Por unos demonios más (17 page)

Read Por unos demonios más Online

Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Por unos demonios más
11.77Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Ten cuidado —dijo con firmeza—. Llámame si me necesitas.

Me sentí más relajada. Era bueno tener amigos.

—Gracias, lo haré.

Colgué, miré los expresivos ojos de Kisten, que pedían una explicación, y luego salté cuando el teléfono, que tenía en el regazo, vibró. Cogí aire, lo agarré y miré el número. Era el de David. Ahora lo reconocía.

—¿Vas a cogerlo? —preguntó Kisten con las manos todavía en el volante, aunque ya había aparcado.

En la plaza de al lado observé a una chica cerrar de golpe la puerta del monovolumen de su madre. Caminaba moviendo la coleta y hablando sin parar con una amiga mientras se dirigía a clase. Desaparecieron tras las puertas de cristal y la mujer que estaba detrás del volante se secó los ojos y miró por el espejo retrovisor. Kisten se inclinó hacia delante para ponerse en medio y que lo viese. El teléfono volvió a vibrar y una sonrisa amarga se instaló en las comisuras de mis labios mientras lo abría.

No iba a poder asistir a mi clase.

8.

La mano de David tembló casi imperceptiblemente cuando aceptó el vaso de agua del grifo. Se lo puso en la frente durante un rato mientras se calmaba, bebió un sorbo y luego lo dejó sobre la mesita de café de fresno que teníamos delante.

—Gracias —dijo el hombrecillo, y luego apoyó los codos sobre las rodillas y se agarró la cabeza.

Yo le di una palmadita en el hombro y luego me alejé de él en el sofá. Kisten estaba de pie junto a la tele, de espaldas a nosotros, mientras observaba la colección de sables de la guerra civil que David guardaba bajo llave en una vitrina iluminada. Me subió por la nariz el aroma a hombre lobo, cosa que no me desagradaba en absoluto.

David estaba hecho un trapo y yo alternaba mi atención entre el hombre tembloroso vestido con su traje de oficina y su casa de soltero en la ciudad, cosa que era evidente. Era la típica de dos plantas. El complejo en su conjunto tendría de cinco a diez años. Probablemente no habían cambiado nunca la moqueta y me pregunté si David estaría de alquiler o sería propietario.

Estábamos en la sala de estar. A un lado, más allá de la zona ajardinada, estaba el aparcamiento. Al otro, pasando la cocina y el comedor, había un gran patio común, por lo que el resto de los apartamentos estaban lo suficientemente lejos como para garantizar privacidad, aunque solo fuese por la distancia que los separaba. Las paredes eran gruesas, de ahí el silencio, y el estiloso papel de la pared, en tonos marrones y tostados, decía que lo había decorado él mismo.
Es propietario
, decidí al recordar que era perito de Seguros el Hombre Lobo y que le pagaban muy bien por sacarle la verdadera historia a tomadores de póliza reacios que intentaban ocultar la razón por la que su árbol de Navidad había sufrido una combustión espontánea cuyo fuego se había propagado por la sala de estar.

Aunque su apartamento era un remanso de paz, el pobre hombre lobo estaba hecho un guiñapo. David era un misántropo y tenía el poder y el carisma de un alfa, pero sin las responsabilidades que ello conlleva. Técnicamente hablando, yo era su manada, un acuerdo beneficioso para ambos en el papel, que a David le servía para que no le disparasen y que a mí me daba la oportunidad de tener mi seguro a un precio tirado. En eso consistía nuestra relación, aunque yo sabía que me utilizaba para evitar que las mujeres lobo se introdujesen en su vida.

Mi mirada se detuvo en la pequeña y gruesa agenda negra que tenía junto al teléfono.
Al parecer eso no lo ha coartado a la hora de tener citas
. Joder, si hasta necesitaba una tira de goma para poder cerrar aquella cosa.

—¿Mejor? —dije yo, y David levantó la mirada. Sus hermosos y profundos ojos marrones estaban abiertos de par en par invadidos por un miedo lento que no le sentaba nada bien. Tenía un cuerpo hermoso y esbelto que había forjado para correr y que él disfrazaba bajo aquel cómodo traje. Estaba claro que iba de camino a la oficina cuando algo que ocurrió lo puso muy nervioso y me preocupaba que algo pudiese dejarlo en ese estado. David era la persona más estable que conocía.

Sus zapatos brillaban desde debajo de la mesa de café, estaba recién afeitado y no tenía ni un pelo de barba negra que desluciese su piel morena y ligeramente áspera. Una de las veces que me persiguió lo había visto con un abrigo hasta los pies y un sombrero destartalado y parecía Van Helsing. Tenía un exquisito pelo negro, era largo y ondulado y sus gruesas cejas combinaban a la perfección. Tenía casi la misma confianza en sí mismo que el personaje de ficción, pero ahora mismo estaba preocupado y distraído.

—No —dijo él con una voz baja y penetrante—. Creo que estoy matando a mis novias.

Kisten se giró y yo levanté una mano para evitar que el vampiro dijese algo estúpido. Si David era algo, era sensato, y como perito de seguros era rápido, espabilado y difícil de sorprender. Si creía que estaba matando a sus novias tenía que haber alguna razón para ello.

—Te escucho —dije a su lado, y David inspiró lentamente, obligándose a sí mismo a sentarse recto en el borde del sofá.

—Estaba intentando conseguir una cita para este fin de semana —comenzó a decir, mirando a Kisten.

—¿Para la luna llena? —lo interrumpió Kisten, y consiguió ganarse tanto mi cabreo como el de David.

—La luna llena no es hasta el lunes —dijo el hombre lobo—. No soy uno de esos hombres lobo universitarios hasta las orejas de veneno que destrozan tu bar. Tengo tanto control sobre mí mismo con luna llena como tú.

Evidentemente, había puesto el dedo en la llaga. Kisten levantó una mano para tranquilizarlo y dijo:

—Lo siento.

La tensión que había en la sala se relajó y los ojos atormentados de David se dirigieron a la agenda que estaba junto al teléfono.

—Anoche me llamó Serena y me preguntó si tenía gripe. —Levantó los ojos para mirarme y luego apartó la vista—. Me pareció raro, ya que estamos en verano, pero entonces llamé a Kally para ver si estaba libre y ella me preguntó lo mismo.

Kisten se rio entre dientes y dijo:

—¿Quedaste con dos mujeres en un mismo fin de semana?

David arrugó la frente.

—No, con una semana de diferencia. Así que, al ver que no sabía nada de ellas desde hacía casi un mes, llamé a otras mujeres.

—Estás muy solicitado, señor Peabody.

—Kisten —murmuré yo. No me gustó la referencia a la vieja serie de dibujos animados—. Déjalo. —El gato de David me estaba mirando desde lo alto de la escalera. Ni siquiera intenté persuadirlo para que bajase. Estaba abatida.

A David no le amedrentaba en absoluto el vampiro vivo. No aquí, en su propio apartamento.

—Sí —dijo con tono beligerante—, así es, la verdad. ¿Quieres esperar en el porche?

Kisten levantó una mano con un gesto que quería decir «No importa», pero a mí no me costaba creer que al atractivo hombre lobo de treinta y tantos lo llamasen mujeres para salir. David y yo estábamos cómodos con nuestra relación puramente empresarial, aunque me molestaba un poco que tuviese problemas con el tema de las diferentes especies. Pero mientras me respetase como persona, estaba dispuesta a dejar que se perdiese a una buena parte de la población femenina. Peor para él.

—Aparte de Serena y Kally no pude hablar con ninguna. —Miró su agenda negra como si estuviese poseída—. Con ninguna de ellas.

—¿Entonces crees que están muertas? —le pregunté, sin ver motivo para ese razonamiento.

David tenía una mirada angustiada.

—He tenido unos sueños muy extraños con ellas —dijo—. Con mis amigas, quiero decir. Me despierto en mi propia cama limpio y descansado, no cubierto de barro y desnudo en el parque, así que nunca les di demasiada importancia, pero ahora…

Kisten se rio y yo empecé a desear haberlo dejado en el coche.

—Te están evitando, hombre lobo —dijo el vampiro, y David se puso recto en un arranque de ira.

—Han desaparecido —murmuró él.

Yo observaba con recelo, consciente de que Kisten era demasiado espabilado como para presionarlo demasiado, pero ahora mismo David era imprevisible.

—O no contestan al teléfono, o sus compañeras de piso no saben dónde están. —Me miró atormentado—. Esas son las que me preocupan. Con las que no pude contactar.

—Seis mujeres —dijo Kisten, que ahora estaba de pie junto al ventanal que daba a un pequeño patio.

—Eso no es malo. Probablemente la mitad de ellas se hayan mudado.

—¿En un mes y medio? —dijo David con acritud. Entonces, como incitado por aquella afirmación, fue a la cocina con paso rápido y nervioso.

Yo levanté las cejas. ¿
David ha quedado con seis mujeres en seis semanas
? Los hombres lobo no eran más cachondos que el resto de la población pero, al recordar su renuencia a establecerse y crear una manada, decidí que probablemente el problema no era que no pudiese aguantar con una novia, sino que prefería explorar el terreno. Explorar el terreno a nivel profesional.
Caray, David
.

—Están desaparecidas —dijo de pie desde la cocina, como si hubiese olvidado por qué estábamos allí—. Creo… creo que me desmayo y las mato.

Al oír su voz se me hizo un nudo en el estómago. Era verdad que creía que estaba matando a esas mujeres.

—Venga —dijo Kisten—. Alguna averiguó que juegas con ellas y llamó al resto. Te han pillado, señor Peabody —dijo riéndose—. Es hora de empezar otra agenda negra.

David parecía sentirse insultado y me pareció que Kisten estaba siendo especialmente insensible. Quizá estuviese celoso.

—¿Sabes una cosa? —dije dándome la vuelta para mirar a Kisten—. Tienes que cerrar el pico.

—Eh, lo único que estoy diciendo…

David tuvo un espasmo, como si recordase por qué había ido a la cocina. Abrió una lata de comida para gato y la echó en un plato antes de dejarlo en el suelo.

—Rachel, ¿te negarías a hablar con un hombre con el que te has acostado aunque estuvieses enfadada con él?

Yo arqueé las cejas. ¿No solo había salido con seis mujeres en seis semanas, sino que también se había acostado con ellas?

—Pues… —dije yo tartamudeando—. No. Por lo menos me gustaría decirle lo que pienso.

Con la cabeza baja, David asintió.

—Están desaparecidas —dijo él—. Las estoy matando. Lo sé.

—David —protesté yo al ver un aire de preocupación en la cara de Kisten—. Los hombres lobo no perdéis la memoria y andáis por ahí matando gente. Si lo hicieseis habríais sido perseguidos hasta la extinción hace cientos de años por el resto del inframundo. Tiene que haber otra razón para que no te hablen.

—Porque las he matado —susurró David, encorvado sobre la barra.

Miré el reloj de pared. Eran las dos y cuarto. Me había perdido la clase.

—Eso no tiene lógica —dije mientras me sentaba en un taburete alto—. ¿Quieres que envíe a Ivy a rastrearlas? Se le da bien encontrar gente.

Él asintió. Parecía aliviado. Si le daban tiempo, Ivy era capaz de encontrar a cualquiera. Desde que había dejado la SI había estado recuperando vampiros y humanos secuestrados por casas de sangre ilegales y exnovios celosos. Hacía que mis rescates de familiares resultasen insípidos, pero cada una tenía su talento.

Dejé de mover el taburete de un lado a otro. Ya que estaba allí tendría que ver si podía llevarme a casa el foco. Cualquiera que se preocupase de buscarlo sabría que yo pertenecía a la manada de David. David era un objetivo difícil, por ser un solitario y estar entrenado para reaccionar ante la violencia. Sin embargo, cualquiera con quien trabajase…

—Oh, mierda —dije, y luego me tapé la boca con la mano al darme cuenta de que lo había dicho en voz alta. Kisten y David me miraron—. David, ¿les hablaste a tus citas del foco?

Su confusión se convirtió en enfado.

—No —dijo con contundencia.

Kisten le lanzó una mirada fulminante al hombre más pequeño.

—¿Quieres decir que te has tirado a seis mujeres en seis semanas y no les llegaste a enseñar el foco para impresionarlas?

David apretó la mandíbula.

—No necesito atraer con engaños a las mujeres a mi cama. Les pregunto si les apetece y, si quieren, vienen. De todas formas, mostrárselo no las habría impresionado. Son humanas.

Saqué los codos de la barra con la cara enrojecida de indignación.

—¿Sales con humanas? ¿No sales con una bruja porque no crees en la mezcla de especies pero andas acostándote con humanas? ¡Serás hipócrita, cabrón!

David me suplicó con la mirada.

—Si saliese con una mujer lobo querría ser parte de mi manada. Ya hemos hablado sobre esto antes. Y dado que los hombres lobo originariamente proceden de los humanos…

Yo entrecerré los ojos.

—Sí, ya lo pillo —dije, aunque no me gustaba. Los hombres lobo procedían de los humanos al igual que los vampiros pero, a diferencia de convertirse en un vampiro, la única forma de ser un hombre lobo era nacer como tal.
Normalmente
.

Mis pensamientos retrocedieron a la mañana anterior, cuando me despertó un demonio que estaba destrozando mi iglesia en busca del foco.
Mieeerda
, pensé al recordar esta vez que tenía que mantener la boca cerrada. Novias desaparecidas. Tres cuerpos sin identificar en la morgue: atléticas, profesionales y todas con un aspecto similar. Habían entrado como mujeres lobo, pero si había ocurrido lo que yo pensaba que había ocurrido, no estarían en la base de datos de hombres lobo, sino en la de humanos. Suicidas de la luna llena del mes pasado.

—David, lo siento muchísimo —susurré, y ambos me miraron.

—¿Qué? —dijo David, cauteloso, no angustiado.

Yo lo miré con impotencia.

—No fue culpa tuya. Fue culpa mía. No debería habértelo dado. No sabía que bastaría con que estuviese en tu poder. De haberlo sabido, nunca te lo habría dado. —Él me miró perplejo y, sintiendo náuseas, añadí—: Creo que sé dónde están tus novias. Es culpa mía, no tuya.

David sacudió la cabeza.

—¿Darme el qué?

—El foco —dije, arrugando la cara de pena—. Creo… que ha convertido a tus novias.

Se puso blanco como el papel y colocó una mano sobre la encimera.

—¿Dónde están? —dijo respirando.

Me costaba tragar saliva.

—En la morgue municipal.

9.

Dos visitas a la morgue en dos días
, pensé, esperando que no se convirtiese en un patrón repetitivo. Mis zapatillas de jardinería no hacían ruido sobre el cemento; los p pasos de David, que iba a mi lado pero un poco más atrás que yo, eran fuertes y expresaban abatimiento. Kisten iba detrás de mí y el evidente malestar del vampiro habría sido divertido si no hubiésemos ido en tropel a identificar a tres mujeres lobo cuya identidad todavía era desconocida.

Other books

Heart Murmurs by Suleikha Snyder
The Masked Monkey by Franklin W. Dixon
Positive/Negativity by D.D. Lorenzo
Les Blancs by Lorraine Hansberry
Cowboy Take Me Away by Soraya Lane
Sweet Peril by Wendy Higgins
Step Scandal - Part 3 by St. James, Rossi
How We Die by Sherwin B Nuland