Cuentos completos (525 page)

Read Cuentos completos Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
7.14Mb size Format: txt, pdf, ePub

—No —dijo Rubin violentamente—, no estamos discutiendo sobre Lovecraft; estamos hablando de Poe…

Y aunque parezca mentira, el invitado de Drake, que hasta aquel momento de la cena había permanecido sentado sin decir palabra, dijo de repente con voz chillona y casi metálica:

—¿Por qué estamos hablando de Poe?

Su nombre era Jonathan Dandle; bajo, regordete en su parte media, rostro redondo ahora bastante enrojecido, una gran cabeza calva con un borde de cabello gris alrededor de las orejas y unas gafas bifocales redondas de montura de oro. Debía estar entrando en los sesenta años.

Había sobresaltado a sus compañeros hasta hacerlos callar e incluso Henry, el imperturbable camarero que era el orgullo de los Viudos Negros, había permitido que una expresión de sorpresa cruzara su rostro momentáneamente.

Drake aclaró su garganta, y apagó su cigarrillo:

—Hablamos de cualquier cosa que nos plazca, Jonathan. Poe es un tema tan bueno como cualquier otro, sobre todo porque Manny Rubin escribe misterios y, por tanto, Poe podría ser considerado su patrono. ¿Correcto, Manny?

Dandle miró alrededor de la mesa, de uno a otro, y algo del rojo de su rostro desapareció, dejando paso a su color normal. Levantó sus manos en una especie de encogimiento de hombros.

—Mis disculpas, caballeros. No era mi intención imponer el tema de la conversación.

Parecía un poco triste.

Rubin movió la cabeza hacia Dandle en un gesto condescendiente ligeramente arrogante y dijo:

—En realidad, si estamos hablando acerca del patrono de los misterios, yo podría hacer un buen alegato en favor de Conan Doyle. Los Escritores de Misterio de América pueden repartir Edgars, pero el detective arquetípico, como todos sabemos… —y con esto, Poe fue abandonado.

Dandle escuchó atentamente el nuevo rumbo de la conversación, pero no dijo nada más hasta que Henry hubo servido el café y Gonzalo hubo terminado la rápida caricatura que mostró al invitado.

Dandle la miró solemnemente y luego sonrió:

—Es una suerte, señor Gonzalo, que no tenga en gran concepto mi belleza. Me hace ver como el antiguo actor Guy Kibee. Quizá no lo recuerde.

—Claro que lo recuerdo, y ahora que lo señala, existe un parecido. Un artista perspicaz puede, con unos pocos trazos de lapicera, revelar elementos esenciales que no son necesariamente evidentes —dijo Gonzalo.

—Qué lástima, Mario —dijo Rubin—, que no puedas encontrar un hábil artista que te enseñe a hacer eso.

—Y mientras que tú —dijo Mario imperturbable—, has conocido a muchos escritores perspicaces y ninguno de ellos ha podido ayudarte.

En ese momento, Drake golpeteó la copa de agua con su cuchara.

—Hora del interrogatorio, caballeros, así que se solicita a Manny y Mario se callen. Jeff, ¿quieres hacer los honores?

Geoffrey Avalon agitó con el dedo mayor el hielo de su segundo whisky a medio consumir, y dijo:

—Señor Dandle, ¿cómo justifica su existencia?

—Una buena pregunta —dijo Dandle, pensativo—. Dado que no tuve nada que ver con el inicio de mi existencia en este mundo desventurado, podría justificadamente rechazar cualquier necesidad de defenderme. Sin embargo, he aceptado mi existencia durante un poco más de seis décadas…, después de todo, podría haberme matado bastante fácilmente…; por lo tanto, me defenderé. ¿Qué ocurriría si les dijera que estoy tratando de hacer más fácil la comunicación entre la gente? ¿Serviría como base para una justificación?

—Depende de sobre qué temas se comuniquen —dijo Gonzalo—. Ahí están los intentos de Manny por…

—¡Mario! —dijo Avalon tajante, dirigiendo una amenazadora mirada en dirección de Gonzalo. Luego, más amablemente, dijo—: Tengo la palabra y me gustaría que esta vez no cayéramos en la anarquía… ¿De qué manera, señor Dandle, hace usted más fácil la comunicación entre la gente?

—Trabajo en fibras ópticas, señor Avalon, y la comunicación por rayo láser a través de cristal, más que la comunicación por electricidad a través de cobre, conducirá a que cables más baratos y delgados, a pesar de ello, transmitan más mensajes. Admito que no toda la alta tecnología del mundo servirá por sí misma para mejorar la calidad de esos mensajes.

—Y sin embargo, señor Dandle, si se me permite introducir una nota personal, usted no muestra en sí mismo demasiada tendencia a comunicarse, considerando que la comunicación es su negocio. Apenas ha dicho algo durante el cóctel y la cena. ¿Hay algún motivo para ello?

Dandle miró a su alrededor y su rostro enrojeció de nuevo. Era bastante evidente que se ruborizaba con facilidad, y que, como a toda la gente a la que le ocurre eso, era muy consciente de ello, y parecía avergonzarse y ruborizarse más por ese motivo. Dijo algo entre dientes.

—Le ruego me perdone, señor —dijo Avalon—. No le he oído.

Drake, que estaba sentado junto a su invitado y que parecía también bastante incómodo, dijo:

—Jonathan, decir «no tengo nada que decir», no es una respuesta.

—Es una respuesta, si esa es la respuesta que yo elijo dar, Jim —dijo Dandle.

—No —dijo Drake, mirando a su invitado con los ojos fruncidos de miope—. Ésa no está entre las opciones permitidas, Jonathan. Ya te expliqué el acuerdo de esta reunión. Recibes buena cena y buena compañía a cambio de respuestas con argumento. Sin secretos. Sin evasivas. Mi propia experiencia me dice que siempre has tenido muchas cosas que explicar.

—Déjame continuar, Jim… —dijo Avalon—. Señor Dandle, aceptaré su respuesta de que no tiene nada que decir, aunque desearía que hablara alto para que además de quien se sienta a su lado, puedan oírle también los demás. Mi próxima pregunta es: ¿Por qué no tiene nada que decir en esta ocasión, considerando que, si vamos a creer a Jim, el silencio no es característico en usted?

Dandle extendió sus manos y dijo con voz bastante alta:

—¿Es siempre el hombre responsable de sus actos, señor Avalon? ¿Conoce siempre el origen de sus estados de ánimo?

—Entonces, permítame hacerle otra pregunta —dijo Avalon—. En un momento dado, usted interpuso una pregunta en la conversación general. Usted preguntó por qué estábamos hablando de Poe, y lo hizo bastante enérgicamente. Yo interpreté su observación como indicativa de que usted se sentía ofendido, quizás agraviado, por la discusión. ¿Es así? Y, si es así, ¿por qué?

Dandle negó con la cabeza.

—No, no. Sólo pregunté.

Trumbull se levantó y se pasó una mano por su cabello blanco muy ondulado. Con exagerada paciencia, dijo:

—Jim, como anfitrión, debes tomar una decisión. No hay duda de que no estamos consiguiendo nada de nuestro invitado, y creo que, de acuerdo con las reglas del club, podríamos estar forzados a suspender la reunión ahora. De hecho, te propongo que consideres la suspensión.

Drake agitó petulante la mano.

—Tranquilízate, Tom… Jonathan, tienes que responder francamente. Nada que se diga aquí será repetido fuera de estos muros. Nuestro camarero, Henry, es miembro del club y mantendrá la boca cerrada como nosotros. Incluso en mayor grado. Yo te conozco lo suficientemente bien para saber que no has cometido un crimen ni que estés planeando cometerlo, pero incluso así, nosotros…

—Estás muy equivocado —dijo Dandle, con un tono de voz bastante más elevado que antes—. Estoy tratando de cometer lo que considero un delito. Estoy ciertamente tratando de ser deshonesto.

—¿Tú? —preguntó Drake.

—Por lo que considero es una justificación considerable, por supuesto.

—Después de esto —dijo Trumbull—, si el señor Dandle no desea explicarse, Jim, podemos detenernos.

Hubo un silencio. Trumbull permanecía de pie. Drake miró a Dandle y dijo:

—Bien, ¿Jonathan?

—Tú me dijiste, Jim —dijo Dandle—, que se me interrogaría sobre los detalles de mi profesión. No esperaba esta clase de cosas.

—No puede evitarse. Si hubieras sido tú mismo, nada de esto hubiera ocurrido. ¿Qué es lo que está mal?

Dandle parecía impotente. Apretó su puño, hizo como si fuera a golpear la mesa, se detuvo el movimiento y dijo:

—Se trata de mi hermana.

—Tu chifla… —empezó Drake, y de repente se detuvo.

—Mi chiflada hermana —dijo Dandle—. Se está muriendo. Cáncer.

Hubo un repentino silencio.

—Hace meses que lo sabemos —dijo Dandle—, y quizá viva algunos meses más, pero eso nos está ocasionando problemas.

El silencio continuó. Finalmente, Henry dijo:

—¿Brandy, caballeros?

—Un poco solamente, Henry… —dijo Avalon distraído— ¿Qué clase de problemas, señor Dandle?

—Su testamento.

—¿Quiere usted decir que todo es un asunto de dinero? —dijo Halsted, con algo más que un matiz de desaprobación en su voz.

—No se trata en absoluto de dinero —dijo Dandle, levantando las cejas—. Por favor, compréndanlo, caballeros, mi mujer y yo somos afortunados. Tenemos un hijo y una hija, pero ambos están crecidos y son razonablemente afortunados. Mi hermana tiene una casa y algo de dinero que heredó de nuestros padres, pero no es algo que codiciemos. Al menos, no el dinero. Puede disponer de él como quiera. Si así lo desea, puede dejarlo para una granja para gatos sin hogar. Se trata de la casa.

Se quedó pensativo por un momento.

—Estaba muy claro que ella nunca se casaría por el tiempo en que mis padres murieron. Tenía sentido dejarle a ella la casa familiar, aunque era innecesariamente grande para una persona. Sin embargo, ha pertenecido a la familia desde que fue construida; yo nací allí; viví allí hasta que me casé; le tengo un apego sentimental muy profundo. Ahora mi hermana Rachel —Dandle miró brevemente a Drake—, que es, como dijiste, una chiflada, está planeando dejársela a una organización de chiflados, y yo no quiero que haga eso. Desearía venderla a alguien respetable. Desearía que la derribaran de una forma digna por un propósito decente. Pero maldita sea si deseo permitir que la… Orden Cósmica de Teognósticos la infeste.

—¿La qué? —preguntó Gonzalo.

—Esa palabra —dijo Avalon—, viene del griego y significa “conocedores de Dios”.

—Lo que realmente conocen —dijo Dandle—, son métodos para sacar dinero de tontos y locos.

—Imagino que están sacando dinero de su hermana —dijo Avalon.

—Hasta cierto punto, sí, pero no mucho. Es una mujer astuta en cuestiones financieras, y tiene buen juicio fuera de su obsesión. Sin embargo, andan buscando quedarse con todo cuando ella muera. Y podrían.

—¿Cuál es su obsesión, señor?

—Creo que empezó con sus lecturas de Poe cuando era joven. Creo que leyó todo lo que él ha escrito; casi lo memorizó; y absorbió la malsana morbosidad que mencionó el señor Rubin. También leyó a Lovecraft y creció con tendencia a creer en horrores del espacio exterior, en inteligencias antiguas, y todo eso. Ella me hablaba bastante a menudo sobre esa basura. Naturalmente, pasó a formar parte de la Ovni manía.

—Naturalmente —dijo entre dientes Rubin, con un aire de disgusto.

—Se convenció de que esos seres inteligentes del espacio exterior están realmente en la Tierra y que se han apoderado de sus líderes y de gran parte de la población en general. Cree que esos seres extraños son invisibles, o que pueden hacerse invisibles, y que pueden vivir dentro de los seres humanos como parásitos. Todo es bastante loco.

—Supongo —dijo Avalon— que si alguien no está de acuerdo con ella, o trata de argumentar contra su opinión, ella lo considera una señal de que el que discrepa ha sido poseído.

—Absolutamente. Enseguida me di cuenta del error de oponerme a ella.

—¿Por qué esos extraños no han poseído a todo el mundo? —dijo Halsted—. ¿Cómo explica su hermana que ella misma no haya sido poseída?

—Deduzco —dijo Dandle— que la Orden Cósmica de Teognósticos los combate con oraciones, introspección, meditación, conjuros y lo que fuera que el diablo les pida que hagan, y le han enseñado a ella a hacer lo mismo. Ha intentado enseñarme a mí, y sólo he guardado silencio y escuchado. Hay un montón de velas ardiendo involucradas en esto y el recitado de páginas enteras de escritos que no tienen ningún significado, pero supongo que cree que eso me mantiene a salvo… por el momento.

A través del humo de su cigarrillo, Drake dijo:

—Cuando me referí a ella como chiflada, Jonathan, estaba pensando en esa basura de los OVNIS. Pero no sabía nada sobre esas inteligencias extrañas.

—No es algo de lo que me guste hablar, obviamente —dijo Dandle—, y no estaría hablando ahora si no fuera por la presión.

—Usted dijo que estaba pensando en cometer un delito —dijo Avalon—. Seguramente no está pensando en violencia contra los teognósticos.

—Nada como eso. Sólo es un crimen a mis ojos. He estado tratando de defraudar y engañar a mi hermana y, no estoy orgulloso de ello.

—¿Quisiera usted explicar eso, señor Dandle? —preguntó Avalon fríamente.

—Bien, desde que encontramos que Rachel tenía cáncer, las cosas están en crisis. No se sometería a una operación porque está segura de que bajo los efectos de la anestesia será poseída. También sospecha de la radioterapia porque la radiación es el arma de esos seres. Por lo tanto, confía enteramente en el ritual teognóstico, y ya pueden imaginar lo eficaz que es.

—Los más absurdos métodos pueden ayudar a veces si uno cree firmemente que lo harán —dijo Rubin—. La mente es un poderoso instrumento.

—Puede ser —dijo Dandle—, pero a ella no le está ayudando nada. Ella está cada vez peor, y hace aproximadamente un mes empezó a hablar de dejar la casa y el dinero a los teognósticos para que éstos pudieran continuar con su gran lucha contra esos seres… En consecuencia, yo empecé a planear algo. —Enrojeció y se detuvo.

Tras una corta pausa, Avalon dijo apaciblemente:

—¿Sí, señor Dandle?

—Para no andar con rodeos —dijo Dandle—, me presenté a ella como un entusiasta converso. Le dije que me había convencido y que estaba con ella en corazón y alma; que podía dejar el dinero a los teognósticos si así lo quería, pero que debía dejarme la casa a mí y así yo haría de ella el centro de lucha contra los seres extraños. Permitiría a los teognósticos que la utilizaran libremente, pero que simplemente quería conservar el título de propiedad en honor a nuestros padres. Fui hipócrita y obsecuente.

—Sin duda —dijo Avalon—, pero, ¿funcionó? Las personas como su hermana que creen en indemostrables peligros invisibles suelen sospechar de todo.

Other books

Seal of the King by Ralph Smith
Return to Skull Island by Ron Miller, Darrell Funk
Berried Secrets by Peg Cochran
Inside Heat by Roz Lee
Recollections of Rosings by Rebecca Ann Collins
New Taboos by John Shirley
South Row by Ghiselle St. James
Shattering Inside by Lisa Ahne