Tendido de espaldas, escudriñó la oscuridad que lo rodeaba. El piso de la azotea estaba únicamente interrumpido por una chimenea de ventilador y un cuartucho para albergar la parte terminal de una escalera o un ascensor.
Exploró el lugar y descubrió que el edificio ocupaba una esquina, con un aparcamiento al pie. Del lado del callejón, el techo más próximo estaba tres metros más abajo, separado por un espacio de cinco metros. Mientras Mallory estaba considerándolo, oyó un ruido sordo acompañado de un fuerte temblor bajo sus pies: era uno de los pisos del viejo edificio que se derrumbaba carcomido por el fuego.
El humo lo rodeaba ya por todas partes. Del lado del aparcamiento se elevaban sórdidas llamas que dejaban caer una lluvia de chispas en el húmedo cielo nocturno. Se encaminó a la parte superior de la escalera y comprobó que la puerta metálica estaba cerrada con llave. Contra la pared estaba sujeta una escalera de mano oxidada. La arrancó con fuerza y la llevó hacia el lado del callejón. Tuvo que aplicar toda su energía para soltar las trabas herrumbradas y estirar la escalera en toda su longitud. Calculó que tendría unos seis metros. Quizá sería suficiente…
La empujó hacia fuera y la hizo descansar sobre el otro techo más bajo. El débil puente se tambaleó bajo su peso cuando trepó sobre él. Empezó a atravesarlo, haciendo caso omiso del balanceo que sentía bajo su cuerpo. Estaba a casi dos metros del otro techo, cuando sintió que el metal corroído cedía bajo su peso; haciendo un esfuerzo desesperado, se arrojó hacia delante. Solamente el hecho de que el tejado estaba a menor altura logró salvarlo. Se aferró al canalón de metal mientras la escalera se estrellaba en el pavimento del callejón en medio de los gritos de los que esperaban abajo.
«Mala suerte —pensó—. Ahora saben dónde estoy…»
En medio de la azotea vio un pesado escotillón. Lo levantó, bajó unos escalones de hierro en plena oscuridad y siguió por un corredor hasta encontrar una escalera. Débiles ruidos provenían de abajo. Comenzó a descender.
Al llegar al cuarto piso vio luces debajo de una puerta; oyó el sonido de voces y pisadas. En el tercer piso se apartó de la escalera, atravesó un hall y penetró en una oficina abandonada. Desde la calle los haces de las linternas dibujaban sombras oblicuas en las paredes descoloridas.
Siguió caminando, dobló por un pasillo y entró en una habitación que daba al callejón. Una bocanada de humo penetró por la ventana sin cristales. Abajo, el estrecho pasaje parecía estar desierto. El cadáver de Paul había desaparecido. La escalera estaba tirada en el lugar en que había caído. Habría unos seis metros de altura hasta la calle; aunque se descolgara primero por la ventana y luego se dejara caer, una pierna rota…
Algo se movió allá abajo. Un policía uniformado estaba parado justo debajo de la ventana, de espaldas a la pared. Una sonrisa perversa iluminó el rostro de Mallory. Sin vacilar, se asomó a la ventana, se descolgó por fuera sosteniéndose un instante del marco, mientras el rostro del hombre lo miraba sorprendido, listo para gritar…
Se dejó caer; sus pies chocaron con la espalda del policía, amortiguando su caída. Rodó a un lado y se sentó en el suelo, algo atontado. El hombre estaba tirado boca abajo, con la columna quebrada.
Mallory se puso de pie y un punzante dolor le atravesó el tobillo derecho. Dislocado, o roto. Apretó los dientes y comenzó a deslizarse a lo largo de la pared. La lluvia helada que caía por los desagües se arremolinaba en sus pies. Resbaló y estuvo a punto de caer sobre los adoquines mojados. Más allá podía divisar la débil claridad del aparcamiento. Si lograba llegar y atravesarlo, quizá podría salvarse. Tenía que hacerlo, por Mónica, por el niño, por el futuro de un mundo.
Un paso y luego otro. Era como si un dolor acuciante lo envolviera a cada respiración. La camisa empapada en sangre y los pantalones se le adherían al cuerpo helado. Unos metros más y llegaría a la salvación.
Dos hombres con el uniforme negro de la Policía de Seguridad Estatal se interpusieron en su camino apuntándole con sus rifles de explosión. Mallory se separó de la pared y se preparó para recibir la descarga que acabaría con su vida. En lugar de ello, se sintió de pronto deslumbrado por un potente haz de luz.
—Acompáñenos, señor Mallory.
4
Aún no hemos establecido contacto, informaron los Perceptores.
Las mentes singulares de allá abajo se ven faltas de cohesión; fluctúan y se escabullen apenas yo/nosotros entramos en contacto con ellas.
Los Iniciadores hicieron una propuesta: Mediante el uso de armonías apropiadas se podría crear un campo de resonancia para reforzar cualquier mente natural que funcionara a un ritmo análogo.
Consideramos que un esquema de las siguientes características podría resultar muy adecuado… Se expuso un complejo simbolismo.
CONTINÚEN CON LA LÍNEA ADOPTADA, ordenó el Egon. TODAS LAS FUNCIONES EXTRAÑAS SERÁN SUSPENDIDAS HASTA LOGRAR El ÉXITO.
Tendiendo a un objetivo unificado, los sensores Ree se pusieron a explorar el espacio desde la oscura y silenciosa nave, en busca de una mente humana receptiva.
5
La Sala de Interrogatorios era un desnudo y cuadrado recinto esmaltado de blanco. En su centro geométrico, debajo de un potente foco de luz, había una sólida silla de acero.
Transcurrió un largo y silencioso minuto; luego se oyó ruido de pasos en el corredor. Un hombre alto ataviado con un sencillo y oscuro uniforme militar penetró por la puerta abierta y se detuvo para estudiar a su prisionero. Su ancho rostro se mostraba sombrío e inexpresivo como una tumba.
—Se lo previne, Mallory —dijo con voz grave.
—Está cometiendo un error, Koslo —le respondió éste.
—Al arrestar abiertamente al gran héroe popular, ¿eh? —La expresión de Koslo se iluminó en una amplia y sarcástica sonrisa—. No se engañe. Los descontentos no harán nada sin su líder.
—¿Está seguro de que ya quiere poner su régimen a prueba?
—En caso contrario sólo me queda esperar, mientras su partido se afianza. Prefiero el camino más rápido. Yo no tengo tanta paciencia como usted, Mallory.
—Y bien…, mañana lo sabrá.
—Tan pronto, ¿eh? —Los ojos de Koslo se entrecerraron ante la intensidad de la luz. Lanzó un gruñido—. Para mañana sabré muchas cosas. ¿Se da usted cuenta de que su situación personal es desesperada?
Lo miró fijamente.
—En otras palabras, ¿pretende que me venda a usted a cambio de qué? ¿Otra de sus promesas?
—La alternativa es la silla —respondió Koslo sencillamente.
—Tiene mucha confianza en la mecánica, Koslo…, más que en sus hombres. En eso consiste su debilidad.
Koslo extendió una mano para acariciar el metal rectilíneo de la silla.
—Éste es un aparato científico concebido para realizar una tarea específica de la manera más simple para mí. Está destinado a crear condiciones dentro del sistema nervioso del individuo tendentes a una evocación total, al mismo tiempo que amplifica las subvocalizaciones que acompañan a toda actividad altamente cerebral. Además, el sujeto se vuelve susceptible a la menor insinuación verbal. —Hizo una pausa—. Si se resiste, podrá destruir su mente, pero no antes de que me lo haya dicho todo: nombres, lugares, fechas, organización, planes operativos, todo. Será más sencillo para ambos si se aviene a lo inevitable y me cuenta voluntariamente lo que necesito saber.
—¿Y una vez que tenga la información?
—Usted sabe que mi régimen no soporta la oposición. Cuanto más completos sean los informes, menor será el derramamiento de sangre.
Mallory sacudió la cabeza.
—No —dijo rotundamente.
—No sea insensato, Mallory. Aquí no se trata de probar su hombría.
—Quizás haya algo de eso, Koslo: el hombre contra la máquina. Koslo lo escrutó con la mirada. Luego hizo un gesto rápido con la mano.
—Átenlo.
Sentado en la silla, Mallory sintió que el frío del metal le absorbía el calor del cuerpo. Tenía las piernas, brazos y torso sujetos mediante ligaduras. Una ancha faja de alambre tejido y plástico le aseguraba la cabeza contra un soporte cóncavo. Desde el otro extremo de la habitación, Fey Koslo observaba.
—Listo, Excelencia —dijo uno de los técnicos.
—Procedan.
Mallory se puso rígido. Sentía una extraña perturbación en la boca del estómago. Había oído hablar de la silla y de su poder para lavar a fondo el cerebro de un hombre y dejarlo convertido en un guiñapo incoherente.
«Solamente una sociedad libre es capaz de producir la tecnología que haga posible la tiranía…», pensó.
Observó cómo un operario de guardapolvo blanco se disponía a manipular el panel de control. Sólo le quedaba una esperanza: lograr oponerse al poder de la máquina, alargar el interrogatorio, demorar a Koslo hasta el amanecer…
Mil agujas le comprimieron las sienes. Instantáneamente su mente se llenó de un torbellino de imágenes febriles. Sintió que la garganta se le apretaba en un grito ahogado. Dedos como garras hurgaban dentro de su cerebro, desenterrando viejos recuerdos y reabriendo las viejas heridas cicatrizadas por el tiempo. De alguna parte le llegaban los ecos de una voz interrogándolo. Las palabras temblaban en sus labios, pugnando por salir a borbotones.
«¡Tengo que resistir!» La idea pasó como un destello por su mente y se fue, arrastrada por un aluvión de impulsos exploratorios que atravesaron su cerebro como un torbellino. «Tengo que aguantar… lo suficiente… para dar tiempo a los demás…»
6
A bordo de la nave Ree, las pequeñas luces de colores brillaban y parpadeaban en el tablero que estaba en el centro de control.
Percibo/imos una nueva mente, transmisora de un gran poder, anunciaron de pronto los Perceptores. Pero las imágenes son confusas. Yo/nosotros advertimos lucha, resistencia…
ORDENAMOS ESTRICTO CONTROL, mandó el Egon. ESTRECHE El FOCO Y OBTENGA UNA FRACCIÓN DE PERSONALIDAD REPRESENTATIVA.
Es difícil; yo/nosotros captamos poderosas corrientes nerviosas, opuestas a los ritmos cerebrales básicos.
¡COMBÁTANLAS!
De nuevo la mente Ree intentó insinuarse dentro de la sustancia intercelular del cerebro de Mallory y comenzó laboriosamente a delinear y fortalecer sus simetrías originales, permitiendo el florecimiento del egomosaico original, libre de contraimpulsos perturbadores.
7
El rostro del técnico se puso lívido al ver la rigidez que adquiría el cuerpo de Mallory.
—¡Cuidado! —sonó como un latigazo la voz de Koslo—. Si llega a morir antes de hablar…
—Es que… lucha con todas sus fuerzas, excelencia. —La mirada del hombre estudió atentamente lo que indicaban los instrumentos—. Los ritmos alfa delta son normales, aunque exagerados, índice metabólico, 0,99…
El cuerpo de Mallory pegó un brinco. Sus ojos se abrieron y cerraron. Movió la boca.
—¿Por qué no habla? —gritó Koslo.
—Puede que lleve unos instantes ajustar la corriente de energía a una resonancia de diez puntos, excelencia…
—¡Pues apúrese, hombre! ¡He arriesgado demasiado arrestando a este sujeto para perderlo ahora!
8
Mallory sintió como si unos dedos de acero candente pasaran de la silla a su cerebro a través de los conductos nerviosos, encontrándose con la infranqueable resistencia de la sonda Ree. En la confrontación que sobrevino, lo que restaba de la mente consciente de Mallory resultó sacudido como una hoja en medio de una tormenta.
«¡Lucha!» Los últimos vestigios de su conciencia trataron de hacerse fuertes…
…y fueron atrapados, encapsulados y arrebatados hacia el infinito. Tuvo la vaga noción de verse llevado por un torbellino de luz muy brillante atravesado por destellos rojos, azules y violeta. Tenía la sensación de que fuerzas poderosas lo empujaban, sacudiéndolo de un lado a otro, e iban extrayendo su mente como un dúctil alambre hasta hacerla llegar a la galaxia. El filamento se ensanchaba y se expandía bajo la forma de un diafragma que dividía en dos el universo. El plano crecía en grosor y se distendía hasta abarcar la totalidad del espacio/tiempo. En forma muy débil y lejana sintió el torrente tumultuoso de las energías que pugnaban por atravesar la membrana impenetrable de fuerza…
La esfera que lo aprisionaba se estrechó, haciendo que su conciencia agudizara su profundidad de foco. Sin saber cómo, supo que se hallaba encerrado en una cámara hermética y sin aire, que le inspiraba claustrofobia y lo aislaba de todo sonido y sensación. Tomó aire para gritar…
El aliento no le llegó. Sólo un débil aleteo de terror que en seguida se esfumó, como sofocado por una mano inhibidora. Solo en la oscuridad, Mallory aguardó con todos los sentidos alerta, tratando de penetrar el vacío que lo rodeaba.
9
¡Yo/nosotros lo atrapamos!, pulsaron los Perceptores, y se callaron.
En el centro del recinto, la trampa mental vibró con las corrientes de energía que confinaban y controlaban los esquemas del cerebro cautivo.
LAS PRUEBAS COMENZARÁN DE INMEDIATO. El Egon descartó impulsos interrogatorios de los segmentos mentales relacionados con la especulación. APLICAR LOS ESTÍMULOS INICIALES Y ANOTAR LOS RESULTADOS, ¡YA!
10
… Y tuvo conciencia de un débil resplandor en el otro extremo de la habitación: el contorno de una ventana. Entornó los ojos y se incorporó, apoyándose en un codo. Sintió crujir los muelles de una cama bajo su peso. Al mismo tiempo su olfato percibió un penetrante olor a humo que amenazaba ahogarlo. Le parecía hallarse en un cuarto barato de hotel. Echó hacia atrás la burda manta que lo cubría y sus pies descalzos se apoyaron en un tosco suelo de madera. No recordaba cómo había ido a parar allí…
El suelo estaba caliente.
Saltó de la cama y corrió hacia la puerta, aferró el picaporte… y lo soltó de golpe. El metal le había quemado la mano.
Se abalanzó hacia la ventana, arrancó las cortinas, rígidas a causa de la mugre, tiró del pestillo y trató de abrir la ventana. No se movió. Dio un paso atrás y rompió el vidrio de un puntapié. Inmediatamente entró una bocanada de humo por la abertura. Protegiéndose la mano con la cortina, apartó los fragmentos de vidrio, se subió al marco y salió a la escalera de incendio. El metal herrumbrado le lastimó los pies desnudos. A tientas logró bajar media docena de escalones, y se detuvo ante unas crepitantes lenguas de fuego que parecían ser empujadas desde abajo.