Los cargos de acusación reunidos contra Zenón por las autoridades civiles y eclesiásticas, y los detalles jurídicos del proceso fueron extraídos,
mutatis mutandis,
de media docena de causas célebres o ignoradas de la segunda mitad del siglo XVI y principios del siglo XVII, en especial de los primeros procesos de Campanella, en que los cargos de orden secular se emparejaban con los de impiedad y herejía
[7]
. El conflicto encubierto que opone al procurador Le Cocq y al obispo de Brujas, que retrasa y complica el proceso de Zenón, ha sido inventado, como toda la narración, mas puede deducirse de la violenta hostilidad por entonces existente en las ciudades de Flandes contra las prerrogativas administrativas de los nuevos obispos instaurados por Felipe II. La chistosa observación del teólogo Hiéronymus van Palmaert, cuando envía a Zenón a explorar sus mundos infinitos, fue hecha en realidad por Gaspar Schopp, campeón alemán de la Contrarreforma, durante la ejecución de Giordano Bruno; también procede de Schopp la broma consistente en proponer que el prisionero (en este caso, Campanella) fuera a combatir al hereje montado en los bombarderos volantes de su invención. La mayoría de los detalles de derecho penal específicamente pertenecientes a Brujas, que se mencionan en los últimos capítulos, así como el suplicio que describe Zenón al canónigo Campanus y que ocurrió en Brujas en 1521, por un crimen no especificado, el castigo al fuego por infanticidio y el hecho de instalar las hogueras fuera de la ciudad, en el caso de sentenciados a muerte por practicar costumbres sexuales fuera de la Ley, se extrajeron del libro de Malcolm Letts,
Bruges and Its Past
[8]
, particularmente bien documentado en lo concerniente a archivos judiciales de Brujas. El episodio del martes de Carnaval fue imaginado según lo acaecido un siglo antes en esa misma ciudad durante la ejecución de los consejeros del emperador Maximiliano. El del juez que se duerme en la audiencia y se despierta creyendo que ya se ha pronunciado la sentencia de muerte, reproduce de manera casi idéntica una anécdota que circulaba sobre Jacques Hessele, juez en el Tribunal de la Sangre.
No obstante, algunos incidentes históricos han sido ligeramente modificados para permitirles entrar en el marco del presente relato. La autopsia que practica el doctor Rondelet a un hijo suyo —muerto en realidad de niño— fue atrasada unos años, y el hijo presentado en el umbral de la edad adulta, para poder convertirlo en ese «bello ejemplar de la máquina humana» sobre el que medita Zenón. De hecho, Rondelet, tempranamente célebre por sus trabajos de anatomía (y que también hizo la disección de su suegra) no se llevaba muchos años con su imaginario alumno. Las estancias de Gustavo Vasa en sus castillos de Upsala y de Vadstena fueron frecuentes, pero las fechas que aquí se les asignan, así como la mención de la asistencia del Rey a una asamblea de notables en el otoño de 1558, se deben sobre todo al deseo de dar, en pocas líneas, una idea adecuada de los desplazamientos del monarca y de sus tareas de hombre de Estado.
La fecha de los primeros encargos encomendados a los capitanes de los
gueux de mer
es auténtica, pero las hazañas y el prestigio de estos partisanos tal vez hayan sido anticipados. La historia del portero del conde de Egmont funde la ejecución de Jean de Beausart d’Armentières, escudero de Egmont, y la tortura extraordinaria infligida a Pierre Col, portero del conde de Nassau, quien de hecho se negó a entregar una pintura del Bosco, mas no al duque de Alba, como aquí dice el prior de los Franciscanos, sino a Juan Bolea, capitán de justicia y gran preboste del ejército español; la hipótesis de que dicho cuadro se hallaba destinado a las colecciones del Rey, cuya afición a la pintura del Bosco es sobradamente conocida, es de mi invención, pero me parece por lo menos defendible. El episodio de la huida frustrada de Monsieur de Battenbourg y de sus gentileshombres, así como su ejecución en Vilvorde, ha sido ligeramente comprimido en el tiempo. La cronología de las intrigas de la corte otomana bajo el reinado de Solimán también fue algo modificada. Finalmente, dos o tres veces, el estado de ánimo del personaje que habla introduce en el relato un elemento de aparente inexactitud. Zenón, a los veinte años, de camino hacia España, define a este país como el de Avicena, ya que por mediación de España fueron transmitidas tradicionalmente al Occidente cristiano la filosofía y la medicina árabes, y le preocupa muy poco que aquel gran hombre del siglo X naciera en Bokhara y muriese en Ispahan. Nicolás de Cusa fue durante mucho tiempo, por no decir hasta el final, más conciliador con la herejía husita de lo que dice el obispo de Brujas, pero este último, discutiendo con Zenón, nos presenta más o menos conscientemente al ecuménico prelado del siglo
xv
más cercano a las opiniones intolerantes de la Contrarreforma.
Una variación más considerable, desde ciertos puntos de vista, es la referente a la fecha de los dos procesos por inmoralidad, en castigo a dos grupos de frailes, agustinos y franciscanos, que se hicieron en Gante y en Brujas, y que terminaron con el proceso de tres frailes de Gante y diez frailes de Brujas. Estos dos procesos sucedieron en 1578, diez años después de la época en que yo los sitúo, y en un momento en que los adversarios de las órdenes monásticas, considerados como adictos a la causa española, dominaban momentáneamente las dos ciudades
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. Al atrasar la fecha de estos procesos, para que el segundo de estos escándalos desencadene la catástrofe de Zenón, he intentado mostrar, sin embargo —en un segundo plano de política legal forzosamente diferente, pero igualmente sombría—, el mismo tipo de furor partidista de los enemigos de la Iglesia, unido al temor que las autoridades eclesiásticas sentían a aparentar que trataban de ahogar el escándalo, lo que da por resultado las mismas atrocidades legales. De ello no se deduce que las acusaciones fueran forzosamente calumniosas. Pongo en mi cuenta las reflexiones de Bartholommé Campanus sobre el suicidio de Pierre de Hamaere, que ocurrió como yo lo cuento, pero en Gante, ya que este fraile pertenecía a aquella ciudad y no al convento de Brujas. Esta muerte voluntaria, hecho rarísimo en la época y considerado por la moral cristiana como un delito casi irremisible, nos hace pensar que el inculpado también había infringido otras prescripciones antes de ésta. Quitando al auténtico Pierre de Hamaere, el grupo de frailes de Brujas ha sido por mí reducido a siete personajes, ficticios todos; y la señorita de Loos, de la que se enamora Cyprien, es también imaginaria. Inventada es asimismo la hipótesis de una relación, sospechada por Zenón y buscada por los jueces, entre los pretendidos «Ángeles» y unos supervivientes de sectas exterminadas y luego caídas en el olvido hacía cerca de un siglo, como esos Adamitas o esos Hermanos y Hermanas del Libre Espíritu, en quienes se sospechaban promiscuidades análogas y de los que ciertos eruditos han creído encontrar —quizá demasiado sistemáticamente— huellas en la obra del Bosco. Su recuerdo no tiene más objeto que el de mostrar, por debajo de las alineaciones doctrinales del siglo XVI, el eterno hervidero de las antiguas herejías sensuales, que se adivinan también en otros procesos de la época. Se habrá comprendido asimismo fácilmente que el dibujo enviado por el hermano Florián para burlarse de Zenón no es sino una réplica casi exacta de dos o tres grupos de figuras que pertenecen al
Jardín de las Delicias
del Bosco, hoy en el Museo del Prado, y que figuraba en el catálogo de obras de arte pertenecientes a Felipe II con el título de
Una pintura de la variedad del mundo.
MARGUERITE YOURCENAR, Bruselas, 1903 - isla de Mount Desert, Maine, EE UU, 1987. Escritora francesa de origen belga.
Cursó estudios universitarios, especializándose en cultura clásica, y empezó a publicar diez años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, aunque con escaso éxito. De esta primera época son las novelas Alexis o el tratado del inútil combate (1928), que comenzó a despertar el interés de la crítica: obra de corte gidiano, es una lúcida y desinhibida vivisección de un fracaso existencial; La Nouvelle Eurydice (1929), menos tensa e inspirada respecto Alexis: Denier du rêve (1934), historia de un atentado fracasado contra Mussolini, donde la violencia política ocupa el primer plano; y La mort conduit l'attelafe(1934), colección de tres cuentos.
Sus largas estancias en Grecia dieron origen a una serie de ensayos reunidos en Viaje a Grecia y llevaron a su maduración la idea originaría de Fuegos (1936), una obra esencialmente lírica compuesta de relatos míticos y legendarios. La misma dimensión mítica se deja traslucir en su colección de Cuentos orientales, publicada en 1938. El año siguiente aparece El tiro de gracia, basada en un hecho real, una historia de amor y de muerte en un país devastado durante las luchas antibolcheviques. Son importantes también varios ensayos, como Pindare (1932) y Les songes et les sorts (1938).
En 1939 la guerra la sorprendió en los Estados Unidos y allí fijó su residencia, en Maine, dedicándose en un principio a la enseñanza y adquiriendo la nacionalidad norteamericana en 1948. Llevó a cabo también en este período una serie de refinadas traducciones de textos de diversa naturaleza: obras de Virginia Wolf, Henry James y K. Kavafis y la antología de poesía griega antigua La couronne et la lyre.
Su fama como novelista la debe a dos grandes novelas históricas que han tenido gran resonancia: Memorias de Adriano (1951), reconstrucción histórica realizada con gran celo documental de la vida del más ilustrado de los emperadores romanos. Escrita a modo de carta dirigida como testamento espiritual a su sucesor designado, es una meditación del hombre sobre sí mismo, e ilustra el único remedio posible a la angustia de la muerte: la voluntad de vivir conscientemente, asumiendo el deber principal del hombre que es el perfeccionamiento interior. La otra fue Opus nigrum (1965), obra fruto de cuidadosas investigaciones, que gira en torno a la figura del médico alquimista y filósofo Zenón, intelectual enfrentado a los problemas del conocimiento.
Publicó también el ensayo A beneficio de inventario (siete estudios sobre A. d'Aubigné, Piranesi, S. Lagerlöf, Kavafis, Th. Mann, etc.) y diversas obras teatrales como Electre ou la chute des masques(1954), Le mystère d'Alceste (1963) y el volumen de 1971 que comprende Dar al César, Le petite Sirène yLe dialogue dans le marécase. En 1974 publicó su autobiografía en dos volúmenes: Recordatorios y Archivos del Norte, frescos histórico-narrativos sobre su propia familia. Fue la primera mujer en ser elegida miembro de la Academia Francesa en 1980.
En el curso de un viaje a África llevó a término la redacción de los tres relatos que componen Como el agua que fluye (1982), y el ensayo Mishima o la visión del vacío (1981), fruto de la larga frecuentación de la obra del gran escritor japonés. En 1982 vio la luz Con los ojos abiertos.
[1]
El titulo del primer relato en el volumen publicado en 1934 tenía el defecto, como asimismo los de las otras dos novelas cortas, de presentar estas tres narraciones como una imitación sistemática de la obra de los tres pintores, lo que no era cierto. Escogí el título de
A la manera de Durero
a causa de la ilustre
Melancholia,
en la que vemos a un sombrío personaje, que sin duda representa al genio humano, meditando amargamente entre sus instrumentos; pero un lector de talento literario me hizo notar que la historia de Zenón era más flamenca que alemana. La observación es más certera hoy que antaño, pues la segunda y tercera partes, entonces inexistentes, transcurren por entero en Flandes, y los temas bosquianos y breughelianos de desorden y horror en el mundo abundan en la obra, cosa que no hacían en el antiguo ensayo.
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[2]
No me corresponde discutir aquí las razones de esta actitud, admirablemente analizada por Léon Blanchel,
Campanella,
París, 1920, en lo que concierne a un gran número de filósofos del siglo XVI. El libro de J. Huizinga sobre Erasmo, partiendo de un punto de vista muy diferente, muestra en un caso particular los mismos efectos de las mismas causas. Digamos tan sólo que el prior de los Franciscanos tiene razón al discernir, en las críticas que Zenón dirige a Lutero, un ataque encubierto contra el cristianismo mismo.
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[3]
Para los experimentos médicos y quirúrgicos de Zenón, véase:
Les Dissections anatomiques di Limará de Vinci,
por E. Belt, y
Léonard de Vinci et expérience scientifique au seizème siècle,
Presses Universitaires de France, 1953. Para el enunciado de la teoría de Cesalpin y, en general, para las investigaciones botánicas del Renacimiento, léase, entre otras, la primera parte de la obra de E. Guyenot,
Les Sciences de la vie aux dix-septième et dix-buitièim siècles,
Paris, 1941.
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[4]
En lo que concierne al «fuego líquido», que fue durante mucho tiempo el arma secreta de Bizancio y que luego contribuyó a la conquista mongol, la prohibición que de ella hizo el Concilio de Letrán en Occidente (1139) fue respetada en parte porque la nafta, materia prima indispensable, se hallaba casi fuera del alcance de los ingenieros militares occidentales; la pólvora de cañón la relegó después, hasta nuestros días, al cajón de los «progresos» olvidados. El invento de Zenón consistía, pues, en recuperar la vieja fórmula bizantina y asociarla a unos nuevos procedimientos balísticos. Véase al respecto: R. J. Forbes,
Studies in Ancient Technology,
vol. 1, Leiden, 1964.
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