Taibhse (Aparición) (21 page)

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Authors: Carolina Lozano

Tags: #Infantil y juvenil, #Terror, #Romántico

BOOK: Taibhse (Aparición)
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—Aithne te ha notado un poco extraña últimamente.

—Será el cansancio —se defiende Liadan—. Y de hecho creo que por hoy, como no va a venir nadie, cerraré antes la biblioteca.

—Bien, en ese caso te esperaré. Así vamos juntos al Red Doors, Aith me ha dicho que la acompañarías esta noche a vernos tocar.

—Eh..., bueno —Liadan se ha puesto nerviosa de repente, disimula muy mal—. Pero mejor vuelve a buscarme de aquí a una hora, tengo que recoger y te aburrirías esperando.

—Está bien —acepta su amigo—. En una hora. Por cierto, Liadan. Quería que supieras que he estado investigando y no hay ningún Alar que estudie en mi universidad. Ninguno.

—Ah —dice Liadan completamente descolocada—. Ya..., ya lo sé. Se lo inventó —sonríe—. En verdad ya no estudia pero investiga por su cuenta. Es un poco friki, por eso mintió.

El joven suspira.

—Liadan, ¿estás segura de que no quieres venir con nosotros a Inverness estas Navidades? Nos vamos mañana al anochecer. Lo pasarías bien y estarías acompañada. No tienes por qué quedarte aquí porque tu tutora en Barcelona no pueda atenderte.

—No, de veras. Tengo mucho que estudiar y, además, Alar me ha prometido venir algunas tardes a hacerme compañía a la biblioteca. Y Malcom y Agnes estarán contentos de que me quede con ellos.

—Ya —dice su amigo, con una mezcla de angustia y pena; está claro que la quiere, y le preocupa—. Te veo en una hora, Liadan.

—Sí, hasta luego —dice ella acompañándolo hasta la puerta.

—Y Liadan —añade el joven antes de irse—, de todas formas no te acerques al lago. ¿Vale?

—Descuida —dice ella.

Cuando cierra la puerta, yo ya estoy nervioso esperando su reacción. Sé que tener un aspecto tenebroso por culpa de mis sentimientos, pero igualmente me mira fijamente. Espero que esté pensando lo mismo que yo: que sus amigos empiezan a recelar de su cordura.

Capítulo 21
Liadan

A
lar vuelve a ser un extraño ser con borrones en vez de ojos, pero esta vez me alegro. Ya puede sentirse abochornado, después de esto. Sé que no tengo mucho tiempo, así que antes de que pueda reaccionar me acerco a la mesa para coger mi abrigo.

—¿A dónde vas?

Vaya, le he despertado de su extraño letargo. Me apresuro a volver hacia la puerta.

—¡Al lago! —le espeto sin girarme—. A decirle cuatro cosas a Caitlin. ¡Qué narices! Intengó ahogar a Keir.

Se interpone rápidamente entre la puerta y yo, y me hace retroceder sujetándome suave pero tenazmente de los hombros. Tengo que reconocer que me encanta su tacto, pero esta vez hubiese preferido poder traspasarlo. Sus ojos empiezan a ser visibles otra vez. Me estremezco al verlos tan cerca, son los ojos más bonitos que he visto nunca y los que quiero seguir viendo para siempre. Parece decepcionado, como si esperara otra reacción.

—Déjala, Liadan —me susurra.

—¿Que la deje? Se comportó como una obsesa. Como el loco ése de Greyfriars.

Me doy cuenta de que he metido la pata y de que Alar está percatándose de ello, pero no quiero que me desvíe del tema. No me conviene que se centre en lo de Greyfriars. Aprovecho para revolverme e intentar huir de su cálida presa.

—Liadan, hablaremos de eso luego —me advierte—. Pero no la tomes con Caitlin.

—¡Trató de ahogarlo!

—Es que le parecía guapo —argumenta Alar alzándose de hombros.

Pero bueno, ¿qué clase de excusa es ésa? Y lo dice tan tranquilo, como si Caitlin no fuese culpable de un intento de asesinato. A pesar de todo trataré de ser razonable, igual que él.

—Pero tú también me encuentras guapa —digo con mi tono más conciliador—, y no por eso se te ha pasado por la cabeza matarme, ¿no?

Pasan bastantes segundos de silencio absoluto, y entonces empiezo a ser consciente de que Alar no va a responderme. Y el que calla otorga. Dejo de revolverme entre sus brazos y nos quedamos así, mirándonos uno muy cerca del otro. No sé ni siquiera si tengo la boca abierta, como dicen que nos quedamos todos cuando nos abruma la sorpresa.

—¿No? —repito.

—Bueno, ya sabes cómo somos, Liadan.

Y ésa es toda la explicación que me da. Supongo que es mejor que no se explaye en sus tenebrosas emociones de muerto compulsivo.

—En fin, supongo que podría tomármelo como un halago —digo.

Parece más triste de lo que le he visto nunca, y mi enfado e incluso mi miedo se disipan con rapidez. Me parece mucho más importante saber por qué Alar ha ido languideciendo cada vez más desde que nos conocemos. Además, no es broma, supongo que sí podría tomarme como un halago el hecho de que le tiente matarme. Supongo que es porque quiere mantenerme a su lado, tanto como yo a él. Me gustaría ahondar más en ese tema, pero cada vez se muestra más esquivo y no creo que en verdad vaya a hacerme nada.

—Está bien, hablaremos de eso también en otro momento. Déjame ir a ver a Caitlin —le digo, pero no me suelta los hombros—. Te prometo que no le echaré la bronca.

Se me queda mirando fijamente unos segundos todavía.

—Está bien —acepta, y se aparta de mi camino—. Esperaré aquí.

—Bien.

Bajo corriendo. Espero poder estar de vuelta para despedirme antes de que Keir vuelva.

—¡Liadan! —exclama Caitlin cuando me ve.

Pese a lo que le he dicho a Alar pensaba echarle una buena bronca, pero su expresión iluminada al verme vuelve a echarme para atrás. Pobrecilla, está muy sola. Me siento a su lado, tratando de sacar el tema de una forma suave. Pero no me sale.

—¿Por qué trataste de hundir a Keir en el lago?

Sabe perfectamente de quién hablo sin necesidad de más explicación. El rostro de Caitlin se ensombrece y de pronto da miedo. Aunque lo que siente es vergüenza, creo, porque se retuerce las manos sobre el regazo húmedo del vestido decimonónico.

—Era guapo —repite. Menuda excusa—. Bajaba muchas veces al lago y yo no me cansaba de mirarlo. Sé lo que significan los cursos y los exámenes —me dice con orgullo—. Sabía que se iría para no volver. Y de pronto...no sé. Quise quedármelo. Estoy sola, y nunca lo volveré a ver. Aunque ahora tengo a Jonathan, mi valiente soldado...

Caitlin se calla, sumida en sus pensamientos, y yo me pregunto quién es ese Jonathan. Quizás el tipo uniformado del Bruntsfield Park, me pareció oírselo decir a Alar.

—Por eso está tan triste Alar, ¿sabes? —me dice Caitlin de pronto, sacando el tema más espinoso por mí—. Tú te irás al acabar el curso y él no podrá acompañarte. Por eso no quiere cogerte más cariño, porque entonces le costará dejarte ir. Aunque ya le va a costar mucho. Y le da miedo llegar a hacerte daño, a veces no nos controlamos... ¡Tranquila! —Me dice al ver la expresión de mi cara—. Alar no es como yo, no va a tratar de matarte.

—¿Qué quieres decir con eso de que no volveremos a vernos? —le pregunto asustada.

—No me puedo creer que te tenga que explicar esto yo a ti —musita—. Liadan, querida queridísima mía, recapacita. ¿Por qué crees que Alar nunca te ha acompañado fuera del castillo? ¿Por qué crees que nos enfadamos tanto cuando lo enjaulaste durante la Noche de Brujas? Él no podrá salir nunca del castillo, salvo la Noche de Brujas, y cuando acabes los estudios, tú no volverás aquí.

Lo primero que me viene a la mente es que soy tonta. Dios mío, ¿cómo no me he dado cuenta antes? Supongo que porque no he querido. Alar es la primera persona con la que tengo una afinidad semejante, y simplemente no quiero que se acabe, hasta el punto de negarme a mí misma la realidad. El dolor que me sobreviene en el pecho es desgarrador, intenso como no lo había sentido nunca. No puede ser verdad, no quiero separarme de Alar para siempre. Siento que me escuecen los ojos, y parpadeo para retener las lágrimas.

Caitlin me mira, tratando de apoyar una mano comprensiva en mi pierna. La atraviesa, claro, y siento extenderse una película de humedad sobre el pantalón mientras trato de encontrar una solución que me permita permanecer junto a Alar. Repetir curso tan sólo me daría un año más. Podría estudiar Historia y dedicar mi tesis a los archivos del instituto, de forma que tendría que venir a estudiar aquí. ¿Pero y luego qué? Le podría pedir a Malcom un puesto de profesora. Pero y luego qué otra vez... Jamás podría verle fuera de mi horario de trabajo. No, tiene que ser algo más duradero, algo que me permita estar junto a él sin preocuparme más de mentir, de no hablarle cuando haya gente delante, de separarme de él las noches y los fines de semana, de envejecer...

Y lo único que se me ocurre es la muerte.

Capítulo 22
Caitlin

A
lastair no va a estar contento después de la charla que he tenido con Liadan, pero qué podía hacer yo, pobre de mí. Tarde o temprano ella iba a darse cuenta igualmente, y sé que estaba preocupada por el decaimiento de Alar aunque no quisiera decírmelo. Se merecía saber la verdad, al fin y al cabo ella también tiene vela en este entierro. Tiene gracia.

Me levanto del borde del lago y paseo un pie por su superficie. Aunque intente recordar cómo me hundí, qué sensación debí sentir, nunca lo consigo. Supongo que en el fondo es mejor para mí. El lago es mi hogar, mi vínculo, y le tengo cariño. No me gustaría verlo como un enemigo, como mi asesino.

Intento imaginarme cómo sería haber hundido a Liadan en él cuando me lo ha pedido. No es el tipo de compañera que escogería para compartir mi hogar, y así se lo he dicho. Me asombra cómo he podido comportarme como una institutriz con ella, cómo le he explicado cosas que antes ni siquiera se me habrían pasado por la cabeza. El guía es Alastair, siempre ha sido él, y yo sólo era la doncella asustada. Pero por una vez, había alguien más perdido que yo. Y me he sentido fuerte y experimentada. Ha sido una gran sensación.

Preocupada, espero que Liadan haya entendido al final que su muerte no es una solución. Nadie puede garantizar que su espíritu permanecerá en el lago, como yo, si la hundo en él. Quizás quedaría atada al fondo, o a mí, o a su amiga, al conserje, o incluso a su casa de Barcelona. O quizás simplemente sería una de esas que no sabe ni dónde está. Para cada uno de nosotros es diferente, e imprevisible. No es algo que se pueda controlar.

Pero lo más seguro es que muriera en paz. De toda la gente que muere, es muy poca la que permanece aquí, la que deja atrás su cuerpo y, como teorizan ella y Alastair, sobreviven gracias a la energía liberada de su mente. Si ella muriera, Alar no lo soportaría.

Me duele haberla visto llorar, y no haber podido abrazarla. Ahora cuando vuelvo a pensarlo se me saltan las lágrimas. Le quiere. El vínculo que los ha unido es más fuerte de lo que ninguno de los dos quiere reconocer. Alar ha encontrado a una compañera y Liadan, que estaba sola aun conviviendo con los vivos, ha encontrado a alguien que la comprende. Es normal que no se quieran separar. Y eso me da escalofríos. Dios santo, es una de ellos.

Pero la aprecio, y sufro porque no he podido confortarla. Se ha levantado corriendo, estoy segura de que de vuelta a la biblioteca, pero no ha llegado más allá de la vereda que lleva a las verjas. Alguien ha acudido a su encuentro, aunque estaba tan lejos que no he podido ver quién era. Y se la ha llevado de la mano fuera del castillo.

—Liadan se ha tenido que ir —le explico a Alar cuando acude a mi encuentro.

Tampoco él parece muy contento. Seguro que nos ha visto por la ventana y se habrá dado cuenta de la repentina turbación de Liadan.

—Lo sé —me contesta—. Un amigo suyo ha venido a buscarla, pero ya la veré mañana.

—Sí —le contesto y me pongo nerviosa, porque sé que me nota rara.

—¿Qué le pasaba a Liadan? —me pregunta muy serio.

Sé que tengo que explicárselo, pero me da pavor hacerlo sufrir sin remedio. Alar nunca ha padecido su encierro como yo, desde que lo conozco ha aceptado con estoicismo su cautiverio. Pero si se lo cuento, perderá esa paz que siempre le he envidiado. Estará atormentado sin remedio toda la noche, deseando escapar de aquí y asegurarse de que ella está bien.

—Nada —le digo—. No le ha gustado que quisiera hundir a aquel joven de hace dos años. Nada más.

Y me siento mal, no me gusta mentirle a Alar. Pero ahora mismo es lo mejor que puedo hacer por él, y por Liadan, que quizás mañana ya se habrá calmado. O eso espero.

Capítulo 23
Alastair

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