—Sí, señor.
—¿Había alguna otra señal de robo de sus pertenencias personales?
—Sí, señor. El señor Hickey nos informó de que había visto que los esquimales robaban a John..., al teniente Irving..., el catalejo y la bolsa de cuero antes de matarle en la cresta, señor. Cuando llegamos a la cresta, vi por nuestro propio catalejo que los nativos rebuscaban en su bolsa y se pasaban unos a otros el catalejo mirando por el valle donde supongo que se habían detenido después de asesinarle y... mutilarle.
—¿Había huellas?
—¿Perdón, señor?
—Huellas... de los esquimales, bajando desde la cresta donde usted encontró el cuerpo del teniente hasta el lugar donde examinaban sus pertenencias.
—Eh..., sí, señor, eso creo, capitán. Quiero decir que recuerdo una línea fina de huellas que yo pensaba que eran sólo de John, en aquel momento, pero debían de ser también de los demás. Debieron subir y bajar en fila, supongo, capitán. El señor Hickey dijo que estaban todos rodeándole allí en la cresta mientras le cortaban la garganta y... hacían las otras cosas, señor. Dijo que no estaban todos..., las mujeres y el niño no, quizá..., pero sí que había seis o siete de los paganos. Los cazadores, señor. Los jóvenes.
—¿Y el anciano? —preguntó Crozier—. Sé que había un hombre desdentado entre los cuerpos cuando acabaron.
Hodgson asintió.
—Le quedaba un diente, capitán. No recuerdo si el señor Hickey dijo que formaba parte del grupo que mató a John.
—¿Cómo dio usted con el grupo del señor Farr, la partida de reconocimiento del teniente Irving, si había estado siguiendo las huellas de los esquimales hacia el norte, teniente?
Hodgson asintió brevemente como viéndose aliviado al responder a una pregunta que podía contestar con total certeza.
—Perdimos las huellas de los nativos y las huellas de trineo a un par de kilómetros al sur de donde fue atacado el teniente Irving, señor. Debieron de moverse más al este por entonces, por encima de las crestas más bajas, donde había hielo, pero sobre todo roca, señor..., ya sabe, la grava helada. No encontramos las huellas de su trineo o de los perros ni huellas de pies en ninguna parte, por los valles, así que continuamos hacia el norte, por el camino que debían de haber seguido. Bajamos por una colina y encontramos el grupo de Thomas Farr, la partida de reconocimiento de John, justo acabando de comer. El señor Hickey había vuelto a informar de lo que acababa de ver hacía un minuto o dos, y supongo que nosotros asustamos a Thomas y sus hombres... Pensaban que eran los esquimales que venían a por ellos.
—¿Observó usted algo extraño en el señor Hickey? —preguntó Crozier.
—¿Extraño, señor?
Crozier esperó en silencio.
—Bueno —continuó Hodgson—, temblaba con fuerza. Como si le hubiera dado un ataque. Y su voz estaba muy agitada, casi chillona. Y él..., bueno, señor, se reía, más o menos. Lanzaba risitas. Pero era de esperar en un hombre que acababa de ver lo que había visto, ¿verdad, capitán?
—¿Y qué fue lo que vio, George?
—Bueno... —Hodgson miró hacia abajo para recuperar la compostura—. El señor Hickey le dijo al capitán de la cofa de gavia, Farr, y me lo repitió a mí, que había salido a ver dónde estaba el teniente Irving y que pasó por encima de una cresta justo a tiempo de ver a esos seis o siete esquimales que le robaban las pertenencias al teniente y lo apuñalaban y lo mutilaban. El señor Hickey dijo (todavía le temblaban las manos, señor, y se le veía muy alterado) que había visto cómo le cortaban las partes íntimas a John.
—Vio usted el cuerpo del teniente Irving justo unos pocos minutos después, ¿verdad, teniente?
—Sí, señor. Estaba a una distancia de veinticinco minutos andando del lugar donde comía el grupo de Farr.
—Pero usted no empezó a temblar incontrolablemente después de ver el cuerpo de Irving, ¿verdad, teniente? No siguió temblando veinticinco minutos o más, ¿verdad?
—No, señor —dijo Hodgson, obviamente sin comprender el motivo de la pregunta de Crozier—. Pero vomité, señor.
—¿Y cuándo decidió atacar al grupo de esquimales y matarlos a todos?
Hogdson tragó saliva audiblemente.
—Después de espiarlos desde la cresta por mi catalejo y ver que abrían la bolsa de John y miraban por su catalejo, capitán. En cuanto todos echamos un vistazo, el señor Farr, el sargento Tozer y yo mismo, y nos dimos cuenta de que los esquimales habían dado la vuelta al trineo y estaban dispuestos a largarse.
—¿Y dio usted la orden de no tomar prisioneros?
Hodgson bajó la vista de nuevo.
—No, señor. Realmente no pensé en ello ni en un sentido ni en otro. Yo simplemente estaba... furioso.
Crozier no dijo nada.
—Le dije al sargento Tozer que teníamos que preguntarle a alguno de los esquimales lo que había pasado, capitán —continuó el teniente—. Así que supongo que yo pensaba, antes de la acción, que alguno quedaría vivo después. Pero es que estaba tan…, furioso...
—¿Quién dio la orden de disparar en realidad, teniente? ¿Usted o el sargento Tozer, o el señor Farr, o algún otro?
Hodgson parpadeó varias veces, muy deprisa.
—No lo recuerdo, señor. No estoy seguro de que en realidad se diera ninguna orden. Sólo recuerdo que estábamos a unos treinta metros, quizá menos, y vi a varios de los hombres esquimales coger sus arpones o lanzas o lo que tenían, y entonces todo el mundo entre los nuestros estaba disparando y recargando y disparando. Los nativos corrían y las mujeres chillaban... La vieja siguió chillando como..., bueno, como uno de esos espíritus antiguos de los que usted nos hablaba, capitán... Un chillido agudo, constante, como un trino... Aun después de que le dieran varias balas, seguía chillando de aquella forma espantosa. Luego el sargento Tozer se adelantó y se puso de pie junto a ella con la pistola de John y... todo ocurrió muy deprisa, capitán. Nunca me había visto involucrado en nada semejante.
—Ni yo tampoco —dijo Crozier.
Fitzjames no dijo nada. Él había sido el héroe de varias campañas en tierras salvajes durante las guerras del Opio. Su mirada estaba abatida y parecía vuelta hacia el interior.
—Si se cometieron errores, señores —dijo Hodgson—, yo asumo toda la responsabilidad. Era el oficial de mayor graduación de los dos grupos al estar Jo..., al estar muerto el teniente Irving. Todo es responsabilidad mía, señores.
Crozier le miró. El capitán notaba la mortal vacuidad de su propia mirada.
—Sí, usted era el único oficial presente, teniente Hodgson. Para bien o para mal, fue y es responsabilidad suya. Dentro de cuatro horas quiero dirigir una partida al lugar del asesinato y de los disparos. Llevaremos luz de linternas y seguiremos las huellas de su trineo de vuelta hasta el lugar, pero quiero estar allí cuando salga el sol. Usted y el señor Farr serán los únicos hombres implicados en los hechos de hoy que quiero que vengan con nosotros. Duerma un poco, aliméntese y dispóngase a partir a las seis campanadas.
—Sí, señor.
—Y mándeme al ayudante de calafatero Hickey.
Goodsir
Latitud 69° 37' 42" N. — Longitud 98° 41' O
25 de abril de 1848
Del diario privado del doctor Harry D. S. Goodsir:
Martes, 25 de abril de 1848
»Me gustaba mucho el Teniente Irving. Mi Impresión de él es que se trataba de un joven Honrado y Bondadoso. No le conocía Bien, pero a lo largo de estos Duros Meses, especialmente durante las muchas Semanas que pasé tanto tiempo en el
Terror
como en el
Erebus,
ni una sola vez vi al Teniente rehuir una obligación o hablar mal de los Hombres o tratarlos a ellos o a mí con nada que no fuera gentileza y Cortesía Profesional.
»Sé que el Capitán Crozier está especialmente Destrozado por esa Pérdida. Su rostro estaba tan Pálido cuando vino a este campamento esta mañana, después de las 2, que yo habría apostado mi Reputación Profesional a la opinión de que no podía ponerse más pálido. Pero sí lo hizo al oír las Noticias. Hasta sus labios se volvieron tan blancos como la nieve de la banquisa que hemos estado mirando durante la mayor parte de estos tres años.
»Pero por mucho que me gustase y que respetase al Teniente Irving, tengo que realizar mis Deberes Profesionales y dejar los recuerdos de nuestra Amistosa Relación a un lado.
»Quité los restos de ropa del Teniente Irving, ya que todos los botones habían sido arrancados de todas las capas desde su Chaleco hasta su Ropa Interior, y la Sangre Coagulada se había helado convirtiendo la Tela en unas masas arrugadas duras como el hierro, e hice que mi ayudante, Henry Lloyd, me ayudase a bañar el cuerpo del Teniente Irving. El agua, procedente de hielo y nieve que los compañeros del señor Diggle fundieron usando parte del Carbón que trajimos de los Buques, es preciosa, pero era necesario que honrásemos al joven Irving de ese modo.
»Por supuesto, no realicé mi habitual incisión en forma de Y invertida desde las caderas hasta el
umbilicus,
con la base de la Y invertida corriendo hasta el esternón, ya que los Asesinos del Teniente Irving ya lo habían hecho.
»Tomé mis habituales Notas y Bocetos mientras procedía, con los Dedos doloridos por el Frío. La Causa de la Muerte no tiene ningún Misterio. La Herida en el Cuello del Teniente Irving fue causada por al menos dos tajos salvajes con una hoja no serrada, y se Desangró hasta la Muerte. Dudo seriamente de que quede una sola Pinta de sangre en el Desventurado cuerpo del joven Oficial.
»La Tráquea y la Laringe han sido seccionadas y hay cortes de hoja en las vértebras cervicales expuestas.
»La cavidad abdominal fue abierta mediante tajos repetidos con una Hoja Corta a través de la piel, la carne y los Tejidos relacionados, y la mayor parte de sus intestinos Gruesos y Delgados fueron cortados y eliminados. El bazo y los riñones del teniente Irving también fueron cortados y abiertos mediante un Objeto Agudo. Tampoco está el hígado.
»El pene del teniente fue amputado aproximadamente tres centímetros por encima de la Base, y ha desaparecido. Su Escroto fue abierto a lo largo del Eje Central y se extrajeron los testículos. Se requirieron Repetidas Aplicaciones de la Hoja para cortar el saco escrotal, el
epi
didymis y
la
túnica vaginalis.
Es posible que la Hoja del Atacante se estuviese Embotando ya en ese momento.
»Aunque los testículos han desaparecido, quedan restos del
vas deferens
y de la uretra y porciones importantes de tejido conectivo desde la base del pene hasta la cavidad corporal.
»Aunque hay señales de múltiples Hematomas en el cuerpo del Teniente Irving, muchos de ellos Coherentes con una diagnosis de principios de Escorbuto, no hay ninguna otra Herida Grave visible en ninguna parte. Es muy interesante observar que no hay Cortes Defensivos en sus manos, antebrazos o palmas.
»Parece evidente que al Teniente Irving lo cogieron completamente por Sorpresa. Su Asaltante o Asaltantes le cortaron la garganta antes de que tuviera la Menor Oportunidad de defenderse. Luego se tomaron cierto tiempo Destripándole y Despojándole de sus Partes íntimas mediante repetidas Incisiones y Movimientos de Corte.
»Al preparar el cuerpo del teniente para su funeral más tarde, le cosí el Cuello y la Garganta lo mejor que pude y, después de introducir sustancias No Originales pero sí de fibras que se descomponen (un jersey doblado de la propia mochila del teniente, de sus pertenencias personales) en la Cavidad Abdominal, para que no tuviese ese aspecto tan visiblemente vacío y hundido bajo el uniforme, cuando la vieran los hombres, me dispuse a coser de nuevo la Cavidad lo mejor que pude (había mucho tejido destruido o ausente).
»Pero primero dudé un poco y Decidí hacer algo inusual.
»Abrí el estómago del Teniente Irving.
»No había Razón post mórtem auténtica para hacer aquello. No había duda de la Causa de la muerte del joven teniente. No había motivo para buscar ninguna Enfermedad o Alteración Crónica, ya que todos sufrimos de Escorbuto en una medida u otra, y todos nos estamos Muriendo de Hambre lentamente.
»Pero, de todos modos, le abrí el Estómago. Parecía extrañamente Distendido, más de lo que la acción bacteriana y la Descomposición resultante sugeriría con este frío extremo, y ningún examen post mórtem sería completo sin una Inspección de esa Anomalía.
»Su estómago estaba lleno.
»Muy poco antes de la muerte del Teniente Irving, había ingerido Grandes Cantidades de Carne de Foca, algo de Piel de Foca y mucha Grasa. El Proceso Digestivo apenas había comenzado.
»Los Esquimales le habían alimentado antes de Asesinarle.
»O quizás el Teniente Irving había hecho un Trueque con su Catalejo, su bolsa y sus pocas posesiones personales de la Bolsa, a cambio de aquella Carne de Foca y Grasa.
»Pero no es posible, ya que el Ayudante de Calafatero Hickey informó de que vio que los Esquimales Mataban y Robaban al Teniente.
»La Carne de Foca y el Pescado estaban en el Trineo de los Esquimales que el señor Farr trajo de vuelta, usándolo para transportar el cuerpo del Teniente Irving. Farr informaba de que habían arrojado otros objetos fuera del Trineo: cestas, Cacharros de Cocina de algún tipo, cosas Atadas encima de la Carne de Foca y del Pescado, para situar mejor el cadáver del Teniente en el ligero trineo. «Queríamos que el Teniente Irving estuviese lo más cómodo posible», fue lo que dijo el Sargento Tozer.
»De modo que los Esquimales debieron de ofrecerle primero su comida, le dieron tiempo para Comérsela (aunque no para Digerirla) y luego volvieron a guardar las cosas en su trineo, antes de Caer Sobre él con tal Salvajismo.
»Acercarse a alguien como Amigo y luego Asesinarlo y Mutilarlo... ¿Se puede creer que exista una Raza tan Traicionera y Malévola y tan Bárbara?
»¿Qué puede haber Provocado el súbito y Violento cambio de actitud por parte de los Nativos? ¿Pudo acaso el Teniente decir o hacer algo que violase sus Sagrados Tabúes? ¿O sencillamente querían Robarle? ¿Fue el Catalejo de latón el motivo de la Muerte terrible del Teniente Irving?
»Existe otra posibilidad, pero es tan Abyecta e Improbable que apenas me atrevo a Consignarla aquí.
»Los Esquimales no mataron al Teniente Irving.
»Pero eso tampoco tiene sentido. El Ayudante del Calafatero Hickey declaró con toda rotundidad que VIO de seis a ocho Nativos atacando al Teniente. El les VIO robarle la bolsa, el catalejo y las demás posesiones..., aunque extrañamente no encontraron su Pistola ni le registraron los demás bolsillos. El Ayudante de Calafatero Hickey le ha dicho al Capitán Fitzjames hoy mismo (yo estaba presente durante la conversación) que él, Hickey, VIO desde la distancia cómo los Salvajes destripaban a nuestro amigo.