Authors: César Vidal
Ese intento de mostrar el otro lado de la historia judía queda de manifiesto en esta novela al abordar los inicios del sionismo o la manera en que fueron contemplados personajes llamados a convertirse, de manera un tanto acrítica y sectaria, en iconos contemporáneos. Figuras como las de Cromwell, Rabinowitz o Hechler son rigurosamente históricas y también lo son de manera extraordinariamente detallada los episodios relatados sobre ellos en esta novela. Cuestión aparte es que estos personajes hayan sido olvidados en los estrechos moldes de una historia más oficial del sionismo. Sin embargo, Cromwell es uno de los ejemplos de que hubo épocas en que los puritanos creían más en el regreso de los judíos a su solar patrio que los propios judíos; Rabinowitz es un paradigma de otro sionismo, en su caso vinculado, nada más y nada menos que a la figura de Jesús y Hechler tuvo un papel en la vida de Herzl —cuyas vicisitudes son también relatadas con enorme exactitud en las páginas precedentes— extraordinariamente importante.
Por lo que se refiere a personajes como Bar Kojba, Marx o Freud, he considerado lo más conveniente mostrarlos como fueron realmente y no como han sido retratados por sus hagiógrafos. De Bar Kojba hay que señalar que no pasó de ser un personaje incompetente que arrastró a su pueblo a la desgracia por causas ciertamente de justificación dudosa. Por supuesto, la mayoría de sus contemporáneos no lo vieron así empezando por algunos de los protagonistas del Talmud y es poco verosímil que el sionismo actual acepte ese veredicto que resulta difícil de refutar. Por su parte, Marx —cuyos malos hábitos, incluidos el de lanzar piedras a las farolas londinenses, el de vivir a costa de Engels o el de aprovecharse sexualmente de la criada, están más que atestiguados— sufrió un marcado antisemitismo que suele pasarse por alto, aunque explica buena parte de sus puntos de vista. Y así llegamos a Freud. Como he señalado en la novela, la mayoría de sus contemporáneos lo consideraron un simple charlatán por las razones que relato. Que una adecuada política de comunicación llevada a cabo por sus seguidores cambiara esa percepción no invalida lo dicho. Por cierto, la entrevista con Mahler es un hecho histórico cuyo conocimiento nos ha llegado a través de distintas fuentes. Sólo me he permitido especular sobre las razones por las que el genial compositor avanzó tanto en el psicoanálisis en el curso de unas horas. Por supuesto, no puedo asegurar que fuera así, pero tampoco me atrevería a descartarlo de una manera radical.
El papel de la religión en la historia de los judíos resulta verdaderamente esencial. A decir verdad, prácticamente hubo que esperar a finales del siglo xix, para que ser judío comenzara a ser una categoría desvinculada de la fe religiosa y relacionada con una supuesta raza. Precisamente por ello, he tenido que hacer un hincapié especial en episodios de carácter religioso que pesaron enormemente en la historia judía. Ese es el caso de la extraordinaria catástrofe que significó la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C. El judaísmo evolucionó después en una dirección diferente y, en buena medida, inesperada, pero no puede pasarse por alto un episodio de enorme relevancia que acabó derivando en la redacción del Talmud y en su consagración como verdadera tabla de salvación de un pueblo que había perdido a manos de Roma el camino que Dios le había entregado para expiación de sus pecados.
Esa enorme relevancia del factor religioso la hallamos también en el caso de la vida de mesías como Bar Giora, Bar Kojba o Shabbatai Zvi. Para los no judíos, se trata, por regla general, de figuras desconocidas siquiera porque el mesías más conocido y el único cuyos seguidores se han perpetuado a lo largo de dos milenios es Jesús. Sin embargo, todos ellos tuvieron una enorme importancia en momentos concretos de la historia judía. Al respecto, los datos contenidos en esta novela están cuidadosamente contrastados aunque —debe reconocerse— resultan, en algunos casos, verdaderamente llamativos.
También resultan exactas las referencias al origen del Talmud, al surgimiento de la Cabala, y, especialmente, del libro del Zohar o a la aparición de los hasidim.
Finalmente, debo referirme a la manera en que es contemplado el Estado de Israel. En contra de lo que afirman determinadas visiones ideológicas y mediáticas no por repetidas menos tópicas y falsas, no existe una visión monolítica del Estado de Israel entre los judíos ni todos sienten hacia él lo mismo. Los hay que han encontrado en su seno un refugio después del Holocausto o, como en el caso de los falashas, con posterioridad. Otros lo contemplan como el cumplimiento de un programa político de carácter nacionalista que se inició en el siglo xix. Pero tampoco faltan los que lo ven como el cumplimiento de un sueño de carácter trascendente que abarca multitud de tonos. En la medida de lo posible, he intentado referirme a todos esos matices. A fin de cuentas, El judío errante no es sino la historia del pueblo judío en los dos mil últimos años. Se trata, sin embargo, de una historia parcial y subjetiva, como corresponde siempre a los individuos, que ha discurrido por unos caminos y no por otros de la gran Historia judía. Lo que se narra en ella es verídico, pero carece de objetividad. Por lo que se refiere a la peripecia del judío, ¿quién puede saber si el personaje es real, si sólo se trata del relato de un loco o, simplemente, de un sueño?