Visiones Peligrosas III (28 page)

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Authors: Harlan Ellison

Tags: #Ciencia-ficción

BOOK: Visiones Peligrosas III
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—John… —Su voz se convirtió en un susurro doloroso por su intensidad—. Échala de aquí.

—No. No la echaré. Estaba pálida.

—Muy bien, John. Como tú quieras.

—Sí. Como yo quiera.

Cuando hubo abandonado el cuarto, Mallory permaneció un largo rato contemplando desde la ventana la pequeña nave que flotaba en el aire, aguardando sus órdenes en silencio.

Luego envió el mandato: «Mente Ree, sondee los aposentos de la mujer, Mónica. Tengo motivos para sospechar que proyecta una traición contra el estado…»

* * *

El proceso de escribir una historia es a menudo tan revelador para mí como pueda serlo, espero, para el lector.

Empecé ésta con la idea básica de someter a un ser humano a una prueba definitiva, del mismo modo que un ingeniero sobrecargará una viga hasta que ceda, probándola hasta su destrucción. Es en las situaciones emocionales cuando afrontamos nuestras más severas pruebas: miedo, amor, cólera nos conducen a nuestros mayores esfuerzos. Así, la estructura de la historia queda sugerida en sí misma.

A medida que se desarrollaba el relato, se hizo evidente que cualquier poder tendente a poner a prueba a la humanidad —como lo hacen Koslo y el Ree— pone su propio destino en la balanza.

Al final, Mallory revela la auténtica fuerza del hombre que logra que el poder de sus enemigos se vuelva contra ellos. Consigue no sólo su libertad y su cordura…, sino también un inmenso y nuevo poder sobre los demás hombres.

Sólo entonces se hace evidente el peligro de una victoria tan total. La prueba definitiva del hombre en su habilidad para dominarse a sí mismo.

Es una prueba en la que hasta ahora siempre hemos fallado.

Ángeles del Carcinoma

Norman Spinrad

Ésta es la última introducción en ser escrita, aunque no la última del libro. La última, porque no he dejado de posponerla de un día para otro. Y no porque anduviera escaso de material para escribir acerca de Norman Spinrad, sino precisamente porque tenía demasiado. Un célebre director de una editorial de libros de tapa dura afirma que Norman es el más vehemente de los jóvenes talentos que han surgido en el campo de la ficción especulativa en bastantes años. Otro director, éste de una revista, dice que Norman es un escritor abominable (pero compra sus obras…, así que vayan a saber). Yo creo que escribe como un lunático. Cuando es malo, es ilegible, lo cual no es frecuente. Cuando es bueno, se lanza a temas y estilos que solo un loco se atrevería a intentar (sabiendo de antemano que la tarea es imposible), y tiene la audacia de salirse de ello de una forma espectacular.

Tomen por ejemplo su contribución a esta obra. Es una historia divertida acerca del cáncer. No me digan que no es un tema nuevo, jamás abordado por Leacock, Benchley o Thurber.

Spinrad es un producto del Bronx. Es un chico de la calle, con la clásica hambre de éxito, status y bienes materiales que empuja hasta la cima a los que nunca han tenido nada. Cree sinceramente que no hay nada que no pueda hacer, nada que no pueda escribir. No está escribiendo esta novela, o esta historia, está escribiendo una carrera, la cual pulsa fuera de él volumen tras volumen. A sus veintiséis años, se está convirtiendo en el primer autor del género que se abre camino hacia la literatura general desde Bradbury y Clarke. Sus impulsos están gastados como un viejo traje, y se manifiestan de forma evidente. Si su cuenta bancaria desciende por debajo de los mil dólares, se pone nervioso, sufre un cambio real al estilo Jekyll-Hyde, se vuelve inaguantable, obcecado. Si se le ocurre una idea de oro puro, empieza a caminar arriba y abajo, hace girar los ojos, se rasca la cabeza, se planta inmóvil en medio de la habitación con las piernas enroscadas una en torno a la otra como algún gran pájaro de cabeza rojiza listo para emprender el vuelo. Es una criatura emotiva, tomando ese término en su sentido más amplio. El amor le hará cruzar todo un continente. La amistad lo sumergirá en un torbellino emocional antes que dejar caer a alguien. El odio lo empujará a excesos lingüísticos y a un deseo asesino de arrojar a todos los demás coches fuera de la calzada. Su curiosidad lo enviará a sitios donde ni los ángeles ni los estúpidos se atreverían a ir. Sus facultades críticas son tan agudas que le he visto postular correctamente una teoría acerca de un comportamiento social evocada por el más casual de los incidentes. Es crédulo. Es cínico. Sabe dónde está con relación a su tiempo, y no tiene ni la menor idea de cuándo lo están empujando. Es un auténtico hombre sabio, y es el mayor de los bufones. No se deja engañar por la gente, y sin embargo en ocasiones he visto a Norman dejándose engañar completamente por los más ineptos practicantes de la forma artística. Su primera novela,
The Solarians
(
Los solarianos
), publicada en 1966, es tan mala que es imposible leerla. Su tercera novela,
The Men in the Jungle
(
Los hombres en la jungla
) es tan brillante que quema como la superficie del sol.

Nació en Nueva York en 1940, graduándose tras el habitual número de años en la escuela superior técnica del Bronx, una «fábrica de pensar altamente sobrestimada debido a la producción de científicos locos, genios adolescentes neuróticos, anarquistas lanzadores de bombas, y Stokeley Carmichael, que terminó un año después que yo». Se graduó en el Colegio Universitario de la Ciudad de Nueva York, el CCNY en 1961, con el único diploma en Esotérica que jamás haya expedido esa institución. (Su especialización consistió en cursos tales como civilización japonesa, literatura asiática, redacción de relatos cortos y geología.)

Cuando, en el último año en el CCNY, su profesor de redacción de relatos cortos pidió historias en las que realmente se prescindiera de toda inhibición, al estilo de lo que se ha pedido para este libro, Norman presentó una historia tan sucia que aún no ha sido publicada. Sin embargo, el profesor se sintió impresionado, y sugirió a Norman que la sometiera a Playboy. La Gaceta de los Amantes de las Conejitas la rechazó (aunque posteriormente rectificara su miopía de entonces en asuntos spinradianos; véase Deathwatch, en Playboy, noviembre de 1965), pero eso sirvió para que Spinrad cayera en el hábito de enviar sus escritos a las revistas. Parecía mucho más aconsejable que meterlos en las grietas de las paredes para evitar las corrientes de aire. (Una simple manifestación de lógica. Si la revista compra la historia, uno coge el dinero y lo mete en las grietas, para evitar las corrientes de aire.)

Tras su graduación se fue a México, donde contrajo varias enfermedades desconocidas y se le agravó una que sí era conocida. De alguna forma inexplicable, eso le convenció de que debía convertirse en escritor. Regresó a Nueva York, empezó a vivir y trabajar en Greenwich Village, y pasó una temporada en el hospital, donde contrajo algo llamado hepatitis tóxica, con temperaturas de más de 40°C durante cinco días seguidos, alucinaciones incesantes, y las enfermeras que le traían el orinal aguardando mientras llamaba al Pentágono (a cobro revertido, por supuesto, no estaba tan loco) y despertaba a un general a las dos de la madrugada, hallando así la idea para la historia que sigue…, la interacción entre universos mitico-subjetivos externos e internos. Y vayan a saber qué demonios significa eso.

Vendió su primera historia,
The Last of the Romany
(
El último de los gitanos
), en 1962 a Analog. Lo cual incitó el rumor de que era un «escritor Campbell», cosa que Spinrad niega vehementemente por todas partes salvo en presencia de John W. Campbell, director de Analog; en esas ocasiones se limita a sonreír tontamente y decir: «Sí, John». Eso no es una maledicencia. Sé que ningún escritor que sea un escritor Campbell, o incluso un escritor que escriba para Campbell (dos cosas muy distintas, se lo aseguro), es un SíJohn. Yo nunca he sido un Sí,John. Tampoco he vendido nunca nada a Analog.] Dejando aparte el paso por una agencia literaria y un mes como encuestador para la seguridad social (habiéndole robado tanto, se creía en la necesidad de reparar el daño intimidando a otros pobres tipos y a sus hijos tuberculosos), ha sido un escritor a tiempo completo desde entonces. (Algunos dicen que Norman es un escritor solamente a tiempo parcial ¡siendo un simplón a tiempo completo!)

Tiene publicada una segunda novela en libros de bolsillo —aparte
The Solarians
, que ya he comentado desfavorablemente, y
The Men in the Jungle
, ambas este año—. La última es una experiencia realmente original, un libro publicado por Doubleday y nacido de una proyectada historia corta para esta antología, así como de una profunda preocupación por la moralidad y táctica de las llamadas «Guerras de Liberación Nacional» estilo Vietnam.

Mientras escnbo esto, está elaborando una nueva novela titulada
Bug Jack Barron
(
Incordie a Jack Barron
), que Spinrad llama «una novela síntesis escrita para satisfacer, aunque no necesariamente de forma conflictiva, las exigencias de la literatura seria de vanguardia para la juventud y la ciencia ficción; una Nova Express coherente, en un cierto sentido». He leído partes de
Bug Jack Barron
. No es una novela-síntesis acerca de todo eso que dice Norman, ni una obra de vanguardia, ni nada de eso. Lo que es principalmente
Bug Jack Barron
es horriblemente sucia. Se venderá como rosquillas.

Pero hasta que sus mentes puedan ensuciarse convenientemente con las asquerosidades surgidas de la pluma de Spinrad, les sugiero que se perviertan sólo un poquito con
Ángeles del Carcinoma
, una historia divertida sobre el cáncer.

* * *

A la edad de nueve años Harry Wintergreen descubrió por primera vez que el mundo era estupendo cuando se lo miraba de perfil. Aquél era el año en que los cromos de béisbol eran in. El chico que tenía la colección más grande de cromos de béisbol era el rey. Harry Wintergreen decidió ser el rey.

Harry ahorró un dólar y compró un centenar de cromos de béisbol al azar. Tuvo suerte…; uno de ellos era el muy raro Yogi Berra. En tres transacciones separadas intercambió sus otros noventa y nueve cromos por los únicos tres Yogi Berra que había en el vecindario aparte del suyo. Harry había reducido sus pertenencias a cuatro cromos, pero había acaparado el mercado de Yogi Berra. Forzó el precio de Yogi Berra a la exorbitante cantidad de ochenta cromos. Con los fondos así acumulados, acaparó sucesivamente el mercado de Mickey Mantle, Willy Mays y Pee Wee Reese, y se convirtió en el J. P. Morgan de los cromos de béisbol.

Harry pasó por la escuela superior utilizando el simple expediente de dominar un solo tema…, el arte de superar los exámenes. En el último año podía engañar a cualquier examinador con las manos atadas a la espalda, y ganó siete bolsas de estudio con una ridícula facilidad.

En la universidad, Harry descubrió a las chicas. Siendo razonablemente bien parecido y razonablemente abordable, era lógico suponer que obtendría un número apreciable de conquistas, sólo con que las cosas se desarrollaran como de costumbre. Pero la mente de Harrison Wintergreen no funcionaba de esa forma.

Harry cultivaba cuidadosamente un tartamudeo, que podía conectar o desconectar a voluntad. Pocas chicas podían resistir el atractivo de un muchacho apuesto y bien equilibrado pero que sin embargo arrastraba consigo algún secreto dolor interno que le hacía tartamudear. Muchas fueron las chicas que intentaron ahondar en el secreto de Harry, mientras Harry las ahondaba a ellas.

En su segundo año universitario Harry empezó a aburrirse de la universidad, y razonó que lo que tenía que hacer era volverse Asquerosamente Rico. Estudió atentamente novelas porno durante un mes, escribió tres de ellas en los dos siguientes, y de inmediato las vendió a 1.000 dólares cada una.

Con los 3.000 dólares así reunidos compró un nuevo y resplandeciente descapotable. Condujo el nuevo coche hasta la frontera mexicana y la cruzó, llegando hasta una conocida ciudad fronteriza de mala nota. Inmediatamente contactó con un chico limpiabotas de inequívoco aspecto y le compró una libra de marihuana. Por supuesto, el limpiabotas había avisado a los guardias fronterizos, y cuando Harry intentó de nuevo cruzar el puente que unía las dos naciones, le hicieron desnudarse completamente y lo registraron con toda meticulosidad. No encontraron nada, y Harry cruzó la frontera. No había sacado nada fraudulentamente de México, y de hecho había tirado la marihuana apenas la había comprado.

Sin embargo, había sacado ventaja del embargo de México a los coches norteamericanos, y había vendido ilegalmente el descapotable en México por 15.000 dólares.

Harry llevó sus 15.000 dólares a Las Vegas y se pasó las siguientes seis semanas invitando a beber a la gente, prestando dinero a los jugadores sin suerte, actuando en general como un imberbe Santa Claus, ganándose así la confianza de algunos borrachos bien elegidos con una inversión de 5.000 dólares.

Al cabo de seis semanas tenía tres confidentes bursátiles infalibles que transformaron sus restantes 10.000 dólares en 40.000 en los siguientes dos meses.

Harry compró cuatrocientos jeeps usados de los excedentes del gobierno en cuatro lotes de cien jeeps cada uno por 10.000 dólares el lote, e inmediatamente los vendió a un altamente desacreditado gobierno centroamericano por 100.000 dólares.

Tomó los 100.000 dólares y compró una pequeña isla en el Pacífico, tan poco valiosa que ningún gobierno se había preocupado nunca de reclamarla. Se estableció allí como un gobierno independiente sin impuestos y vendió parcelas de media hectárea cada una a veinte millonarios en busca de un paraíso fiscal por 100.000 dólares la parcela. Se desprendió de la última parcela tres semanas antes de que los Estados Unidos, con el apoyo de la ONU, reclamaran la isla y la sometieran a la tutela del departamento de Impuestos.

Harry invirtió una pequeña parte de sus 2.000.000 de dólares y alquiló un gran ordenador por doce horas. El ordenador elaboró un esquema de posibilidades gracias a las cuales Harry transformó sus 2.000.000 en 20.000.000 de dólares haciendo varias apuestas a las quinielas de fútbol inglesas por la cantidad de 18.000.000 de dólares.

Por 5.000.000 de dólares compró un monstruoso trozo de desierto inutilizable a un sultanato árabe venido a menos. Con otros 2.000.000 de dólares creó una fuerte campaña de rumores de que aquella parte del desierto flotaba literalmente sobre petróleo. Con otros 3.000.000 de dólares creó una falsa corporación que actuó como una gran compañía petrolera y ofreció públicamente comprar aquel desierto por 75.000.000 de dólares. Tras un meticuloso regateo, una gran compañía petrolera norteamericana recibió el gran honor de que se le permitiera superar la oferta y compró mil kilómetros cuadrados de arena por 100.000.000 de dólares.

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