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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos II: Eclipse Jedi (19 page)

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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Leia apenas podía respirar. Era un ataque de lo más elemental. Thane sólo tenía que decidir si el movimiento de Isolder era una finta o iba en serio, si creía que el príncipe era lo bastante estúpido como para jugárselo todo —su reputación, la promesa de Thane de combatir junto a Hapes contra los yuuzhan vong, incluso el respeto de la familia real y de Leia— usando el mismo truco con el que había perdido el primer asalto.

Thane apostó a que era un truco y se preparó para el verdadero ataque. Isolder le dejó creer que había elegido correctamente frenando un instante, dando a entender que era una finta, para después completar la patada lateral.

Por el sonido del impacto, quedó claro que Isolder había efectuado el golpe con la potencia suficiente para terminar el combate. Aun así, se contuvo más de lo que se hubiera contenido Thane de estar en su lugar. El impacto de la bota en el casco del arconte levantó ecos en las negras piedras de la orilla, y el árbitro principal levantó una mano concediendo el punto definitivo antes de que Thane chocase contra el suelo.

Las apuestas cambiaron de manos, mientras los dos antagonistas inclinaban sus cabezas a modo de saludo. Pero las promesas añadidas poco antes de la pelea hicieron que muchos de los presentes se sintieran escandalizados, y las discusiones empezaron a generalizarse por todo el prado.

Acostumbrado al éxito, Isolder no se jactó de su victoria. Los abrazos de su esposa y de su hija no despertaron en él más que una sonrisa. El arconte Thane lo felicitó a regañadientes, y Leia pudo vislumbrar que la paz entre la Casa Thane y la Casa Isolder no sería duradera.

No obstante, eso no importaba ahora. Thane había perdido, y eso significaba como mínimo un voto más en apoyo a la Nueva República.

Thane y sus padrinos empezaron a alejarse del prado, pero, antes de llegar al sendero que llevaba hasta el muelle, el arconte cambió de dirección y se dirigió hacia Leia.

—Embajadora, cuando los representantes del Consorcio voten sobre si ayudamos o no a la Nueva República, le presentaré mis disculpas formales —dijo—. Puede estar segura de que cumpliré mi promesa de alinearme con el príncipe Isolder. —Frunció el ceño, a su pesar—. De momento, sólo deseo felicitarla por hacer que el Consorcio dé un paso más hacia lo que, sin duda, resultará ser una campaña catastrófica.

Capítulo 12

Melisma, Gaph, y una docena más de ryn avanzaron trabajosamente a través del espeso barro que les llegaba hasta las espinillas, creado por el último aguacero programado de Ruan. Las condiciones del Campo 17 se deterioraban rápidamente, y ya nadie sonreía, ni siquiera Gaph, que normalmente se mantenía imperturbable hasta en las peores situaciones.

Los supervisores del campamento habían pedido a los ryn que acudieran al sector de familiarización por algún motivo todavía desconocido. El sector era un facsímil de civilización, según definición de muchos mundos del Núcleo, y funcionaba como un campo de entrenamiento y adoctrinamiento para los refugiados cuyo destino final era el corazón de la Nueva República.

A pesar de los esfuerzos de Salliche Ag por conservar en Ruan tantos refugiados como le fuera posible, una amalgama de mundos y corporaciones tenía en mente planes de empleo similares para los desplazados de los Bordes Medio y Exterior. Los que tenían intereses en las industrias ópticas buscaban especies con una agudeza visual innata, y aquellos con interés en las industrias acústicas buscaban especies con un umbral auditivo lo más amplio posible. Algunas compañías sólo aceptaban especies de gran tamaño y fuerza bruta. Aun así, la mayoría de los refugiados sólo había residido en las Colonias, no en los mundos del Núcleo, y necesitaban clases de adoctrinamiento para acostumbrar a los marginados culturalmente al ritmo acelerado de su nueva vida.

Melisma y el resto pasaron por delante de edificios y pabellones donde ruurianos y ugos aprendían un Básico elemental. Otras estructuras estaban dedicadas a sesiones informativas sobre interactuación con androides, ordenadores y formas de vida virtuales; a montaje de turboascensores, pozos de gravedad y carreteras de circunvalación; a aplicaciones de tratamientos bacta, duraláminas y plastifino; a utilización de enlaces de comunicaciones y holoproyectores; a la conducta apropiada en restaurantes, teatros y otros establecimientos públicos; y al adecuado comportamiento en presencia de gente rica, de políticos o de personas influyentes.

El contingente de ryn había sido convocado en la Estructura 58, vacía cuando ellos entraron, a excepción de un grupo de mesas y sillas raquíticas y una humana a la que casi se le salen los ojos de las órbitas al verlos. Estudió la pantalla de un datapad que llevaba colgado del cuello, se recompuso rápidamente y pidió que se sentasen.

El hecho de que Melisma y los demás optasen por sentarse en el suelo minó el aplomo de la mujer, que evidentemente era tan endeble como el mobiliario, y recurrió una vez más al datapad para pedir consejo de algún tipo.

—Les han pedido que se presenten aquí —empezó a explicar en Básico— porque se ha presentado una oportunidad que podría proporcionarles transporte hasta Esseles, así como empleo una vez llegados a destino.

Una sorprendida Melisma se volvió hacia Gaph, cuyo optimismo había regresado súbitamente.

—El trabajo es un poco peculiar, pero como es el único dirigido específicamente a su especie, estoy segura de que querrán considerarlo. Aclaró su garganta de una manera significativa.

—En esencia, ustedes vivirían en una especie de museo viviente, coexistiendo con diversas especies, mostrando a un público intelectualmente inquieto o simplemente curioso los variados elementos que les caracterizan como especie.

Nadie habló durante un largo momento. Entonces, Gaph preguntó:

—¿Qué nos exigirían hacer, exactamente?

—Sólo que sean ustedes mismos —dijo la mujer en un tono de voz involuntariamente agudo.

Gaph olvidó su sonrisa anterior y miró a Melisma. Después se giró hacia la mujer.

—¿Nos está sugiriendo que sería como si estuviéramos aquí…, sólo que tendríamos miles de visitantes molestándonos día y noche.

—Observándolos —corrigió la mujer—. No molestándolos.

Melisma agitó la cabeza con pesadumbre.

—Lo siento, pero rechazamos su oferta —dijo, hablando en nombre de todos.

La mujer perdió un segundo pellizcándose el labio inferior, y acto seguido fue hasta la puerta para asegurarse de que no había nadie cerca. Cuando volvió con los ryn, sus ojos centelleaban como no lo hacían antes y su tono de voz tenía un deje de misterio.

—En realidad no debería decirles esto, pero Salliche Ag está dispuesto a ofrecerles un empleo aquí, en Ruan. —Hizo una pausa para dejar que sus palabras calaran hondo—. Estoy segura de que algunos de ustedes han tenido pasadas experiencias en mundos agrícolas, y que se adaptarían fácilmente al trabajo y al ambiente. A cambio, Salliche Ag sólo esperaría que firmasen un contrato mediante el cual se comprometen a permanecer en este mundo durante los próximos tres años estándar, al menos.

—¿Cuál es la paga? —preguntó Gaph con moderado entusiasmo.

—Salliche Ag les proveerá con todo lo que necesiten en cuanto a alojamiento y comida, y deduciría el coste de sus sueldos. Por supuesto, el resto pueden gastarlo como mejor les plazca… pero la compañía anima a sus empleados a no aceptar créditos en metálico para que no se los gasten en frivolidades o los pierdan en el juego. Lo último que Salliche Ag desea son empleados que han gastado más de la cuenta y se han quedado sin recursos, y a quienes sólo les queda trabajar para pagar las deudas acumuladas.

—¡Ése sí es un buen trato! —exclamó Gaph, dándose una palmada en el muslo con fingida alegría.

Cuando todos dejaron de reírse, Melisma dijo:

—No estamos interesados.

—¿Ni siquiera considerarán la oferta? —sugirió la mujer cruzando los brazos sobre el pecho—. Estoy segura que no querrán permanecer en este campo más tiempo del estrictamente necesario.

Cuando los ryn salieron del edificio, momentos después, la amenaza apenas velada todavía resonaba en las orejas de Melisma. No sabía si estar enfadada, ansiosa o ambas cosas a la vez. Habían ganado bastantes créditos prediciendo el futuro, suficientes para comprar comida decente, pero el negocio empezaba a decaer. Sin créditos, el campo se convertiría en una prisión y, al final, se verían obligados a aceptar la oferta de Salliche Ag.

Creía que no podía sentirse más descorazonada, hasta que llegaron al campamento ryn y descubrieron que les esperaban dos humanos, enviados sin duda a convencerlos de lo desesperado de su situación, y a intentar nuevamente hacerles ver lo inteligente que sería para ellos aceptar la oferta de Salliche Ag.

Aun así, algo en la pareja le hizo dudar. Para empezar, eran demasiado desastrados para ser representantes de Salliche Ag. El más alto era desgarbado y barbudo, y sus largos dedos estaban manchados de tac. Vestía un mono de una talla demasiado pequeña, y sus botas parecían más apropiadas para trabajar en un espaciopuerto que en una oficina. El otro tenía un aspecto igualmente desaliñado, con grasa bajo las uñas y mugre en la frente. Una cortina de pelo negro enmarcaba su cara pálida y le caía, largo y sucio, hasta los hombros.

—Cuando se puede vivir mejor en otro planeta, Ruan resulta ser un montón de rocas como cualquier otro, por lujoso que pueda parecerles ahora —dijo
alto
a Gaph mientras se acercaba.

—Pero todo montón de rocas tiene sus salidas secretas —añadió el otro—. Incluso Ruan.

Gaph sonrió tranquilamente.

—Cierto. Y todas esas salidas secretas requieren un peaje que no podemos permitirnos pagar.

Alto
se tomó la respuesta como una buena señal.

—Entonces, quizá les gustaría ganarse ese peaje.

Gaph les ofreció un par de sillas que R’vanna había arreglado, al tiempo que pedía que les trajeran algo de té y comida.

—Representamos a una empresa que proporciona transporte privado a otros mundos —explicó Alto
.

—Y que cuesta miles de créditos por pasajero —replicó Gaph.

—Créalo o no, pero aquí hay gente que puede pagar todavía mucho más.

—El problema —dijo el más bajo—, es que les falta un permiso oficial de viaje. Normalmente también podrían comprar documentación con sus créditos, pero Salliche Ag lo está poniendo difícil porque tiene razones personales para querer que todo el mundo se quede en este planeta.

—Somos conscientes de esas razones —suspiró R’vanna.

—Bien, entonces el asunto es como sigue —dijo el primer hombre—. La empresa que representamos tiene permiso oficial para transportar un cargamento de clientes de pago hasta Abregado-rae, y acepta exiliados.

—Abregado-rae…, una alternativa mucho mejor que cualquiera de los mundos del Núcleo —admitió R’vanna con deleite—. Cargada positivamente de oportunidades.

Alto
asintió con la cabeza.

—Sin campos, sin contratos de trabajo, sin huellas dactilares… Todo el mundo puede empezar de nuevo desde cero. Pero, a menos que podamos mostrar los nombres de nuestros clientes en los permisos oficiales de tránsito, ni todos los créditos del universo conseguirán que salgan de Ruan.

Gaph reflexionó en voz alta.

—Entonces necesitan un buen especialista en informática que meta esos nombres en el banco de datos.

—Salliche Ag tiene a todos los especialistas en nómina —arguyó
Alto
agitando la cabeza—. Todo tiene que hacerse con duraláminas y sellos oficiales.

Gaph y R’vanna intercambiaron una mirada de complicidad.

—Siga —propuso Gaph.

Los humanos también compartieron miradas.

—No es ningún secreto que ustedes son buenos falsificando permisos y todo eso —dijo
Alto.

—Sí, como los que les permitieron emigrar al Sector Corporativo hace algún tiempo.

—Rumores sin fundamento —cortó R’vanna apresuradamente.

—Aun así… —sonrió
Alto.

—¿Tienen una muestra del sello que quieren copiar? —cortó Gaph.
Bajo
abrió un maletín y pasó a Gaph un cuadrado de duralámina que llevaba un sello oficial muy elaborado.

—Esto viene directo de Coruscant. Cada carta de tránsito puede llevar cien nombres, así que necesitaríamos cinco.

Gaph y R’vanna conferenciaron unos instantes.

—Tanto el sello como la caligrafía son intencionadamente anticuados —dijo Gaph por fin—. Necesitaríamos herramientas apropiadas, además de tintas y demás.

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