó en el sofá del amplio despacho. A duras penas logró reprimir los pensamientos libidinosos que le inspiraba su invitado.

Zlatko Veric se sentó aguantando el dolor intenso que le producía el cilicio. Abrió la carpeta que llevaba y sacó unos papeles. Tenía treinta y seis años y un cuerpo atlético, producto de un intenso entrenamiento diario. Su nombre y su aspecto eran claramente eslavos, pero el ex militar y ex agente especial de la Guardia Suiza era uno de tantos hijos de la emigración europea a Sudamérica. Muy recientemente se le había confiado la puesta en marcha de un pequeño servicio clandestino de inteligencia y operaciones especiales, bajo las órdenes de Aguirre y sin conocimiento de los principales estamentos de la jerarquía eclesiástica. La conversación se desarrolló en español. El poderoso miembro de la curia romana tenía un ligero acento aragonés, aunque había vivido muchos años en Centroamérica. El espía hablaba un porteño clásico.

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