Visiones Peligrosas III (26 page)

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Authors: Harlan Ellison

Tags: #Ciencia-ficción

BOOK: Visiones Peligrosas III
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Asomándose a la barandilla pudo ver la calle diez pisos más abajo, los faros de los coches y los pálidos rostros que miraban hacia arriba. Unos treinta metros más allá se balanceaba una escalera extensible, tratando de aproximarse a otra ala del edificio en llamas e ignorando completamente su situación. Estaba perdido, abandonado. Nada podía salvarlo. La escalera de hierro debajo de él era un infierno.

«Sería mucho más fácil y rápido saltar por encima de la barandilla, para evitar el dolor y morir pronto»; la idea le pasó por la cabeza con una terrible claridad.

Se oyó ruido de vidrios rotos y una ventana arriba de él hizo explosión. Sobre su espalda cayeron chispas ardientes. El hierro de la escalera le abrasaba la planta de los pies. Respiró hondo, se protegió la cara con un brazo y se zambulló en medio de las llamas…

Anduvo a tientas, cayendo por los filosos peldaños. El dolor que sentía en el rostro, la espalda, los hombros y el brazo era semejante a un hierro candente que le hubieran aplicado y luego olvidado allí. Tuvo una fugaz visión de su brazo, en carne viva y con los bordes ennegrecidos…

Sus pies y sus manos ya no le pertenecían. Utilizando codos y rodillas fue dando tumbos por encima de otra barandilla y llegó a otro descansillo. Los rostros se veían ahora más cerca; además había manos extendidas hacia él. Tanteó, se puso de pie y sintió cómo el último tramo se desmoronaba bajo su peso. Su visión era una confusa mancha roja. Sentía que la piel ampollada se desprendía de sus muslos. Una mujer gritó.

—¡Dios mío, todo quemado y todavía camina! —exclamó una voz ronca.

—¡Pobre diablo!

—…Sus manos… sin dedos…

Algo se elevó y cayó sobre él, un golpe fantasmal antes de que las tinieblas lo envolvieran…

11

La respuesta del ente ha sido anómala, informaron los Analizadores. ¡Su apego a la vida es extraordinario! Enfrentado con una probable e inminente destrucción física, ha preferido el sufrimiento y la mutilación con tal de prolongar su vida por un breve período.

Existe la posibilidad de que una respuesta semejante represente un mecanismo puramente instintivo de características poco usuales, destacaron los Analizadores.

En tal caso, podría resultar peligroso. Se requieren más informes al respecto.

YO/NOSOTROS REESTIMULAREMOS AL SUJETO, dictaminó el Egon. LOS PARÁMETROS DEl INCENTIVO DE SUPERVIVENCIA DEBEN ESTAR ESTABLECIDOS CON PRECISIÓN. REANUDEN LAS PRUEBAS.

12

Mallory se revolvió en la silla y luego quedó inerte.

—¿Está…?

—¡Vive, excelencia! Pero hay algo que no funciona. No puedo lograr el nivel de vocalización. Me está combatiendo con una especie de complejo imaginario fabricado por él mismo.

—¡Pues trate de liberarlo!

—Excelencia, lo he intentado, pero no puedo llegar a él. Es como si hubiese hecho derivar las corrientes de energía de la silla para reforzar mediante ellas su propio mecanismo de defensa.

—¡Sobrepáselo!

—Trataré de hacerlo, ¡pero su poder es increíble!

—¡Entonces emplearemos más potencia!

—Eso es… peligroso, excelencia.

—No más peligroso que el fracaso.

Con gesto preocupado, el técnico reajustó el tablero para aumentar el flujo de energía a través del cerebro de Mallory.

13

¡El sujeto se agita!, prorrumpieron los Perceptores. ¡Fluyen nuevas energías masivas dentro del campo mental! Mi/nuestro influjo se debilita…

¡RETENGA AL SUJETO! ¡REESTIMULE DE INMEDIATO, EMPLEANDO LA MÁXIMA FUERZA DE EMERGENCIA!

Mientras el cautivo luchaba y se debatía contra la sujeción, la mente segmentada del ser extraterrestre concentraba sus fuerzas y enviaba un nuevo estímulo dentro de su debilitado campo mental.

14

…El sol le abrasaba la espalda. Una suave brisa hacía ondular los altos pastos de la colina donde se había refugiado el león herido. Oscuras y delatoras gotas de sangre adheridas a los tallos señalaban el rastro del enorme felino. Seguramente estaba allá arriba, echado bajo una mata de arbustos, con sus ojos amarillos entrecerrados por el dolor de la herida que la bala 0375 le había producido en el pecho, aguardando la llegada de su agresor…

El corazón le golpeaba la húmeda camisa caqui. El pesado rifle parecía un juguete entre sus manos, una fruslería inútil contra la furia instintiva de la fiera. Dio un paso y su boca se torció en un gesto irónico. ¿Qué pretendía demostrar? Nadie se iba a enterar si decidía volver atrás, sentarse bajo un árbol para tomar un buen trago de su cantimplora, dejar transcurrir una o dos horas —mientras el animal se desangraba— y luego ir en busca del cadáver. Dio otro paso. De pronto se encontró caminando a paso firme. La brisa le refrescaba el rostro, y sentía las piernas livianas y fuertes. Respiró hondo y se llenó con el aroma de aire primaveral. La vida nunca le había parecido más preciosa.

Sintió una especie de estertor asmático y de pronto la enorme bestia salió de su escondite mostrando los colmillos, con los músculos en tensión y la sangre manándole del costado…

Se afirmó en el suelo, levantó el rifle y lo apoyó firmemente contra su hombro mientras el león bajaba a toda velocidad por la barranca. «Según las reglas —pensó sarcástico—. Darle justo por encima del esternón y estar alerta hasta estar seguro…» Cuando lo tuvo a treinta metros disparó, justo cuando el animal giraba hacia la izquierda. La bala se le metió entre las costillas. La fiera titubeó y prosiguió su carrera. Un nuevo disparo y el feroz rostro se convirtió en una máscara roja. Y con todo, la fiera enfurecida siguió avanzando. El hombre se limpió el sudor de los ojos y apuntó cuidadosamente al punto exacto…

El gatillo se atascó. Al instante comprobó que el cartucho usado había trabado el mecanismo del arma. Trató vanamente de arreglarlo. En el segundo final se arrojó a un lado y el monstruo, lanzándose por encima de él, cayó muerto en tierra. En ese momento cruzó por su mente la idea de que si Mónica lo hubiera estado contemplando desde el coche al pie de la colina, esta vez no se habría reído de él…

15

Nuevamente el síndrome de reacción no concuerda con ningún concepto de racionalidad dentro de mil nuestra experiencia; las células Recolectoras expresaron la paradoja que la mente cautiva había presentado a la inteligencia Ree. He aquí un ente que se aferró a la supervivencia de su personalidad con una ferocidad sin precedentes, y a pesar de todo afronta los riesgos de la Categoría última sin necesidad, respondiendo a un código extraño de simetría de conducta.

Yo/nosotros postulamos que el segmento de personalidad elegido no representa la verdadera analogía Egon del sujeto, sugirieron los Especuladores. Es evidentemente incompleto y no viable.

Intentemos un retiro selectivo de control sobre las regiones periféricas del campo mental, propusieron los Perceptores. Eso permitirá una mayor concentración de estímulos en la sustancia intercelular central.

Si equiparamos energías con la mente cautiva, será posible comprobar sus ritmos y extraer la clave para su control total, determinaron rápidamente los Calculadores.

Esa alternativa ofrece el riesgo de hacer estallar la sustancia intercelular, con la consiguiente destrucción del sujeto.

HAY QUE CORRER El RIESGO.

Con infinita precisión, la mente Ree afinó el alcance de su sonda, adaptando su forma a los vericuetos del cerebro conflictuado de Mallory y manteniendo una estrecha correspondencia con el considerable flujo de energía proveniente de la silla de Interrogatorios.

Equilibrio, informaron finalmente los Perceptores, aunque algo precario.

La próxima prueba deberá servir para mostrar nuevos aspectos del síndrome de supervivencia del sujeto, señalaron los Analizadores.

Se propuso y fue aceptado un plan a base de estímulos. Desde la nave en su órbita sublunar, nuevamente el rayo mental Ree se proyectó para contactar con el receptivo cerebro de Mallory…

…Las tinieblas se trocaron en una débil claridad. Un rumor sordo hizo trepidar las rocas bajo sus pies. A través del remolino de gotas suspendidas en el aire pudo divisar la balsa y la pequeña figura que se aferraba a ella: una criatura, una niña de unos nueve años que, arrodillada, y con las manos apoyadas en el suelo de le embarcación, lo miraba.

—¡Papaíto! —gritó la niña con una vocecita estrangulada por el pánico.

La balsa corcoveaba y se sacudía en medio de la corriente embravecida. Dio un paso, resbaló y estuvo a punto de caer sobre las rocas limosas. El agua helada se arremolinaba a la altura de sus rodillas. Treinta metros río abajo, el torrente se precipitaba como una cortina grisácea, velada por la bruma que provocaba su tempestuosa caída. Volvió a trepar hacia arriba y corrió a lo largo de la orilla. Allá, más adelante, se veía sobresalir un peñasco. Quizás…

La balsa se agitó y giró sobre sí misma, cincuenta metros más allá. Demasiado lejos. Desde donde se encontraba podía divisar el pequeño rostro lívido y los ojos implorantes. El miedo se apoderó de él hasta producirle náuseas.

Se le aparecieron visiones de muerte: su cuerpo deshecho al pie de la cascada, yaciendo inerte sobre una losa, dormido, empolvado y ficticio dentro de un féretro tapizado de seda, pudriéndose en la oscuridad bajo la hierba indiferente…

Dio un paso tembloroso hacia atrás.

Por un instante se sintió invadido por una extraña sensación de irrealidad. Recordó cierta oscuridad, una impresión de absoluta claustrofobia, y un cuarto blanco, un rostro que lo observaba de cerca…

Parpadeó, y a través de la fina llovizna levantada por el torrente, sus ojos se encontraron con los de la niña que iba en camino a su destrucción. Se sintió invadido por la compasión. En su interior surgió la limpia y blanca llama de indignación contra sí mismo, de repugnancia frente a su temor. Cerró los ojos y saltó lo más lejos que pudo; se sumergió en el agua y salió a la superficie jadeando. En varias brazadas se fue acercando a la balsa. Sintió un fuerte golpe al ser arrojado por la corriente contra una piedra, y lo ahogó la fuerte salpicadura de agua contra su rostro. Pensó que ya no importaban las costillas rotas ni la falta de aire para respirar. Sólo llegar a la embarcación antes de que ésta alcanzara el borde, para que ese pequeño ser asustado no descendiera solo, para perderse en la profunda oscuridad…

Sus manos se aferraron a la rústica madera. Logró subirse a la balsa y se abrazó al pequeño cuerpo en el momento en que el mundo desaparecía bajo ellos y el terrible estruendo subía a su encuentro…

—¡Excelencia! ¡Necesito ayuda! —El técnico se dirigió al dictador de mirada torva—. Estoy dotando su cerebro de energía suficiente para matar a dos hombres corrientes, y sigue luchando. Hace un instante juraría que abrió los ojos una fracción de segundo y me atravesó con la mirada. No puedo asumir la responsabilidad…

—¡Entonces interrumpa la energía, pedazo de idiota!

—No me atrevo, el contragolpe podría matarlo.

—¡Él… debe… hablar! —tartamudeó Koslo—. ¡Reténgalo! ¡Doblegúelo! ¡O si no prepárese para una muerte lenta y despiadada!

Temblando, el técnico ajustó los controles. Mallory permanecía rígido en su silla; había dejado de luchar contra las correas que lo aprisionaban. Parecía un hombre perdido en sus pensamientos. La transpiración le brotaba en las sienes y le caía por la cara.

16

Nuevamente se perciben corrientes dentro del cautivo, anunciaron los Perceptores en tono de alarma. ¡Los recursos de esta mente son prodigiosos!

¡IGUÁLELA!, ordenó el Egon.

Mis nuestros recursos de energía ya se han extralimitado, interpusieron los Calculadores.

¡EXTRAIGA ENERGÍA DE TODAS LAS FUNCIONES PERIFÉRICAS! ¡BAJE LA PROTECCIÓN! ¡HA LLEGADO El MOMENTO DE LA PRUEBA FINAL!

Rápidamente la mente Ree obedeció.

El cautivo está bajo control, anunció el Calculador. Pero yo/nosotros señalamos que esta conexión presenta ahora un canal de vulnerabilidad para el ataque.

HAY QUE CORRER El RIESGO.

Aun en este momento la mente se debate contra mi/nuestro control.

¡RETÉNGALA!

Ásperamente, la mente Ree luchó para mantener su control sobre el cerebro de Mallory.

17

Por un momento, la nada. Luego, repentinamente, existió. «Mallory —pensó—. Ese símbolo me/nos representa a mí/nosotros…»

El pensamiento extraño desapareció. Él lo atrapó y conservó el símbolo Mallory. Recordó la forma de su cuerpo, la sensación de su cráneo encerrando su cerebro, la impresión de la luz, el sonido, el calor, pero allí no había sonido, no había luz. Estaba circundado por tinieblas impenetrables, eternas, inmutables…

¿Pero dónde era allí!

Recordaba la habitación blanca, la voz dura de Koslo, la silla de acero…

Y el poderoso rugido de las aguas que se abalanzaban sobre él.

Y las garras amenazantes de un inmenso felino.

Y el ardor insoportable de las llamas que envolvían su cuerpo…

Pero ahora no existía dolor, ni incomodidad, ninguna clase de sensación. ¿Sería eso la muerte? De inmediato rechazó aquella idea como insensata.

«Cogito ergo sum. Estoy prisionero, ¿dónde?»

Trató de aguzar los sentidos, indagando aquella sensación de vacío y de insensibilidad. Se esforzó por salir, y oyó sonidos, voces que interrogaban y apremiaban. Se hicieron cada vez más fuertes, resonando en la vastedad del recinto:

—…¡Hable, maldito! ¿Quiénes son sus principales cómplices? ¿Qué apoyo espera de las Fuerzas Armadas? ¿Qué generales están con usted? ¿Armamentos…? ¿Organización…? ¿Puntos iniciales de ataque…?

La estática que centelleaba en cada palabra lo encegueció, llenó el universo y volvió a apagarse. Por un instante, Mallory tuvo conciencia de las correas que se le incrustaban en los tensos músculos del antebrazo, el dolor provocado por la banda que le sujetaba la cabeza, el tormento de sus músculos agarrotados…

…Tuvo conciencia de estar flotando, ingrávido, en un mar de energías palpitantes y fugaces. Se sintió presa del vértigo; desesperadamente, trató de luchar por la estabilidad en un mundo invadido por el caos. Atravesando un torbellino de oscuridad llegó, encontró una sustancia de dirección pura e intangible, que contra un fondo de flujos de energía cambiantes le proporcionó un esquema orientador. Se aferró a él…

18

¡Descarga de emergencia máxima!, ordenaron los Receptores a través de las seis mil novecientas treinta y cuatro unidades de la mente Ree, y se replegaron casi de inmediato. ¡La mente cautiva se adhiere al contacto! ¡No podemos desprendernos de ella!

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