Pálido monstruo (20 page)

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Authors: Juan Bolea

Tags: #Intriga, #Policíaco

BOOK: Pálido monstruo
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Una vez cometido el crimen, el acusado, Guzmán Merlo, procedió a manipular el cadáver, desordenando las ropas de la mujer, incluidas sus prendas íntimas, y a apoderarse del dinero en efectivo y tarjetas de crédito. Hizo esto con el fin de amañar falsas pistas susceptibles de desviar la investigación policial y ocultar el verdadero móvil del crimen, que no fue otro que un brutal e injustificado estallido de celos contra una mujer inocente de provocarlos. Eloísa Ángel Ruiz ha sido una víctima más de esa intolerable lacra social que llamamos «violencia de género».

(
El fiscal hace una pausa para que su mensaje cale en el jurado. Su tono se hace más suave, casi evocador
):

FISCAL:
Eloísa Ángel, una abogada joven, de sólo veintinueve años, madre de una niña de cinco y con toda la vida por delante… Una madre responsable, trabajadora… Una letrada de impecable trayectoria profesional, a la que muchos conocimos, respetamos y admiramos, y con la que el acusado, por desgracia para ella y para su familia, mantuvo una breve relación. Al quedar interrumpido dicho vínculo por expreso deseo de Eloísa, el procesado no pudo aceptarlo y desarrolló una obsesión de la que existen constancias. Fijación que se agudizaría con las reiteradas negativas de Eloísa a volver con él, para desembocar finalmente en su letal ataque.

(
Juan García del Cid reordena unas carpetas en su mesa y escoge una con membrete de un laboratorio de análisis
).

FISCAL:
Las pruebas biológicas, científicas, que implican y comprometen al único imputado en el homicidio de Eloísa Ángel Ruiz son tan numerosas y sólidas que la acusación las considera definitivas.

Enumeraré las principales: semen de David Guzmán Merlo en la vagina de la mujer asesinada; piel suya, de Guzmán Merlo, en las uñas de la víctima; pelos púbicos y capilares suyos, de Guzmán Merlo, en el cadáver de la abogada; colillas de cigarrillos suyos, de Guzmán Merlo, en el cenicero del escritorio; saliva suya, de Guzmán Merlo, en diversas partes del cadáver… Finalmente, huellas dactilares suyas, de Guzmán Merlo, en sillas, muebles y cuerpo de la víctima.

(
En la sala no se oye un ruido. El fiscal estudia al jurado. Sus miembros están muy serios. Dos mujeres miran a Guzmán afirmando con la cabeza, como si ya hubieran decidido su voto. Satisfecho, García del Cid retoma la palabra
):

FISCAL:
Vayamos ahora con la reconstrucción temporal o secuencia del crimen. Varios testigos vieron entrar a Guzmán y a Eloísa al despacho de ésta, en el pasaje de Independencia, a las 16.00 horas del 26 de mayo de 2011. Guzmán se marchó a las 17.00 horas. Durante el resto de la tarde siguió acosando por teléfono a Eloísa y…

(
Vehementes protestas de la defensa, que no lo considera probado. El presidente concede la palabra a Fidel Paternoy).

ABOGADO:
En la transcripción de dichas llamadas no consta el acoso psicológico.

MAGISTRADO PRESIDENTE:
El jurado no lo tendrá en cuenta.

ABOGADO:
Gracias, señoría.

MAGISTRADO PRESIDENTE:
Puede proseguir el ministerio fiscal.

FISCAL
(
irritado
): Acoso o no, sería cuestión de matiz, señoría, pero tiempo tendré de referirme a esas llamadas. El hecho cierto es que, durante la tarde del 26 de mayo, Guzmán llamó por teléfono a Eloísa una y otra vez, hasta en una decena de ocasiones. Al no contestarle ella, por hallarse despachando con sus clientes, Guzmán decidió regresar a su bufete. Según el testimonio de una prima de Eloísa, Marina, que estaba esperándola en la cafetería de abajo, David Guzmán Merlo abandonó el edificio a las 21.15 horas. Recuerden que la autopsia fijó la hora de la muerte de Eloísa en torno a las 20.30. La única persona que durante ese tiempo entró a su despacho, cuando ya había salido el último cliente, fue David Guzmán. Además de las pruebas genéticas, la secuencia temporal también le acusa.

A riesgo de abusar de su paciencia, les ruego que me presten un minuto más de atención, porque lo que voy a decirles es importante. Cuando Guzmán accedió por segunda vez en aquella tarde al despacho de Eloísa, todos sus clientes habían abandonado la oficina. El último en hacerlo fue un hombre llamado José Clavé, quien, en un principio, fue detenido como sospechoso del crimen, para, posteriormente, ser puesto en libertad por ausencia de pruebas. José Clavé había sido citado a las 19.30 horas del 26 de mayo porque Eloísa había asumido la defensa de un hermano suyo, Jesús, pendiente de otro juicio por un grave delito… José Clavé permaneció con la abogada media hora. A las 20.00 horas, Eloísa le acompañó a la puerta. Una secretaria de Ariza Telecomunicación S. L., la empresa con sede contigua, vio cómo la letrada le despedía con normalidad y cómo cerraba la puerta. José Clavé bajó con la secretaria en el ascensor. Salió del edificio y no volvió a entrar. No pudo ser él, por tanto, el autor del crimen. El verdadero asesino estaba a punto de llegar al despacho de Eloísa Ángel. Es el mismo individuo que hoy comparece ante nosotros. ¡Es ese hombre, David Guzmán!

(
Teatralmente, el fiscal le señala con el índice).

MAGISTRADO PRESIDENTE:
Gracias, señor fiscal. Tiene la palabra la defensa para su informe.

ABOGADO:
Con la venia.

(
Fidel no llega a estar pálido, pero, quizá por el fúnebre contraste con la toga, no tiene buen color. Antes de comenzar a hablar mira risueñamente, uno por uno, a los miembros del jurado, destinándoles un gesto que tiene algo de invitación, como si se dispusiera a compartir un sentimiento o una esperanza común
.

La voz profunda y sincera de Paternoy, que no hubiera necesitado el micrófono, flota en la sala).

ABOGADO:
Todos ustedes saben que aquí se viene a una sola cosa: a decir y esclarecer la verdad. Si alguien me preguntase en qué creo, además de en la verdad, respondería: creo en los hechos, en las leyes físicas y en el amparo de la ley. Si alguien me preguntara en qué no creo, replicaría: no creo en la conjetura.

Por eso, porque creo en la verdad de los hechos y en la realidad de las leyes, y porque no creo en las conjeturas, estoy convencido de que ustedes, señoras y señores del jurado, no van a dejarse engañar por las apariencias, y de que, una vez presentados los testimonios y pruebas periciales, llegarán a la misma conclusión que llegué yo al asumir la defensa de David Guzmán: que no fue él quien cometió el crimen de Eloísa Ángel. Que nunca deseó, maquinó ni pudo perpetrar esa acción.

¿Y saben por qué? Porque David sentía hacia Eloísa afecto y amor; porque la hubiera defendido contra cualquier agresión, ofreciendo su vida a cambio si hubiese sido necesario; y porque, según espero poder demostrar, David Guzmán no se encontraba en el despacho de Eloísa cuando otra persona acabó con su vida.

(
Consciente de que el fiscal le está observando con aire sardónico, Fidel le devuelve una mirada serena).

ABOGADO:
Sí, señor acusador público, ésa y no otra es la verdad porque ésos y no otros son los hechos. David Guzmán, un ciudadano honesto, sin antecedentes penales ni mancha alguna, no estaba en el escenario del crimen entre las 20.30 y las 21.30 horas del 26 de mayo de 2011. En consecuencia, no pudo atentar contra la mujer a la que amaba.

Ya sé lo que el señor fiscal va a decirme… El propio David ha admitido que estuvo en esa oficina… pero varias horas antes de que se cometiera el asesinato. Llegó con Eloísa hacia las cuatro de la tarde. Habían comido juntos. Discutieron, se reconciliaron… ¿Les suena esta música? Es la que suele armonizar a las parejas unidas por una fuerte pasión. Ya en su despacho, Eloísa siguió charlando amistosamente con David. De ahí que en el cenicero del escritorio hubiera colillas de las marcas de tabaco de ambos. Dulce, gozosamente, como los dos jóvenes apasionados que eran, hicieron el amor. David, a ruego de ella, no utilizaba protección. De ahí los restos de esperma y los cabellos y vellos púbicos aparecidos durante la recogida de pruebas y la autopsia.

Tras disfrutar de esos momentos de intimidad, Eloísa y David se despidieron porque ella tenía trabajo. Restaban, no obstante, algunos flecos por aclarar en el entorno de su relación. Por esa razón, David intentó llamarla. Pero ella estaba ocupada con sus clientes y no pudo atender sus llamadas. David decidió regresar por la noche para recogerla, con idea de invitarla a cenar. La puerta del despacho estaba cerrada y nadie respondió al timbre. David tocó con los nudillos y, desde el pasillo, pronunció en voz alta el nombre de Eloísa, pero ella no contestó. ¿Y saben ustedes por qué no lo hizo? Eloísa no pudo abrir la puerta a su novio porque estaba muerta.

(
El fiscal murmura algo ininteligible y Fidel se interrumpe y le mira con notoria irritación. A fin de evitar un altercado entre las partes, el presidente insta a la defensa a continuar
).

ABOGADO:
Espero hacerlo sin nuevas interrupciones, señoría… Estaba diciéndoles que, cuando David llamó al despacho, Eloísa estaba muerta, y que su asesino permanecía dentro de la oficina. Déjenme que les adelante algo del auténtico criminal. Era fuerte, lo bastante como para clavar un cuchillo hasta la empuñadura. Y astuto, lo suficiente como para cargarle el crimen a otro. Concretamente, a David Guzmán, a quien sin duda conocía y al que había aprendido a imitar. ¿En qué? ¿En su hábito de calzar zapatos marca Callaghan, con suela de goma, por ejemplo? Digo esto porque numerosas huellas de esas pisadas quedaron impresas en el escenario del crimen, pero en el registro domiciliario a que fue sometido mi cliente no aparecieron dichos zapatos ni dichas huellas. David tenía en su armario dos pares de la marca Callaghan, negros y marrones, del cuarenta y cuatro, pero en sus suelas no se detectó el más mínimo rastro de sangre.

Tampoco apareció en el registro del piso de David el arma del crimen, ese famoso cuchillo de filo recto que los investigadores han sido incapaces de encontrar, del mismo modo que, a lo largo de meses de investigación, fueron incapaces de descubrir, para traer a juicio, pruebas concluyentes contra mi defendido. ¿Y cómo iba a ser de otra manera, si es inocente?

(
El abogado se toma un respiro para buscar una declaración entre el mazo de papeles que tiene delante. Le lleva un rato encontrar sus gafas de lectura, que se le caen al suelo, por lo que el alguacil tiene que recogérselas. Fidel pide disculpas y, despertando sonrisas entre la concurrencia, recuerda que por algo le llaman el Viejo
.

Manteniendo la seriedad, el presidente le ruega que vaya concluyendo
).

ABOGADO:
Así lo haré, señoría. El hombre que mató a Eloísa Ángel la conocía. Y ella le conocía a él, pues, sin desconfiar, le franqueó la entrada al despacho. Ese hombre vestía ropas normales, un traje, seguramente. Llevaba una bolsa, y dentro un mono azul, gafas de sol y otro par de zapatos. Se puso unos guantes y la atacó. Eloísa gritaría con todas sus fuerzas, pero nadie la oyó. Fue reducida a golpes. Estando tendida en el suelo, su agresor le clavó un puñal en el corazón, segándole la vida de un terrible golpe.

Poco después, se escuchó el timbre. Era David Guzmán. El criminal se acercó sin ruido a la puerta, observó por la mirilla y esperó en silencio a que el visitante se marchara.

Luego, cuando acababa de cambiarse de ropa y de zapatos y manipulaba el cadáver y vaciaba la cartera de su víctima para fingir una violación y un robo, el asesino volvió a escuchar pasos. Esta vez era Marina, la prima de Eloísa. Llamó y, como no le abrían, bajo al vestíbulo para coger la llave que Eloísa escondía en el buzón. Volvió a subir. Al abrirse la puerta, el criminal se ocultó en el cuarto de baño, en el plato de la ducha, y permaneció allí hasta que, aprovechando el desvanecimiento de Marina, que no pudo soportar la visión del cuerpo de su prima en medio de un charco de sangre, abandonó la oficina y el edificio.

Voy concluyendo, señoría. Un testigo de la defensa refrendará que a las 21.45 horas del 26 de mayo de 2011 salió del portal número 12 un hombre con peto azul y, pese a que era de noche, con unas gafas de sol puestas. Ni la policía ni el ministerio fiscal han concedido crédito a ese testimonio, que ustedes, sin embargo, señoras y señores del jurado, tendrán ocasión de oír y juzgar por iniciativa de esta defensa.

Por parte de la fiscalía, la supuesta autoría de David Guzmán está basada exclusivamente en análisis biológicos que en nada le inculpan. El resto de pruebas, testimonios e indicios, lejos de comprometerle, acreditan su inocencia. Con las evidencias en una mano y la razón en la otra, estoy en condición de asegurarles que éste es un caso abierto y, el de hoy, un juicio precipitado. El asesino de Eloísa Ángel Ruiz no se encuentra aquí, entre nosotros, en esta sala, sino que sigue disfrutando de libertad. Si la verdad no triunfa en este proceso, si se condena a la persona equivocada, el culpable seguirá libre, acaso para volver a matar… Les doy las gracias por su considerada atención y les ruego traten de evaluar el sufrimiento padecido en la cárcel por un hombre valioso y sin culpa, David Guzmán. En ustedes confiamos para establecer su inocencia y recuperarle para la sociedad.

(
El tribunal traslada la palabra a la acusación particular, cuyo representante, el letrado Federico Menor, ha sido contratado por los padres de Eloísa, presentes entre el público. Menor suscribe en su totalidad las argumentaciones de la fiscalía y desvela haber solicitado otros peritajes forenses para determinar si el cadáver sufrió agresión sexual post mórtem y demostrar que las heridas causadas a la víctima responden a las características físicas del acusado
.

El presidente del tribunal llama a declarar a David Guzmán. Corresponde a la acusación pública dar comienzo a su interrogatorio
).

* * *

El Periódico
, Aragón, 16 de marzo de 2012

EL TESTIGO ESTRELLA DE LA DEFENSA SE CONTRADICE EN EL JUICIO

(Redacción).—
Durante todo el día de ayer, se celebró la vista por el crimen de la abogada Eloísa Ángel Ruiz
.

A lo largo de más de ocho horas, con un breve receso para la comida, fueron compareciendo los protagonistas, comenzando por el principal de ellos y único imputado: el abogado David Guzmán. Su defensa fue asumida por Fidel Paternoy, quien, después de casi un año al frente de la alcaldía de Zaragoza, volvía a ponerse la toga
.

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