Dos marineros del tercer trineo habían caído literalmente en las huellas y estaban de rodillas en la nieve llena de surcos. Un hombre sollozaba en voz alta, y otro había iniciado una retahila de las maldiciones marineras más imaginativas que había oído jamás Crozier..., y el capitán llevaba oídas muchas, a lo largo de los años.
—¡Maldita sea! —gritó Crozier—. Ya habéis visto espejismos árticos antes. ¡Dejad esos gimoteos y esas maldiciones u os haré tirar de ese maldito trineo a vosotros solos y yo me sentaré encima con una bota en el culo de cada uno! ¡De pie, hombres, por Dios! Sois hombres, no monjitas debiluchas. ¡Obrad como tales, joder!
Los dos marineros se pusieron de pie y torpemente se limpiaron los cristales de hielo y la nieve. Crozier no pudo identificarlos de inmediato por sus ropas y gorros, pero tampoco quería hacerlo.
La fila de trineos se puso en marcha de nuevo con muchos gruñidos, pero sin maldición alguna. Todo el mundo sabía que la elevada cresta de presión que tenían delante, aunque había sido ya muy trabajada por incontables viajes anteriores en las últimas semanas, todavía seguía siendo un maldito laberinto. Tendrían que subir y luchar con aquellos pesados trineos por unas pendientes de al menos cuatro metros entre los peligrosos acantilados de dieciocho metros a cada lado. La amenaza de vuelco por parte de los trineos sería muy real.
—Es como si un dios oscuro quisiera atormentarnos —dijo Thomas Blanky, casi ilusionado. El patrón del hielo no tenía que tirar de los trineos y caminaba cojeando al lado de Crozier.
El capitán no le respondió, y al cabo de un minuto Blanky se quedó atrás y se puso a cojear junto a uno de los marines que iban de escolta. Crozier llamó a uno de los hombres extra para que ocupara su lugar en el arnés, algo que habían ensayado mucho sin tener que detener el movimiento de avance de los trineos, y cuando el otro le hubo reemplazado, se hizo a un lado de los surcos y comprobó su reloj. Llevaban casi cinco horas de viaje. Mirando atrás, Crozier vio que el auténtico
Terror
había permanecido oculto a la vista durante algún tiempo, al menos ocho kilómetros, y con varias crestas de presión tras ellos. La imagen del espejismo era como una ofrenda final de algún dios ártico malvado que parecía decidido a atormentarlos a todos.
Todavía líder de aquella fatídica expedición, Francis Rawdon Moira Crozier se dio cuenta por primera vez de que ya no era capitan de un buque del Servicio de Descubrimiento de la Marina Real de Su Majestad. Esa parte de su existencia, y la de marinero y oficial naval, que fue su vida desde niño, habían concluido para siempre. Como responsable de la pérdida de tantos hombres y de ambos barcos, sabía que el Almirantazgo nunca le volvería a dar otro mando. En términos de su larga carrera naval, como bien sabía Crozier, no era más que un cadáver ambulante.
Todavía estaban a dos duros días de camino del campamento
Terror
. Crozier fijó la vista en la alta cresta de presión que tenían delante y siguió caminando.
Goodsir
Latitud 69° 37' 42"N — Longitud 98° 41' O
22 de abril de 1848
Del diario privado del doctor Harry D. S. Goodsir:
22 de abril de 1848
Llevo cuatro Días en este lugar al que llaman campamento
Terror
. Creo que hace honor a su nombre.
El Capitán Fitzjames está a Cargo de sesenta hombres aquí, incluyéndome a Mí mismo.
Confieso que cuando llegué con el trineo a la vista de este lugar por primera vez, la semana pasada, la primera Imagen que me vino a la mente fue extraída de la
lliada,
de Homero. El campamento está colocado a lo largo del borde de una ancha Ensenada a unos tres kilómetros al sur de un mojón erigido hace casi dos Décadas en el cabo Victoria por James Clark Ross. Está un poco más Abrigado del Viento y la Nieve que sopla fuera en la banquisa.
Quizá la escena de la
lliada
me la sugirieron las 18 chalupas colocadas en hilera al borde del mar de hielo, 4 de ellas yaciendo de costado en la grava, las otras 14 atadas encima de trineos.
Detrás de los Botes se hallan 20 tiendas, que oscilan en tamaño desde las pequeñas tiendas Holland como las que usamos casi hace Un Año cuando yo acompañé al difunto Teniente Gore al Cabo Victoria (cada tienda Holland es lo bastante grande para que duerman dentro seis hombres, tres por saco, en los sacos de dormir de metro y medio de ancho de piel de zorro), hasta las tiendas algo mayores hechas por el velero, Murray, que incluyen tiendas para el Capitán Fitzjames y el Capitán Crozier y sus mozos personales, y las dos tiendas mayores, cada una más o menos del tamaño de la sala Grande del
Erebus
y del
Terror,
una sirviendo como Enfermería y la otra como Comedor de los Marineros. Hay otras tiendas que son comedores para los contramaestres, cabos de mar y los oficiales y sus Homólogos Civiles, como el Ingeniero Thompson y Yo mismo. O quizás evoqué la
Iliada
porque cuando uno se acerca al campamento
Terror
por la Noche, y todas las Partidas de Trineo que venían del
HMS Terror
al Campamento llegaron después del anochecer, el Tercer Día, uno se queda sorprendido por el número de hogueras y fuegos de campamento. No hay madera que quemar, por supuesto, excepto un poco de roble que hemos traído del aplastado
Erebus,
precisamente para este Fin, pero muchos de los Últimos Sacos restantes de Carbón se han traído por el hielo desde los Buques a lo largo del último mes, y muchos de esos Fuegos de carbón ardían cuando vi por primera vez el campamento
Terror
. Algunos estaban en unos Anillos de Fuego hechos de rocas; otros estaban en cuatro de los grandes Braseros salvados del Fuego de Carnaval.
El efecto era de llamas y luz, con ocasionales antorchas y linternas también.
Después de pasar varios días en el campamento
Terror
, creo que el lugar se parece más a cualquier Campamento Pirata que a los de Aquiles, Odiseo o Agamenón, o cualquier otro Héroe Homérico. Las ropas de los Hombres están harapientas, deshilachadas y reparadas innumerables veces. La mayoría están Enfermos o Cojean o ambas cosas. Sus rostros están Pálidos y a veces bajo Espesas Barbas. Los ojos están Hundidos en las Cuencas.
Se tambalean o van por ahí con sus Cuchillos colgando de unos cinturones rústicos colocados por encima de sus ropas de Abrigo, en unas Fundas hechas con Vainas de Bayoneta recortadas. Fue idea del Capitán Crozier, así como las Gafas improvisadas con Tela Metálica que los hombres llevan los días soleados para salvaguardarlos de la ceguera producida por el Sol. El efecto general es de un Variopinto grupo de Rufianes.
Y la mayoría de ellos muestran ahora síntomas de Escorbuto.
He estado muy ocupado en la Tienda destinada a Enfermería. Los equipos de los trineos han dedicado una Energía Extra para transportar una Docena de Coys por el hielo y por las Espantosas Crestas de Presión (más dos coys para las tiendas de sus Capitanes), pero de momento tengo 20 hombres en la Enfermería, de modo que ocho de ellos están en Camastros hechos con Mantas y colocados sobre el frío suelo directamente. Tres lámparas de aceite nos proporcionan la Iluminación requerida durante las larguísimas noches.
La mayoría de los hombres que duermen en la Enfermería han caído presa del Escorbuto, pero no todos. El sargento Heather ha vuelto a mi cuidado, con el soberano de oro que el doctor Peddie le había atornillado al cráneo para reemplazar el hueso Arrancado junto con parte de su cerebro por la Criatura del Hielo. Los Marines han cuidado a Heather durante meses, y pensaban seguir haciéndolo igualmente aquí, en el campamento
Terror
(el Sargento fue transportado aquí en su Propio Trineo diseñado por el señor Honey), pero quizás el Frío sufrido durante los tres días y noches de la Travesía ha acabado en una Neumonía. Esta vez no espero que el Sargento de Marines, que ha resultado un increíble Milagro de Supervivencia, logre Sobrevivir mucho más.
También tenemos a David Leys, a quien sus compañeros de tripulación llaman Davey. Su estado catatónico no ha cambiado desde hace Meses, pero después de la Travesía de esta semana, que realizó con mi grupo, ya no ha podido deglutir ni la más Fina Papilla ni agua. Hoy es Sábado. No creo que Leys siga vivo hasta el Miércoles.
Debido al Gran Esfuerzo de tirar de los buques y de tal cantidad de Material desde el Buque a la Isla, por encima de crestas de presión que a mí me costaría Subir aun sin arnés alguno, he tenido que lidiar con la cuota suplementaria habitual de hematomas y Huesos Rotos. Éstos incluyen una fractura múltiple bastante grave del brazo del marinero Bill Shank. He mantenido al hombre aquí después de estabilizar los huesos, por miedo a la sepsis (la carne y la piel fueron desgarradas por fragmentos agudos de hueso en dos sitios).
Pero el Escorbuto sigue siendo el primer Asesino que se agazapa en esta tienda.
El señor Hoar, el Ayuda de Cámara Personal del Capitán Fitzjames, quizá sea el primer Hombre en Morir Aquí. Ya no está Consciente durante gran parte del día. Igual que Leys y Heather, tuvieron que traerle arrastrando los 40 kilómetros que separan nuestro sentenciado Buque de este campamento
Terror
.
Edmund Hoar es un ejemplo temprano, pero Típico, de la evolución de esta enfermedad. El Mozo del Capitán es un Hombre Joven: cumplirá 27 en poco más de dos semanas, el 9 de mayo. Si es que logra sobrevivir hasta entonces.
Para ser Mozo, Hoar es un hombre robusto, de metro ochenta de alto, y según todos los indicios tanto para el Cirujano Jefe Stanley como para mí se encontraba en un estado de salud perfecto cuando zarpó la Expedición. Era rápido, avispado, alerta, enérgico en el cumplimiento de sus Deberes, e inusualmente atlético para ser mozo. Durante las competiciones de carreras y tiro de trineos que se organizaron frecuentemente en el hielo en la isla de Beechey el invierno de 1845-1846, Hoar era ganador con frecuencia, y líder de diversos equipos.
Empezó a sufrir ligeros síntomas de Escorbuto ya el otoño pasado: cansancio, lasitud, confusión creciente... Pero la enfermedad se volvió más Pronunciada después del Desastre del Carnaval Veneciano. Él siguió al servicio del Capitán Fitzjames dieciséis horas al día y más aún en Febrero, pero finalmente su salud se vino abajo.
El Primer síntoma que hizo aparición en el señor Hoar es lo que los hombres del castillo de proa llaman la Corona de Espinas.
Empezó a salir sangre del cabello de Edmund Hoar. Y no sólo de la cabeza. Primero sus Gorros y luego sus Camisas interiores y luego su Ropa Interior se empezó a manchar de sangre cada día.
He observado esto cuidadosamente, y la sangre del Cuero Cabelludo procede de los propios folículos. Algunos de los Marineros intentaron evitar este Síntoma Temprano afeitándose la cabeza, pero, por supuesto, no sirvió de nada. Con los gorros, sombreros, pañuelos y ahora las almohadas también empapadas de sangre en el caso de la Mayoría de los hombres, los marineros y oficiales han empezado ya a llevar Toallas debajo de su ropa de abrigo, y apoyar la cabeza en ellas por la noche.
Eso, por supuesto, no Alivia la Incomodidad y Bochorno de sangrar por todos los Puntos que tienen vello corporal.
Empezaron a aparecer hemorragias bajo la piel del mozo Hoar en enero. Aunque las Competiciones en el Exterior eran sólo un Recuerdo lejano por entonces, y los deberes del señor Hoar raramente le llevaban fuera del Buque o le causaban Gran Agotamiento Físico, el menor Golpe o Rozamiento aparecía en su cuerpo como un hematoma enorme rojo y azul. Y no se curaba. Un arañazo pelando patatas o cortando Buey permanecía abierto y sangrante durante semanas.
A finales de enero, las piernas del señor Hoar se habían hinchado hasta alcanzar el Doble de su Tamaño Normal. Tuvo que pedir prestados unos Pantalones asquerosos a marineros mucho más gruesos que él, para poderse vestir al servir a su capitán. No podía dormir por el creciente Dolor en las Articulaciones. A principios de Marzo, cualquier movimiento era una Agonía para Edmund Hoar.
A lo largo del mes de Marzo, Hoar insistió en que no podía permanecer en la Enfermería del
Erebus,
en que tenía que volver a su alojamiento y servir y cuidar al Capitán Fitzjames. Su cabello rubio se veía empapado constantemente de sangre coagulada. Sus brazos, piernas y rostro hinchados ya parecían como una Masa pálida. Cada día que examinaba la piel, ésta había Perdido más Elasticidad; hacia la semana anterior al hundimiento del
Erebus,
si presionaba la carne de Edmund Hoar, el hoyo seguía allí, permanente, y el nuevo hematoma causado se extendía y formaba un derrame en una red de Hemorragias anteriores.
A mediados de Abril, todo el cuerpo de Hoar se había convertido en una masa Hinchada e Informe. Su rostro y sus manos estaban Amarillas por la Ictericia. Sus ojos eran de un Amarillo Intenso, más espantosos aún debido a la sangre que fluía de sus cejas.
A pesar de los esfuerzos que hacíamos mi ayudante y yo para dar la vuelta y mover al paciente varias veces al Día, cuando lo transportamos desde el moribundo
Erebus,
el paciente estaba cubierto de llagas que se habían convertido en úlceras de un color marrón amoratado y que no dejaban de supurar. Su rostro, especialmente a cada lado de la Nariz y la Boca, también estaba ulcerado y rezumaba constantemente Pus y Sangre.
El Pus de una víctima del Escorbuto exhala un hedor extraordinariamente desagradable.
El día que trasladamos al señor Hoar al campamento
Terror
, había perdido todos los dientes excepto dos. Y era un hombre que, el día de Navidad, exhibía la sonrisa más saludable de todos los jóvenes de aquella Expedición.
Las encías de Hoar estaban ennegrecidas y habían retrocedido. Sólo estaba consciente unas pocas horas cada día, y con Terribles Dolores durante cada segundo de ese tiempo. Cuando le abríamos la boca para alimentarle, el Hedor era casi insoportable. Como no podíamos lavar las Toallas, habíamos forrado su Coy de tela de lona, que ahora está Negra de Sangre. Sus ropas congeladas y hediondas también están Quebradizas por la Sangre seca y el Pus incrustado.
Y por terrible que sea su Aspecto y su Sufrimiento, el Hecho más Terrible es que Edmund Hoar puede seguir así, Empeorando cada Día, durante Semanas, incluso Meses. El Escorbuto es un asesino Insidioso. Tortura durante largo tiempo antes de otorgar a su víctima el descanso final. Cuando uno muere de Escorbuto, ni siquiera un Pariente cercano es capaz de reconocer al Sufriente, y al Sufriente no le queda la suficiente mente sana como para reconocer al pariente.