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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por unos demonios más (12 page)

BOOK: Por unos demonios más
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Se me aceleró el pulso y aminoré el paso. Quizá debería escuchar aquello.

Al ver mi respuesta, Skimmer pareció relajarse y sus ligeros hombros soltaron un poco de tensión.

—Conectamos bastante bien —dijo, mientras se le dilataban las pupilas de los ojos—. Ella estaba lejos de su señor y de sus padres, y tenía experiencia en técnicas de señor de los vampiros a cuestas. Yo estaba buscando problemas. Dios mío, fue fantástico, pero ella me hizo sentar la cabeza por miedo y yo le di algo en que creer. —Skimmer me miró fijamente y añadió—: Era hetero hasta que me conoció. Aparte de algunas tendencias latentes. Me llevó dos semestres convencerla de que nos podía amar a mí y a Kisten sin traicionarlo a él.

Con cada paso que daba, aunque ligeramente, sentía una profunda sacudida. ¿
Y aquello era algo bueno
? Ahora caminábamos más despacio y a mí se me estaba pasando el enfado. Skimmer era la primera de la clase y yo sabía que cualquier cosa que dijese estaría enfocada a asustarme. Me daba igual. No me asustaría más de lo que lo había hecho Ivy.

—Era un colegio privado —dijo Skimmer—. Todo el mundo vivía en el campus. Se esperaba que, como compañeras de cuarto, Ivy y yo compartiésemos sangre por comodidad, pero tampoco insistían en ello. Que acabásemos siendo amantes solo significaba… que así éramos. Yo necesitaba que ella me equilibrase y ella me necesitaba para sentirse bien después de la putada que le había hecho Piscary.

La ira que transmitía su voz era sorprendentemente fuerte.

—No te cae bien, ¿no? —dije yo.

Skimmer tiró del asa del bolso mientras caminaba.

—Lo odio. Pero haré todo lo que me pida si eso significa que me puedo quedar con Ivy. —Nuestros ojos se encontraron y la luz de una farola cercana se reflejó en los suyos—. Voy a conseguir sacarlo de allí para poder estar con Ivy. Si después de eso te mata, no es problema mío.

La amenaza era evidente, pero seguimos caminando y sus pasos seguían los míos de manera contundente. Por eso era agradable conmigo. ¿Por qué arriesgarse a caerle mal a Ivy si Piscary se iba a ocupar de todo?

Yo temblaba por dentro, pero Skimmer todavía no había terminado. Sus hermosas facciones se arrugaron con la agitación que sentía en su interior mientras añadía con amargura:

—Ella te quiere. Sé que me está utilizando para intentar ponerte celosa. No me importa. —Sonrojada, se le dilataron los ojos—. Quiere compartirlo todo contigo y tú pasas de ella. ¿Por qué vives con ella si no quieres que te toque?

De repente, todo aquello tenía sentido.

—Skimmer, te estás equivocando —dije suavemente. La noche estaba en silencio a excepción del ruido del tráfico de una calle cercana—. Yo sí quiero establecer un equilibrio de sangre con Ivy. Es ella la que pone obstáculos, no yo.

Sus botas blancas hicieron ruido contra el suelo al detenerse de repente y yo también me paré. Skimmer me miró.

—Ella siempre mezcla el sexo con su sangre —dijo—. Lo utiliza para mantener el control. Tú no quieres hacer eso. Me lo dijo Ivy.

—No me voy a acostar con ella, es verdad. Pero eso no significa… —Entonces dudé. ¿
Por qué le estoy contando esto
?

El rostro pálido de Skimmer mostraba una estupefacción evidente. Su rostro mostró un repentino alivio al pasar junto a nosotras un coche. Sus luces la devolvieron a la realidad y dejaron la noche más Escura de lo que estaba al alejarse.

—Tú la quieres —dijo Skimmer tartamudeando.

Mi rostro se encendió. De acuerdo, quería a Ivy, pero eso no significaba que quisiera acostarme con ella.

Skimmer se encorvó y hasta se puso fea.

—Aléjate de mí —siseó.

—Ivy es la que toma las decisiones en esto, no yo —dije rápidamente.

—¡Es mía! —gritó Skimmer, lanzándose contra mí.

Me moví por instinto, sin miedo, la bloqueé y avancé un paso para darle una patada lateral en el estómago. Ella era bailarina, no una experta en artes marciales, y el golpe la alcanzó. No fue demasiado, pero la vampiresa acabó sentada sobre la acera húmeda con los ojos llorosos mientras recuperaba el aliento.

—Dios mío —me disculpé, acercándome para ayudarla a ponerse de pie—. Lo siento muchísimo.

Skimmer me agarró y tiró de mí, haciéndome perder el equilibrio. Yo grité y caí rodando por la hierba húmeda y me empapé. La vampiresa viva se levantó antes que yo, pero estaba llorando y por su rostro caían lágrimas silenciosas.

—¡Aléjate de ella! —gritó—. ¡Es mía!

Oímos el ladrido cercano de un perro. Asustada, le di un tirón a la camisa para enderezarla.

—No es de nadie —dije. No me importaba si me escuchaban los vecinos—. No me importa si os acostáis juntas, si compartís sangre o lo que sea, ¡pero no me voy a marchar!

—¡Eres una puta egoísta! —dijo hecha una furia, y yo retrocedí al tiempo que ella avanzaba—. Quedarse sin dejar que te toque es muy cruel. ¿Por qué vives con ella si no quieres que te toque?

Las casas cercanas abrieron las cortinas y yo empecé a preocuparme por si alguien llamaba a la SI.

—Porque soy amiga suya —dije, empezando a cabrearme—. Solo está asustada, ¿vale? Y una amiga no se marcha cuando otra amiga está asustada. Estoy dispuesta a esperar hasta que deje de estarlo. Dios sabe que me esperó. Me necesita, y yo la necesito a ella… así que, ¡abandona la causa!

Skimmer se detuvo y se estiró. Parecía poseída, tranquila y cabreada.

—Le dejaste probar tu sangre. ¿Qué hiciste para asustarla?

Me había mojado al caer sobre la hierba y levanté la vista de mis piernas húmedas.

—Confiaba tanto en ella que habría dejado que me matase si Jenks no la hubiese parado.

Skimmer se puso todavía más blanca.

—Skimmer, lo siento —dije haciendo gestos, desesperada—. Yo no planeé esto.

—Pero te acuestas con Kisten —protestó ella—. Noto su olor en ti.

Aquello era realmente vergonzoso.

—Tú fuiste la que le enseñó a Ivy que podía amar a dos personas a la vez, no yo.

Con un movimiento abrupto, Skimmer dio media vuelta y volvió por el camino por el que habíamos venido. Su pelo rubio ondeaba al viento y sus pasos eran firmes.

En realidad, que yo estuviese acostándome con Kisten mientras quería que Ivy me mordiese era algo que me remordía la conciencia. Pero imaginé que entre el miedo de Ivy y la mentalidad vampírica, en la que la norma era tener varios compañeros de cama y de sangre, podría enfrentarme al problema cuando se convirtiese en un problema. Amaba a Kisten y quería que Ivy me mordiese. Tenía sentido si no lo pensaba demasiado.

Deprimida, me colgué al hombro el bolso y la bolsa de tela de Ivy.

—Si vuelves a atacarme te voy a romper el puto brazo —farfullé mientras la seguía, a sabiendas de que podía oírme. No sabía dónde estábamos, pero ahora me apetecía tanto un helado como comer un perrito caliente en la nieve. Quizá el encuentro era inevitable. Podría haber sido peor. Nos podría haber oído Ivy.

—¿Estás bien? —le pregunté cuando la alcancé junto a los escalones de la iglesia. La luz del santuario formaba franjas amarillas en el hormigón húmedo.

Ella me miró de reojo y se echó la mano a la barriga. Su expresión era una mezcla de desconfianza hosca y de ira.

—Amo a Ivy y haré lo que haga falta para protegerla. ¿Me entiendes?

Yo entrecerré los ojos al ver que quería decir que yo era una amenaza para Ivy.

—Yo no la estoy poniendo en peligro.

—Sí lo estás haciendo. —La estrecha 'barbilla de la mujer se levantó cuando subió un escalón—. Si te mata por error porque la incitas a hacer algo, nunca se lo perdonará. La conozco. Acabará con todo para escapar del dolor. Quiero a Ivy y no voy a dejar que se mate.

—Yo tampoco —dije con tono hostil.

De repente la cara de Skimmer perdió toda expresión. Aquello me asustó. Un vampiro en silencio era un vampiro maquinando.

Abrió la puerta y entró delante de mí. Genial. Creo que acabo de entrar en la lista negra de Skimmer.

Mientras me apoyaba en la pared y me quitaba las sandalias, Skimmer murmuró algo sobre el baño. Se limpió los pies, entró en el baño de Ivy haciendo muchísimo ruido y cerró la puerta de un portazo. Yo seguí el aroma a pan caliente hasta la cocina. Mis pasos eran silenciosos ya que iba descalza. Me encontré a Ivy sentada al ordenador comprando música.

—¿Qué sabor habéis comprado? —preguntó.

—Ah, es que empezó a llover —improvisé— y decidimos que no valía la pena ir hasta allí. —En realidad no era mentira, sino que lo estaba viendo desde un punto de vista más general.

Ivy asintió sin quitar los ojos de la pantalla. Me esperaba algún tipo de reacción, pero luego me di cuenta de que tenía las botas mojadas y me dio un bajón. Mierda, lo había visto todo.

Tomé aire para explicárselo, pero sus ojos marrones se posaron sobre los míos y me hicieron detenerme. Entonces entró Skimmer con e1 móvil en la mano.

—Eh, me han llamado de la oficina —dijo. Para ella mentir parecía algo tan natural como respirar—. Quieren que vuelva antes, así que voy a tener que dejaros. Vosotras seguid y comed. Lo dejamos para otra ocasión.

Ivy se puso recta en la silla.

—¿Vas hacia Cincy? —preguntó y, cuando Skimmer asintió, Ivy se levantó y se estiró—. ¿Te importa llevarme? Mi misión es allí. —Luego me miró y me preguntó—: No te importa, ¿verdad, Rachel?

¿Acaso podía decir algo?

—Vete —le dije, mientras me acercaba a la cocina y revolvía la pasta, ya fría. Mis ojos se dirigieron a la botella de vino blanco abierta—. Le daré un toque a Ceri. Quizá venga antes.

Diez a uno a que ambas iban a ver a Piscary. Entonces, ¿por qué no lo decían sin más?

—Te veré más tarde, Rachel —dijo Skimmer apretando los dientes, luego se dirigió a la puerta principal haciendo ruido con las botas.

Ivy cogió el bolso al otro lado de la mesa. Yo le miré las botas y, cuando volví a levantar la mirada, vi un atisbo de culpabilidad.

—No lo haré —dijo ella—. Si te muerdo fastidiaré todo lo que tenemos.

Yo me encogí de hombros, pensando que tenía razón, pero solo si nos comportábamos como estúpidas. Si había estado escuchando, entonces también sabía que yo estaba dispuesta a esperar. Además, pensar que podía satisfacer toda su sed de sangre era una locura. Yo ni siquiera quería intentarlo. Lo único que quería era demostrarle que la aceptaba tal y como era. Solo tendría que esperar a que estuviese preparada para creérselo.

—Será mejor que te vayas —dije. No quería que estuviese allí cuando apareciese Minias.

Ivy dudó en el umbral de la puerta.

—Lo de la comida fue una buena idea.

Yo me encogí de hombros sin levantar la vista y, tras dudar durante un instante, se marchó. Mis ojos siguieron sus huellas mojadas y fruncí el ceño al oír decir a Ivy a la defensiva:

—Te lo dije. Tienes suerte de que solo te diese con el pie.

Cansada, me senté en mi silla. El aroma a pasta cocida, a aliño de vinagre y a pan tostado impregnaba el aire. Sabía que Ivy no iba a marcharse de la iglesia. Eso significaba que la única forma de que Skimmer tuviese a Ivy solo para ella era que yo estuviese muerta.

Qué bonito.

6.

Se me cayó la salsa de la cuchara cuando oí abrirse la puerta principal y luego la voz de Ceri, suave e inmersa en una conversación. Jenks había llegado justo cuando se marcharon Ivy y Skimmer y había ido a buscarla. A Jenks no le gustaba la vampiresa rubia y delgada y se había esfumado. Ya se había puesto el sol y era hora de llamar a Minias. No me gustaba la idea de patear a demonios dormidos, pero necesitaba reducir la confusión de mi vida e invocarlo era la forma más fácil de hacerlo.

Maldita sea
, ¿
qué estoy haciendo invocando a un demonio
?
Y
¿
qué tipo de vida tengo si hacerlo está en lo más alto de mi lista de cosas pendientes
?

Ceri caminaba despacio por el pasillo y, al darme la vuelta, la vi sonriendo mientras su agradable risa por algo que dijo Jenks invadió la cocina. Tenía puesto un vestido veraniego de lino en tres tonos de violeta y un lazo a juego sujetando su largo y casi transparente cabello por encima del cuello para combatir el húmedo calor. Llevaba a Jenks en el hombro, quien actuaba como si aquel fuese su lugar, y llevaba en los brazos a Rex, la gata de Jenks. La minina naranja estaba ronroneando. Tenía los ojos cerrados y las patas mojadas por la lluvia.

—Hola Rachel —dijo la mujer con aspecto joven. Su voz transmitía la relajación tranquila de una noche de verano húmeda—. Jenks dijo que necesitabas compañía. Mmm, ¿eso es pan con especias?

—Ivy y Skimmer iban a comer conmigo —dije mientras me giraba para coger dos copas—. Ah —dije, yéndome por la tangente, de repente avergonzada y preguntándome si nos habría escuchado a mí y a Skimmer… hablando—, pero al final no se han quedado y tengo una montaña de comida y solo estoy yo para comerla.

Los ojos verdes de Ceri se entrecerraran en un gesto de preocupación, y aquello me decía que sí nos había escuchado.

—¿Nada grave?

Yo sacudí la cabeza y pensé que se podría convertir en algo grave rápidamente si Skimmer se lo proponía.

En ese momento el pequeño elfo sonrió y fue pavoneándose hacia el armario para buscar dos platos como si estuviese en su cocina.

—Me encantaría comer contigo. Keasley sería feliz comiendo bocadillos de pescado todas las noches pero, sinceramente, ese hombre no reconocería una buena comida aunque se la metiese en la boca y la masticase por él.

Aquella charla sobre nada en especial me puso de mejor humor. Me relajé y preparé dos platos de pasta con salsa bechamel mientras Ceri se hacía té con la hoja especial que guardaba aquí. Jenks permaneció sobre su hombro todo el rato. Al verlos juntos, recordé cuánto cariño le había tomado Jih, su hija mayor, a Ceri. No pude evitar preguntarme si los elfos y los pixies tenían una historia de coexistencia. Siempre había pensado que era extraño que Trent llegase tan lejos para mantener a los pixies y a las hadas alejados de su entorno más cercano. Se comportaba casi como un adicto que elimina el origen de la tentación. Aunque más bien que mi primera suposición, puede que simplemente tuviera miedo a que, literalmente, pudiesen descubrir por el olfato que era un elfo.

Seguí a Ceri con la copa de vino y el plato al santuario tras haber recuperado la calma, para aprovechar aquel espacio más fresco. Su té ya estaba en la mesita del café, situada entre el sofá de ante y el par de sofás a juego que había en la esquina. No sabía cómo podía beberse aquello cuando estaba tan caliente pero al verla con su ligero vestido tuve que admitir que parecía más fresca que yo con mis pantalones cortos y mi camiseta, aunque yo enseñase más piel. Debe ser cosa de elfos. El frío tampoco parecía molestarle. Estaba empezando a pensar que era tremendamente injusto.

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