Authors: Peter Rinearson Bill Gates
Son los consumidores y no los legisladores los que deberían elegir entre compatibilidad e innovación. Cuando la industria de la computadora personal era nueva, surgieron y desaparecieron muchas máquinas. La Allair 8800 fue superada por la Apple I. Luego llegaron la Apple II, la PC IBM original, la Apple Macintosh, la PC IBM AT, las PC 386 y 486, las Power de Macintosh, las PC Pentium y la Pentium Pro. Cada una de estas maquinas era compatible en algo con las otras. Todas eran capaces de compartir archivos de texto, por ejemplo. Pero hubo también muchísima incompatibilidad porque cada sucesiva generación de computadoras proporcionaba avances fundamentales que los sistemas antiguos no soportaban.
En algunos casos, la compatibilidad con máquinas más antiguas es una virtud. Tanto las PC compatibles como la Apple Macintosh proporcionaban algunas compatibilidades retrospectivas con modelos más antiguos que utilizaban sus arquitecturas de máquina. Sin embargo, la PC y la Mac son extensamente incompatibles entre sí. En el momento en que salió al mercado, la PC no era compatible con máquinas anteriores de IBM. De la misma manera, la Mac era incompatible con los equipos más antiguos de Apple.
La industria de la computadora personal se desarrolló precisamente porque no se regularon los estándares técnicos. SÍ el Congreso de Estados Unidos hubiera decidido a principios de los años ochenta «proteger» a los consumidores exigiendo que todas las PC se adhiriesen a los estándares técnicos de las computadoras mainframes, muchas innovaciones que están garantizadas hoy no hubieran conseguido abrirse paso nunca. Los ganadores hubieran sido los fabricantes de las mainframes, y los grandes perdedores, los consumidores.
En el verano de 1996, la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos consideraba una propuesta apoyada por las emisoras de radio y de televisión y los fabricantes de televisión que crearía un estándar obligatorio para los formatos de emisión de televisión. El estándar propuesto permitiría imágenes de alta calidad de televisión pero era incompatible con algunas de las tecnologías actuales. La industria informática, que ve a las televisiones y a las PC marchando juntas tecnológicamente, se opusieron al estándar propuesto porque obstaculizaría la innovación en nombre de la compatibilidad.
La tecnología informática es tan dinámica que cualquier empresa podría salir con cualquier producto nuevo que desee y dejar que el mercado decida si ha sopesado adecuadamente los factores alternativos. Como vimos en el capítulo 3, el mercado lo hará de manera totalmente categórica.
Como un televisor o un adaptador de televisión conectado a Internet habrá de ser una computadora en lodos los sentidos, tiene lógica que su desarrollo siga las mismas pautas de rápida innovación que han marcado la tecnología de la PC. Seria una locura imponer las constricciones de un diseño dictado por el gobierno, a un invento que aún no está perfeccionado.
Espero que en muchos países se realicen esfuerzos por establecer estándares. Parece fácil establecer restricciones que aparenten ser razonables, pero si no nos mantenemos vigilantes, las mismas estrangularán la innovación.
La creación de un mercado de comunicaciones competitivo es complicada en países donde los monopolios de telecomunicaciones regulados son propiedad del gobierno. Las PTT en esos países están invirtiendo en nueva infraestructura de red pero cuando se ven implicadas organizaciones gubernamentales, las cosas a menudo se mueven con lentitud. El ritmo de la inversión y de la desregulación en todo el mundo se incrementará en los próximos diez años, porque los políticos están reconociendo que ello es crítico para la competitividad internacional de sus países, a largo plazo. En muchas campañas electorales, los programas de los candidatos incluirán una plataforma Internet abogando por inversiones en PC para los colegios y mejores conexiones a Internet para todo el país. La politización de las cuestiones relacionadas con Internet harán esto más visible. La competencia entre naciones que tratan de tomar el liderazgo en el desarrollo o de asegurarse de que no se quedarán atrás está creando una dinámica positiva.
Algunos gobiernos nacionales pueden subvencionar parte de las infraestructuras de información de sus países. Una inversión gubernamental debe ayudar a que se construya una autopista de la información más pronto de lo que sería posible de otro modo, pero los gobiernos necesitan asegurarse de que consiguen incorporar las ventajas de la tecnología probada ya en otros países. De otro modo, un país podría terminar con un proyecto inferior hecho por ingenieros que estuvieran aislados del rápido ritmo del desarrollo tecnológico.
Algo parecido a esto ha sucedido en Japón con el proyecto de televisión de alta definición Hi-Vision. El MITI, el poderoso Ministerio de Comercio Internacional e Industria, y la NHK, la compañía de televisión gubernamental, coordinaron un esfuerzo entre las empresas japonesas de electrónica de consumo para construir un nuevo sistema HDTV analógico. La NHK se comprometió a emitir programas en el nuevo formato varias horas al día. Por desgracia, el formato quedó obsoleto cuando se vio claro que la tecnología digital era superior. Sin embargo. Japón se beneficiará de la inversión en el proyecto Hi-Vision desarrollando cámaras de alta definición y pantallas.
Yo dudo que muchos de los países desarrollados vayan a ir más de un año o dos por delante o por detrás de los otros en el desarrollo de una infraestructura de comunicaciones basada en Internet, a menos que se tomen decisiones políticas desafortunadas, Pero este tipo de decisiones se tomará en todas partes. Si nos remontamos a diez años atrás, veremos una clara correlación entre el alcance de la reforma de las telecomunicaciones en cada país y el estado de su economía de la información. Estoy seguro de que en la tecnología de la información están implicados laníos países como para que se pruebe todo el espectro de los diferentes esquemas reguladores y desreguladores.
Nunca llegamos a ver muchos ensayos de televisión interactiva. Pero redes de banda ancha pioneras como las planificadas por Singapur pueden ayudar a toda la industria a comprender qué clases de aplicaciones de banda ancha interactiva tendrán más atractivo. El lado negativo potencial en un esfuerzo como el de Singapur, por supuesto, es que los sistemas pioneros, aislados, corren el riesgo de quedarse airas tecnológicamente porque se saltan las lecciones vitales del mercado global.
Con independencia de lo inteligente que sean un gobierno o una empresa particular, a largo plazo no serán capaces de conseguir la innovación que está originándose por la competencia febril entre las miles de empresas atrapadas por la nueva fiebre del oro. El mercado es el mayor tomador de decisiones, más inteligente que cualquier líder comercial o político, y está trabajando duro para conducir el desarrollo del estándar global de comunicaciones: la Internet.
Nos encontramos en un momento apasionante en la Edad de la Información.
Solo estamos en sus albores. En lodos los lugares a donde voy. Sea para hablar ante un grupo de personas o para cenar con los amigos, se me formulan preguntas sobre el modo como la tecnología de la información cambiará nuestras vidas. La gente quiere conocer la forma como el futuro cambiará nuestras vidas, para mejor o para peor.
A estas alturas debería ser obvio que soy optimista ante el progreso de la nueva tecnología. Hará más gratos nuestros momentos de ocio y enriquecerá nuestra cultura, al expandir la distribución de la información. Contribuirá al alivio de las tensiones que sufren las áreas urbanas, al permitir a las personas trabajar desde sus hogares o desde oficinas alejadas de los ceñiros urbanos. Aliviará las presiones sobre los recursos naturales, porque cada día un número mayor de productos adquirirán la forma de hits en lugar de la de bienes manufacturados. Nos permitirá controlar mejor nuestras vidas, capacitándonos para adaptar nuestras experiencias y los productos que utilizamos a nuestros intereses. Los ciudadanos de la sociedad de la información disfrutarán de nuevas oportunidades para mejorar la productividad, aprender y divertirse. Los países que actúen con decisión y en concierto con los demás se verán recompensados desde el punto de vista económico. Nacerán mercados totalmente nuevos y surgirán miríadas de nuevas oportunidades de empleo.
Cada una de las generaciones que han vivido en los últimos siglos ha descubierto un modo más eficaz de hacer las cosas, y los beneficios acumulados han sido enormes. El ciudadano medio de hoy en día disfruta de una vida mucho mejor que la de la nobleza de hace unos cuantos siglos.
Sena algo grande poseer tantas tierras como un rey medieval, pero… ¿qué haríamos con sus piojos? Los adelantos experimentados por la medicina han alargado nuestras expectativas de vida y han mejorado su calidad.
En la primera parte del siglo XX, Henry Ford de la industria del automóvil, pero nuestro coche es superior a cualquiera de los que él condujo.
Es más seguro y más fiable y, desde luego, tiene un mejor sistema de sonido. Esta pauta de progreso no va a cambiar. La creciente productividad hace progresar a las sociedades, y el hecho de que el ciudadano medio de los países desarrollados sea mucho más «rico», por muchos conceptos, de lo que cualquier otro pueda serlo hoy es sólo cuestión de tiempo.
Pero el hecho de que sea optimista no quiere decir que no me preocupe por lo que pueda ocurrimos. Los grandes cambios traen siempre beneficios, y los de la sociedad de la información implicarán costos. Las sociedades se van a encontrar ante peticiones de que hagan elecciones difíciles sobre la disponibilidad universal de la tecnología, la inversión en educación, la regulación y el equilibrio entre la vida privada individual y la seguridad de la comunidad. Afrontaremos, pues, nuevos problemas, algunos de los cuales podemos prever. En algunos sectores económicos las disfunciones harán necesario reentrenar a los trabajadores. La disponibilidad, prácticamente gratuita, de comunicaciones e informática, alterará las relaciones entre las naciones y las de los distintos grupos socioeconómicos dentro de cada una de ellas. El poder y la versatilidad de la tecnología digital originarán nuevas preocupaciones sobre la vida privada individual, la confidencialidad en el campo del comercio y la seguridad de las naciones. Además, hay que ocuparse también de las cuestiones relativas a la equidad porque la sociedad de la información tendrá que servir a todos sus ciudadanos, y no sólo a los que puedan utilizar una tecnología sofisticada o sean unos privilegiados desde el punto de vista económico. Yo no tengo necesariamente las soluciones a las muchas cuestiones y problemas con que nos enfrentaremos pero, como dije al comienzo de este libro, es un buen momento para entablar un amplio debate.
Aunque es importante que empecemos a pensar en el futuro. Deberíamos contener el impulso de emprender acciones apresuradas. Hoy no podemos plantear más que cuestiones de tipo general, de manera que no tiene sentido sugerir recomendaciones y regulaciones específicas detalladas. El ritmo del cambio tecnológico es tan rápido que parece como si el mundo fuera a ser totalmente distinto de un día para otro. No lo será, pero deberíamos prepararnos para el cambio. Disponemos de un número considerable de años para observar el curso de la revolución en marcha y deberíamos emplearlos en tomar decisiones inteligentes, sin prisa.
La angustia más extendida y personalizada quizá sea: «¿cómo me va a ir en esta cambiante economía?». Preocupa a la gente que sus puestos de trabajo se queden obsoletos, que no sean capaces de adaptarse a nuevas formas de trabajar, que sus hijos se coloquen en industrias sin porvenir que dejen de existir o que el devenir económico cree una situación de desempleo generalizado, especialmente entre los trabajadores de más edad.
Se trata de preocupaciones legítimas. Declinarán profesiones e industrias completas, pero florecerán otras nuevas. Estos cambios se producirán durante las dos o tres décadas siguientes, lo que resulta rápido de acuerdo con los modelos históricos, pero probablemente no sea más perturbador que el ritmo al que la revolución del microprocesador produjo cambios en los puestos de trabajo o como la desregulación y la competencia que produjeron cambios en las líneas aéreas, la industria del transporte y la banca.
El microprocesador y la computadora personal que hizo posible alteraron e incluso eliminaron ciertos puestos de trabajo y empresas, pero es difícil encontrar un gran sector de la economía que se haya visto afectado negativamente por ellos. Las empresas de máquinas de escribir, las que fabricaban mainframes y minicomputadoras han retrocedido, pero la industria informática ha crecido como un todo, produciendo un crecimiento sustancial del empleo neto. Muchos de los trabajadores que se han visto obligados a abandonar compañías como IBM o DEC, han encontrado empleo en otros lugares dentro de la industria informática, generalmente en puestos relacionados con las PC. También fuera de la industria informática es difícil encontrar un sector completo que se haya visto afectado por la PC. Algunas mecanógrafas se vieron desplazadas por las aplicaciones de autoedición, pero muchas de ellas se reentrenaron. Por cada trabajador que perdió un puesto de trabajo hay varios que deben sus puestos de trabajo a la edición electrónica. No todos los cambios han sido siempre buenos para lodo el mundo pero, a medida que avanza la revolución se ve que el que ha desencadenado la computadora personal ha sido notablemente beneficioso.
Algunas personas se preocupan porque consideran que sólo hay un número finito de puestos de trabajo en el mundo, y que cada vez que desaparece uno alguien queda desamparado sin perspectiva alguna en la vida. Por suerte, no es así como funciona la vida económica. La economía es un vasto sistema interconectado en el que todo recurso que se libera queda a disposición de otra área económica que le encuentra valor. Cada vez que se hace innecesario un puesto de trabajo, la persona que lo desempeña queda en libertad para hacer cualquier otra cosa. El resultado neto es que cuanto más se hace, más se eleva el nivel general de vida a largo plazo.
Cuando se produce una caída general de la economía (una recesión o una depresión), hay una pérdida cíclica de puestos de trabajo, pero los cambios producidos como resultado de la aplicación de la tecnología han tendido a crear puestos de trabajo.
En una economía que evoluciona, las categorías laborales cambian constantemente. Ames, todas las llamadas telefónicas se efectuaban a través de operadoras. Cuando yo era niño, teníamos que marcar el "O" cada vez que queríamos hacer una llamada de larga distancia y dar el número a la telefonista y, en mi adolescencia, muchas empresas empleaban todavía a operadoras que encaminaban las llamadas enchufando clavijas en un tablero. En la actualidad hay, comparativamente, muy pocas operadoras, a pesar de que el número de llamadas es mayor que nunca. Casi lodo se realiza automáticamente.